jueves, 1 de diciembre de 2016

Fortalezas de Cartagena 2016



En el monte de San Julián; Carlos III, tras recuperar la cuidad a los ingleses y con la misión de dominar la bocana del puerto de Cartagena mando construir esta fortaleza al rededor precisamente de la torre que habían construido aquellos. Terminada en 1888 se uso como prisión durante la Guerra Civil. Desde nuestra provisional base de operaciones en el Puerto de Cartagena, junto al aparcamiento del restaurante Techos Bajos identificamos perfectamente nuestro objetivo. Es una ruta decidida en el último momento, sugerida por David. ¿Por qué no hacemos mañana la Ruta de las Fortalezas en Cartagena? Pues sí, por que no. Y aquí estamos.



La subida a la fortaleza, así en frío se hace dura. Nos calentamos enseguida, yo rompo a sudar casi al momento. La temperatura, a pesar de estar a finales de noviembre, es casi de 20 grados y ya me he puesto la ropa de invierno. Bueno toca sufrir, que le vamos hacer. Ya en la umbría de San Julián hasta se llega a agradecer una temperatura más baja. Ya arriba hacemos conjeturas sobre la bajada y el regreso, pues un cartel indica que estaba cortado el paso por el sendero entre Cala Cortina y el muelle de la Curra. Antonio, que le tiene mucho respeto a las bajadas, se va por donde hemos venido y los demás investigamos una nueva alternativa por la ladera oeste que en algunos tramos esta muy rota y en otros algo trialera y nos obliga en un par de ocasiones a poner pie a tierra.


Bajamos hasta la Batería del Comandante Royo, también conocida como Trincabotijas Alta por encontrarse a poca distancia de Trincabotijas Baja y de esta punta. Estaba armada con seis cañones Ordóñez de 24 cm a barbeta de las que actualmente se pueden observar cuatro emplazamientos. Bajamos de una a otra y tomamos la carretera según informaba el cartelito de la subida a San Julián, lo que nos obliga a pasar el túnel. A la salida cruzamos al carril bici para desplazarnos hasta el puerto y por la rambla de Benipila acceder a la parte occidental del puerto, rodear el arsenal para subir hasta el cuartel y baterías de Fajardo. Es un conjunto que estuvo formado por tres baterías de costa y un cuartel para alojamiento de toda la tropa situados sobre el Soto de la Podadera. Las baterías estaban artilladas con obuses Ordoñez de 21, 24 y 30,5 centímetros. 

 

Tras un ligero descanso y alguna barrita que nos echamos al coleto bajamos hasta alcanzar la pista de subida a Galeras. La llegada al asfalto se muestra algo congestionada, numerosos ciclistas y caminantes suben o bajan por ella. El castillo fue proyectado Pedro Martín Zermeño y Mateo Vodopich y terminado en 1777. A parte de utilizarse como fortificación defensiva de la basa naval, fue centro de comunicaciones y control de tráfico marítimo. Tras la Guerra Civil sirvió de prisión militar hasta 1986. El sol esta ya a buena altura y abrimos el debate sobre subir al Castillo de la Atalaya o regresar a los vehículos. Por las caras de algunos el debate se zanjó rápidamente, ni subieron la otra vez ni van a subir esta. Nos dejamos caer y tras bordear el Arsenal, pasar por la plaza de los Héroes de Cavite y por el Paseo de Alfonso XII acceder al aparcamiento del restaurante Techos Bajos y a nuestros vehículos. Final de la ruta y regreso a nuestros hogares en la ciudad de Murcia. 


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Mariano Vicente, noviembre 2016 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Sendero del Águila



Decididamente tengo que plantearme algunas cuestiones; no sé si es la edad pero cada día le doy más vueltas a la cabeza. En estos momentos mientras subo por el camino del Abuznel y los demás se van alejando lentamente impidiéndome desarrollar mi yo más social y abocándome a la búsqueda de ese yo interior que no llego nunca a descubrir me pregunto que hacer; entrenar más y comer menos para bajar algo de peso, o comprarme una bici eléctrica, lo que me permitiría el desarrollo de ese yo social que en estas salidas no llego nunca a alcanzar. Por más que me esfuerzo siempre termino a mi propio ritmo que normalmente no coincide con el de los demás. Lo curioso es que en el grupo hay gente de muy diversa forma física; incluso, estoy convencido, que peor que la mía, no obstante logran ir todos juntos y yo no. Tengo que hacermelo mirar.



Hoy nos hemos reunido a las puertas del Jarro de Oro, y solo eso, porque estaba cerrado, seis compañeros con ganas de realizar la ruta que ha preparado Juan Bautista, nuestro hombre “Espuñero”. Ruta que comienza subiendo por el cordel de Librilla y el camino del Abuznel, en la solana del Cabezo de los Lobos, para salir al Centro de Visitantes Ricardo Codorniu y por la senda de los Siete Hermanos buscar el sendero del Águila. Hace un magnifico día; sol y una temperatura ideal, a pesar de encontrarnos en pleno mes de noviembre. Bajamos las bicis de los vehículos y en unos pocos minutos estamos ya en marcha. Comenzamos en frío con subidas importantes que nos calientan en pocos minutos. El camino, en en relativo buen estado, se retuerce hacia el canal del trasvase hasta cruzarlo y continuar con el mismo tono por la solana del Abuznel.



Los compañeros me dejan atrás, poco a poco eso si, pero me dejan. Una vez que cojo un ritmo, no me siento capaz de alterarlo para alcanzarlos. Sigo y sigo como una pila defectuosa de esa marca del conejito. Pero bueno que le voy hacer, a mi edad, ya no voy a cambiar. En el collado que da paso al nacimiento de la rambla del Azaraque me esperan y nada más llegar, con mucho recochineo por su parte, se oye: -vámonos que ya esta aquí. Muy graciosos los zagales. Supongo que mucho no han esperado, no les hago caso y continuo sin detenerme obligándolos así a tener que seguirme. Volvemos a subir hasta enlazar con la pista que viene de la Casa de la Fuente de las Zorras para desembocar en la carretera de Fuente alta.



Esto es una verdadera manifestación, ciclistas por todos lados; por la carretera, los caminos, los senderos. Todo esta esta tan lleno que cuando me encuentro con Rafa Guzman, un viejo amigo ciclista ahora reconvertido en motero, me dice que han subido a almorzar a la Fuente del Hilo, pero que se van a probar al Berro, que aquí es imposible. Nos despedimos y sin dilación continuamos subiendo hacia La Perdiz para entroncar, antes de llegar, con el sendero de los Siete Hermanos. Ahora si, esta es la parte que me gusta, en la que no me dejan atrás, en la que normalmente me siguen ellos y solo logran adelantarme si me detengo para hacer una fotografía. Son zonas de senderos angostos, con dificultades de paso, algo pedregosos que nos obligan a concentrar nuestra atención en los pocos metros que podemos ver por delante, con subidas y bajadas importantes, pero normalmente cortas, en las que la adrenalina se dispara y uno se siente feliz. Tras algunas revueltas, el sendero nos devuelve otra vez a la carretera de Fuente Alta. Nuestro verdadero propósito es introducirnos por el barranco de Leyva para buscar el comienzo del Sendero del Águila.



Nos introducimos en el barranco de Leyva que va a desembocar al de Espuña. Pasado casa Leyva, en la que hay un grupo excursionista, cada vez nos vamos encontrando con menos gente, vaya en bici o andando. Pasamos Fuente Bermeja para tomar una estrecha vereda que va colgada de la ladera norte; es el sendero del Águila, abierto solo de julio a diciembre para respetar la época de cría de las rapaces. El sendero es verdaderamente precioso, estrecho y virado, técnico en algunos puntos, pero divertido y ameno. Te obliga a ir concentrado en el palmo de anchura que tienes delante de la rueda, pero disfrutas. Procuro pasar desapercibido, en silencio, que no resbale ni un taco, con la degradación justa para que la maleza no lo invada en los seis meses que esta cerrado. Si quieres ver el paisaje no tienes más remedio que detenerte en un recodo y contemplar el enorme barranco, garganta incluida, que ha logrado horadar algo aparentemente tan pequeño como el río Espuña. La naturaleza siempre me sorprende.



Por desgracia el sendero se acaba poco después de pasar la tubería del Canal del Taibilla que sirve o servía, no lo sé, para dar fuerza a la central eléctrica del Rápido de los Molinos, aprovechando el desnivel de 162 del canal. Le tendré que preguntar a Juan Bautista, que para eso trabaja en una importante empresa eléctrica, porque aquí mismo hubo otra, la Fabrica de Electricidad de Alhama, construida en 1902 y que se surtía de la caída del Caño de Espuña de casi 200 metros de desnivel. Ahora es el trasvase Tajo-Segura el que nos sirve a nuestros propósitos, que abandonamos por la rambla del Molino. Nos volvemos a divertir; la rambla nos regala un divertido sendero, no exento de complicaciones, que nos obliga a extremar la precaución si no queremos terminar con nuestros huesos en el suelo. Esto llega a su final, hemos pasado un estupenda mañana de ciclismo en compañía de los amigos. A algunos los hemos echado de menos sobre la bici y a otros también en el verdadero final de la ruta, él que siempre hace nuestro grupo al rededor de una buena mesa.



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Mariano Vicente, 19 de noviembre de 2016.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Sierras de Moratalla light

Estamos inmersos en plena bajada, las orejas rojas, gélidas, doloridas, decididamente no estamos acostumbrados a estas temperaturas; hemos pasado de los doce grados de Murcia a las siete y media de la mañana, a los dos del Sabinar una hora después, se nota que estamos en tierras albaceteñas. Bajamos hacia el Nerpio, en realidad hacia el embalse que forma el incipiente Taibilla, hacia el camino del Canal. Hoy nos proponemos realizar una ruta que en algún aspecto se parece a la Cicloturista Sierras de Moratalla, pero mucho más descafeinada que la original. Primero será más corta, unos 90 kilómetros y con menos desnivel y por supuesto con una media mucho más "humana", más acorde con nuestras características de "maduritos fondones". Pero que nadie se llame a engaño, la vieja carretera de Vizcable, creada para la construcción del Canal del Taibilla, nos pondrá a prueba con sus constantes desniveles que nos van a preparar para el verdadero reto; que no es otro que superar el puerto de Benizar, con algunas rampas, sobretodo al inicio, que superan el 16%.



Nos hemos introducido por el estrecho desfiladero que el Taibilla labrado en corazón de la roca caliza. Allá abajo, corre encajado entre peñascos verticales, custodiado, por chopos y olmos equilibristas. Seis "inconscientes" amigos estamos pedaleando por la fresca umbría, ¡como echamos de menos en momentos como estos a nuestra templada tierra!, y algún valiente hasta ha venido de corto; pero la mayoría vamos embutidos en nuestros chubasqueros como los esquimales en sus pieles; la nariz roja y húmeda. No será hasta el medio día que la temperatura alcance unos confortables doce grados. El viejo camino del Canal, esta falto de mantenimiento, el asfalto descarnado no invita a demasiadas alegrías en las numerosas bajadas que los constantes desniveles proporcionan en su afán de ceñirse fielmente a la orografía de las sierras.



El paisaje se abre tímidamente y son ahora minimalistas huertas las que ciñen al joven Taibilla. En una curva a derechas descubrimos, casi por sorpresa, la torre islámica Vizcable. Una de las fortificaciones que junto a las de Taibilla, Yetas, Xutia y Turrilla formaban el sistema de atalayas del castillo musulmán de Yeste, que posteriormente siguió utilizando la encomienda Santiaguista. Bajo ella David se hace un "selfie". El camino del Canal sigue con sus constantes subidas y bajadas, se ciñe mimético a la sierra del Tobar, lo que hace ameno su pedalear, pero implica un constante desgaste que apenas notamos, pero que se hará patente con el paso de los kilómetros. Letur nos recibe con anuncios de quesos artesanos, lo que despierta en mi las ganas de hacer un alto; pincho de tortilla incluido, al que casi nadie hace caso preocupados por "no perder el ritmo" ante la subida del Benizar. Como no tengo "ritmo" paro en un viejo conocido; el Mesón el Labrador, y me hago con un enorme pincho de tortilla. "Intimidado" por lo del ritmo, me abstengo de la cerveza que es lo que realmente me apetecía y la cambio por coca cola, por aquello del azúcar, pero no es igual y al final voy a andar lo mismo. Antonio y Juan Bautista se han quedado a esperarme en la terraza, por lo que troceo el pincho y se lo ofrezco junto a unas rebanadas de pan. Visto y no visto, lo devoramos en armonía y concordia.



Continuamos hacia Socovos, con la misma tendencia de subidas y bajadas, pero con mejor firme. Ya en Socovos, buscamos por nuestra derecha una bonita carreterilla que sigue, entre pinos, el arroyo de Benizar hasta la población de La Tercia, comienzo del "temible" puerto que desconozco. Y la verdad que al principio hace honor a esa fama suya; las primeras rampas de las estribaciones de la sierra de la Muela, hacen apretar de firme los riñones, Juan me dirá después que las rampas superaban el 16 por ciento, porque desde que comenzó el puerto yo ya no le vi. Los cinco restantes, Jesulen, Antonio, Ángel, David y yo por ese orden, nos arrastrábamos, rezando para no tener que echar pie a tierra. Suavizan un poco, con lo que Antonio y Jesulen toman unos metros sobre Ángel, mientras David y yo nos quedamos más retrasados. Con un par de kilómetros de puerto empiezo a sentirme mejor y poco a poco voy dejando a David y acercándome a Ángel, al que superó hacia la mitad de la subida. Jesulen y Antonio, están solo a dos curvas más adelante pero me costará todo lo que queda de puerto para alcanzarlos, no los supero hasta las últimas rampas en las que Antonio decide esperar a David y Jesulen se descuelga poco a poco.



Prácticamente superado el puerto aún nos quedan dos rampas para coronar, que a traición, nos pondrán de nuevo a prueba, la última junto al cortijo de Las Lórigas. Que ganas dieron de quedarme junto a una barbacoa repleta de longaniza. Fue como un bofetón para mi cerebro concentrado en el esfuerzo de superar el puerto. Y para mi estomago por que era ya buena hora para comer. Con sacrificio y vergüenza torera decline probarla, cuando con amabilidad me ofrecieron un buen trozo, sostenido en una generosa rebanada de pan . A partir de aquí todo es favorable, solo nos sorprenderán pequeños repechos que superaremos casi con la inercia. Pedaleo a plato con la mente puesta en la cerveza bien fría que me voy a tomar cuando llegue y en la longaniza de Las Lórigas. Intento ver a Juan Bautista por delante en alguna de las largas rectas que nos depara la carretera, pero ni rastro. Después me enteré que llegó medía hora antes que yo y Jesulen, que me ha alcanzado durante la bajada. Casi lo que le hemos sacado nosotros a David y Antonio, je, je, exagerar no está prohibido.



La última parte de la ruta ha sido en el restaurante El Cortijo, mientras esperábamos el arroz hemos dado cuenta de un rabo de cerdo como lo ponen por estas tierras; frito, frito. El queso y el jamón, también nos dieron grata compañía mientras duraron; y por supuesto nos hemos hidratado convenientemente. El arroz; de conejo con serranas, estaba rico y meloso, del que no hemos dejado ni un grano, unos postres y los cafés han sido el colofón a esta magnífica jornada de amistad, pedaleo del bueno y paisajes inolvidables.   


Mariano Vicente, 15 de octubre de 2016

jueves, 13 de octubre de 2016

El Veleta y yo: La subida



Hoy es el gran reto, el Veleta me espera. No he querido consultar altimetrías; para que, si yo sufro desde el minuto uno, en el mismo momento que el desnivel se hace positivo. Sé que son más de 50 kilómetros de constante subida, para que preocuparse. Pedaleo en "modo supervivencia" con el mínimo esfuerzo posible. El único método que conozco para superar un reto de estas características es aguantar, aguantar y aguantar. Pasan los kilómetros, lentos, parsimoniosos, voy distraído, haciendo cábalas sobre la marca y el modelo de los vehículos, que camuflados, suben y bajan el puerto. Luego, tomando un tentempié en Prado Llano, me entero de que es una práctica habitual durante los meses de julio y septiembre. Las marcas traen sus nuevos vehículos a probar a esta zona porque reúne unas características muy especiales de humedad, temperatura y altitud, pasando del nivel del mar a los 3.000 metros en apenas 50 kilómetros.



Tengo a la vista la estación invernal de Prado Llano cuando descubro un cartel a mi derecha: Fuente de Don Manuel, que me viene como anillo al dedo, el bidón está en las últimas. Esta fresca, bebo casi con avaricia, queriendo superar inútilmente el cansancio. Llego a la estación de esquí y la carretera se asusta y gira 180 grados, para volver a girar un par de kilómetros después, en el mismo sentido. Se hace monótona, a pesar de contemplar abajo, por nuestra derecha, las infraestructuras de la estación. Al llegar a las últimas instalaciones hago una parada y aprovecho para comer algo. Estoy exhausto, llevo más de 40 kilómetros subiendo ¡con lo mal que se me da!



El camarero del chiringuito, chico cercano y amable, me confiesa que también es ciclista y me pone al día de todo este barullo de coches y camiones. Me alienta a continuar; que solo quedan 11 kilómetros, le confieso que estoy por desistir. Me pregunta que de dónde soy y se sorprende de que venga en bicicleta desde Murcia. Le cuento por encima las vicisitudes para sortear la A-92 y me comenta una anécdota de ayer mismo donde la Guardia Civil tuvo que "rescatar" a un grupo de ciclistas perdidos en la vía de servicio, precisamente entre Baza y Guadix. !Como me alegro de haber tomado el autobús! Tienes suerte me dice, ayer mismo nevó en el Veleta, quedo todo blanco, pero enseguida se despejó en cuanto salió el sol, ha sido la primera nevada del año.



Son solo 11 kilómetros; me ha dicho el camarero en un tono que auguraba una cierta facilidad para superarlos. Pero en esta vida las cosas no siempre son como las deseamos. Yo miraba de reojo al Veleta y no lo veía tan fácil, pero al final comienzo a pedalear confiado y haciéndome algunas conjeturas; llevo más de 40 kilómetros y solo me quedan 11, no puede ser tan duro. ¡Que equivocado estaba! No sé si era la altitud, el cansancio o mi cabeza, pero buscaba constantemente excusas; el paisaje, una foto... para detenerme y recuperar el aliento. Eran solo unos instantes pero me sabían a gloria. Así, uno tras otro, fui superando los kilómetros. El Veleta casi al alcance de la mano, tan cercano y tan lejano al mismo tiempo.



El piso de la carretera se descarna por momentos, voy haciendo eses para librar los agujeros, verdaderos pedregales que me obligan a extremar la precaución. Unos metros delante de mí, acceden a la carretera tres ciclistas, luego descubriré que son franceses, desde un sendero próximo. Para mi sorpresa echan pie a tierra al llegar a una de las zonas pedregosas, llevan dobles suspensiones y desarrollo suficiente y yo paso con un hierro de 15 kilos y ruedas de carretera. Me adelantan mientras pido a unos chavales que me hagan unas fotos. Estoy a los pies del "monstruo", el último kilómetro de tierra, pero más cómodo que el anterior con el asfalto roto. He dicho antes que "descubrí más tarde" que eran franceses; lo demostraron con creces, hicieron gala de todo su chovinismo mientras se hacían una y otra foto, primero con un móvil, luego con el otro, ahora con esta máquina, luego con otra. Mientras espero estoico. Creo ser un hombre paciente y correcto, pero hay momentos en los que uno debe dejar aflorar su personalidad más oscura y en un tono similar al de Marlon Brando en El Padrino les dije: ¡franchutes! ¡fuera!, con una ligera inclinación de cabeza. ¡Dio resultado! Me miraron sorprendidos y abandonaron de inmediato el vértice geodésico que acaparaban desde hacía rato.  



Cumplido el objetivo comienzo la bajada. Regreso al mismo chiringuito del medio día, las manos doloridas, 11 kilómetros sujetando los frenos es lo que tienen. Me pido un café calentito, empieza a hacer fresco, relleno el bote con la media botella de agua que me habían guardado al medio día. Me abrigo, quedan 40 kilómetros de bajada. Una verdadera delicia, te dejas caer y no tienes que tocar los frenos hasta entrar en Granada.



Para finalizar, comentar que mi vieja Conor se ha portado estupendamente, ni una queja, ni un reproche, todo a funcionado a la perfección. Lo de vieja es un decir, realmente de la original solo queda el cuadro con la horquilla y dirección. También los guardabarros, todo lo demás es nuevo o vive una nueva juventud.

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Mariano Vicente, finales de septiembre de 2016.  

miércoles, 12 de octubre de 2016

El Veleta y yo: Guadix-Granada



No han hecho falta empaquetar la bici, un autobús vacío de maletas, ir a la primera parada y un amable conductor ha hecho el resto. Durante el trayecto "echo cuentas" de lo que cuesta la cerveza por aquí; 1.20 € la caña grande. Pero esta cerveza viene acompañado por una tapa, la primera de un plato de magra con tomate, la segunda uno de costillejas bien fritas, la tercera huevos fritos con patatas, la cuarta... una cena en toda regla.


El cielo oscuro, totalmente cubierto deja caer algunas gotas sin llegar a mojar la carretera. Abandonar Guadix te calienta enseguida, tienes que superar fuertes rampas para salir de su famosa "hoya". La carretera es un constante sube y baja entre viñas de uvas diminutas que van clareando para ser sustituidos por pinares, cada vez más espesos, entre grandes barrancos y elegantes balnearios donde los huéspedes pasean embutidos en blancos albornoces.


Mientras en el horizonte aparecen algunos claros y la población de la Peza, decido parar a almorzar y me cuesta conseguirlo, solo dos bares y es demasiado temprano para ellos, por fin lo consigo y me conformo con una tostada con jamón. Tras la Peza, comienza una subida constante de 9 kilómetros entre pinares. La carretera serpentea junto al regato; uno y otra se encajonan cada vez más, hasta que la última supera el puerto de Los Blancares  y sus 1.297 metros de altitud. Lo bueno; es que hasta Granada, todo es descenso. Bonita bajada entre pinares y ciclistas que circulan en sentido contrario. A nuestra izquierda el pantano de Quentar y el pueblo prendido de la ladera bajo nosotros. Fachadas encaladas, tejados rojos, puertas y ventanas de colores, la gente en las terrazas. Ya se siente la proximidad de Granada, poco después entró en ciudad; autobuses, tráfico y turistas. Sacromonte, El Albaicín, dos carriles, el de la derecha caril-bus, dudo, me dejo llevar por otros ciclistas, llego a la catedral, estoy en mi destino. Esta tarde, llega mi mujer, iré a recogerla al autobús, después tapas y cerveza que para eso estamos en “Graná”.


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martes, 11 de octubre de 2016

El Veleta y yo: Lorca-Baza





Mi particular celebración de la Semana Europea de La Movilidad será un recorrido de alrededor de 350 kilómetros uniendo las localidades de Lorca y Granada con subida al Veleta incluida, por aquello de que el movimiento se demuestra andando.
  
Son Las 7.28 cuando el tren que me llevará a Lorca se pone en movimiento. Ha llegado el día; el día de la segunda juventud de mi vieja Conor, de cumplir con el objetivo previsto de conquistar el Veleta. He optado por Lorca lo que me deja una jornada mucho más accesible que la de comenzar en Murcia. Hace una temperatura agradable y el cielo es claro y luminoso, el sol deja a contraluz el castillo de Lorca mientras pedaleo por la carretera de la Parroquia, junto al cauce del Guadalentín, dominado por baladres y tarays. Más arriba su afluente, el Vélez es como él una cinta seca de arena escoltada por una agónica línea de eucaliptos amarillentos. 


Llego a la Parroquia, pueblo tranquilo donde los perros sestean al sol y las muchachas se solazan en la terraza del bar. La carretera, entre almendros, se dirige inexorable hacia los cada vez más omnipresentes Gigante y Pericay que cubren con su mole el horizonte, hasta que asustadiza gira 90º y se dirige más decidida hacia el oeste. En un horizonte brumoso por un sol aún bajo destaca el rojizo castillo de Xiquena. El silencio se apodera del paisaje, solo interrumpido por el trinar de los jilgueros. Poco después el altivo castillo de los Fajardo lo sustituye en el horizonte. La carretera que hasta el momento tendía a subir, se empina decididamente. Pronto el encalado caserío de Vélez Blanco aparece a los pies de su castillo. Seguimos subiendo hasta ponernos a la altura del pueblo egetano que derrama su caserío ladera abajo. Su origen musulmán, siglo XIII, con ser significativo, lo es menos que el haber dado a la provincia de Almería su imagen; el indalo, pintura rupestre con forma humana aparecido en la Cueva de los Letreros y declarada Monumento Histórico Nacional en 1924.



Hago un alto y tomo un refresco mientras descanso, no he terminado la ascensión, aún me queda subir a María. Este pueblo me trae recuerdos de antiguos recorridos por el Nerpio y la Puebla de Don Fadrique. - Sabe usted que tengo dos hijas en Murcia; una es directora de Caja Murcia, la otra, es profesora en Guadalupe, me dice con orgullo de madre la dueña del local en el que estoy comiendo, la misma que hace más de 15 años me preparo una súper cena con todo lo que encontró en la cocina, según ella para que me pudiera recuperar del esfuerzo de la bici. Lo malo es que yo había pasado la tarde alternando por los bares de la localidad, y tienen la costumbre de ponerte una tapa con cada cerveza. Así que esa noche cene dos veces.


La llanura de Orce se extiende ante mí, el viento la recorre sin impedimento alguno. Carteles solitarios, descoloridos, situados junto a la carretera, recuerdan que de aquí salieron los primeros pobladores europeos. Campos llanos, del amarillo de los trigos segados, insensibles a nuestro esfuerzo, los kilómetros caen lentos, muy lentos, demasiado. El viento ayuda poco; contrario y pertinaz, impide avanzar a pesar de la tendencia descendente del terreno. Orce se presenta ante mí en la ladera del barranco, tiene torre y castillo, plaza e iglesia, y hasta cuartel de la Guardia Civil. Relleno el bote con agua de la fuente y sigo luchando contra el viento hasta girar hacia sur por la carretera de Huéscar a Cúllar. En este último, asamblea vecinal y consenso en el recorrido a seguir; evitar la vía de servicio y dirigirse a Benamaurel, girar 90 grados y llegar a Baza. Aquí no sirve eso de que la hipotenusa es siempre más corta que la suma de sus catetos. Pasado Benamaurel, Baza a parece en el horizonte. Campos amarillos que con el paso de los minutos cambian al gris y Baza en el mismo sitio. Se tiñen de negro y Baza no se mueve. Estoy cansado, muy cansado y no se mueve. 


La desafortunada costumbre de este país de convertir las viejas nacionales en autovías, nos dejan en demasiadas ocasiones sin alternativas, ahora me toca lidiar con la vieja N-342 reconvertida en autovía entre Baza y Guadix. Hoy me ha obligado a dar un buen rodeo por Benamaurel y para mañana no sé qué hacer. Elegí el recorrido por Vélez Blanco, María y Orce huyendo del Tráfico y la A-92, pero el destino y la geografía me fuerzan hacia ella como la polilla a la luz. Pero se impone el sentido común, me dejaré de aventuras por el pantano del Negratín, de carreteras sin asfaltar y posibles fincas valladas. De vías de servicio que se interrumpen en la nada, con la posible solución kilómetros atrás. Uso la cabeza y no el corazón y tomaré un autobús que me lleve a Guadix y me evite el caos de esta A-92, una posibilidad que me sugirió Matías y ha madurado en mi cabeza a lo largo del día. Me decido y pido a la camarera de Casa Grande un par de bolsas de basura, de las grandes, por lo que valgan, que me servirán para "empaquetar" la bici en el autobús. No me las cobran y yo agradecido. 

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lunes, 10 de octubre de 2016

III Marcha Cicloturista de Bicicletas Clásicas La Retrovisor.





Es domingo, 11 de septiembre y participamos por segunda vez en La Retrovisor; Marcha Cicloturista para Bicicletas Clásicas que se celebra en Solares. Participamos el año pasado quedamos encantados y no esperamos menos de este año. Más de cien ciclistas ataviados a la manera tradicional nos encontrábamos en la finca Marqués de Valdecilla para tomar la salida. Los dorsales, recogido la tarde anterior, nos permitió tener algo más de tiempo para saludar a conocidos y amigos. A la firma coincidí con Tomás, "Señor de las Encartaciones" con el que haría parte del recorrido. Pasadas las diez se dio la salida siempre controlada por el equipo organizador, que tras un sinuoso recorrido por los alrededores, nos condujo al centro de Solares, lo que agradecieron numerosos curiosos y aficionaos que se congregaban en las aceras aplaudiendo a nuestro paso, lo que te producía una extraña sensación, entre orgullo y satisfacción.




Por la ladera sur de Peña Cabarga, final de etapa de la última Vuelta, nos dirigiremos al Parque de  la Naturaleza de Cabárceno, no sin antes tener que superar las fuertes rampas que dan acceso a la localidad de Somarriba. El Parque es un poco especial, está emplazado en una antigua mina de hierro y su característica más importante es el régimen de semilibertad en que se encuentran los animales. Pertenece al gobierno de Cantabria y su propósito es el de la educación ambiental y los trabajos de investigación sobre la conservación animal. Y ablando de animales y sin ánimo de ofender, los ciclistas de décadas pasadas debían ser unos verdaderos "bestias" para poder mover unos desarrollos que me atrevo a calificar de inhumanos. Un plato pequeño de 42 dientes juega con unos piñones en el que el mayor no superaba los 20. Toda mi admiración para ellos, porque yo debo de ser un "flojeras" pues he puesto un piñón de 28 a mi Vitus y apenas puedo moverlo.

 Imagen: La Retrovisor

Reagrupados en Cabárceno y tras atravesar el parque, reanudamos la etapa por carreteras más accesibles donde las rampas no eran tan agónicas. Por Obregón, Sarón y Abadilla nos introducimos en la ribera del río Pisueña, hasta la localidad de Esles donde la organización nos sirvió un estupendo tentempié en un bello paraje dominado por la ermita de San Cipriano. Con energías renovadas nos dirigimos hacia Lloreda y Arenal, cruzamos la A-8 cerca de La Helguera y por la N-634 nos dirigimos a Pamanes. Tras unos cuantos pueblos, barrios, carreteras y caminos asfaltados que recorren toda esta zona ganadera, llegamos a la localidad de La Cavada, lugar de un emotivo acto en el que Enrique Aja entregó el trofeo Vicente Trueba a unos de los ciclistas más longevos -96 años de historia del ciclismo- de Cantabria: Antonio San Miguel Lata. Las bonitas localidades de Líérganes y Ceceñas serán las próximas que atravesaremos para por un camino cercado por los campos de maíz subir hasta nuestro destino en Valdecilla. 

 Imagen: La Retrovisor

Guardar la bicicleta, una ducha rápida y a sentarnos a la mesa con los amigos. Bastante conseguido el arroz en paella, a base de carne y marisco. No estaría nada mal cuando valencianos y levantinos no pusimos pega alguna. A los postres se realizó el habitual sorteo donde la suerte me sonrió en dos ocasiones; la primera era una distinción al ciclista más lejano y mira por donde éramos tres, y los tres murcianos y una mano inocente me eligió a mí. De nuevo la fortuna llamó a mi puerta para que no me faltara con que desayunar las próximas semanas; un lote de sobaos y cafés El Dromedario. No quiero alargarme más, solo felicitar a la organización por su buen hacer, a Enrique Aja y su familia por su cordialidad, y citar a los amigos para vernos como mínimo el año que viene en esta bonita localidad de Solares.

 Imagen: La Retrovisor

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Mariano Vicente; Murcia, 12 de septiembre de 2016.