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martes, 7 de junio de 2016

Triangulo Santo: Jornada 2 Lugo-Grandas





Fantasmales pueblos entre la niebla, proyectos de bosques tenebrosos, perros que ladran ocultos en la distancia, sufrimiento. Porque hoy toca sufrir, subiremos cinco puertos y docena y media de medios puertos y cuestas varias hasta llegar a Grandas. Las hay de todas las distancias y porcentajes, desde la salida de Lugo hasta un kilómetro antes de llegar.



Hemos bajado desde la muralla hasta el río para comenzar las subidas del día. Rampas del 14 y 16 % nos ha regalado el camino nada más comenzar. Camino de arena entre umbríos bosque que hemos mantenido unos diez kilómetros hasta enlazar con la carretera de Asturias.



No puedo decir que a partir de ese momento todo haya sido más fácil. Hoy como ayer, seguimos en tierras gallegas, esas que no tienen un solo kilómetro de llano. Uno tras otro se has sucedido cuestas y puertos; Baqueriza, con sus casi novecientos metros, Fontaneira con 936 metros, Alto de Cerredo, 960, el subidón de A Fonsagrada, el alto Do Acevo de 1.050 metros. Ya estamos en Asturias pero las meigas no deben de entender de fronteras, nada más bajar el anterior comienza otra subida y aquí viene lo mejor, este puerto tiene casi el mismo nombre que el anterior; puerto de Acebo, y tiene 20 metros menos.



Lo malo no han sido los cinco puertos en la jornada, sino que entre uno y otro se nos regalaba alguna que otra cuesta de esas que se quedan en el corazón y destrozan los riñones. Porque de piernas andaba bien, pero me fallaba todo lo demás. Que contaros de las posaderas tras horas de pedalear a un ritmo constante de 6 o 7 kilómetros por hora; muñecas y cuello no le andaban a la zaga. En alguna subida era tal la monotonía, a esas horas del medio día que tenía que hacer un esfuerzo suplementario para no dormirme. Toda la jornada con velocidades de 5 o 50, lo malo es que las de cinco duraban horas con un sol de justicia y las de 50 un suspiro. 



Del paisaje que os voy a contar, bosques y prados se alternaban monótonos, se intuían ríos cantarines que la vegetación hacia invisibles; como a las aves, se la oían y nada más, salvo una pareja de águilas cerca del puerto del Acebo a las que estive viendo evolucionar un buen rato.
Lo mejor el tapeo que acompañaba a cada cerveza, y con este sol, han sido muchas durante el recorrido; y muchas más ya en destino tras la ducha. Pasta, carrilleras y lacón ha sido la cena.
Son más de las once y estoy cansado, no tengo conexión, así que mañana será otro día. Pensamos llegar a Tineo, pero eso se vera mañana.

Mariano Vicente, en Grandas a 7 de junio de 2016. 

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Triangulo Santo: Jornada 1 Santiago-Lugo





Corren raudas la nubes hacia levante, dejando jirones de sus negros vientres en las altas copas de los arboles. El día ha amanecido nublado y con muchas posibilidades de lluvia. El sellado de la credencial ha producido alguna sorpresa entre los empleados de la oficina del peregrino, que se ha transformado en interés cuando les he explicado nuestro propósito de unir Santiago, Liébana y Caravaca, máxime siendo el próximo año jubilar en Caravaca.

Un buen desayuno y al camino. Camino saturado ya de peregrinos ¡y estamos a primeros de de junio! Peregrinos en su mayoría extranjeros, nos ha costado encontrar respuestas al saludo que fueran en nuestro idioma. Mucho, pero mucho alemán. Se ha mantenido esta tónica hasta la población de Azúa, bajando considerablemente el número de peregrinos por el camino primitivo.



La única tormenta del día nos ha sorprendido a cubierto. Estábamos reponiendo fuerzas en la churrería Furanchu, cuando ha caído la tromba de agua. Y como a grandes males grandes remedios, hemos hecho tiempo con una buena ración de pulpo. Extraño animal que mejora mucho después de muerto y cocido, más si lo aderezas con algo de pimentón, mejor si es al cincuenta por ciento de dulce y picante.

La jornada se ha hecho dura, por el kilometraje y el desnivel, pero en especial por ese constante sube y baja al que te someten estas tierras gallegas, terminando por destrozarte, aburrirte y desesperarte. Y no es cuento la subida desde la orilla izquierda del Miño hasta el hotel situado junto a la muralla; casi en línea recta.

Hasta Azúa la mayor parte del recorrido ha sido por el camino francés, compartido en ocasiones con la carretera. En el primitivo la mayor parte hemos utilizado la carretera donde nos ha parecido que ahorrábamos kilómetros o esfuerzos y cuando no el camino. Sufrido una y otra vez la “famosa” dorsal gallega que uno no sabe bien ni de dónde viene ni adónde va pero que a ti te hace subir constantes pendientes, hasta alturas que poco a poco se aproximan a los setecientos metros de altura, que pierdes en un santiamén y vuelta a empezar. El paisaje compensa, por ese verde omnipresente de mil matices presentado, desde verde grisáceo de las boscosas plantaciones de eucaliptos al verde blanquecino de los robles con sus tyroncos recubiertos de líquenes, o esos prados, algunos diminutos, que salpican aquí y allá, en esta época pintados de violetas.



Compensa por pueblos como Sobrado y su monasterio cisterciense de Santa María, quizá más conocido como el monasterio de Sobrado de los Monjes, bueno Sobrado dos Monxes que estamos en Galicia; afortunadamente declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Compensa por pueblos como Friol, perdido en mitad de los montes, pero con un encantador parque ribereño que es una delicia. Compensa por la entrada a Lugo por esa pasarela colgante y peatonal que te proporciona unas magnificas vistas de las feraces riberas de del Miño. Compensa por la propia ciudad de Lugo, por su muralla, por su casco antiguo y por sus estupendos locales de tapas. Cerveza fría y abundante y rico condumio, que más se puede pedir.



En Lugo, frente a la muralla, un lunes del mes de junio.   

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