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sábado, 28 de diciembre de 2019

Paredes de Leyva - Barranco de la Hoz



Esta será nuestra última ruta de 2019. Una ruta circular que partiendo de la población del Berro, en pleno corazón de Sierra Espuña, subirá el Barranco de de Leyva hasta alcanzar el Collado Blanco a unos 1226 metros de altura. Conseguido el objetivo bajaremos por Prado Mayor y el Barranco de la Hoz hasta el Berro, donde despediremos el año con una comida de hermandad.

Situamos los vehículos en el aparcamiento del pueblo -es el único que hay-, montamos las bicicletas  y nos acercamos al bar Sierra Espuña que está justo enfrente. Nos hemos dado cita seis compañeros, tres electrificados y tres pulmonares. Café, alguna cosa más y a pedalear. Desde la salida ya estamos subiendo. Rampas duras en la carretera que va a la Fuente del Hilo y las Cuestas del Marqués. Pasada la casa forestal de Los Quemados y superadas las primeras rampas, en el pequeño collado, giramos a la derecha. A la izquierda nos vamos a las Fuentes del Marques, una subida ideal para la bici de carretera.



Continuamos por asfalto en dirección a la Fuente del Hilo y La Perdiz, hasta llegar al siguiente cruce, en el que giraremos otra vez a la derecha. Dejamos atrás el área recreativa de casa Leyva y un poco más adelante nos encontramos con otro cruce en el que abandonamos el asfalto por nuestra derecha; por la izquierda nos vamos hacia la perdiz. Por la derecha comienza la pista que recorre el barranco de Leyva bajo las calcáreas paredes de la morra de las Cucalas.



El camino se ciñe al estrecho barranco que forman el Morrón de Alhama por el suroeste y el Cejo de Valdecanales por el noreste. El trazado sube con decisión, constante, sin dar un paso atrás, nos acostumbramos a ello y casi pasan desapercibidos los altos porcentajes que estamos superando, que en ningún momento bajan de los dos dígitos. Sobre la mitad de la subida el camino se revuelve con unas enormes eses que suavizan en gran manera el porcentaje, lo que nos permite algún descanso.



Poco más adelante, colgado de la ladera, aparece el Refugio de Leiva, sí, con “i” latina. La verdad es que me hago un poco de lio, en unos mapas aparece con “y” griega y en otros con “i” latina, si alguien sabe los motivos me gustaría conocerlos. Voy el primero y decido esperar al resto junto a la escalera de acceso. Hago algunas fotos y tomo un barrita. Comienzan a llegar los compañeros, Angel esta teniendo problemas, su recién estrenada eléctrica funciona intermitentemente, con un poco de suerte podrá llegar arriba.



Lo hemos conseguido; estamos en el Collado Blanco, 1.232 metros marca el mapa. Se abre ente nosotros un hermoso paisaje; a nuestros pies, Fuente Blanca y un poco más lejos Prado Mayor. Al fondo, en un intento de cerrar el paisaje sin conseguirlo, la Solana de Malvariche. Nosotros buscamos el camino del Cabezo del Enebral, que bordea el cerro del Rayo, y sigue el arroyo de la Hoz hacia las Minas de As. Llegamos al collado dejando atrás la valla del parque para internarnos hacia lo más profundo del barranco hasta cruzar al margen derecho del arroyo.



Al tomar un poco de altura podemos contemplar el desfiladero del barranco de la Hoz en todo su esplendor. A nuestros pies la estrecha quebrada se va cerrando hasta dejar un angosto paso, apenas distinguible por su estrechez, de imposible paso entre sus paredes calcáreas que blanquean bajo el sol del medio día. Salimos del barranco por su lado derecho para dejarnos caer hacia Prado Chico. Cruzamos una nueva puerta de acceso al Parque que se funde con otra que da entrada al barranco de Valdelaparra. La antigua embotelladora de Fuente Dueñas nos espera un poco más adelante a nuestra izquierda. Desde aquí el camino se torna en cinta de asfalto que asciende indolente por la ladera de un pequeño cerro. Al otro lado, como a un kilómetro del collado, abandonamos el asfalto por un camino sin asfaltar hacia la Casa del Agua Amarga, que tras unas revueltas nos saca a la carretera, junto al puente del Taibilla. De aquí hasta el pueblo apenas nos queda un kilómetro de pedaleo.



Guardadas las bicicletas -se han merecido el descanso- nos acercamos hasta el restaurante donde una amplia mesa junto a la ventana nos está esperando. La dispuesta camarera nos recita la carta, un gracioso aro se balancea colgado de su nariz mientras lo hace. Es una simpática y hermosa muchacha. No sabemos que elegir, todo parece rico. Decidimos pedir algo al centro para todos y que cada uno amplié el menú con lo que más le guste. La diversidad se impone y ninguno termina repitiendo lo del otro, ni para el chupito final nos ponemos de acuerdo, pero no importa, estamos de acuerdo en lo importante, que es disfrutar juntos de la bici y de nuestra amistad.



Mariano Vicente, día de los Inocentes de 2019

algunas fotos...                             el track...                

lunes, 24 de noviembre de 2014

Canal del Taibilla. Recorrido completo del ramal principal



El track se ajusta, donde ello ha sido posible, con bastante fidelidad al trazado del canal, con algunas salvedades:
- El canal se adapta a la difícil orografía del terreno; para salvarlo, utiliza numerosos túneles y viaductos, que nosotros solventaremos de la mejor forma posible.
- Siempre que ha sido posible se ha utilizado el propio camino de servicio, con la salvedad de unos kilómetros antes de Casas Nuevas, que por error, el track se va hacia la izquierda cuando debería hacerlo hacia la derecha por el GR-252.
- Entre Cehegín y Bullas se ha utilizado la Vía Verde del Noroeste. Recorrido totalmente ciclable sin demasiadas dificultades, salvo las propias de la orografía. El camino de servicio presenta en numerosos tramos un piso bastante incomodo con piedra suelta y en algunos puntos como las sierras de la Muela y Espuña, fuertes pendientes. 

Hay suficientes poblaciones a lo largo del recorrido. El tramo más solitario se presenta entre Socovos y Moratalla –Sierra de la Muela y Los Cerezos-. 

Cualquier tipo de bicicleta puede ser apta para realizar el recorrido, con la excepción de las puras de carretera. Muy recomendable la utilización de bicicleta de montaña.
- Dos bicicletas se han utilizado en el recorrido; una vieja compañera del viajero, la Cannondale F 500 con suspensión delantera (Fatty) y alforjas, los dos primeros días. Cannondale Russ de doble suspensión para las jornadas 3 y 4. 

En este recorrido realizado en cuatro días se ha pernoctado el primer día en Letur (Hostal Rural Letur 687 70 57 13), y las otras dos noches en su domicilio. Para lo que se utilizo autobuses (Líneas Costa Cálida Teléfono: 968 298 927) entre Cehegín, Murcia y viceversa para el segundo día. El tercer día el ferrocarril de cercanías entre Totana y Murcia. Tanto autobuses como cercanías tienen una frecuencia aproximada de uno cada hora, entre la 7 y las 22 horas.

martes, 18 de noviembre de 2014

El Canal del Taibilla; un viaje en bicicleta. Cuarto día de viaje: Totana-Cartagena





En la calle hacía algo de fresco, pero en el tren se está muy bien. Durante el trayecto duda el viajero que será lo más conveniente, desayunar en Totana o hacerlo en El Paretón -pequeña población a 17 kilómetros de Totana y en la que conoce un par de establecimientos-. Se le eriza el vello al bajarse al andén, no hace frío pero la diferencia con el tren se nota, de todas maneras se le pasa nada más comenzar a pedalear. Desde la ventanilla ha visto a su compañero junto a las vías; las cruza para continuar a su lado, entre lechugas, brocoli y algún olivo, hasta el Guadalentín. Aquí al viajero no le queda más remedio que buscarse la vida, pues su compañero vuela entubado sobre él, lo hace por el propio cauce hasta una carreterilla que se encuentra a un centenar de metros a su derecha. Continua por ella, va paralela al canal guardando la distancia. A ratos lo ve y otros desaparece, pero él sabe que está ahí.



Hasta El Paretón sigue la carreterilla ahora convertida en vereda de ganados, la que une Lorca y Cartagena. Nada más entrar en la población se dirige al bar; bocadillo de tortilla de patatas y magra con tomate desayuna el viajero, cerveza y café, quizá no se lo más adecuado pero a él le gusta. Repuesto busca la calle de la Fragua que lo llevará al cementerio y a la que quizá, algún día, llegue a ser la Vía Verde del Campo de Cartagena. 



De pronto se lo encuentra; ahí está, olvidado y abandonado, con las entrañas pudriéndose al sol. Mudo testigo de la desidia de un pueblo -el español-, cafre y analfabeto. Ciudadanos y políticos -dignos representantes de su pueblo-, dejan perderse elementos insustituibles de nuestra cultura, de nuestras tradiciones. Pero él aún se mantiene en pie, orgulloso de su pasado; digno a pesar de haber perdido la techumbre y que las aspas yazcan desmanteladas a sus pies. Su otrora potente maquinaria, que molió el trigo para calmar el hambre de tantos hombres, se pudre lentamente a merced de los elementos. Sí ahí está, esperando el milagro que lo salve del destino al que esta inexorablemente abocado.


Entre estas y otras disquisiciones llega el viajero a la antigua plataforma ferroviaria y recuerda cuando le llamo Carmen Aycart, antes y ahora, presidenta de la Fundación de las Ferrocarriles Españoles dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, a mediados de los años 90, para preguntarle sobre el estado de esta infraestructura y del ramal de la Pinilla a Mazarrón. En inmejorables condiciones, le contesto. Salvo algunos almendros plantados por los agricultores en plena plataforma, y una fábrica de plásticos en plena construcción, por lo demás está bien. Vino, comprobaron lo expuesto y elevaron la propuesta de convertirla en vía verde al ministerio, comunidad autónoma y ayuntamientos. Después de 20 años todo esta... mucho peor. ¡País!


Demasiado tiempo ha pasado y el viajero pedalea por esta plataforma con cierta tristeza por lo que pudo haber sido y no fue, pero como es de natural optimista no pierde la esperanza. Los conejos también se han empeñado en contribuir, a su manera, en destrozar esta antigua infraestructura ferroviaria, en algunos puntos tan horadada, que hay que extremar la precaución para no caer en sus agujeros. Igual pasa con las trincheras, innumerable galerías las socavan hasta su derrumbe. Al final de una de estas trincheras, junto a la carretera E-11 de La Carrasca, gira el viajero a la izquierda siguiendo la Vereda de Venta seca para reencontrarse con su compañero, aunque por poco tiempo, la finca de los Cánovas se lo impide. Las fincas de vallan, se cierran, no importa si se incumplen leyes y costumbres, sus dueños hacen alarde de su talante y sensibilidad, demuestran así a todo el mundo que la finca es suya, mientras quienes tienen que velar por la legalidad, se pliegan ante los hechos consumados o miran para otro lado.


Rodea el viajero vallas y cadenas hasta volver a encontrarse con su viejo amigo; lo seguirá, de aquí en adelante, bien a su lado, bien sobre él. Se suceden los cultivos y algunos pueblos a los que no entran, lo que hace que el trayecto se transforme en solitario. Pedalea el viajero sobre el lomo del canal, y tras cruzar una rambla, se da de bruces con la valla de la autopista Cartagena-Vera. Afortunadamente hay un puente a su izquierda.


Domina el paisaje el esparto acompañado por algunos almendros escuálidos. El camino, ahora, es aún más solitario. Se vislumbra un caserío desperdigado en lontananza, unos perros ladran. Las casas y el terreno se confunden; ocres los campos, ocres los tejados, ocres las paredes, ocres los perros. No hay nadie; las casas, cerradas, parecen vacías. Y sin embargo, cientos de ojos lo observan. Inmóviles, siguen su paso en silencio, solo algún valido les delata. Al viajero le queda poca agua y busca a un ser humano que se la dé, pero no lo consigue. 


Continua y llega a los Puertos, lugar más civilizado y que conoce el viajero; Perín está  cerca y decide seguir su camino. Llega al pueblo y se detiene junto a la ermita, mira la hora y piensa que es buen momento para comer y el centro social un buen lugar. No se equivoca, entra la bicicleta hasta el patio interior y se acerca a la barra. En un extremo un parroquiano, palillo en mano, se entretiene en mondar sus diente uno a uno con empeño. Detrás un hombre de aspecto afable parece ser el camarero.

-Buenos días. ¿Para comer?
-De lo que ve usted aquí.

El viajero mira y ve, entre otras cosas, una apetitosa sangre frita con cebolla y piñones. Se la pide. Y también una cerveza bien fría y unas olivas. Continua con unos calamares a la romana sabrosísimos y un bonito en escabeche para chuparse los dedos; el postre un rico flan de piña. Termina el viajero con un café y un vasito de orujo de hierbas para ayudar en la digestión. Descubre que la artífice de de tales manjares es la señora del camarero, a la que ruega que felicite encarecidamente.


Sale de la diputación cartagenera para reencontrarse con su compañero, encarnado en un magnifico acueducto que salva la rambla. Sigue hacia La Corona y cruza la carretera de Isla Plana, incorporándose a la colada del Cedacero que discurre hermanada con el canal. Atraviesa alguna rambla entre pitas y baladres antes de llegar a Canteras, junto al antiguo depósito de aguas de los Ingleses, anterior a la llegada del canal. Sabe que su recorrido llega a su fin, en Tentegorra están los grandes depósitos del canal que proveen de agua a Cartagena. Al viajero poco más le resta por hacer, salvo buscar la estación de ferrocarril y un tren que le lleve a su casa y terminar así esta aventura que le ha hermanado con esta magnífica obra que es el Canal del Taibilla.
Mariano Vicente, noviembre de 2014.        

lunes, 17 de noviembre de 2014

El Canal del Taibilla; un viaje en bicicleta. Tercer día de viaje: Cehegín-Totana





Es temprano, ha madrugado el viajero para tomar el autobús que le llevara de vuelta a Cehegín para reanudar su singladura por el canal del Taibilla. Amodorrado, a través de la ventanilla, contempla el paisaje, sin verlo, decide que se apeará en Bullas. El tramo Cehegín-Bullas, a pesar de su belleza -río Argos, la ciudad tardo-visigoda de Begastri, arroyo del Burete o el entrono del Carrascalejo-, lo ha realizado en numerosas ocasiones, además, el canal es invisible en este tramo, por lo que comenzará en esta población, así gana algo de tiempo que no le vendrá mal.



El día es frío, pero el sol se insinúa ya con fuerza, es lo bueno de esta Región, que el sol alumbra todo el año y en invierno la temperatura es envidiable. Un dédalo de carreteras y caminos esperan al viajero que deberá estar muy atento para no errar su dirección. Atraviesa Bullas en busca del río Mula y del canal; al primero lo encuentra pronto, pero al segundo, esquivo, no lo encontrará hasta el paraje de Rosique, a una docena de kilómetros del comienzo. Bonito puente que salva el barranco; resuelve incertidumbres, y confirma la buena dirección. Pedalea por ondulados campos de almendros, vides y olivos bajo un sol que empieza a dejarse notar. Se introduce en la rambla del Guapero para darse de bruces con uno de los acueductos de mayor longitud del recorrido. Momento adecuado para el relax, para extasiarse con la contemplación de un paisaje espectacular; entorno solitario y aislado, que mezcla la vegetación propia las ramblas, con un frondoso pinar. Como sublime telón de fondo, la sierra de Pedro Ponce y su escudero, Peñarrubia, recortándose bajo un cielo azul y luminoso.



Ha hecho bien el viajero en cambiar de bicicleta, se ha traído la que tiene doble suspensión que le facilita el tránsito por estos pedregosos caminos; tortura que el viajero lleva bien, aunque no tiene tendencias masoquistas, simplemente porque le gustan estas aventuras. Supera algunas rampas fuertes y se encuentra con Sierra Espuña en el horizonte. Se distrae el viajero, y sin saber cómo yerra el camino, tomó a la izquierda cuando debía hacerlo a la derecha, llega igualmente a Casas Nuevas, pero por donde no debía. Se ha "perdido" buena parte del pedregoso camino de servicio y el puente trazado sobre la rambla del Huérfano que hay antes de esta población. Lo siente el viajero, pero no en demasía, ya que pasó por el lugar en otras ocasiones y pudo contemplar con detenimiento estos lugares. 



De Casas Nuevas no cuenta nada el viajero, salvo que ha parado un rato a descansar, antes de afrontar la subida hacia la zona de la fuente de la Portuguesa. Retoma el camino de servicio y descubre complacido que lo han arreglado y ahora forma parte de los Itinerarios Ecoturísticos de la Región de Murcia. Se sorprende el viajero con las fortísimas rampas que encuentra, no las recordaba tan pronunciadas. Conforme se adentra en la sierra bajo el Morrón de la Cabra, comprende que este no es el camino que ha seguido en otras ocasiones; después de lo subido, decide continuar y ver que le depara el recorrido. Más rampas que le llevan a descubrir algunas construcciones del canal. Encumbra, para comenzar una vertiginosa bajada que le llevara a la pista que él ya conocía; ¡para este viaje no se necesitan tantas alforjas! Recomienda el viajero tomar la vieja pista que un centenar de metros antes de la cancela de entrada al Parque, continua por la izquierda, es más corta y evita las fuertes rampas de la nueva; considera que para un viaje de este tipo, de varios días y con alforjas, es mejor la otra, pero el viajero no quiere imponer su voluntad y que cada uno haga lo que le dé la gana.



De nuevo a subir, esta vez con más fundamento, hacía la Fuente de la Portuguesa, área recreativa a la que no entra y sigue por el camino de servicio hasta que este desaparece en la carretera de Pliego a Alhama. Toma hacia esta última, pues quiere recuperar el canal a la altura de El Berro. Después de entrar en la población, decide que es buena hora para comer, entre en el bar y pregunta.

-Claro que sí, potaje y lomo con salsa de pimienta verde.
-Por mi estupendo -contesta el viajero con entusiasmo ante la perspectiva de un plato caliente.
-Pero mientras póngame una cervecica con olivas.    

 

Come a gusto, y para terminar toma arroz con leche y café. Mientras tanto entran dos ciclista, a lo mismo que ha hecho el viajero y como no podía ser de otra manera entabla conversación con ellos. Se entera así, que son de Valencia y que han pasado la mañana recorriendo Sierra Espuña, que el mayor es nada menos que Aníbal (Wikiloc), experimentado y docto cicloturista; hace buenas migas con él y quedan en mandarse unos correos para posteriores aventuras por la Región. Abandona la población para continuar con su búsqueda del canal y lo encuentra bajando las Cuestas del Marqués, un cartel indica "Rápidos de los Molinos-Dispositivo de Cabeza", cree el viajero que lleva a la salida del túnel de Cueva Luenga que conduce las tuberías de la subestación de Carmona. Continua por la carretera hasta contactar con otro canal, el del Tajo, que tanto él como el Taibilla, seguirán hasta el término municipal de Totana, disfrutan ambos de una magnifica panorámica del valle del Guadalentín. En el paraje de Las Lenticosas los canales se separan y el viajero sigue al Taibilla hasta Totana, entre campos de almendros, olivos, vides, casas de recreo, otros cultivos y los arrabales del pueblo. Ya en Totana, el Taibilla circula junto a la línea de ferrocarril, hecho que aprovecha el viajero para tomar un tren que lo lleva a Murcia, podrá así descansar en su casa.