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miércoles, 15 de julio de 2015

El Río Segura catorce años después. Tercera jornada Calasparra-Murcia







Las persianas, levantadas, dejaban ver clarear la noche por las ventanas. Ayer, Jesús enfermó. Él y Matías decidieron abandonar y por la noche se fueron a casa. Nos quedamos Antonio y yo. Al levantarnos descubrimos la rueda vacía, el sellante no ha hecho su trabajo, Antonio prefiere ir a un taller a reparar. Entre reparación y desayuno nos dan las diez, comenzamos a pedalear con el sol ya alto. La sierra del Molino y el embalse de Alfonso XIII nos esperan.

La sierra del Molino, listada como sandía, se pinta de color calabaza en estas horas de la mañana. La pista; de grava, se muestra hostil a mis ruedas lisas. Espejea al fondo el pantano siempre vigilado por la mole gris del Almorchón. Más calor, El agua helada de los botes es ya sopa ardiente en el pantano. 

 

Cieza nos espera; albaricoques y melocotones se doran al sol. Buscamos la sombra de las cañas, cabellera foránea que ahoga a nuestro compañero. De pronto un chiringuito; las gente va y viene, del río al bar, bebe y se baña, pero no se refresca, el calor no lo permite, ha convertido la orilla en una sauna. Tres días; tres ya, pedaleando con temperaturas que superan los 45º. Paciencia.

El río constriñe la villa, aquella a la que "dieron la muerte por pasar la puente" y a la que él devuelve la vida. El camino se ciñe a la orilla del río blanco bajo la musulmana Siyasa; casi desaparece en el paraje del Menjú, antigua fábrica de luz, soto fluvial e importante bosque de ribera. Abarán y un chiringuito junto al río, que aprovechamos. Seguir, siempre seguir, el ánimo derretido, las ganas; dejadas atrás, a la sobra. Azudes, melocotoneros, fábricas de luz, granados, acequias, limoneros. 



Del vocablo Insolar dice el diccionario:
1º -Poner al sol hierbas, plantas, etc., para facilitar su fermentación o secarlas.
2º -Enfermar por demasiado ardor del sol o por excesiva exposición a él.
Eso somos nosotros, miserables yerbajos macerándose al sol, en esta estrecha y soleada senda de los moriscos, tan blanca que duele mirarla. Ni una sombra, ni siquiera el verde de los limoneros nos conforta.

Blanca está a tres tiros de piedra, pero no llegamos. Vemos las ruinas pardas de su castillo, pero no llegamos. Parecen estar siempre en el mismo lugar, etéreas, flotantes, inalcanzables. El caserío se arremolina, monte arriba, al otro lado del río. Una heladería, el frescor del aire acondicionado y un granizado de limón, nos salvan.



La carretera recorre el valle morisco serpenteando junto a segura; valle de las cinco villas, que recorremos una tras otra sin entrar en todas. En Villanueva la dejamos; precioso sendero de maderos orlado; entre el río y la acequia; tunelado por las hojas lacias de las cañas. Archena y sus baños, y sus azudes, y su fábrica de luz, y una fuente.

Meandros que enloquecen. Lorquí; aquí y allá, aun lado y al otro. Tapizado el margen por la caña cortada. Limoneros, naranjos. Furgonetas veloces, polvorientas; conductores irascibles. La Huerta de Abajo, bosques de ribera. Alguazas, puentes rojos. La Ermita, un bar y en él Matías, ha venido a vernos, a tomarse un litro con nosotros.



La tarde esta crecida; por poniente la lejan
ía se torna violeta; oscurece el carril bici. La Contraparada; el Javalí; mi Javalí. Patines y bicicletas, paseantes y perros. La torre de la catedral dorada y única, el Cuartel, la Estación. He terminado. Trescientos kilómetros de sudor y polvo, sofocantes y agotadores, pero también de amigos, de bicicleta, del río que nos da la vida.

Murcia, 8 de julio de 2015

sábado, 18 de mayo de 2013

Camino de la Vera Cruz - Día 12, viernes 17 de mayo de 2013. Moratalla-Caravaca/Murcia



Como todos los días, sobre las siete de la mañana estamos en pie. Aseo, recoger, empaquetar y a la calle. Montar todo en la bici, seleccionar el track en el gps, buscar un local para desayunar y al camino. Hoy llegaremos a Caravaca. Serán solo unos pocos kilómetros, dieciséis y sobre las once estaremos en el Santuario.


Todo discurre tal y como estaba previsto, en la plaza del Arco nos recibe Domingo Aranda el alcalde de Caravaca y el hermano mayor de la Cofradía de la Vera Cruz, Pedro Pozo. Nos acompañan a Juan Bautista y a mí hasta el Santuario. Junto al cartel, situado en la explanada de del castillo-santuario de la Vera Cruz, punto final del Camino, nos hacemos una foto para el recuerdo.


Ha sido un honor y un privilegio poder orar ante la cruz, solos en su capilla, agradecer la realización de este Camino sin infortunios y firmar en el libro de honor como peregrino que ha realizado el camino.


En el mismo Santuario, Mercedes Caparrós, jefa de prensa del ayuntamiento, junto a diversos medios de comunicación, nos hicieron una entrevista sobre nuestra visión del Camino, que no puede ser más que positiva. Con algún defecto de juventud fácilmente subsanable, en general reúne unas inmejorables condiciones para convertirse en un verdadero hito internacional, y en algo muy especial para nosotros los murcianos.


Abrazos de despedida y continuamos por la Vía Verde del Noroeste hasta la capital de la Región. Frente al imafronte de nuestra querida catedral nos hacemos las últimas fotos de este Camino.


Mariano Vicente, diecisiete de mayo del año dos mil trece, tras novecientos setenta kilómetros por el Camino de la Vera Cruz.


Poblaciones: Moratalla, Caravaca, Cehegín, Bullas, Albudeite, Campos del Río, Alguazas, Molina, Ribera de Molina, Murcia.

sábado, 10 de septiembre de 2011

De Murcia a Archena por la vía verde y el río Segura



Quedamos José Luis y Juan Bautista y yo para hacernos una salida por el Río. Como pensábamos llegar a Archena, unas dos horas y media, más el almuerzo y el regreso, quedamos temprano.

A las ocho y media ya estábamos sobre la bicicleta y comenzamos a pedalear en dirección a la Universidad. Nuestra intención ver el avance de las obras de la vía verde entre Murcia y Alguazas, y la verdad es que esta “casi” terminada (ver fotos).

Lo más complicado de la vía verde es llegar hasta ella, a pesar de los carriles-bici, o quizá por ellos, no es fácil atravesar la ciudad, tema aun por resolver, a pesar de que llevamos ya algunos años con él. Seguiremos esperando.


A la vía ya solo le quedan algunos retoques y pronto podremos circular por ella sin obstáculos hasta Alguazas. En realidad, ya se puede circular por ella, solo algunos puntos conflictivos hasta el puente sobre el Segura, que esta sin acabar.


De estas salidas por el río hay dos cosas que detesto; esas nubes, espesas, pero casi imperceptibles, formadas por millones de diminutos mosquitos, y la otra que los lagartos se dejen las cantimploras por cualquier parte.


Una grata sorpresa nos esperaba en el tramo  cercano al Río Muerto. Es nuestro amigo LuisChorques, recuperado ya de su lesión, con su nueva y espectacular máquina de 29´. Felicidades Luis.


Ya en Archena, buscamos el bar el Carríl, no es cuestión de andar deshidratado por esos mundos de Díos. Ya en el local, pedimos a una hermosa joven, que nos hiciera y se hiciera con nosotros una foto, como es lógico accedió a lo primero y se negó en rotundo a lo segundo. Que mal llevamos los cincuentones lo de ser transparentes para la señoras de menos de cuarenta. Qué le vamos hacer, son cosas de la edad.


Regresamos hasta más allá de Molina por la margen izquierda y cruzamos a la margen derecha por un coqueto puente sobre el Segura. Llegamos a la juntas con el río Mundo Mula (gracias Julío), para recorrer parte de su margen izquierda hasta la altura de la Torre Vieja y luego la derecha, cosa que volveremos a hacer al llegar a la desembocadura de la rambla Salada.



La Contraparada , esa vieja conocida, lugar de juegos y aventuras infantiles, estaba estupenda, brillando al sol del medio día. Los años no parecen pasar por ella. Se ha hecho una buena labor con el entorno, y las dos pasarelas de nueva instalación facilitan enormemente el paso entre ambas márgenes del río. Con la nueva reforma, por fin es accesible el carril-bici. Han colocado una pasarela que elimina la necesidad de utilizar las viejas escaleras.


Murcia nos espera; al fondo, entre meandro y meandro, se deja ver la torre de la catedral. Del terreno suben abrasadores vapores, solo disipados en parte por la propia velocidad que llevamos, son ya más de las dos de la tarde y el Sol aprieta lo suyo.

Mariano Vicente, setiembre de 2011.