miércoles, 19 de mayo de 2021

Totana - Águilas por la Sierra de Almenara

 


¿Has escrito algo de la ruta del otro día a Águilas? Pues no, nada todavía. ¡Como si fuera tan fácil! Es que me gusta leerlo, porque así me entero de cosas que durante el viaje no me había dado cuenta -dice Antonio. Y aquí está el problema. ¿Qué cuento? ¿Qué digo? Estoy sentado frente al ordenador, mirando la pantalla y no se me ocurre nada. Miro a mi mujer y ella se me queda mirando. ¿Qué te pasa? No sé por dónde empezar le respondo. Pues empieza por el principio. Me quedo ojiplático. El principio, y cuál es el principio. Recuesto la cabeza sobre el sofá buscando los recuerdos, pero no los encuentro. El principio; pero cuál es. Quizá fue cuando Antonio me propuso hacer algo por Águilas, que yo descarté casi de inmediato. Son dos horas de tren para ir y otras tantas para volver. Podríamos irnos desde aquí y volvernos en el tren -me dijo. Demasiados kilómetros Antonio, desde Murcia son más de 100. Insistió. Y si nos vamos en tren hasta un punto intermedio; a Totana, por ejemplo. Se ofreció a hacer él el track y yo me olvidé del asunto.

¿Has visto lo que te he mandado? Me preguntó Antonio un tiempo después. No, no lo he abierto, pero lo miro. Era un track que desde la estación de Totana atravesaba el Guadalentín y discurría por la Vereda de los Valencianos hasta el pie del puerto de Morata o de Campo López que no sé cómo se llama. Pero y después; no sé, por dónde tú quieras -me dijo. Por Morata era lo más rápido, pero por Campo López siempre me ha parecido más bonito y atractivo. Luego por el Ramonete al Lomo de Bas y de Cabo Cope a Águilas. Serían poco más de 80 kilómetros de lo más variados.

Y aquí estamos, Antonio, Jesús y yo, sentados en un tren camino de Totana. Allí se nos unirá Juanjo, que viene en otro tren desde Lorca y Juan que viene en coche. Lo primero es desayunar, hay que comenzar la jornada con las cosas importantes. Nos vamos todos a buscar una cafetería, desayunamos tranquilos y a pedalear. Cruzamos sobre la vía del tren y nos dirigimos hacia el oeste, paralelos al Canal del Taibilla por una carreterilla asfaltada sin apenas tráfico. Pasamos bajo la A-7. Por la cabecera de la rambla del Lébor y el río Guadalentín llegamos a Raiguero Alto dónde tomamos de nuevo hacia el oeste por la Vereda de los Valencianos que ya no dejaremos hasta alcanzar la carretera de Lorca a Mazarrón.

Entramos en pleno territorio de la tortuga mora, animal escurridizo que se mimetiza con el terreno por lo que es difícil de ver. Pero tenemos suerte, nos encontramos con un ejemplar cruzando la carretera. Le habría costado saltar el canal de riego que discurre paralelo, por lo que le echamos una mano para alcanzar un lugar protegido. Continuamos y hacemos un pequeño alto en la llamada ermita del Sacristán, dedicada a la Virgen del Pilar patrona de Aguaderas. Comienza la subida hacia Campo López, la carretera se retuerce en la umbría de la sierra de Almenara y los cultivos van dejando espacio al pinar y al monte bajo. Hoy estamos de suerte, otro pequeño ejemplar de tortuga mora está tomando el sol junto a la cuneta. Unas fotos y continuamos hacia Campo López. Desde el cruce aún quedan tres kilómetros de subida hasta el pueblo.

 


En el lateral de la iglesia de San Pedro hay una fuente. Desgraciadamente es el único lugar del pueblo donde podremos encontrar algo “líquido”. Salimos de Campo López siguiendo la misma carretera. Pedaleamos ahora casi con un pie en Lorca y el otro en Águilas, se mezclan el pinar y los almendros, las casas abandonadas con las crestas de los cabezos, con el Pico del Talayón con sus 879 metros como el más representativo. Estamos en pleno centro del LIC Sierra de Almenara, donde Acude ejerce de custodio del territorio en colaboración con los propietarios de las fincas para la conservación de la tortuga mora, pero no solo, también luchan por la conservación del paisaje y del entorno cultural y humano de la zona. 


 

Comenzamos a descender por una carretera escoltada a los lados por las flores amarillas de las retamas, rodeados de barrancos, pinos y cultivos. Vamos dejando atrás, a uno y otro lado alquerías grandes y pequeñas, habitadas y abandonadas. En las cunetas, adornando estas tierras altas, las preciosas, perfectas y blancas esferas con las que florecen los ajos silvestres. En este lado de la sierra, ya en la solana, el esparto con sus cabelleras rubias empieza a adueñarse del paisaje. Desembocamos en la carretera de Águilas y cambiamos el rumbo al este. Descendemos rápido, la carretera se ciñe a uno y otro margen de la rambla de Fuente Álamo, que no sé por qué luego se llama de Los Miñarros. El cementerio del Ramonete nos indica que nos acercamos al cruce que nos llevará al Lomo de Bas.

La carretera vuelve a empinarse, se hace exigente, los kilómetros empiezan a pesar y a todos nos está costando demasiado, pero poco a poco vamos ganando altura. Hace calor cuando las laderas cortan la brisa. Entre curva y curva se ve un mar azul que la bruma vuelve blanquecino; la causa, un viento de levante que ha ido aumentando su fuerza trayendo una fuerte humedad que vela el horizonte y opone una considerable resistencia al avance. En el collado nos detenemos a contemplar lo que la bruma nos deja ver del golfo de Mazarrón con cabo Tiñoso a levante y Cabo Cope cerrando el horizonte por poniente. El Lomo de Bas se extiende por nuestra derecha con sus crestas áridas marcando una línea recta hacia el oeste. Colgado de su ladera, La Cuesta de Gos, lugar de vida y descanso del insigne aguileño Paco Rabal. Bajo un almendro que él eligió para su descanso (aunque el expreso deseo de su esposa, Asunción Balaguer, hace que reposen en el cementerio de Águilas) hay una escultura de metal que lo sitúa mirando hacia la ladera que albergaba las minas en las que su padre ganaba el pan para la familia y que a él siempre le impresiono tanto. La hora y el cansancio, que no las ganas, nos van a impedir visitarlo.


 

El hambre y la sed nos impulsan contra el viento en dirección a la bulliciosa Calabardina donde tenemos previsto el refrigerio. Fantasmagórica aparece la diputación lorquina del Garrobillo con su vieja ermita, destechada y desacralizada para el culto. Ya en Calabardina, en el bar La Parada, nos tienen preparada la mesa en una sombreada terraza. Pronto aparecen las primeras jarras sudando gélida humedad, soberbias sus rubias cabelleras de brillantes contornos. ¡Cómo resistirse!, lo mejor será caer en la tentación, todos a la par levantamos nuestras jarras felicitándonos por este gran día. Pronto llegaron las viandas, todas relacionadas con el mar y el buen hacer ancestral de los cocineros de estas tierras, solo los huevos fritos con patatas se escaparon de esta tónica. La “sobremesa” partió el grupo, Juan, Jesús y Juanjo se quedaron “ampliándola”, Antonio y yo nos acercamos hasta la vieja torre de Cope, una construcción del siglo XVI realizada por el concejo de Lorca para vigilar las frecuentes incursiones norteafricanas. Pasó de ser una pequeña torre cuadrada a un pequeño fortín en la segunda mitad del siglo XVII. Hoy se encuentra restaurada y acondicionada con una escala metálica exterior para su visita, que hoy está cerrada y desconozco en que periodos se abre. Enfrente, el saurio dormido de Cope nos vigila indolente. Nos resistimos a dejarnos mecer por el ritmo de las olas mientras contemplábamos la sutil paleta de azules con los que se pinta esta fascinante costa, hay que seguir has la estación de Águilas donde nos espera el cercanías para traernos a casa.


 

Mariano Vicente, 19 de mayo 2021

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sábado, 15 de mayo de 2021

Por el Barranco de la Zarza y la Sierra del Cura

La ruta de hoy es un itinerario hecho de recuerdos. Como una nebulosa en la que encuentro retazos de imágenes, sensaciones casi olvidadas y todo desatado por una invitación a almorzar frustrada. Mi amigo Paco había sugerido un conejo al ajillo en el Pedrusco, en Cañada Hermosa. La última vez estaba riquísimo, así que porque no. Él esta con la pierna mal y no puede montar en bici, pero nosotros sí. Y aquí es cuando surgen los recuerdos, he pasado por la zona otras veces, pero no tenía claros los caminos, estaban desdibujados en mi cabeza por lo que me puse a revisar mis viejas rutas, pero no encontré casi nada, casi seguro que eran de la época de mapa e intuición. Vistazo al mapa y los recuerdos comenzaron a surgir, poco a poco, pero con una fluidez constante, con ellos preparé un par de rutas, una para ir y otra para volver. Pero el personal tenía otras cosas que hacer por lo que solo quedábamos Paco y yo, demasiada poca gente para una historia de este tipo. Lo dejamos para mejor ocasión.

Pero yo estaba caliente y no podía dejar así las cosas. ¿Por qué no esas rutas para mañana, aunque sin almuerzo? Pero se quedaban cortas. Porque no subir por el Cordel de los Valencianos hacía Rambla Salada y por Cañada Hermosa al Barranco de la Zarza hasta Barqueros. Aquí hacer algo que tenía en mente desde hace tiempo, por la vereda de Belén recorrer la cara norte de la Sierra del Cura hasta desembocar em el Trasvase Tajo Segura. Ya solo quedaría reponer fuerzas en Los Cazadores y para casa.

A las nueve de la mañana Antonio y yo ya andábamos por el carril bici en dirección a Javalí Nuevo donde tomaríamos la Vereda de los Valencianos. Suena el teléfono; es Juan que se une al grupo. Ok, nos vemos en el puente de la fábrica de la Pólvora. Sobre la vieja vía, hoy asfaltada, que la unía con la estación de Santa Barbara, hoy también desaparecida, se nos une Juan. Ya en el Javalí tomamos el camino de la vieja vereda, lo que provoca que se agolpen los recuerdos, los más antiguos de cuando éramos niños y llegábamos hasta el Cerro del Águila para bañarnos a sus pies en las aguas salobres de rambla Salada. Hora las modernas infraestructuras como la A-7, nos complican la cosa, por lo que no nos queda más remedio que buscar el paso bajo ella. 


 

Subimos por la vereda buscando el barranco del Sabinar y un lugar para cruzar la autovía, en este caso la de Caravaca. Y como suponíamos nos encontramos de lleno con los desmontes de la nueva variante norte de la A-7. Otra super infraestructura que “joderá” los caminos y por consiguiente a nosotros los ciclistas. Ya al otro lado, continuamos por el viejo camino de Pliego. Rambla Salada queda al fondo y al otro lado el vertedero de Cañada Hermosa, nosotros circulamos por la margen derecha, aupados a media ladera con buena vista del entorno. El camino asfaltado por el que circulamos nos sorprende con un aviso de “camino cortado por obras”. Un tramo de tierra fina, tanto que parece talco, menos mal que dura poco, unos pocos metros y enseguida tomamos un camino por nuestra izquierda que nos llevará hacia la ermita de Masa. Voy solo, Juan tenía que estar pronto en casa y Antonio quería seguir por carretera. Pues sea, como queráis, pero yo voy a seguir con mi ruta y más ahora que entramos en una de las partes más bonitas.

Hay una primera parte hasta la casa de la Zarza, solitaria y silenciosa, donde lagartos y conejos corren despavoridos a mi paso. Llego a una de las nuevas instalaciones que están proliferando en el secano murciano, placas solares, miles de ellas, aun lado y el otro. No tengo opinión, debería leer y estudiar mucho para llegar a un juicio con el suficiente criterio, demasiado tiempo que no tengo, y todo para seguir consumiendo electricidad sin sensatez ni moderación. No quiero ni pensar lo que se nos viene encima con el tema del coche eléctrico. Otra de las plagas de estos años son las vallas. Debe de estar muy barato el metro porque cada vez proliferan más, he pasado por este camino varias veces sin problema y ahora una valla y un cartel me impiden el paso: “Propiedad privada, prohibido el paso sin autorización”. No la tengo y tampoco me voy a quedar aquí tirado en mitad de la nada. Un trozo sin vallar junto a la central eléctrica me “permite” el paso.


 

La segunda parte es la subida por el barranco de la Zarza. Un estrecho cauce con una corriente continua de agua que sirve de base a rambla Salada. La pista nace bajo el acueducto del trasvase Tajo-Segura y como no puede ser de otra manera, una cadena corta el paso, lo que no entiendo es porqué y para qué. Discurrimos por su margen izquierda, pedaleamos rodeados de pinar en las laderas y vegetación de ribera junto al cauce. En el paraje de las Herrerías nos encontramos con un pequeño acueducto que sustenta un minúsculo canal, no sé cuál sería su función, supongo que el riego aguas abajo, pues también hay una pequeña presa. Quizá el nombre sugiera una reducida industria de la que no he visto restos. Lo que si he visto es un soberbio eucalipto de gran porte, su tronco necesita varias personas para abarcarlo y su altura es importante. El lugar es una verdadera delicia.

Continuamos ascendiendo en dirección a Barqueros, mi intención tomar la vereda de Belén para llegar al canal del trasvase. En poco más de un kilómetro salimos a la carretera y entramos en el pueblo.

-Con es esa bici no podrá pasar usted por ahí. Me dice un paisano cuando le digo mi intención de seguir por la vereda.

-El camino está cortado y lleno de bolos (piedras), no podrá pasar. Si quiere ir, baje por la carretera y a tres o cuatro kilómetros sale un camino por la derecha que es la vereda.

No hago mucho caso, lo normal es que gente ajena a esto de la bicicleta subestime las capacidades que tiene, he terminado pasando por sitios que ni yo mismo creía que podría hacerlo. Continúo subiendo hacia la cara norte de la sierra del Cura, un dédalo de caminos me lo pone difícil, no sé realmente cual seguir. Continuo más por intuición que por otra cosa, tras un par de errores, consigo dar con el apropiado. El señor tenía algo de razón, el camino desaparece y es sustituido por un pequeño sendero de lo más bonito. Saco la cámara para grabarlo sobreestimando mis habilidades. Lo pedregoso del sendero, mi inestabilidad sujetando el manillar con una sola mano y mi imprudencia, hacen que de con mis huesos en el sendero. Nada que lamentar. Continuo hasta una cadena, tras pasarla un camino se insinúa, cada vez más claro y de mejor firme. Lleva una dirección que parece la apropiada. Comienza una larga bajada, que si no me equivoco me llevará hasta el canal del trasvase Tajo-Segura. Así es, lo curioso que no en el lugar que yo esperaba, si no un kilómetro más al este, pero al canal, al fin y al cabo. Ya solo me queda dirigirme al bar Cazadores donde me espera mi amigo Antonio para recuperar las fuerzas perdidas.

Mariano Vicente, mayo de 2021     

 

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