Murcia,
son las 8.30 cuando los viajeros suben al tren. Van cargados de bicicletas y
alforjas. Acomodan las maquinas en los ganchos y se acomodan ellos. Cierran los
ojos y sueñan el recorrido, comienza en Monrreal del Campo y continúa con la
búsqueda del pueblo de Ojos Negros y las minas que dan fundamento a esta
aventura. Pretenden recorrer, al igual que lo hacia el mineral, la distancia
que los separa del Puerto de Sagunto por la plataforma del antiguo ferrocarril
de la Compañía Minera de Sierra Menera. Serán tres días de pedaleo por esta
antigua plataforma ferroviaria.
Se
detiene el traqueteo arrullador del tren. Valencia aparece tras la ventanilla.
Deciden los viajeros aprovechar la parada para adquirir unas cervezas con las
que acompañar la bocadillos que ha traído Antonio; los ha comprado en
"Pepe el de los Jamones" y son los "completos", eso
significa que llevan tomate en rodajas, jamón, tocino entreverado y aceite.
Mientras degustan estos manjares comparten la cerveza con otro viajero que ha
subido en Alicante y que curiosamente va a recorrer, también, la Vía Verde de
ojos Negros, aunque él comenzará en Santa Eulalia.
De
nuevo el "run-run" monocorde del tren les sume en un estado de semiinconsciencia
en la que todo se relativiza y los paisajes desfilan al otro lado de los
cristales, ajenos e inconcretos, el tiempo pasa monótono. Por un momento les
parece familiar una línea que se desplaza a su lado. Sí, esa puede ser la vieja
plataforma del ferrocarril minero, de pronto todo se concreta, renace el
interés por el paisaje y los ojos buscan la infraestructura de poco más tres
metros y medio de anchura que sustentaba la vía de ancho métrico que corría
paralela a la actual de ancho ibérico. Se imagina el viajero a las viejas
maquinas de vapor, negras por el hollín, aunque eran de color verde -cree
recordar- renqueantes y asmáticas intentando subir las cuatrocientas toneladas
que correspondían a cada uno de los seis trenes que circulaban en en cada
sentido. Al día siguiente comprobarían los viajeros como cada estación disponía
de un pozo o aljibe para las aguadas. Para la tracción a vapor era necesaria
gran cantidad de agua, tan importante que la compañía solicitó la aportación de
136.000 litros de agua diarios del Barranco de la Fuensanta (Caudiel), para lo
que perforó un túnel de 222 metros que pasaba prácticamente por el subsuelo de
la población, y construir un acueducto de 105 metros de longitud.
El
tren parece circular con más alegría, se nota que ha superado el Puerto del
Escandón y baja ya hacia Teruel. En Santa Eulalia se baja el viajero alicantino
y los nuestros se preparan; descuelgan bicicletas, revisan el equipaje,
conectan los aparatos gps y se colocan cascos y guantes, Monreal del Campo ya
esta aquí. Les recibe un pueble en pleno páramo, buscan la carretera que les
servirá para acercarse a Ojos Negros, es una nacional pero el tráfico no es muy
intenso. Unos pocos kilómetros después toman por otra de jerarquía inferior, y
esta sí, les conducirá a Ojos Negros. Aparece el pueblo sobre un altozano, dos
iglesias, dos bares y una fuente ven los viajeros, toman café y siguen, por un
instante creen estar en La mancha, pero no, aunque estén frente a un molino de
viento, están en Aragón.
Juan,
alto y magro, a la hora de pedalear funciona como un diesel moderno sin turbo,
siempre delante marcando el paso. Antonio se ha pasado a la bici eléctrica, y
la verdad es que "jode" ver como se traga las subidas como si nada,
mientras que los demás sufren lo suyo. Mariano es como los jamones ibéricos,
con parte de la grasa entreverada en el músculo y otra repartida aquí y allá,
se comporta como un diesel de los antiguos, tosco y bajo de revoluciones pero
que al final consigue llegar.
Aparece
recortado contra el sol de la tarde, el coto minero. Se sorprenden los viajeros
de no encontrar demasiadas escombreras, ni oxidados esqueletos de castilletes
sumidos en el abandono, solo algunas construcciones semiderruidas. Contra la montaña
se recorta una extraña construcción, parece un cargadero, pero los viajeros no
saben bien que es y continúan su camino, quizás más tarde puedan enterarse.
Pretenden seguir la vía y optan por una carreterilla paralela en su traza a la
del ferrocarril. Se suceden así, entre carrascas y pequeños valles las
poblaciones de Sierra Menera y Villar de Saiz, ya en pleno camino hacia el
sureste; Peracense, vigilada por el ruinoso castillo de su altozano, Almohaja
que da paso a una zona más agreste. Cruzan bajo el ferrocarril que aún conserva
toda su estructura de carriles, traviesas y balasto, para circular por el cauce
de la rambla de la Fuente del Hornillo, que los dejara de nuevo en la llanura,
junto a Las Granjas; están ya a la altura de Santa Eulalia y comienza la vía
verde. Pedalear solo incomodado por el viento que azota el páramo en dirección
oeste dificultando el avance. El cielo se encapota y lo que eran nubes como de
algodón blancas y luminosas se tornan opacas y oscuras. Cella aparece en el
horizonte medio oculta por vientres cenicientos y deshilachados de las nubes.
El viento arrecia y caen algunas gotas, aumentan el ritmo con la esperanza de
no mojarse. Lo consiguen.
Están
en "Cella la del canal" como se la menciona en el Cantar del Mío Cid,
acueducto romano para traer el agua del río Guadalaviar, desde Albarracín hasta
Cella. La Fuente es obra de Templarios, ellos fueron los constructores del pozo
artesiano allá por el siglo XII que dejo en desuso el canal romano, de su
embellecimiento se encargo en 1730 el Capitán de Ingenieros Domingo Ferrari que
lo dejo en el estado actual. Este pozo es uno de los más grandes de Europa, con
una profundidad en su centro de 12 metros y un caudal medio de 3.500 litros por
segundo, por desgracia en este año extremo de sequía ha dejado de manar.
Cenan
en el kiosco del parque, piden calamares, huevos fritos, patatas y carne, Juan
Bautista con un hambre canina se pide además una hamburguesa, de la que da
cuenta en dos bocados, Antonio lo contempla con los ojos como platos no dando
crédito a lo que ve . Se van a dormir a la Pensión Clotilde, antigua
construcción de tres plantas y extraña distribución pero rehabilitada y
acogedora. Antes de irse a la cama ponen a cargar la bici de Antonio, se había
quedado sin batería al entrar en el pueblo.
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