sábado, 31 de enero de 2015

Rambla de Librilla




Nos habían asustado. La predicción meteorológica pronosticaba para hoy viernes 30 de enero, en Murcia; cielos poco nubosos, altas temperaturas y fuertes vientos de poniente con rachas que podían llegar a los 90 km/h.
Amanece. No se mueve una brizna, sencillamente el viento no está, aunque se le espera. Decidimos aprovechar la mañana con una salida corta, sin riesgo y estar de vuelta en cuanto el viento se levante. Nos decidimos por una “descubierta” en la rambla de Librilla.



Siempre ha estado ahí, la hemos visto una y otra vez mientras subíamos por asfalto la Cola del Caballo y en un par de ocasiones la atravesamos con el recorrido de la Transmurciana, pero nunca habíamos recorrido la parte alta de la rambla. Así que hoy era un buen día para hacerlo.



Nos citamos en la estación del Carmen para subir al tren de las 9.45 h. Aparecen; Ángel, Vicente, Jesús y José Luis. No nos da tiempo ni acomodarnos, en pocos minutos estamos en Librilla y comenzamos a pedalear. Decidimos subir por asfalto y descender después hasta la pequeña presa que nos sitúa en el cauce.
Amplia al principio se estrecha entre blancas paredes de yeso. El cauce esta húmedo, incluso alguna de las paredes, pero el resto está seco. Los pinos; escuálidos, aguantan como pueden. Tarayes y otros arbustos están secos. Sus ramas, muchas de ellas rotas, son como auténticos cuchillos, hay que llevar mucho cuidado, especialmente a la altura de los ojos. A Jesús le han desgarrado el pantalón y hecho un corte en la pantorrilla.



Un dédalo de pequeños barrancos de nombres sugerentes alimentan este cauce; del Infierno, de la Saladilla, del Pantano. Otros ni siquiera lo tienen; muchos terminan en pequeñas presas contra las avenidas. Altas paredes encajonan el cauce, erosionadas de forma espectacular, terminan con formas increíbles. Blancas, verticales, iluminadas por el sol molestan a la vista, inaccesibles para nosotros, no lo son tanto para un zorro que escapa asustado por nuestra presencia; aunque cerca del borde está a punto de no conseguirlo.



Se estrecha el cauce, la maleza cubre el lecho y hace imposible el avance, no podemos seguir. Regresamos por la rambla, distendidos, rodando a favor del terreno, librando con habilidad piedras y zonas anegadas. Ángel rompe la cadena, que reparamos en pocos minutos y; como no podía ser de otra manera, José Luis se cae. Y también como siempre sale bien librado. Junto al trasvase Tajo-Segura retomamos la carretera, pero ya es tarde, perdemos el tren por pocos segundos y lo vemos alejarse hacia nuestro destino. Estamos un poco frustrados, pero no nos importa demasiado, regresamos pedaleando hasta la capital con el viento ya empezando a soplar con fuerza.



Mariano Vicente, 30 de enero de 2015.     

lunes, 26 de enero de 2015

Totana - Barranco de la Santa



Salida/llegada: Totana 
Distancia: 44.75 km.
Desnivel +: 1.075 metros
Tiempo: 4.45 horas
Altura mínima: 245 metros
Altura máxima: 965 metros
Indice IBP:97
Dificultad: No presenta más dificultad que las propias de las características del terreno.





Interés de la ruta
Esta ruta discurre por el suroeste del Parque Natural de Sierra Espuña, situado en el corazón de la Región de Murcia y a poco más de una treintena de kilómetros de la capital.

Recorrido que se efectúa en su mayor parte por caminos de herradura, algo de pistas y hasta el propio lecho de las ramblas.

Las poblaciones de Totana y Aledo; esta última declarada Bien de Interés Cultural.
Pasaremos junto al santuario de Santa Eulalia, patrona de Totana. Edificio del siglo XVI con las paredes cubiertas de pinturas que datan de 1624, y hacen alusión a la vida de la Santa. Forma parte de un encantador entorno en plena naturaleza, en el que disponemos de restaurante y hotel; otro magnifico lugar para comenzar nuestra ruta.

Junto a Aledo está el estrecho de la Arboleja, maravilla geológica que forma un cañón de más de 500 metros y estrechas paredes rebosantes de humedad.
Nos queda por mencionar, entre otros, El yacimiento arqueológico de La Bastida, uno de los más importantes de Europa de la Edad del Bronce, fundamental para conocer cultura argárica.



Asistentes:
Matías, Ángel, Jesús, Juan Bautista, Antonio y un servidor; Mariano Vicente.

Crónica:

Aún no son las ocho y Ángel me espera a la puerta de su casa. Cuando llego esta encaramado a un taburete del bar el Paraíso tomando un humeante café. La mañana es fresca pero no hace frío. Colgamos las bicicletas sobre un maravilloso artilugio de la marca Thule que va colocado sobre la bola de remolque, sencillo, práctico y fácil de guardar. Emprendemos la marcha hacia Totana dónde nos espera Juan Bautista, no sin antes pasar por el Rollo, dónde igualmente nos esperan Matías, Jesulen y Antonio. Sobre las ocho cuarenta y cinco estamos tomando unos belmontes en el bar Los Morenos, dónde comeremos a la vuelta.



Ya sobre las bicicletas comenzamos a callejear hasta salir de Totana, que reúne en sus barrios a Sevilla -de la rambla de la Santa hacia el oeste- y a Triana -que se sitúa desde esta hacia este- buscando nuestro primer punto de referencia; la Casa Forestal del Mortí. Seguimos por el camino de los Algarrobos que sube junto a la rambla de los Arcos, bajo el Morrón Largo. La subida y este incipiente sol mañanero, nos va calentando. El camino, cruza la rambla para seguir la solana del Morrón Redondo hasta el collado de las Chaparras. Ya tenemos unas estupendas vistas. En primer lugar; la casa y tierras del Algarrobo, sombreada por el cabezo La Almoloya; al fondo; gran parte del valle del Guadalentín. Más lejos; Carrascoy, recortándose bajo los primeros rayos de la mañana. Y más allá, difuminadas bajo un horizonte neblinoso, las sierras del litoral. Hacia el oeste; las cumbres nevadas de la Sierra de María.



Abandonamos aquí el camino por una senda; que al principio, baja hacia la rambla de la Sisquilla; la cruza y recorre la solana del Campix. En este tramo, confortados por el calor de este timido sol invernal, seguimos disfrutando de unas inmejorables vistas del valle del Guadalentín hasta que nuestra atención se centra, casi en exclusiva, en superar las numerosas revueltas de un zigzag que nos lleva, bajo la Pared Negra, hasta el camino del Campix, que tomaremos hacia la izquierda.



Pasada la rambla de los Arcos  abandonamos el camino por una senda que se dirige, por el barranco del Roblecillo, a la cabecera de la rambla de la Santa. Camino de herradura en el que gime la suspensión como gato en celo, comprimida, una y otra vez, por el pedregal en que se ha convertido. La tensión; máxima, para evitar la posible caída al barranco. La subida, la piedra suelta, la estrechura del camino y la umbría, no nos lo ponen fácil.



Junto a la cabecera de la rambla alcanzamos el punto álgido de la ruta. A partir de aquí, la mayor parte será en bajada. Al principio, la seguiremos hasta el Abrevadero de las Yeguas, cerca de la casa de los Molejones. Para dirigimos después hacia la casa de las Tenganeras y cruzar el barranco de Ballesteros. Continuar después, por la solana del Cabezo del Campanario hacia la cañada del Agua y las Alquerías, bajando junto a la rambla del Río pasamos por Las Canales y Patalache. Tras una vertiginosa bajada vadeamos la rambla de los Molinos, para comenzar una fuerte subida, que por suerte solo durará un centenar de metros, hasta alcanzar una preciosas vistas de la población de Aledo.


Primero el camino de la Tirieza, después la propia rambla de los Molinos y sin solución de continuidad la Santa, alcanzando el Cañico por donde entramos en Totana. Cinco horas de disfrutar en este Parque Natural de Sierra Espuña, corazón de nuestra región y donde Juan Bautista se define como un magnifico guía, mesurado y conocedor de nuestras limitaciones, nos fuerza lo justo para hacer, atractiva y emocionante a partes iguales, esta estupenda ruta. Alrededor de 45 kilómetros y poco más de mil metros de desnivel acumulado, serán suficientes para descubrir y disfrutar del suroeste de Sierra Espuña.


La segunda parte del recorrido discurre entre ensaladas, platos de jibia, de calamares, cazuelitas de gambas... y una estupenda paella de marisco, todo bien regado y en inmejorable compañía. Se puede pedir algo más...


Mariano Vicente, 24 de enero de 2015.

martes, 20 de enero de 2015

2015 Primeras nieves en el Noroeste




El sábado, mientras gestionábamos unas “olivicas partías” y una jarra de Estrella de Levante, bajo un sol enrarecido por unas nubes altas, que vaticinaban frío y nieve, surgen propuestas para acercarnos a Revolcadores de confirmarse la nevada. 

El lunes era el día ideal; aquí es fácil que la nieve desaparezca en apenas unas pocas horas; había que aprovechar el momento. Dicho y hecho. Después de investigar un poco en los medios de comunicación e internet para confirmar que la nieve había caído en el Noroeste, sin obtener mucho éxito, decidí arriesgarme. Los compañeros, reos de sus compromisos, no pudieron acompañarme. ¿Y porque no solo? Dicho y hecho.



Ya un poco tarde, serían las 11 de la mañana, tomo el volante hacia el Noroeste de la Región de Murcia. La temperatura no era muy baja, sobre los 8 grados, que al acercarnos a Caravaca ya había descendido a tres. Ni rastro de la nieve. Quizá sea un viaje inútil, pero no importa, pasaré el día en la zona en plan relax. En el puerto del Moral seguía sin nieve, pero algún monte ya presentaba algo de “chamusquina” en la cumbre.
Como por ensalmo, Revolcadores a parece en todo su Esplendor. Una fina capa de nieve cubre los campos a partir de El Entredicho, poco a poco la nieve invade cunetas y arcenes. En Cañada de la Cruz, una ligera capa viste los tejados. Continúo hacia Puerto Alto. Pronto la nieve se nota bajo las ruedas, aun acuosa, pero se endurece apenas unos centenares de metros más adelante. No llevo cadenas y decido no arriesgar, me detengo junto a un camino y saco la bicicleta. Es tarde, así que solo hare unos pocos kilómetros. 



Preparo trípode y máquina de fotos. Los dedos se enfrían, manejar los controles de la máquina se hace complicado. Un viento gélido barre los campos y pronto se deja notar, no hay más alternativas; pedaleo o tiemblo. Guardo la máquina de fotos y pedaleo hacia Puerto Alto. El terreno acumula centímetros de manto blanco, la carretera esta helada pero no resbala y a pesar de la subida, no entro en calor. El viento sopla de frente, de forma contundente, lo que hace que la sensación de frío sea muy elevada.



Decido regresar; me adentro por un camino, la cubierta se sepulta en la nieve virgen hasta cubrir la llanta. Disfruto y padezco al mismo tiempo, hace frío. Ahora el viento me viene de espaldas y es peor, no suelo usar ropa con tejidos cortavientos salvo en el pecho y parte delantera de los brazos, por lo que la espalda recibe el viento frío con toda su crudeza, penetra a través de la tela helando las carnes, y a pesar de que aún conservo una buena capa de grasa, tengo frío, mucho frío. 


  
Regreso al coche, desmonto la bici, la introduzco en el maletero y decido cambiarme. Machote. Porque digo yo que algo se me habrá pegado de mis años de Bilbao; comienzo a desnudarme. Se apodera de mí una tiritera que hacía imposible abotonarme la camisa; es igual, me pongo el jersey de cualquier manera. ¡Ay cuando me quito el culote! No lloro por lo de Bilbao, pero no creo que vuelva a recuperar la textura y la forma de ciertos apéndices de mi cuerpo. Doy gracias a la calefacción, la pongo a todo trapo. Me repongo en parte, ya puedo conducir.



Las olivas brillan oleaginosas, partidas, tercas de amargores. Un tinto; sencillo, áspero, ayuda a encontrar la calma en esta mañana. Un tomate “partió” colmado de sales y aceite acompaña a unas migas recias, camperas, sin las florituras de las huertanas, sin pimiento que distraiga, solo harina y “asaura”. Unas costillicas de cordero de turbadora delgadez, van asentado el estomago. Me encuentro mejor y echo el resto; más vino y una chuleta de vaca. Roja, consistente, jugosa, hecha como a mí me gusta, algo menos que al punto. El corte deja salir los jugos rosáceos plenos de sabor; la carne densa al masticar, sin esa babosedad, tan de moda ahora con las carnes blancas. Las nueces coronarán la comida, un justo premio en esta fría mañana.

Mariano Vicente, 19 de enero de 2015. 


sábado, 17 de enero de 2015

Coto Cuadros

Más que una pequeña ruta, ha sido un paseo. Es más creo que no ha sido más que una excusa para juntarnos y tomarnos unas cervezas. Ha sido una salida corta, conservadora, sin dificultades,  por Coto Cuadros. Esta mañana, sobre las nueve treinta nos hemos reunido, Ángel, Jesús, José Luis, Pepe Tovar y yo para dirigirnos de la mejor manera posible hacia el Coto. Y no es fácil, o atraviesas la ciudad o la rodeas, pero se te va media mañana y otra media en volver.


Y eso es lo que hemos hecho, ir y volver. Dar un paseo y justificar, esas olivas; partidas, verdeantes, que el tomillo ha desamargado y suavizado la raja de limón. Ese pulpo humeante, con el toque pícaro de la pimienta y la ligera acidez de las gotas de limón. Y todo regado con esa rubia, húmeda, brillante bajo este tibio sol invernal, digno premio a nuestros esfuerzos, que no por pequeños, tienen porqué tener recompensa análoga.



Conversaciones ligeras, casi efervescentes. Nuevos proyectos surgen entre jarra y jarra ¿y si nieva este fin de semana? ¿Nos vamos a Inazares? Vale, porqué no el lunes.  

  
Mariano Vicente, 17 de enero de 2015

miércoles, 14 de enero de 2015

Circular del Carche


El Carxe, fantasía del catalanismo, no es más que nuestro entrañable Carche; su explicación es sencilla. La expulsión de los moriscos (siglo XVII) produjo un terrible despoblamiento de estas tierras que se mantuvo hasta la segunda mitad del XIX en que fueron repobladas por familias provenientes del alto Vinalopo, en especial de las poblaciones de Pinoso, Monover, Novelda y Petrer, familias que lógicamente trajeron su lengua; el valenciano, y que han mantenido hasta nuestros días. No son grandes núcleos de población, los pertenecientes a Jumilla; Torre del Rico, 71 habitantes; El Carche no supera los 65; Cañada del Trigo 181. No andan sobradas las de Yecla, así Raspay se conforma con 113 y las de Abanilla igual; Cañada de la Leña que solo tiene 157 habitantes, todo ello referido al censo de 2009.

La Sierra del Carche se encuentra en el noreste de la Región de Murcia y reparte su superficie entre los términos municipales de Jumilla y Yecla. Declarada Parque Natural en el 2003, cuenta con 5.942 hectáreas de superficie e incluye las sierras de El Carche (La Madama, 1.371 m.), Las Pansas y el diapiro salino del Cabezo de la Sal. El Parque dispone de un albergue municipal y de un refugio junto a la Madama.

Distancia: 49.50 km.
Salida/llegada: Carretera C-3213 Jumilla-Pinoso Venta Viña P (Pista forestal de Viñape)
Desnivel +: 1.305 metros
Tiempo: 5.30 horas
Altura mínima: 380 metros
Altura máxima: 1.174 metros
Indice IBP: 80
Dificultad: No presenta más dificultad que las propias de las características del terreno.

Atractivos de la ruta
:
El interés de la ruta se basa en los valores intrínsecos a este espacio natural. La Sierra del Carche forma parte de las Cordilleras Béticas y consta de una característica muy especial; el diapiro salino del Cabezo de la Rosa, acumulación de materiales de hace 200 millones de años donde el mar depositaba carbonatos y evaporitas (sales y yesos).
En su zona central se encuentra el pico de La Madama, 1.371 m. y hacia el noreste se extiende la sierra de las Pansas, horadada por profundos barrancos que dan lugar a importantes ramblas.
Encontramos testimonios humanos desde la edad del bronce, donde destacan la Cueva del Castellar, los Castillicos del Salero y la Romanía. Al Norte y al Oeste, numerosos asentamientos romanos y hasta un acueducto en La Romanía. En la umbría de la Madama se conserva el único pozo de la nieve de la sierra perteneciente al siglo XVII y bajo el Cabezo de la Rosa se encuentran las salinas de interior más importantes de de la Región de Murcia aún en funcionamiento.
¡Ah! Si tienen ocasión no dejen de maridar un buen gazpacho con cualquier monastrel de la zona, no se arrepentirán.


Asistentes:
Antonio Máximo, Antonio Cervantes, Jesús Torrecillas, Juan Bautista Tudela y un servidor; Mariano Vicente.

Crónica:
Pues no, no estaba allí, ese “frío del copón” que convirtió en desertores a la mitad del grupo. Hasta 24 grados positivos llegamos a tener; y eso el 10 de enero y a 1.300 metros de altura. No cabe duda, la Región de Murcia es el mejor lugar de España para montar en bicicleta en invierno, aunque a algunos les cueste creerlo.

Son la 9 de la mañana, estamos acodados en el alto mostrador. Enfrente, un humeante café, en una vieja venta roturada de forma curiosa: Viña P. Preguntamos a los dueños: -Siempre ha estado así, nos responden. La letra P, así, sola, luce gallarda como jeroglífico de lo que en realidad es Viñape, pero a nosotros no nos importa, es un lugar ideal para comenzar nuestra la ruta que hoy proponemos; dar la vuelta completa a la sierra del Carche.


Cuando hace unos meses leí un folleto imperialista catalán en el que extendían, como una vulgar mancha de aceite sobre la hoja de un periódico en la que hubiéramos envuelto el bocadillo, la preponderancia del catalán desde Francia hasta las extribaciones del Carche, no tuve más remedio que reírme. Efectivamente por estas tierras aun es fácil distinguir el melodioso sonido de la lengua valenciana, pero no por la influencia catalana, sino por el asentamiento en el siglo XIX de familias alicantinas. 

Terreno duro, que deja entrever ya la meseta. Llanuras de cereal, almendro y vid, donde el cono del Carche señorea en su centro. Nos dirigimos hacia él, en linea recta, hacia la solana del Cristal, por el camino forestal de Viñape al collado de las Colmenas. Subida constante y no demasiado pronunciada que se endurece bajo la solana del Crestón del Cañal. El ambiente se caldea por momentos, sobra la mitad de la ropa que previsores en exceso hemos traído, el termómetro marca ya los 9 grados. Hacia el sur; separada por los cerros del Aniso, Primer, Segundo y Tercer Cocón, la llanura brilla húmeda iluminada por los oblicuos rayos de un sol recién nacido.


Vamos ganando altura entre pinos y algo de coscoja. Pinoso esta enfrente, entre dos luces, su blanco caserío destaca sobre la llanura, medio oculto por la niebla. Al fondo, recortadas sus crestas por el sol, las primeras sierras alicantinas. Tras un recodo, antes de llegar al collado de las Colmenas, se distingue un caserío modesto, como desparramado en la llanura; la población de Raspay. En el collado giramos hacia el oeste por el camino de la Yedra a la Pisana, cruzando el barranco que de inmediato se transforma en rambla y se dirige vertiginosa hacia las meridionales casas de Raspay.

Aún seguimos subiendo, pero por poco tiempo, bajo la morra del Búho comenzamos un descenso que bordea los puntales del Mosquito y del Jaral. Pronto se vuelve vertiginoso tras pasar el albergue y área recreativa del Alto del Revolcador, aunque algún "gracioso" le ha cambiado el nombre raspando la pata de la R, quedándose en un menguado y menos elocuente "Pevolcador".


Desde la umbría de los Alejos distinguimos la amplia llanura delimitada por sierra Larga, que junto a Santa Ana y la del Buey, enmarcan el caserío severo y castellano de Jumilla, custodiado siempre por su roquedo castillo. Tomamos el camino del barranco del Infierno que se retuerce bajo el cortado de las Capurullas, mientras un guarda forestal, parapetado tras un potente telescopio, vigila el correcto desarrollo de una batida de jabalí en la próxima sierra del Sopalmo. En medio, las salinas de la Rosa espejean bajo la luz plateada de la mañana, y lo seguirán haciendo como un icono, toda la subida.

Se acumulan los kilómetros y la subida, y a algunos de los compañeros se le empiezan a empalagar. Serpentea el camino caprichosamente a la sombra de la Morra de la Mina, unas veces al sur, otras al norte, pero siempre subiendo. En este tramo, el silencio es absoluto, y ni los pájaros se atreven a interrumpirlo. Llegamos al collado del Lastomar que nos prepara para el final de este "calvario", que no suavizara hasta el collado del Pozo de la Nieve. Fin del sufrimiento para algunos, que aquí comenzaran la bajada, mientras otros pedalearan hasta la cumbre, junto al refugio de la Madame, a 1.372 metros. No somos capaces de describir lo que la vista alcanza. Tanto a poniente, como a levante, al norte y al sur, la mirada se pierde en innumerables sierras que se difuminan en infinidad de tonos de azul. Algunas las reconocemos de inmediato, otras nos resultan familiares y a otras muchas somos incapaces de ponerles nombre, pero el espectáculo es grandioso.


Descendemos buscando el camino de la Curiosa a la Yedra, en dirección a la primera, bajo la Morra de los Cerrillos, por la solana de La Madama y la Mina hasta retomar el camino de forestal de Viñape hasta la misma venta, fin de un recorrido que nos ha permitido recorrer en gran parte este Parque Natural Regional, cuyas características no vamos a pormenorizar, basta decir que es un espacio natural típico mediterráneo en el que abunda el pino carrasco y algunas manchas más o menos extensas de carrascales, salpicados de lentisco y madroño. En las solanas clarea el pinar y su espacio es conquistado por espartos, romeros y tomillos.
 
Pero no termina aquí nuestra aventura, como siempre nos espera la segunda parte de la ruta, que haremos en una venta de la pedanía del Boquerón, en el termino municipal de Abaran; Casablanca se llama. Hasta allí nos desplazamos para degustar los embutidos típicos de la zona, un mejorable gazpacho y un correcto arroz y conejo con serranas, donde algunos; casi todos, nos defendimos mucho mejor que en la primera parte de la ruta.


Mariano Vicente 10 de enero de 2015.

P.D.: David, aun convaleciente, se agrego para realizar la segunda parte.