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viernes, 10 de mayo de 2019

Por el Noroeste murciano y el Altiplano granadino. Día 1


¿Que nos impulsa a viajar? Esta es una pregunta que me he hecho en numerosas ocasiones. Quizá el viaje es como una promesa de algo extraordinario, algo que llena tu apacible y confortable mundo de expectativas, algo que por definición siempre es novedoso e interesante, que despierta en nosotros el mismo deseo e ilusión que en un niño un juguete nuevo. Aunque el cuerpo se habitúa, el viaje actúa como una droga, que a veces, es extraordinariamente potente, de la que llegado el momento, no puedes prescindir, y eso a pesar de todas las calamidades y desventuras que te puedan acontecer. Te sientes realmente a gusto. Por eso en cuanto dejas de viajar se despierta en nosotros la ansiedad y ese poso de añoranza que nos han dejado los viajes anteriores nos impulsan de nuevo al camino. Claro que el viaje en si encierra peligros y no me refiero a los que la naturaleza o los elementos nos puedan deparar, si no a otro más íntimo; el miedo a que lo extraordinario transmute en monotonía. A nadie se le escapa que conforme avanza el tiempo de nuestro viaje las cosas que al principio llamaban poderosamente nuestra atención se vuelven cotidianas y sin quererlo, tu tiempo, se transforma en rutinario.

Hace poco y por casualidad, leí a dos autores distintos, de disciplinas muy alejadas una de la otra, que llegaban a la misma conclusión: somos nómadas. Durante miles de años, quizá millón y medio, la necesidad de buscar alimento nos obligaba a mantenernos siempre en movimiento, a desplazarnos constantemente. Este impulso viajero debe de estar inscrito en nuestra herencia genética, formar parte de nuestro ADN y los pocos miles de años que somos sedentarios no han podido borrarla. Quizá este aquí por eso, o simplemente por la necesidad de evadirme, pero leer una pequeña anotación en Facebook de Pedro Piñero sobre un viaje por el altiplano granadino y despertarse en mi el ansia de un nuevo viaje. Me parece muy sugerente el recorrido por las semi-llanuras que separan Murcia y Andalucía; llanuras solitarias, salpicadas de cerros y rodeadas de montañas que han sido aprovechadas por el hombre desde los albores de la humanidad. Es posible que de estas llanuras provenga nuestro antepasado más antiguo; el llamado Hombre de Orce, encontrado en Venta Micena por Josep Gilbert en 1982.

Hemos estructurado el viaje, si es que podemos llamarlo así, en dos días, con un tercero para el  regreso. En el primero utilizaremos la vía verde del Noroeste hasta Bullas, para continuar por la sierra de Lavia hasta los Campos de Coy, con lo que completaremos un recorrido cercano a los 90 kilómetros. El Segundo día recorreremos parte del noroeste murciano para entrar de lleno en el altiplano granadino hasta la población de Galera donde tenemos previsto pernoctar, serán otros 90 kilómetros. El tercer día será una etapa meramente de transición para regresar a casa, esta vez por carretera, y en la que haremos cerca de 100 kilómetros antes de coger el tren en Lorca. Iremos mi amigo Antonio Máximo y yo, él con una eléctrica de montaña y yo con mi trotona, una vieja híbrida de acero que ahora vive una nueva juventud a pesar de sus treinta años, pero lo más curioso que está de plena moda. Gravel creo que lo llaman. Es una ruta ideal para el ahora de moda bikepacking, pero nosotros más tradicionales, usaremos alforjas, comeremos en restaurantes, tomaremos cerveza bien fría y dormiremos en camas mullidas, no será tan “auténtico”, pero sí más cómodo. Además a nuestra eléctrica le entra “el momo” si no le damos un “chute” cada noche.


1 Día: Murcia a Coy, por la vía verde y el Noroeste murciano

Son poco más de las ocho de esta bonita mañana de primavera, mientras pedaleamos en busca del tranvía que nos dejará al comienzo de la Vía Verde del Noroeste. Acabamos de hacernos una foto frente al imafronte de la catedral como prueba y testigo del inicio de nuestro viaje. Por comodidad hemos optado por subir al tranvía, cosa fácil y económica, aunque a estas horas de la mañana va cargado de estudiantes hacia la universidad y de madres con los niños a los colegios, pero nos ahorra un montón de tráfico y nos deja al comienzo de la vía verde del Noroeste en el campus de la universidad de Murcia.



Comenzamos a pedalear en dirección a Bullas por la plataforma del viejo Ferrocarril que unía las localidades de Murcia y Caravaca, cerrado a principios de los años setenta. Al poco de salir, cruzamos un pequeño túnel -a su entrada se encuentra una oxidada señal de las que regulaban el tráfico ferroviario-, para continuar en dirección a la Ribera y Molina que aun conservan sus estaciones, eso sí, dedicadas a otros usos. Bordeamos Molina y cruzamos la carretera de Alguazas por un paso de peatones que está protegido por un semáforo con pulsador. Después nos encontramos con el río Segura, que cruzamos por el viejo puente de hierro hoy rehabilitado para nuestro uso y disfrute. Más adelante está la estación de Alguazas, también cerrada, pese a encontrarse en la línea principal de Madrid-Cartagena. Se ha recuperado el muelle como albergue y cafetería. Aquí hay que estar atento para seguir el trazado ferroviario; primero se cruza la vía actual en servicio por una pasarela de rampas empinadas, continuando luego por una calle adyacente paralela a la vía, que después gira al oeste alejándose de ella, hasta alcanzar una nueva pasarela, esta vez al mismo nivel, que cruza sobre la carretera de las Torres de Cotillas y retoma la viaja plataforma ferroviaria, que ha dejado el Segura para seguir al Mula. Entre Alguazas y los Rodeos pedaleamos entre huertos de ciruelos y albaricoques y entre los Rodeos, Campos Del Río y Albudeite, la vía se ve interrumpida por  ocupaciones y habrá que estar muy atentos a las indicaciones.



Hemos dejado atrás la huerta y sus bancales de melocotoneros para entrar en una zona de -badlands (tierras malas), amarillentas y áridas, en las que solo el río Mula y algunas ramblas prestan algunas pinceladas de verdor. La estación de los Rodeos ha pasado de ser un establo donde descansaban cabras y ovejas a estar casi en ruinas. Algunas gallinas picotean indiferentes por los alrededores; un perro flaco y mugriento, nos ladra temeroso bajo un sol que comienza a calentar. Entramos en Campos del Río por una calle que hace honor a su historia: Calle del Ferrocarril. Un poco más adelante esta la estación, hoy reconvertida en albergue. Pasado el pueblo, la vieja plataforma nos conduce por un paisaje semi-lunar hacia dos viaductos sobre las ramblas de Gracia y del Arco. Solo el carrizo, ondulante por el viento en lo más profundo del lecho, nos sugeriría algo de vida sino fuera por los regadíos que el denostado trasvase del Tajo proporciona. En Albudeite, cuya estación también se ha convertido en albergue, volvemos a perder la plataforma ferroviaria y hay que a salir a la carretera en dirección a Mula. Recuperado el trazado; la plataforma discurre sobre la margen izquierda del río Mula, cruza un nuevo viaducto, ahora sobre el barranco del Moro y llega a la estación de los Baños de Mula. Cruzamos otro nuevo viaducto de más de 200 metros de longitud, esta vez sobre la rambla Perea. Tras pasar bajo la autovía del Noroeste esta la comarcal C-415, aquí se nos plantean dos opciones totalmente validas, una continuar por la vía verde que ahora entra en Mula y recupera parte del trazado original, otra continuar por la carretera y entrar en Mula directamente, de todas maneras las diferencias son poco menos que de matiz.



Mula fue declarada Conjunto Histórico Artístico de Carácter Nacional en 1981. Esta prácticamente en el centro de la Región de Murcia y es una tierra de paso, de tamboradas y Semana Santa, de castillos y pintores. El Cigarralejo cobijo a los iberos, y la Almagra a los romanos, el castillo de Alcalá a los árabes y el castillo de los Vélez a los cristianos. Por desgracia este monumento se encuentra cerrado, en una situación delicada, pendiente de herencias, litigios y condonaciones. Seguimos nuestro camino en gran parte sobre el antiguo trazado ferroviario hacia el santuario del Niño de Balate, a cuya espalda pasa la vía verde. El trazado nos lleva hasta las ventas que hay en El Niño y que nosotros aprovechamos para tomarnos un refrigerio y recuperar la vieja plataforma. El paisaje sufre una transformación radical, se empina ya con más decisión y pasamos de los badlands a los primorosos huertos de albaricoqueros que jalonan la vía, los almendros se adueñan de las laderas más pendientes y en las más escarpadas, son los pinares los que lo hacen. Aparecen los túneles y un apeadero: el de La Luz. El viejo edificio está rehabilitado, no sé muy bien si como refugio o albergue y sobre el muelle se ha instalado una pequeña área recreativa con mesas y bancos de madera. Un soberbio viaducto de ocho arcos salva de nuevo el Mula y ya la vía; sin más rodeos, se dirige decididamente hacia Bullas. Si tenéis oportunidad, visitar su museo del vino, o acudir a algunas de sus bodegas para degustar sus reputados caldos con denominación de origen.



Llegamos a buena hora a Bullas, buena hora para comer, que en estas cosas somos muy serios; arroz negro y secreto a la plancha; dulces de postre. Poco más de una hora después salimos de Bullas en busca de la cuenca alta del río Mula por el camino de Vélez Blanco, una carreterilla de asfalto perfecto y tráfico nulo. Apenas a unos tres o cuatro kilómetros nos encontrarnos una amplia hoya de materiales cuaternarios donde a la mínima oportunidad chapotean los galápagos y cantan mirlos y ruiseñores. Seguimos la rambla del Ceacejo que casi es una sola con el Mula. Cuando se encuentra con la del Charco, nos ceñimos por el noroeste al Pico de Lavia, monte casi cónico que horada el cielo azul con sus 1236 metros de altura, ahora ya por una pista en subida. Nos dejamos llevar entretenidos por el camino que parece bailar un lujurioso tango con los seductores cerros cercanos que se envuelven, coquetos, con el verde grisáceo de los pinos. Estamos en pleno Camino de Lorca a Caravaca y Compostela, trazado por la Asociación Lorca-Santiago.



Pasadas las estribaciones meridionales de la sierra del Burete, el paisaje se abre en una amplia semillanura salpicada de pequeñas sierras y cerros como el de Las Viñas, que desde la prehistoria han propiciado los asentamientos humanos. En él se construyo el primer poblado en altura de la Región de Murcia de la Edad del Bronce, donde han a parecido restos de cerámica neolítica y campaniforme pertenecientes a la cultura argárica. Por estas mismas tierras también la Cultura ibérica nos dejo su impronta, el exponente mayor es la necrópolis de la Fuentecica del Tío Garrulo en Coy donde se encontró su famoso León. Pero no queda aquí la cosa, a los romanos también debió gustarles como lo atestiguan los Cantos en Doña Inés y el santuario del Villar en Coy o un poco más arriba, al otro lado de la sierra, en La Encarnación, con un par de templos, de los cuales aun se conserva uno transformado en ermita.



Coy se deja ver recostado sobre un cerro, con sus fachadas blancas de cal doradas por el bajo sol de la tarde. Buscamos directamente el albergue Casa Grande que encontramos sin dificultad un poco más allá de la iglesia. Enseguida se presenta Juani, nos toma nota, nos da la llave y nos cobra, dejándonos todo el caserón para nosotros solos. Nos duchamos y nos vamos en busca del merecido sustento y como siempre nos pasa, no cenamos como mandan los cánones, pasta y cosas así, no. Manitas de cedo y costillas. No tenemos remedio.



 Murcia, 10 de mayo 2019

domingo, 26 de enero de 2014

Vuelta a Revolcadores 2014


Salida y llegada: El Hornico (Caravaca-Región de Murcia)
Distancia: 37 km.
Índice IBP: 51 (MTB)
Tiempo: 4.00 h.
Desnivel +: 870 mt.
Altura mínima: 1.159 mt.
Altura máxima: 1.507 mt.

Recorrido
Ruta circular alrededor del macizo de Revolcadores. Desde la localidad del Hornico subiremos por la rambla de Venta Seca, bordeando la sierra de Gadea hasta la rambla de de Inazares y la población del mismo nombre a los pies de Revolcadores. Desde aquí a la rambla de la Rogativa y Puerto Alto, regresando por Cañada de la Cruz hasta el Hornico.

Época: Todo el año, en invierno puede estar cubierto por la nieve

Dificultades
Esta ruta ofrece solo la dificultad de la orografía, con largas subidas, pero sin dificultad técnica pues todo el recorrido se realiza por caminos y pistas en buen estado, así como un tramo por carretera sin tráfico.

Atractivos de la ruta
En general la propia comarca de la Sierra de Moratalla, con el techo de la Regíon de Murcia y los valles de Inazares y el Moral que ofrecen múltiples atractivos para la práctica de la bicicleta de montaña. Paisajes, bosques y fauna crean una enorme riqueza medioambiental en una de las zonas más despobladas de la Región.

Participantes: Juan Bautista Tudela, Matías M. Gil, Ángel Martínez, José Luis Rodríguez “el Puma”, Paco “Bombas”, Antonio Máximo y un servidor.


Crónica:

¡Dieciocho grados! Esa es la temperatura en Murcia en pleno mes de enero ¡a las ocho de la mañana! Esperábamos temperaturas más bajas, sobre todo en el Noroeste y solo hay ¡ocho grados! El Hornico, con caserío de estrechas y sinuosas calles, nos espera. Esta pedanía, hoy perteneciente  Caravaca, pero que siempre estuvo adscrita a su vecina de El Moral, será nuestro punto de partida para la conquista del macizo de Revolcadores. Viejos casones con cuadra y corral, de fachadas encaladas y puertas de tablas retorcidas por el sol, la helada y los siglos, rodeadas de cerros donde enseñorea el esparto…, el romero…, el espliego…  y los almendros trazan líneas grisáceas en sus laderas enmarcando la pequeña ermita de la Virgen de los Dolores. Tierra de pastores, despoblada, dura, donde solo aguantan unos pocos. Tierra de migas ruleras, de torta de garbanzos y en los días de fiesta; guiso de cordero o andrajos.


La semana pasada estaba nevada; hoy, solo los picos más altos refulgen bajo el incipiente sol de la mañana. Días de vientos cálidos de poniente han barrido los pocos centímetros que cubrían las calles acabando con la ilusión que nos habíamos hecho de abrir roderas sobre la nieve virgen. Sobre las diez teníamos nuestras monturas preparadas y nosotros dispuestos para continuar esta jornada que había comenzado horas antes en la capital de la Región.


Pasada la ermita giramos hacia el norte por un camino bordeado de almendros aún sin flor, entre cerros que motean manchas de pinos. Pedaleamos junto a la rambla, hacia un cortijo ganadero. El sol, por nuestra espalda, rodeando la sierra de Gadea, templa la mañana durante la suave ascensión hasta superar el collado. Bajamos ahora hacia la rambla de Inazares entre pinos y antiguos cortijos; en el pueblo, que tiene a bien ser el de mayor altitud de la Región de Murcia, entre el macizo de Revolcadores y la sierra de Villafuertes, hacemos un alto y reponemos fuerzas para rodear la compacta sierra de Moratalla, plagada de picos calizos considerados el techo de la Región; Revolcadores con 1.999 metros, Los Ovispos con 2015 y los Odres con 1878. El fuerte viento del noroeste nos castiga, pero continuamos; estoicos, nuestro pedalear.


Cabras, gatos y tejones se mueven entre grietas y carrascas, sesteando bajo la sombra de pinos y encinas que sobrevuelan águilas, búhos y halcones peregrinos. El camino se empina entre romero, piorno, lentisco y enebro, aromatizados de tomillo; más allá, rabo de gato, esparto y  rosales silvestres. Llegamos así al collado y buscamos hacia el oeste la rambla de la Rogativa y la pista que nos llevará a Puerto Alto, al oriente de la sierra de las Cabras.


A nuestros pies; Cañada de la Cruz, nombre que le viene por ser cañada de ganados y la primera que allá por el s. XIII abrazo el milagro de la Cruz, antes que la propia Caravaca. Tierra de razzias musulmanas que defendía la Encomienda de Santiago. Tierras de almendro y cereal, de cordero segureño, que recuesta sus viejos casones a la solana de Revolcadores. Por esta misma solana, entre almendros y barbechos,  continua una modesta carreterilla que sin grandes altibajos nos llevará de nuevo al Hornico.


Mariano Vicente, enero de 2014

viernes, 20 de diciembre de 2013

La Puerta - Barranco de Hondares (Moratalla, Región de Murcia) by Mariano Vicente


Salida y llegada
: Aparcamiento junto al camping de La Puerta (Moratalla)

Distancia: 38,56 km.

Índice IBP: 112 (MTB)

Tiempo: 4.30 h. más 2 disfrutando el paisaje.

Desnivel +: 1.193 mt.

Desnivel -: 1.221 mt.

Recorrido: Circular, desde el paraje de La Puerta –Moratalla- recorreremos la umbría de la Sierra de los Álamos, cruzaremos el río Alhárabe y descenderemos por el Barranco de Hondares.


Época: Todo el año, en invierno puede estar cubierto por la nieve.

Dificultades: Esta ruta ofrece alguna dificultad por la propia orografía, con largas subidas y algunos tramos  muy pedregosos. Merece reseñar el descenso del Barranco de Hondares con zonas de trialeras.

Atractivos de la ruta: En general la propia comarca de Moratalla, pulmón verde enclavado en el norte de la Región de Murcia, ofrece múltiples atractivos para la práctica de la bicicleta de montaña. Paisajes, bosques y fauna crean una enorme riqueza medioambiental, con mención especial para el Barranco de Hontares, a los que suma sus valores etnográficos. Todo ello, hace de esta zona, un rincón ideal para recorrerlo en bici.


Crónica
:

En el paraje de La Puerta, en Moratalla, nos reunimos David Franco, David Junior, Juan Bautista, Antonio Cervantes y un servidor ¿Dónde están mis guantes? No bajo el asiento, tampoco en el maletero, quizá en la mochila, pues no, no están. Cuando he ayudado a Juan a sujetar la bici sobre la baca los he dejado sobre el capo y ahí se deben de haber quedado hasta perderse. Gracias a Antonio, que tenía unos de repuesto, no se me han congelado las manos. No está helando, pero hace frío en estas tierras altas de Moratalla. Realizaremos una ruta circular de unos cuarenta kilómetros que nos llevará hasta cerca del embalse de La Risca para descender el barranco de Hondares, precioso arroyo que crea un desfiladero con cascadas y pozas que son un deleite para los sentidos.

Desde el aparcamiento junto al camping de La Puerta, tras cruzar el río Alhárabe, nos dirigimos a la umbría de la sierra de los Álamos por el barranco de la Rocha Fría. Dejamos a tras la casa y Calar del Fresne, para bordear los Cenajos del Agua Cernida, entre éstos y cerro de Juan Corrales.


Sufrimos en la subida, realmente no hemos dejado de subir desde la salida, mientras nos acercamos al Alto del Frontón, que bordearemos por el norte. Junto al cortijo la pista se estabiliza permitiendo un rodar más sosegado. Junto a los cortijos de la Carrasca Hueca giramos hacia el norte buscando el río Alhárabe. Vertiginosa bajada hasta llegar al cauce que cruzamos bajo el cortijo de la Dehesilla.

El cauce viene crecido, cruzar o no. Cruzamos y nos mojamos. Pasado el susto y algunas risas, comenzamos una dura y pedregosa subida hacia el Majal Alto, en dirección a La Risca, tramo compartido por el GR-7 y la Transmurciana que trae recuerdos de otros tiempos por estos mismos lugares. Superado el collado y sin llegar a La Risca; nos dirigirnos, tras una no menos pedregosa bajada, hacia la carreterilla que lleva a los cortijos de Hondares que seguimos en dirección este.


Pedaleamos en dirección a una serie de antiguos cortijos de sugerentes nombres; Fotuyas, Fuentecica, de la Cueva, Hondares…, encajados entre la cuerda que forman los calares de la Cueva de la Capilla, de la Maza y Sevilla por el norte y el Puntal del Marqués y el Tío por el sur. Se estrecha el paisaje junto al collado de Los Lobos entre barrancos y calizas para comenzar un descenso técnico y vertiginoso que nos dejará junto a un recóndito y maravilloso rincón, dominado por una esquiva cascada, de musicales tonos y frescas pozas, lugar para detenerse, solazarse, aunque solo sea un momento, cerrar los ojos y dejarse llevar por la rumorosidad cantarina del agua despeñándose entre las rocas.


No hay más remedio, hay que continuar, nos espera el angosto barranco abierto por el arroyo de Hondares en su camino hacia el río Alhárbe. Pedaleamos, o eso intentamos al menos, unas veces por el propio lecho del arroyo, otras por la ladera, entre grandes piedras, maleza, pinos y encinas centenarias, poniendo a prueba nuestras dotes y equilibrio en el manejo de la bicicleta, llegamos así a los baños de Somogil, antiguo lugar de esparcimiento, donde desde antiguo se bañan hombres y mujeres, eso sí, separados como manda el recato, turnos que marcaba el toque de corneta. Fluye burbujeante el agua bajo el lecho del arroyo a 24 grados centigrados, confinada por un tablacho; de madera el antiguo, acero el moderno, forma una poza remanso de paz para disfrutar sin prisas.


Continuamos hasta las juntas, donde este corto y modesto arroyo entregas sus aguas al Alhárabe. Unas pedaladas más y estamos en nuestro destino el paraje de La Puerta, lugar del que hemos salido unas horas antes  y al que llegamos un poco tarde, pero impresionados y sobrecogidos por los bellos rincones que hemos recorrido, sobre todo por la última parte por el hermoso barranco que forma el Hondares, ya solo nos queda comer algo y regresar a casa.


Mariano Vicente, diciembre de 2013