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domingo, 20 de mayo de 2018

200 Millas 2018



De Lorca a Venta Ticiano

Las 200 Millas son un reto personal y como tal hay que entenderlas. No se trata de una competición, ni siquiera una prueba ciclista, es algo que solo le atañe a Mariano aunque participen algunos amigos. Leyó algo de 100, 200 o 300 millas, pruebas que se realizaban en países lejanos al nuestro y de ahí surgió la idea de plantearse anualmente un recorrido en bicicleta de kilometraje elevado (para él) y si era posible que reuniera una serie de características en cuanto a paisaje y desnivel; al principio de una jornada pero poco a poco fue cuajando la idea de ampliarlo a un par de días, pernoctacion incluida. Como he comentado esta era una idea que solo implicaba a Mariano, pero de inmediato la hizo suya Juan Bautista y los dos ha realizado todas las anteriores, ya el año pasado se unieron otros amigos como Antonio, Ariel y Ángel porque este tipo de cosas si es junto a los compañeros de fatigas, saben mucho mejor.

Se puso manos a la obra, busco recorridos que sintetizaran las propuestas anteriores en cuanto a kilometraje; que fuera superior a 300 kilómetros, acercándose a esa cifra mágica que se había planteado de 200 millas. Procuro recorridos en los que el entorno paisajístico fuera un factor importante lo que implica la mayoría de las veces desniveles elevados, y así tras varios años ha llegado a las 200 Millas de este 2018.

El recorrido, a priori, de los más duros a realizar hasta el momento, contabiliza un desnivel positivo que supera los 5.000 metros para las dos jornadas. Partirán de Lorca para por Xiquena llegar a Vélez Blanco, la Puebla de don Fadrique, Santiago de la Espada y Venta Ticiano donde acabaría la primera jornada. La segunda ira por Yeste, Letur, Socovos, Calasparra, Yechar, Ceutí y Molina para acabar en Murcia.


Son las siete y cuarto cuando los viajeros pertrechados con la indumentaria y demás aditamentos ciclistas se encuentran en el anden de la estación de ferrocarril de Murcia del Carmen junto a sus monturas, tomaran un tren que cinco minutos después los transportará hasta Lorca, lugar de comienzo de su singladura. Durante el trayecto en tren los comentarios fueron los habituales en estos casos; todos justificando su falta de entrenamiento, la mala racha en el trabajo que les había robado tiempo para montar, la falta de forma, y un conocido etc., que los ciclistas nos sabemos de memoria y a pesar de la fama que cazadores y pescadores tienen sobre la veracidad de sus afirmaciones, los ciclistas no le van a la zaga.

Ya en Lorca lo primero que hacen los viajeros no es lo que se supone en estos casos; de coger la bici y salir pitando, no, se van al Mesón Lorquino a tomar belmontes (el belmonte es un café que se toma en la zona de Murcia y adyacentes, con leche condensada y coñac) y pastas, justo lo recomendado por las guías de alimentación deportiva para la ocasión. Ya entonados comienzan su andadura, hace un día estupendo, el cielo parcialmente cubierto, incluso algo fresco. Que diferencia con el año pasado que tuvieron que soportar temperaturas saharianas ya desde el comienzo. Pasan los kilómetros y los viajeros van cada uno a lo suyo, pero en grupo. David sorprende con una cámara de vídeo de esas deportivas que le ha regalado no se sabe que empresa, pero que tiene que llevar en la mano o guardar en el bolsillo del mallot, pues en el tren una mala colocación de la bici hizo que en una curva se diera un golpe y partiera el soporte situado en el manillar.

Pasan los kilómetros, sino rápidos, por lo menos a un ritmo razonable, porque no nos engañemos, nuestros viajeros no son unos fieras del pedal, aunque alguno pueda creer lo contrario. Tampoco son unos críos y no están ni mucho menos en su peso ideal, pero eso sí, voluntad no les falta. Pasan la Fuensanta encaminándose casi en linea recta hacia las sierras del Pericay y Gigante siempre con una suave y constante pendiente positiva, pero esta sensación es algo engañosa pues la carretera girara decididamente hacia el oeste dejando estos macizos a su derecha. Casi sin darse cuenta, entre sarmentosas vides, se acercan al fantasmagórico castillo de Xiquena, construido sobre una pequeño cabezo, domina el cauce del río Corneros. Primero defendió el reino nazarí y después hizo lo propio con el castellano, siempre estuvo en tierra de frontera hasta que por cuestiones políticas lo destruyo el marqués de los Vélez. A pesar de estar declarado Bien de Interés Cultural, se encuentra bastante deteriorado alzándose solo algunos lienzos de piedra rojiza. Desde lo alto de sus adarves se tenia linea visual de las fortalezas de Tirieza, Puentes, Vélez Blanco y Vélez Rubio.


Vélez Blanco aparece algo difuminado, no se sabe muy bien si por la calima o una extraña niebla, probablemente sea esto último porque el día no esta muy caluroso, el blanco de las nubes van ganando porcentaje al azul del cielo y una brisa que no llega a ser desagradable se instala poco a poco del oeste. La carretera obliga a subir piñones para alcanzar el pueblo y el bar correspondiente, en plena plaza, casi a los pies de su bien conservado castillo. Nada de barritas y cosas de esas, no, ellos al bocadillo de jamón y a la cervecita, luego quieren progresar, piensan que tarde o temprano llegarán a ser unos ciclista “pro” así, sin sacrificarse y sin privarse de “na”. Durante el tentempié en la terraza corren las sillas, buscan el sol, se agradecen esos rayos juguetones que logran colarse entre las nubes.

Y vuelta a empezar, ahora se quejan los viajeros de la subida hacia María, como si no supieran que estaba allí y que hasta el pueblo no queda otra. Unos suben mejor, otros peor, coronan con poca diferencia, los más corpulentos como Mariano se dejan caer a buena velocidad ¡Como disfrutan algunos en cuanto la carretera pica para abajo, por poco que sea! comienzan aquí una serie de sube-baja entre pinares, estribaciones del Parque Natural de María y Los Vélez, que se les hacen llevaderos. Pronto son sustituidos por campos de labor al acercarse a Cañada de Cañepla, que superan sin detenerse. A Mariano esta carretera le trae viejos recuerdos, de cuando la recorrió en sentido contrario en un viaje con alforjas entre Hellín y Lorca, pero de eso hace ya tanto tiempo que ha quedado difuminado en su memoria. Sabe que durmió cerca del puerto del pinar, en plena naturaleza y que paro a comer en Cañada de Cañepla, que luego hizo noche en María, antes de llegar a Lorca, pero como ya he dicho hace tanto tiempo que apenas lo recuerda, ¡esta muy mayor!


Una gran llanura se extiende hasta cerca de la Puebla, hoy dominada por grandes explotaciones agrarias. Por un camino perpendicular a la carretera circulan dos camiones y un tractor intercalado entre ellos, a tal velocidad que levantan una espesa nube de polvo que el viento de poniente lleva hasta la carretera. Hacen cálculos los viajeros y tienen la seguridad que se tendrán que tragar el polvo. El primero en hacerlo ha sido Angel que va un poco adelantado, se come la del primer camión, Mariano piensa que puede librar porque el tractor ha salido al asfalto y viene hacia él, si acelera igual llega antes que el segundo camión, pero no, no lo consigue y se ve envuelto en una gran nube de polvo, por el rabillo del ojo, difuminado por la polvareda, vislumbra al camionero y tiene la sensación de que se va riendo entre dientes. Juan Bautista, Antonio y David pasan cuando ya se ha solucionado el problema.

A la Puebla de don Fadrique llegan a medio día, y como no, piensan que es buena hora para comer, restaurante y menú del día, primero, segundo, postre y hasta café, que no se diga y no quiero mencionar la cantidad de cerveza que trasegaron con la excusa de adicionarle un poquito de limonada ¡Para hidratar según ellos! Unos ciclistas como marcan los cánones habrían continuado, si acaso, comiendo alguna barrita, pero ellos no, hora y media han estado moviendo los mofletes y dándole a la sin hueso. La sorpresa vino a continuación; David se sube al coche. Porque se me ha olvidado deciros que estos ciclistas son un poco “señoritos”, llevan coche de apoyo y todo, para llevar la ropa de paisano y un poco de agua fresca, pero puedo dar fe que esta última ni probarla. Han “engañado” a su amigo Jesulen para que les haga de chófer. El tema de que David se haya subido al coche ha levantado ampollas; unos piensan que tiene mucho morro, así se ahorra las dos subidas que les quedan, las más importantes del día, otros que esta “liquidao” a pesar de que lleva dos semanas haciendo mas de quinientos kilómetros cada una, pero parece que no ha sido suficiente. En realidad es Antonio el que menos ha entrenado pero se esta portando como un campeón, ni siquiera se queja, aunque yo creo que es por ahorrar fuerzas que todo suma.

Sales de la Puebla de don Fadrique y comienzas a subir. Aquí no se puede hablar de grupo, cada uno ha comenzado andar cuando le ha dado la gana, el más tardon ha sido Mariano que ha salido probablemente un cuarto de hora más tarde. Cada uno sigue a su ritmo intentando que no se les “agarre” demasiado este puerto que sin tener rampas muy duras sube hasta los 1.600 metros. En su fuero interno, dos o tres de los cuatro que quedan, piensan que igual no lo consiguen y el problema es que ahora con David en el coche solo queda espacio para uno más. Pero uno detrás de otro, como las cuentas de un rosario, todos lo superan, el último en llegar es Mariano que un poco mosca pregunta: -¿cuanto tiempo lleváis esperando? Alguien contesta que unos cinco minutos y a Mariano le aflora una sonrisa picarona, si le llevaban quince les ha sacado diez, no esta mal. 


Las fotos de rigor, algún selfie autocomplaciente y se lanzan a una bajada algo engañosa; al principio baja un poco pero después mantiene la altura, incluso sube un poquito, hasta que de un tajo, se abre el valle del Zumeta y la carretera se lanza vertiginosa hacia el vacío. Espectaculares paisajes mil veces visto por los viajeros que no pueden sustraerse a su contemplación. Aquí es donde peor lo pasa Antonio, las bajadas no son su fuerte, se apodera de su cuerpo como un miedo irracional que lo agarrota y le impide disfrutar de la bajada. Lo contrario que le pasa ha Mariano, y si me permiten una opinión, creo que es el único lugar en el que realmente disfruta. Pero como en casa del pobre poco dura la alegría, comienza de nuevo la subida que no cejará hasta llegar a Santiago de la Espada. Y aquí pasa lo que tenia que pasar al ir cada uno a su aire. Juan Bautista, que es el serpa del grupo y ha preparado el track, indica al llegar a un cruce a la entrada del pueblo que giren a la derecha, y así lo hacen. Lo malo es que Ángel que viene electrificado, de lo que hablaré más tarde, ha subido delante y no se entera, para en la gasolinera de la entrada y se tira allí más de media hora esperando mientras los demás avanzan despreocupados hacia el cercano destino pensando que va delante.


El Zumeta sigue deparando un hermoso paisaje, bajan río y carretera encajonados en un profundo barranco, la una más alta que el otro, con lo que el recorrido no tiene desperdicio para la vista. Poco a poco van confluyendo en altura, ahora es el bosque de ribera el que depara las más espectaculares postales. Continúan río y carretera en un sinuoso abrazo, en algún punto él se esconde entre los chopos y ella, sin espacio, sube para buscarlo sobre las copas. Esto descoloca un poco a los viajeros que tienen que superar repechos del ocho por ciento casi a traición, pero como todo tiene un final, Venta Ticiano aparece como una isla entre la carretera y el río generando en los viajeros esa sensación agridulce que provoca el final del recorrido. No, no crean ustedes que se ponen hacer estiramientos para que el cuerpo asimile los 150 kilómetros y más de 2.800 metros de desnivel acumulado no, se tiran de cabeza a la barra del bar y beben una cerveza tras otra con la excusa de una “correcta” hidratación, además les ponen una tapita con cada una, lo que puede ser su perdición. Hidratados y duchados salen a dar un paseo y hacer tiempo para la cena, apenas habían andado un centenar de metros una señora; entrada en años, delantal blanco y autoritaria voz, se dirigió a ellos:

-¡Eh! ustedes a donde van. Vengan para acá.

Los viajeros acogotados y obedientes dan media vuelta y se dirigen hacia ella.

-Que quieren cenar. Les pregunta a bocajarro.

Apenas con un hilillo de voz alguno se atreve a decir que algo de pasta, otro que sopa de fideos.

-Lo que ustedes quieran, bueno sopa de fideos y dejo zanjada la cuestión del primero.

Los viajeros prevenidos y viendo como se ponían las cosas pidieron casi al unísono carne a la brasa. Carne de cordero a la brasa, concretaron.

-Si quieren les puedo poner también pescado u otra cosa, ya les digo que lo que ustedes quieran. Volvió a repetir con autoridad y se fue para la cocina.


Los viajeros ya no dieron más vueltas y se fueron directamente al comedor sentándose pacientes a esperar la cena, cerveza va y cerveza viene. La sopa se la trajeron en bonitas cazuelas individuales de porcelana blanca y estaba rica. La carne, en bandejas y abundante, junto a unas ensaladas con verduras tiernas y jugosas. Los postres bailaron del arroz con leche al pan de calatrava y de las natillas a las frutas. No se privaron del café y hasta de algún chupito. Y con esto pensaron que estaba bien y se fueron a la cama, no sin antes apalabrar la hora del desayuno.

De Venta Ticiano a Murcia

Amanece el día algo menos fresco que el anterior, con un sol radiante que desmiente la posible amenaza de lluvia para la tarde anunciada en televisión. También la tarde anterior sufrieron la misma predicción pero que no llego a materializarse a pesar de que las nubes era cada vez más y su vientre más negro. Para desayunar fruta y tostadas de pan de pueblo; con aceite, con mantequilla y mermelada, y los viajeros se comieron unas cuantas. Supongo que al personal del establecimiento les saldrá a cuenta; pues por lo que comieron y bebieron, cama incluida, pagaron lo estipulado de antemano, cuarenta y dos euros por cabeza.


Siguen los viajeros durante cuatro kilómetros al Zumeta hasta que entrega sus aguas al Segura. Después siguen a este hasta que se sumerge en el embalse de la Fuensanta. Ahora a los viajeros les tocan seis kilómetros al seis por ciento de subida hasta Yeste, los que se han puesto manga larga ante el fresco de la mañana no tardan en quitársela. En este pueblo no se detienen, pararon cuando bajaron el Segura e hicieron noche en él (https://achobike.blogspot.com.es/2015/07/el-rio-segura-catorce-anos-despues.html). Continúan para dejarse caer por la preciosa carretera de Letur que les llevará a encontrarse de nuevo con el Segura en pleno pantano de la Fuensanta. Lo atraviesan por un moderno puente, de la Vicaría se llama, para dirigirse decididamente en dirección este. Campos de labor cuajados de amapolas escoltan su paso. Aislados caseríos, agrupados unos junto a otros sin llegar a conseguir su intimo deseo de ser pueblo. La carretera sube y baja sin descanso la mayor parte de las veces entre almendros, otras entre verdes pinos hasta acercarse a Letur. Mariano descubre un viejo conocido; el Canal del Taibilla (https://achobike.blogspot.com.es/2014/11/el-canal-del-taibilla-un-viaje-en.html) que los escoltará con sutileza hasta Socovos.


Entran a Letur, “…pueblo fresco y deleitable, alegre y de mucho agua y frescuras, de yedras y vidarras y zarzas y otros muchos que no son de fruto…” como lo describen las relaciones topográficas de Felipe II. Pero los viajeros no se entretienen en eso y andan discutiendo si toman o no una cerveza y su correspondiente compaña. Después de un tira y afloja deciden continuar; tienen miedo de lo que aún les queda, más por el kilometraje que por el desnivel. Continúan hacia Socovos, a algunos da la sensación de que el recorrido se les empieza a pegar. El santiaguista Socovos también se lo saltan, han hablado de comer en Calasparra, pero eso sería muy tarde por lo que han acordado hacerlo en Tazona a mejor hora y más cerca. Se detienen en el bar que les queda según van a mano derecha, tiene una terraza que va ni que pintada para la ocasión, estarán fresquitos y tendrán controladas las bicicletas. Ángel descubre un enchufe que le viene al pelo, preguntan si tiene corriente y la tiene. Lleva una bicicleta eléctrica, una Orbea Gain que le aguanta muy bien el largo recorrido, claro que él la lleva desconectada siempre que el porcentaje no sea positivo, así hizo ayer los 150 kilómetros con un desnivel que supero los 2.800 metros. Tenía miedo para la etapa de hoy que superará los 180 kilómetros aunque sea por poco y estar cargándola ahora le da mayor tranquilidad, sabe que le dará tiempo a una buena carga porque estos viajeros no son de comida rápida. Y tanto, empezaron con entrantes y terminaron con solomillo y entrecot, tampoco despreciaron los postres y el café. Creo que ustedes ya empiezan a conocerlos.


Ahora la carretera pica para abajo, Mariano aprovecha su peso y corpulencia para poner un buen ritmo, mira para atrás y no ve a nadie, le da igual ya le cogerán en las subidas. La tendencia se mantiene igual hasta poco antes de Calasparra en la que toca subir algún piñón. Los Campos del Cagitán, que en algunos mapas se llaman Llanos, no lo son tanto. La carretera traza en esta zona una linea recta llena de ondulaciones, suaves, pero muchas llegan al seis y al ocho por ciento, y lo malo es que se repiten una detrás de otra sin descanso y acumulando siempre algunos metros más de altura. Los viajeros por esta zona van ya un poco a su aire; Juan Bautista, tira y tira incansable por delante, Mariano dice que se parece al conejito de Duracell, porque sigue y sigue…, por detrás va ángel con su eléctrica y después Mariano arrastrándose en cada subida. Antonio y David están bastante más atrás. Mariano, con su despiste habitual, equivoca la carretera y se va dirección a Cieza, es una larga recta y no ve a nadie, sabe que tiene que haber una carretera hacia la derecha pero no sabe a que altura. Se detiene y llama a Juan. Efectivamente le confirman que lo han visto equivocarse, pero que no hay problema, que pronto encontrará la misma carretera que ellos tomarán en el cruce siguiente, que siga por ella y ya se verán, que los kilómetros son casi los mismos. Juan Bautista espera a Mariano en el cruce y juntos suben las cuestas de Fuente Caputa, paran en el alto, comen una barrita y para su sorpresa llegan subidos en el coche Antonio y David. Ángel, que ya ha coronado, les esperará abajo. A partir de aquí todo es más fácil; vertiginosa bajada hasta Yechar, ligera subida hasta el cruce de Ceutí y bajada hasta la población.

Juan Bautista, Ángel y Mariano, los tres sobrevivientes, cruzan hacia Lorquí y siguiendo el segura pasan Molina. Van contentos, saben que el reto lo tienen superado, hasta se permiten el lujo de imponer un fuerte ritmo ante la protestas de Ángel porque su bici corta a los 25 km/h, incluso esprintan juguetones en las pequeñas subidas antes de Javalí Viejo. Ya sienten cerca el final, se introducen por la carretera de La Ñora y el Malecón. Ven la torre de la Catedral, ya están en casa. Han superado las 200 millas un año más, unos en mejores condiciones que otros, pero todos con la ilusión intacta pensando ya en las del próximo año.

En Murcia 6 de mayo de 2018.

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miércoles, 21 de junio de 2017

200 Millas 2017 Jornada 1: Lorca-Nerpio



Con Aviso Naranja por Altas Temperaturas nos sorprende la AEMET justo unos días antes de la fecha señalada para las 200 Millas de este año. Los días solicitados en el trabajo, bici y equipaje preparado y nuestras ganas intactas. ¡Tampoco será el león tan fiero como lo pintan! Fue nuestra justificación, la defensa utilizada para no suspender nuestro viaje. ¡Inconscientes!
No sé si el león era tan fiero o no, pero calor hizo y mucho. La historia comienza en el andén de la estación de Murcia, son las siete y cuarto y allí nos hemos presentado Juan Bautista, Antonio Cervantes, su yerno Ariel, Ángel y yo, para subir al tren de cercanías que nos llevará en aproximadamente una hora hasta Lorca, donde comenzará nuestra ruta, no sin antes propinarnos un buen desayuno en el Mesón Lorquino.



Son las nueve y diez cuando comenzamos a pedalear sin mucho calor y algo de tráfico hasta la carretera de la Fuensanta, bajo la inquisitiva vigilancia de la torre Alfonsina. Comienzan las cuestas y comenzamos a notar el calor, pedaleamos alegres, las fuerzas intactas, tenemos unos 150 kilómetros por delante y un importante desnivel, pero no nos preocupa demasiado, tenemos suficientes lugares donde repostar y refrescarnos, el primero será en Vélez Blanco, pero antes nos lo tendremos que ganar. El horizonte lo dominan el Gigante y el Pericay, a los que nos dirigimos casi en línea recta, más a la izquierda, difuminada por la calima, la Sierra de María.



A la altura del embalse de Puentes giramos decididamente al oeste. Pasada la Fuensanta comienza a dibujarse en el horizonte, sobre un elevado cerro, los restos del medieval castillo de Xiquena. Conforme nos acercamos se definen con mayor claridad su airosa construcción, aún que muy deteriorado. Castillo roquedo con doble línea de fortificación, los lienzos rojos de sus muros contrastan con un cielo blanquecino. Pronto es sustituido por el de los Fajardo, recostado en las laderas de la Sierra de María, renacentista y en mucho mejor estado. Conquistarlo no será tarea fácil; serán cuatro kilómetros de dura subida bajo un sol de justicia, menos mal que nos vamos a resarcir. Riñones, albóndigas, patatas bravas, más riñones y cerveza, mucha cerveza para combatir el calor que ya se deja notar ¡y de qué forma!



Repuestos, abastecidos de agua en la fuente, continuamos nuestro camino. La carretera envejece por momentos, pinchazo en la rueda delantera, ni una sombra a mano. Reparo con la ayuda de Ariel y continuamos a delante. Menos de dos minutos y otro pinchazo que más parece un reventón, y en la misma rueda. La observamos casi como si fuera una bacteria a través de un microscopio para descubrir un par de profundos cortes, uno en un costado, el otro en plena banda de rodadura, ¡y solo tiene un par de meses! Tiramos de experiencia para colocar por el interior de la cubierta un par de trozos de tubular que siempre llevo en cima para estos casos. No nos dará más problemas en los siguientes doscientos kilómetros.



Nos acercamos a Topares entre rubios y ondulados campos de cereal y nos sorprende con una “tachuela” de un par de kilómetros con rampas que llegan al seis por ciento y un sol de plomo. ¿Habrá bar? No podemos pasar de largo, hay que refrigerarse e incluso comer algo. Hubo suerte; un bar, terraza a la sombra. Cerveza, mucha cerveza y unos ricos bocadillos de solomillo, ¡y hasta helados! Lo peor viene a continuación; tras una bajada, la carretera se empina suavemente franqueada de cardos descomunales. El 1, el 2, el 3, el 4 por ciento y el sol oprimiendo la espalda, el casco caliente, las gafas queman. Sudor, crema protectora, lodo blanquecino que se precipita codo abajo, los ojos entrecerrados, el cerebro casi en blanco. Pedaleo en modo supervivencia superando las dificultades, pero otros aún lo están pasando peor. Ángel decide que no puede más y no hay forma de convencerlo. Abandona y su hijo vendrá a recogerlo, nos desea suerte y seguimos adelante.



Pedaleamos ahora por la C-330 en dirección a la Puebla de Don Fadrique, con algo de tráfico, que abandonamos a la altura del Moral. La carretera se estrecha y deteriora, tenemos que ir pendientes de los baches, pero nada más, ni un coche en todo el recorrido hasta Cañada de la Cruz. Llevamos más de 100 km. cuando nos detenemos frente al bar y aún nos queda lo más duro de la subida. Refrescos, agua, arroz con leche, helados, todo es bueno para poder continuar. Juan y Ariel, más fuertes y jóvenes, se marchan delante. Nos han comentado no sé que de unos geocaches a la altura del Plantón del Cobacho. Antonio y yo nos lo tomamos con calma, pedaleamos por una la carreterilla hacia la fuente de la Carrasca, la pedanía más meridional del municipio del Nerpio, rodeando la Sierra de las Cabras, techo de la provincia de Albacete con más de 2.000 metros. La subida se deja notar, en algún punto supera el 11 %, menos mal que el sol está ya bajo y el calor ha disminuido considerablemente aunque la temperatura sigue siendo alta. Tenemos que llevar cuidado con el asfalto en algunos puntos en muy mal estado, incluso llega a desaparecer en algunos metros. Poco a poco vamos girando en dirección norte y alcanzando las partes más elevadas de la ruta. Cuando ganamos los 1.580 metros el sol luce un rojo encendido y comienza a alargar las sombras en los valles. En Cañadas de Abajo, las cabras habitan el caserío, mientras nosotros seguimos esforzándonos, aún no es franca la bajada. 



Ahora sí, en un collado la carretera cambia a un excelente asfalto y nos dejamos caer a tumba abierta, dichosos, casi eufóricos, hacia el almenado Pedro Andrés. Nuestro esfuerzo obtiene su recompensa, ya sabemos que nada nos detendrá hasta el Nerpio. Apenas nos detenemos en el Plantón del Cobacho, un esperpento de lo que fue y ya no es. Continuamos raudos hacia el Hostal Los Nogales, cuando llegamos el sol se ha escondido tras los montes.


Mariano Vicente, junio 2017.

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martes, 11 de octubre de 2016

El Veleta y yo: Lorca-Baza





Mi particular celebración de la Semana Europea de La Movilidad será un recorrido de alrededor de 350 kilómetros uniendo las localidades de Lorca y Granada con subida al Veleta incluida, por aquello de que el movimiento se demuestra andando.
  
Son Las 7.28 cuando el tren que me llevará a Lorca se pone en movimiento. Ha llegado el día; el día de la segunda juventud de mi vieja Conor, de cumplir con el objetivo previsto de conquistar el Veleta. He optado por Lorca lo que me deja una jornada mucho más accesible que la de comenzar en Murcia. Hace una temperatura agradable y el cielo es claro y luminoso, el sol deja a contraluz el castillo de Lorca mientras pedaleo por la carretera de la Parroquia, junto al cauce del Guadalentín, dominado por baladres y tarays. Más arriba su afluente, el Vélez es como él una cinta seca de arena escoltada por una agónica línea de eucaliptos amarillentos. 


Llego a la Parroquia, pueblo tranquilo donde los perros sestean al sol y las muchachas se solazan en la terraza del bar. La carretera, entre almendros, se dirige inexorable hacia los cada vez más omnipresentes Gigante y Pericay que cubren con su mole el horizonte, hasta que asustadiza gira 90º y se dirige más decidida hacia el oeste. En un horizonte brumoso por un sol aún bajo destaca el rojizo castillo de Xiquena. El silencio se apodera del paisaje, solo interrumpido por el trinar de los jilgueros. Poco después el altivo castillo de los Fajardo lo sustituye en el horizonte. La carretera que hasta el momento tendía a subir, se empina decididamente. Pronto el encalado caserío de Vélez Blanco aparece a los pies de su castillo. Seguimos subiendo hasta ponernos a la altura del pueblo egetano que derrama su caserío ladera abajo. Su origen musulmán, siglo XIII, con ser significativo, lo es menos que el haber dado a la provincia de Almería su imagen; el indalo, pintura rupestre con forma humana aparecido en la Cueva de los Letreros y declarada Monumento Histórico Nacional en 1924.



Hago un alto y tomo un refresco mientras descanso, no he terminado la ascensión, aún me queda subir a María. Este pueblo me trae recuerdos de antiguos recorridos por el Nerpio y la Puebla de Don Fadrique. - Sabe usted que tengo dos hijas en Murcia; una es directora de Caja Murcia, la otra, es profesora en Guadalupe, me dice con orgullo de madre la dueña del local en el que estoy comiendo, la misma que hace más de 15 años me preparo una súper cena con todo lo que encontró en la cocina, según ella para que me pudiera recuperar del esfuerzo de la bici. Lo malo es que yo había pasado la tarde alternando por los bares de la localidad, y tienen la costumbre de ponerte una tapa con cada cerveza. Así que esa noche cene dos veces.


La llanura de Orce se extiende ante mí, el viento la recorre sin impedimento alguno. Carteles solitarios, descoloridos, situados junto a la carretera, recuerdan que de aquí salieron los primeros pobladores europeos. Campos llanos, del amarillo de los trigos segados, insensibles a nuestro esfuerzo, los kilómetros caen lentos, muy lentos, demasiado. El viento ayuda poco; contrario y pertinaz, impide avanzar a pesar de la tendencia descendente del terreno. Orce se presenta ante mí en la ladera del barranco, tiene torre y castillo, plaza e iglesia, y hasta cuartel de la Guardia Civil. Relleno el bote con agua de la fuente y sigo luchando contra el viento hasta girar hacia sur por la carretera de Huéscar a Cúllar. En este último, asamblea vecinal y consenso en el recorrido a seguir; evitar la vía de servicio y dirigirse a Benamaurel, girar 90 grados y llegar a Baza. Aquí no sirve eso de que la hipotenusa es siempre más corta que la suma de sus catetos. Pasado Benamaurel, Baza a parece en el horizonte. Campos amarillos que con el paso de los minutos cambian al gris y Baza en el mismo sitio. Se tiñen de negro y Baza no se mueve. Estoy cansado, muy cansado y no se mueve. 


La desafortunada costumbre de este país de convertir las viejas nacionales en autovías, nos dejan en demasiadas ocasiones sin alternativas, ahora me toca lidiar con la vieja N-342 reconvertida en autovía entre Baza y Guadix. Hoy me ha obligado a dar un buen rodeo por Benamaurel y para mañana no sé qué hacer. Elegí el recorrido por Vélez Blanco, María y Orce huyendo del Tráfico y la A-92, pero el destino y la geografía me fuerzan hacia ella como la polilla a la luz. Pero se impone el sentido común, me dejaré de aventuras por el pantano del Negratín, de carreteras sin asfaltar y posibles fincas valladas. De vías de servicio que se interrumpen en la nada, con la posible solución kilómetros atrás. Uso la cabeza y no el corazón y tomaré un autobús que me lleve a Guadix y me evite el caos de esta A-92, una posibilidad que me sugirió Matías y ha madurado en mi cabeza a lo largo del día. Me decido y pido a la camarera de Casa Grande un par de bolsas de basura, de las grandes, por lo que valgan, que me servirán para "empaquetar" la bici en el autobús. No me las cobran y yo agradecido. 

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jueves, 25 de agosto de 2016

El Veleta y yo 1


Septiembre se presenta complicado. Al principio todo era un camino de rosas, La Otero, La Retrovisor, Unibike y como colofón; El Veleta. Estos eran mis proyectos para septiembre, completo y difícil de conjugar con el trabajo, pero con muchas posibilidades de éxito. Todo marchaba bien, todo según lo previsto, hasta que la desgracia se cebo conmigo en forma de lumbalgia. Desde finales de julio ando padeciéndola, pero esta última semana ha sido horroroso. Totalmente inutilizado para casi todo, en especial para la bici. Unos pinchazos, pastillas a mogollón y a esperar una pronta mejora que me permita recuperarme y poder cumplir mis objetivos, aunque será difícil, he perdido el 100% de la forma física y solo quedan unos días. La Otero queda casi descartada, pero con la Retrovisor tengo un compromiso ineludible, iré aunque solo sea para hacer acto de presencia y no defraudar a los amigos. Queda el Veleta. 



Mi vieja Conor está casi lista, la he recuperado después de años de abandono. Aquella que me acompañó en mis primeros viajes iniciáticos en el mundo de las rutas con alforjas; rueda de nuevo. Necesitábamos para el estreno un reto importante, pero que no supusiera demasiados días ni una intendencia complicada. Granada está relativamente cerca y el Veleta junto a ella; se convierten así en un magnifico objetivo. Septiembre es el mejor momento, época en la que el tiempo es aún benévolo, 3.000 metros de altura no son ninguna broma.

Ya está casi lista, se ha transformado en una especie de Frankenstein, con viejos retales que me han proporcionado mis amigos; bielas y platos de Paco Bombas, un RX100 de Shimano triple y medidas de 28, 40 y 50 dientes. Antonio Máximo ha proporcionado el sillín; un precioso Ferrari Desing de Selle Italia aún en buen estado, el manillar y las manetas; unas vetustas, pero que funcionan bastante bien, Shimano Ultegra SC 6500 con su Flight-Deck que a pesar de los años, funciona como el primer día. Montadas por mi y partiendo desde cero -es mi primera vez-, unas ruedas con buje Shimano Deore en la trasera y Tiagra en la delantera. Las llantas son unas Mavic A119 y 36 radios de acero inoxidable a tres cruces. Creo, y no es falsa modestia, que me han quedado perfectas. También le he puesto tija y potencia nuevas. De la vieja Conor solo queda el cuadro, la horquilla y los guardabarros. El cambio es nuevo, un Acera que gestiona un casete de 9 coronas -antes llevaba seis-, con un rango que va del 11 al 32. El Pedalier también es nuevo al igual que el desviador, un Dura-Ace de tres platos. Los frenos que llevaba, unos cantilever de Shimano, los he tenido que sustituir porque los plásticos que soportaban los muelles estaban calcinados por el paso del tiempo y saltaron a la primera de cambio, han sido sustituidos por unos Avid Shorty 4 muy utilizados en ciclo-cros. Creo que ya no queda nada salvo el portaequipajes, que también es nuevo y los pedales, unos viejos Cona que ya veremos si conservo.



Ella está lista, el que no lo está, soy yo. ¡Maldita lumbalgia! Quizá influya superar los sesenta y rondar los cien quilos de peso, tener abandonada la bicicleta desde mediados de junio y estar trabajando todo el verano, pero apenas me puedo subir a la bici y cuando lo hago no ando; si me quedaba alguna forma del Triángulo Santo ha desaparecido. Si quiero subir al Veleta tendré que tomármelo en serio; pero que muy en serio. Lo primero la ruta, ¿por dónde? La mala costumbre de construir las autovías sobre las antiguas nacionales hace que en determinados tramos no haya otra alternativa que el arcén. Y me niego, aunque tenga que andar más kilómetros, buscaré otras opciones. 



La primera jornada entre Lorca y Baza presenta dos posibilidades de recorrido totalmente distintos; el primero, en constante subida desde Lorca, se dirige hacia Vélez Blanco y María para tras pasar por Orce llegar a Baza. El segundo por el sur, hacia Albox; es un poco más corto, apenas unos kilómetros, y tiene algo menos de desnivel, por lo que será posiblemente el elegido, aunque probablemente el tráfico sea peor. Los dos rondan los 150 kilómetros por lo que la distancia no será determinante. La cosa se complica entre Baza y Granada. El recorrido natural es por Guadix, pero lo ocupa la A-92 y alternativas hay pocas. En principio solo he visto una que forma una gran ese; se va hacia el norte por la carretera de Pozo Alcon, para al llegar al embalse del Negratín, girar hacia el sur formando un gran arco que atraviesa la autovía pasado Guadix, para girar de nuevo hacia el oeste, hacia las estribaciones de Sierra Nevada entrando en Granada por el sur. Una variante de esta, y que tiene muchas posibilidades, es la que en Huélago, continua hacia el oeste por la A-308 y entra en Granada por el norte, igual distancia pero con algo más de desnivel.



Para la tercera jornada no hay dudas, seguir desde Granada la A-395 hasta su final junto al Veleta. Casi 50 kilómetros de constante subida que ponen a prueba las fuerzas de cualquiera; y en mi caso hasta la paciencia, pues no tendré más remedio que poner "molinillo" prácticamente desde la salida, lo que se hará muy pesado. Pero los retos es lo que tienen, los haces o no, pero no te puedes quedar a medias tintas. Ya os iré contando cómo se desarrollan las cosas.

Mariano Vicente, agosto de 2016.