domingo, 28 de mayo de 2023

Camino Espiritual del Sur en Bicicleta

 

 

El hombre propone y Dios dispone. Año y medio de sequía, tres meses preparando el viaje temiendo sobre todo el calor de finales de mayo, y nos cae la Dana encima. ¡Llueve en el sureste español y el altiplano granadino con una contundencia y perseverancia desconocida en años! Salimos en autobús de Murcia el 22 de mayo a las 10.15 de la mañana en dirección a Guadix y al poco tiempo ya estaba lloviendo y con muchas ganas. Llamamos a nuestro amigo Miguel del hostal Casa-Grande de Baza, gran conocedor de la región y excelente ciclista. “…Mariano, ni se te ocurra, eso es un completo barrizal…”, y ese barrizal no es ni más ni menos que la primera etapa del Camino Espiritual del Sur que discurre por el desierto de Gorafe.

 

Después de muchas dudas decidimos bajarnos del autobús en Baza y planificar con Miguel la situación. Llueve y en los apenas dos kilómetros que nos separan del hostal, terminamos empapados. Aposentados, secos y cambiados, nos reunimos con Miguel para cambiar impresiones. Una de las primeras fue descartar el recorrido en bicicleta, ni siquiera con un vehículo todoterreno se podría hacer, el barro no nos dejaría. Visto lo visto, decidimos que lo mejor sería alquilar un coche y visitar con seguridad, no olvidemos que tenemos encima una potente Dana que ha provocado ya inundaciones en varios puntos de la región, los lugares más interesantes y accesibles por carretera del recorrido de la primera etapa entre Guadix y Baza.



Recorremos Baza bajo la lluvia, nos hemos comprado unos paraguas, y nos acercamos a la Iglesia Mayor de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación, concatedral de la diócesis de Guadix-Baza. Se construyó como la de Santiago sobre la mezquita aljama. Pero la desgracia se cebó sobre ella en forma de terremoto que en 1531 asoló la ciudad, derribándola en su mayor parte. Comenzó su reconstrucción ya en estilo renacentista. La torre campanario es de cuatro cuerpos cuadrados, los dos últimos de ladrillo y reconstruidos tras el terremoto. Cenamos en un local típico y nos vamos a la cama. La incertidumbre nos proporciona una noche inquieta.




Guadix es un pueblo con el título de ciudad que pasó del oppidum íbero a ser una de las colonias romanas más importantes de la Tarraconense. Una de las primeras ciudades de la Península que se convirtieron al cristianismo y una de las primeras sedes episcopales. Pueblo “difícil” para el viajero que desde el entorno de la catedral tiene a su alcance desde ruinas ibéricas y romanas a palacios nobiliarios y sinagogas, todo al alcance de la mano, pero al mismo tiempo disperso, escondido y superpuesto. Nos recibe como no podía ser de otra manera, lloviendo, pero con una gran exposición en la catedral; The Mystery Man. Una oportunidad para conocer qué hay detrás de la Sábana Santa de Turín y el supuesto cuerpo que envolvió, quizá el del propio Jesucristo. Recorremos las seis salas que conforman la muestra que culmina con una representación hiperrealista, sin atisbo artístico alguno, del cuerpo que se supone albergó la Sábana Santa.



 
Salimos de Guadix por la A-92 en dirección a Gorafe. Llueve. Queremos visitar el Centro de Interpretación del Megalitismo. Llegamos al medio día y nos dicen que tenemos un único pase a las cinco de la tarde, como es pronto, incluso para comer, subimos por un camino cementado de fuerte pendiente hacia el Puntal de Don Diego, con el riesgo de que la lluvia no nos dejara ver mucho, pero estaba equivocado, el paisaje era extraordinario. A pesar de la vehemencia de la lluvia y la pasión que ponía el viento por arrancarnos el paraguas de las manos, aquello era memorable. Estamos en plena depresión de Baza-Guadix, amplia meseta parda y blanca sumergida hasta hace cuatrocientos cincuenta mil años, que no es más que los fangos de un antiguo mar que quedó atrapado entre montañas. Con el tiempo logró abrirse al oeste, al valle del Guadalquivir, hacia donde comenzaron a fluir las aguas erosionando el fondo con cañones, barrancos y cárcavas que desecaron el entorno convirtiéndolo en el paisaje semidesértico de hoy. Pero no solo hay torrenteras y ramblas, también está plagado de dólmenes y enterramientos megalíticos. De hecho, es posible que de aquí provenga el hombre más antiguo de Europa, el Hombre de Orce. No es más que un trozo del cráneo perteneciente a un homínido, pero he aquí lo importante, con una antigüedad de entre 1.300 y 1.600 millones de años. Esto supone el adelanto de la presencia humana en Europa en un millón de años.




Este paisaje de áspera belleza, hoy es un paraíso desabrido de viento y lluvia que nos obliga a replegarnos hacia el mesón Ilusión, un buen avituallamiento no nos vendrá mal. Asistimos al pase del CIM, pero no lo voy a contar, mejor lo visitáis vosotros, merece la pena. Cae la tarde y decidimos volver a Baza, cenamos muy bien en un italiano, la Góndola creo que se llama, y regresamos al hostal. Miguel nos había preparado un track para el día siguiente que nos librara del barro. Todo asfalto hasta Benamaurel, luego seguiríamos nuestro recorrido hacia Huéscar como teníamos previsto que también era casi todo por carreterillas de poco tráfico.




Preparamos las bicis, no sin un cierto desasosiego, no dejamos de preguntarnos si nos respetará el tiempo o como encontraremos los caminos y eso que nos hemos propuesto hacerlo todo por asfalto. Sobre las nueve nos despedimos de Miguel que asegura que todo irá bien y nos ponemos en marcha. Buscamos la vía verde en dirección a Baúl, que abandonamos al llegar a la carretera de Zújar, pues si seguimos adelante hay un trozo en el que se pierde la vía verde y puede haber barro. Está carretera tiene abundante tráfico hasta que superamos la A-92 y disminuye considerablemente. El cerro Jabalcón se hace omnipresente en el paisaje.




Zújar aparece como por ensalmo. Situado a los pies del Jabalcón, es un poco como el resto de pueblos de la zona; un buen número de casas cueva de fachadas encaladas y otras tantas convencionales de ladrillo. Una pequeña plaza y la iglesia. Salimos junto al arroyo del Carrizal en busca del embalse del Negratín. La carreterilla rodea el siempre presente Jabalcón entre este y el pantano que se ve algo mermado por la sequía. Pasamos dos elevaciones; la primera sacia la sed del Almanzora, la segunda alimenta el canal del Jabalcón que riega la vega de Baza. Le siguen unos baños, de Zújar se llaman, a pesar de estar el pueblo al otro lado del cerro. Un pantalán, supuestamente flotante, se encuentra en dique seco por el bajo nivel del pantano, los deportes acuáticos tendrán que esperar. Se estabiliza el perfil, hasta ahora preñado de pequeñas subidas y bajadas, al llegar al camino de servicio del canal del Jabalcón. No se cuantas veces he mencionado ya el Cerro Jabalcón, casi da miedo, mires para dónde mires ahí está él, incluso cuando crees haberlo dejado atrás, ahí sigue, omnipresente. No dejaremos de verlo hasta la zona de Castillejar.




Abandonamos el canal en dirección a Cuevas del Negro en la parte este del pantano. El río Guardal nos sorprende con un vado, menos mal que a un lado -no se ve- hay un pequeño puente metálico, con pinta de provisional, que evita que nos mojemos. Benamaurel aparece sobre un cerro y nos obliga a esforzarnos para alcanzar su enorme plaza mayor. La iglesia cerrada, como casi todas, pero nos introducimos en el edificio de enfrente, el ayuntamiento, en el que acceden a sellarnos la credencial. Por cierto, ninguna de las tres funcionarias ha oído hablar del Camino Espiritual del Sur. Salimos de Benamaurel siguiendo la vega del Guardal por su margen izquierdo y a poco más de dos kilómetros y medio nos sorprende con otro vado y como el anterior tiene a su lado un pequeño puente de cemento, solo apto para peatones. El paisaje, de campos de labor, se vuelve más “bestial”, no por el paisaje en sí, sino por los animales que aparecen. De dos a tres docenas de buitre leonado y una pareja de águilas pueblan el cielo. Algún zorro se esconde raudo tras la maleza.




El camino nos saca a la carretera a la altura de El Salto y el trayecto hasta Castillejar se nos hace un poco monótono, a pesar de que las vistas de la vega son agradecidas. Los distintos poblados por los que pasamos siguen las características de toda la comarca, casas cuevas perfectamente conservadas y otras muchas totalmente abandonadas. Volvemos a cruzar el Guardal, esta vez por un puente, antes de entrar en Castillejar que antiguamente se llamaba de los Ríos porque en él confluían Guardal y Galera con algún que otro riachuelo. Terminamos junto a la iglesia en un bar cuya dueña es de Albatera, pero nos confesó, quizá para empatizar con nosotros, que se sentía más murciana que granadina o alicantina. Comimos, como siempre, demasiado y nos enfrentamos al camino ahítos y temerosos bajo nuestros impermeables, con el cielo cada vez más negro, casi tanto como mis pensamientos, no me gusta la lluvia.




Un pastor sestea junto a sus ovejas, al parecer sin miedo a mojarse. Enfrente, al otro lado del río, en la ladera blanca de un cerro, Castellón Alto, poblado agárico del final de la Edad del Bronce, eso son unos 3500 años a.C., en el que pudieron vivir unas cien personas, que no está nada mal para la época. Galera se deja ver también al otro lado, con sus casas cuevas encaladas y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Nos hacemos unas fotos de prisa y corriendo en su puente de hierro y continuamos a uña de caballo, junto a la necrópolis de Tútugi, bajo nubes de gruesos y negros vientres amenazantes. Poco después el camino pierde el asfalto y ya seguirá así hasta Huéscar. Huimos hacia el hotel sin dilación. Descansamos y al atardecer, ya si tanta amenaza de lluvia, salimos a pasear por Huéscar. En el ambiente se notan ganas de jolgorio, alegría y devoción, prolegómenos de las fiestas en honor de las Santas Alodía y Nunilón. Regresaran a su ermita, a los pies de la Sagra, en cincuenta días, nosotros lo haremos mañana. Ellas no llegarán, serán arrebatadas de las manos oscenses por las ansiosas manos poblatas que las custodiarán hasta San Juan.



 
La carreterilla, intima y solitaria, sigue al rio Huéscar enmarcada de cipreses. El paisaje es delicioso, sobre todo cuando el Huéscar pasa a llamarse Bravatas, un placido paseo bajo el murmullo de la corriente. El estrecho valle se ensancha dando lugar a algunas áreas de recreo entre un hermoso pinar. Para subir a la ermita habrá que esforzarse algo más de un kilómetro. Ermita sencilla, de un blanco inmaculado. Descendemos hasta dejar la Sagra a nuestra espalda. Sobre un pino negral sestean una docena de buitres leonados. La Puebla aparece tras una curva, nos acercamos a la iglesia de Santa María de la Quinta Angustia, ¡está abierta y nos sellan la credencial! Nos vamos a comer, demasiado como siempre.




Otra vez a correr. Sobre la Puebla, se ha posado majestuosa y altiva una enorme nube de opulento vientre y negras intenciones. Empiezan a caer goterones como puños, nos vamos a mojar. Pero tenemos suerte, la tormenta ruge a nuestra espalda, los relámpagos iluminan con viveza el horizonte, pero no llueve. La dejamos atrás. Nos lo prometemos felices y continuamos por carretera para evitar el barro e ir más deprisa. Cañada de la Cruz está cerca, pero sobre Revolcadores se está formando otra tormenta y muy rápido, tan negra o más que la de nuestra espalda. Por desgracia no nos queda más remedio que girar hacia ella. Nos deslumbran los relámpagos y el horizonte brilla durante unos segundos, los truenos, que al principio eran graves y profundos, se vuelven explosivos. De pronto el horizonte desaparece y toneladas de agua se desploman sobre nosotros. El viento fustiga el rostro y me siento profundamente miserable. No queda más remedio que aguantar, ya falta poco. El Molino de Revolcadores no deja indiferente; jacuzzi en la propia habitación, cama de dos metros, estufa de hierro y pequeña cocina totalmente equipada. Lastima no tener treinta años menos para venir con otra compañía. Secos y cambiados, nos vamos al bar del pueblo para hacer lo que mejor se nos da; comer.



 
Ha estado lloviendo más o menos durante toda la noche y nos disponemos a continuar el camino. La niebla se deja jirones enredados en las encinas mientras nos dirigimos al Hornico, dejaremos el camino previsto para continuar hasta la carretera de Caravaca, esto nos soluciona dos problemas, uno el barro, otro el desayuno. ¡Que bueno el bizcocho de El Moral! Algo de tráfico, pero el pedalear es fácil, por nuestra izquierda nos acompaña la sierra de Mojante y por la derecha La Serrata. Superado el puertecillo de Mojantes tomamos un camino asfaltado que nos lleva a Archivel. No nos detenemos en el pueblo, ni nos acercamos al Chita, continuamos por el camino viejo de Caravaca que sigue el río Argos hasta la misma basílica de la Vera Cruz.



 
Hemos llegado. El Camino Espiritual del Sur nos invita a vivir unos días de recogimiento y espiritualidad desde la antigua sede episcopal de Guadix a la basílica de la Vera Cruz en Caravaca, recorre los esteparios altiplanos granadinos en dirección a Baza, sigue los ríos Guardal, Galera, Huéscar y Brabatas, hasta entrar en el noroeste murciano y será el Argos el que nos lleve a nuestro destino. Como peregrinos, podemos disfrutar del camino cada cual, con su propia motivación, pero puedo asegurar que será siempre una experiencia muy personal. Y como habéis podido comprobar, esta pequeña crónica no es un relato, tan de moda hoy, de recorridos extenuantes al límite de la capacidad física y mental del ser humano, o de esos otros en los que se está en perfecta simbiosis con la naturaleza, en los que se pedalea sin rumbo, por el mero placer de pedalear y creo que está en las antípodas de cualquier cosa que tenga que ver con lo deportivo. También habéis podido comprobar que no tengo ninguna seducción por el sufrimiento o la heroicidad, sino más bien, una declarada afición por las tapas, la cerveza y el buen yantar. Indulgencias aparte, estimo que ha sido un viaje para ver, sentir y disfrutar.




Mariano Vicente, finales de mayo de 2023.


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