domingo, 30 de julio de 2017

Asfalto y grava por la Sierra de Alcaraz



A la vuelta esto va a ser un infierno. Y es que superar estos porcentajes que en algunos casos superan el 11 por ciento y a pleno sol no va a resultar tarea facíl, solo a mi se me ocurre coger un hotel en plena falda del Gollizno sobre los 1100 metros, pero es un lugar encantador; Val de Pinares se llama, además Alejandro, uno de sus responsables, es también ciclista y nos puede asesorar en nuestros recorridos.



Son cerca de las siete y media cuando comienzo a dar pedales, en la bajada hasta la carretera de Alcaraz paso frío, pero no hay problema, cruzar el río Mencal y entrar en calor será todo uno. La carreterilla, estrecha y de regular asfalto empieza a cojer altura nada mas introducirse en el precioso valle que forma el río Madera, constreñido desde el principio por la Cuerda de la Serrezuela y las Torcas del Pajonar, alturas que rondan y superan los mil quinientos metros. Casa Rosa nos sorprende ya en el comienzo del valle que se estrecha de inmediato obligándonos a ceñirnos a la ladera, cruzamos a la margen izquierda y nos esforzamos para superar la población de Río Madera bajo las Piedras de las Ventanas para llegar a Batán del Puerto. He de decir que he salido sin desayunar con la intención de hacerlo en un hostal antes de aquí, pero aún estaba cerrado por lo que no las tenía todas conmigo, pero al cruzar el puentecillo sobre el río, en pleno Batán, descubro junto a una pared unas cajas de cerveza. Si hay cervezas, hay bar. Me bajo y paso bajo un manzano que hace las veces de arco de entrada y da acceso a un patio con mesas a cada lado sombreadas de nogales. Al fondo una puerta abierta y después la oscuridad absoluta. Entro y grito unos "buenos días" para saber si hay alguien. Del fondo del local, de lo que puede ser la cocina, me llegan unos buenos días apenas audibles en voz de mujer:

-Buenos días, ¿esta abierto?
-Si, ¿que quiere?
-Puede ser un café... y una tostada...
Pregunto con aprensión en plena oscuridad, a la escasa luz que entraba por la ventana muy tamizada por la espesa vegetación de ribera, pero insuficiente para ver dentro del local con claridad, pero lo primero es antes; así que a desayunar. Me sirve la señora la tostada y el café, le pregunto si me puede añadir más leche condensada; me la hecha sin dirigirme palabra alguna hasta que le pregunto cuanto le debo; dos cincuenta me dice, se los doy y me marcho dando de nuevo los buenos días, creo que sin obtener respuesta.



He dejado el Madera atrás, ahora sigo el arroyo de Los Endrinales que corre cantarín a mi lado oculto por espesos zarzales y demás vegetación de ribera, entre los que sobresalen algunos olmos y fresnos. El valle se abre y cierra en diminutas navetas, siempre bajo la amenaza de las paredes calizas de la Sierra del Agua, que suavizan algo la pendiente pero que recuperan entre ellas el cinco o seis por ciento para que no nos relajemos. De las paredes cuelgan en equilibrios imposibles algunos pinos negrales acompañados en las partes más bajas de sabina y encina. Junto al arroyo chaparrales, acebos y castaños son acompañados por abundantes nogales en los claros. 



Se cierra el valle bajo el cerro de Las Majadas y la carretera se alza en su ladera, pero lo que parecia insuperable no es más que un par de revueltas con un porcentaje muy llevadero hasta concluir en el collado de Las Crucetillas y sus 1450 metros de altura. Merece la pena detenerse un momento ante el esplendoroso panorama que se extiende ante nosotros; el Parque Natural de los Calares del Mundo y La Sima, la sierra del Cujón, y detrás, las sierras de Segura, Cazorla y Las Villas, a nuestra derecha la Sierra de Alcaraz con el Almenara a nuestro lado y sus 1796 metros, la mayor cumbre de Albacete. 



Desciendo hacia Riópar a menor velocidad de la deseada por el estado del asfalto, irregular y aveces roto. Casi al final, cerca del enlace con la carretera de Riolid y Alcaraz, mejora un poco. Voy bien de tiempo, llevo agua suficiente y casi acabo de desayunar por lo que continuo mi camino sin entrar en Riópar Viejo, ahora por la CM-412 con un asfalto perfecto y a estas horas un tráfico escaso. El puerto de las Crucetas, más bajo y corto que el de las Crucetillas se deja notar, sus rampas superan en varias ocasiones el 10 por ciento por la Solana de las Dehesas de Riópar, pero es un puerto sin alma, solo te das cuenta que lo has superado porque los porcentajes son negativos.



Dejamos atrás Zapateros y junto a una fuente sale por la derecha una pista en perfecto estado que se ciñe a la Cuerda de los Cucuruchos y gira decididamente al noreste bajo la solana del Collado de los Chaparros; a la entrada un cartel del Camino de Santiago, en este caso del Algar, que procedente de Lorca se dirige hacia Mora para enlazar con el Camino de Levante. Tenemos ante nosotros el valle que forma el río Angorrilla, abundante de prados y majadas, que seguiremos aguas abajo durante un par de kilómetros para abandonarlo por nuestra derecha -de seguir llegariamos otra vez a la CM-412 un par de kilómetros antes de Riolid- por una pista que en zigzag nos elevará hasta el páramo y a la población de Vianos. Este trazado, desde el Angorrilla hasta Vianos, se corresponde con uno de los Caminos del Quijote.



Ya en la CM-3216 nos dirigimos hacia Paterna del Madera. Circulamos por el páramo, el asfalto bueno y el tráfico escaso, en ligera subida hasta el collado del Tuertecillo, para bajar al valle del río Barrancazo que seguiremos aguas arriba hasta el puerto del mismo nombre y sus 1428 metros, será el último puerto si descontamos la subida al hotel, desde aquí todo será mas facil. Hace calor y el puerto se hace notar, no sé si son los kilómetros, el desnivel, o las dos cosas pero se me esta haciendo largo, llevo ya subiendo un buen rato y esto parece que no se termina nunca, viene en mi ayuda una bonita fuente de aguas frías, me detengo a rellenar el bote, pero no es más que una pobre escusa para descansar, hasta hago unas fotos. Algo más recuperado, reemprendo el camino, el sol ya esta alto y los porcentajes se incrementan. ¡Por fin, ya estoy arriba!



Bajar hacia Paterna es una verdadera delicia, buen asfalto y buen desnivel. Casi sin darme cuenta estoy en el pueblo, no es muy tarde, así que me detengo en lo que parece ser una plaza de toros, algo irregular, pero con burladero y todo. En el bar tomo un refresco con unos cacahuetes, es todo lo que hay y es todo lo que voy a tomar hasta finalizar la ruta. Continuo descendiendo hasta llegar al cruce de las Dehesas de Val, me esperan fuertes porcentajes bajo este sol de justicia, pero conforme asciendo veo que no me esta costando tanto y antes de las tres de la tarde estoy comiendo en el restaurante del hotel, después una buena sesión de piscina y una siesta bajo la fresca sombra de los árboles.



Mariano Vicente, 27 de julio de 2017.

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martes, 25 de julio de 2017

Explorando por… tierras de Mula.



Hacia tiempo que quería hacer esta ruta, comida incluida en el Ventorrillo del Niño de Mula, pero por unas cosas u otras lo he ido posponiendo hasta hoy, así que aquí estoy, en Casa Paco desayunando antes de comenzar la ruta.



Pasan de las nueve cuando comienzo a pedalear, la carretera serpentea tranquila entre almendros preñados de fruto, los pinos ponen el contraste entre las áridas tierras de labor. Continua la carretera en constante subida y un asfalto aceptable en un día algo bochornoso con una tupida calima que desdibuja el paisaje, es imposible distinguir la el macizo de La Selva justo enfrente nuestro, y Sierra Espuña apenas se adivina entre la bruma.



Poco a poco caen los kilómetros y esto es algo literal, apenas avanzo, cuando llego al cruce de la carretera de Bullas ha pasado casi hora y media y apenas he recorrido 18 kilómetros. Giro a la izquierda y empiezo a reconocer pequeños retazos de paisaje, recuerdos de cuando pasé por aquí haciendo el Canal del Taibilla, pero pronto la abandone por una pista a la izquierda, que recortó casi la mitad del camino del que voy a recorrer hoy. La carretera gira decididamente al sur obligada por una serie de sierras que le impiden el paso como la Cuerda de la Selva con su pico de 1,521 metros o la de Pedro Ponce con una serie de cimas que incluso superan esta altura. La carretera se ciñe a sus faldas mostrando a nuestra izquierda la llanada por la que vamos a regresar. Una curva y aparece ante nosotros la enorme cicatriz de una cantera de mármol, seguimos subiendo entre pinos con porcentajes que rondan el 6 por ciento, hasta el Collado del Mojón, límite con las tierras de Lorca y cambio de aguas hacia el valle del Guadalentín.



Sé que hay un bar, ¿estará abierto? Sí lo esta y apago la sed, además hecho unos cubitos en los botes y me llevo el agua fresquita. Desde Zarzadilla de Totana que es donde esta el local, me lanzo a tumba abierta hacia el cruce de Casas Nuevas, dejo por la derecha la carretera de Lorca que pienso recorrerer en una próxima ocasión, y en un suspiro estoy en la carretera que me llevará hasta Mula. Casi toda favorable, al principio de regular asfalto, mejora conforme pasan los kilómetros hasta duplicar su anchura. Pronto estoy en Casas Nuevas, población en la que no me detengo y a continuación Pliego en la que tampoco paro salvo para respetar el semáforo. Casi sin darme cuenta estoy en el centro de Mula bajo su impresionante castillo, un bote aún lleno, no me detengo y continuo ahora en subida hasta el Niño de Mula, final del recorrido y conveniente rehidratación en el Ventorrillo de Paco.


Mariano Vicente, 25 julio de 2017




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