martes, 28 de diciembre de 2021

Marina Alta. Esencia mediterránea

 


La Marina Alta es una comarca situada al norte de la provincia de Alicante que abarca desde la zona de Calpe por el sur hasta la depresión de Denia por el norte. Es de orografía compleja, en unos pocos kilómetros encontramos valles y montañas que se adentran en el mar formando un paisaje quebrado de espectaculares calas y cabos. En este reducido espacio hay una gran diversidad de entornos naturales que van desde los arrozales a los viñedos, de las playas de fina arena a abruptas montañas que desde el nivel del mar suben a los 900 metros, sin perder de vista que en su interior se encuentran hasta 4 Parques Naturales.


 
Para recorrer la zona programé una ruta hace un par de años para hacerla con unos amigos; Matías y Antonio, este último anduvo por la zona en sus tiempos mozos, cuando el Sr. Fraga comenzaba a idear para este país el turismo de masas, cosa que consistía en traer nórdicos de piel blanca y poder adquisitivo alto y se la cambiaban por otra roja vaciando de paso sus bolsillos, cosa que debió gustarles porque han seguido viniendo, aunque algo debió influir que los bocatas, la cerveza y el vino estuvieran a precio de ganga. Zona a la que él no ha vuelto, la conoció agrícola y laboriosa y hoy sospecha que el turismo la habrá cambiado bastante.
 
Por motivos peregrinos que no vienen al caso, Antonio está enfadado conmigo y Matías lesionado, casi no coge la bici. Así que aquí estoy, solo y dispuesto a recorrer la parte central de la Marina Alta, dejando fuera tanto la parte más septentrional; la depresión que va de Pego-Oliva a Denia, como la más meridional, la que corresponde a la zona de influencia de Calpe. Nos mantendremos para ello dentro de una horquilla que comprende el sur del macizo del Montgó, que forma el cabo San Antonio y que fue declarado Parque Natural en 1987, hasta la Punta sur de Moraira, territorio que conforma la punta más oriental de la provincia de Alicante, el cabo de la Nao. Partiré de Teulada pueblo situado en el interior de la comarca y que está formado por dos núcleos de población, el propio casco urbano de Teulada y su puerto de Moraira.

 
 

Teulada, Moraira, y la inalcanzable Torre D´or.
 
Aparco en el interior de la población, monto la bici y busco un local para desayunar, las barritas y demás zarandajas, no son lo mío. El pueblo es bonito y aseado, casas de planta baja con fachadas encaladas y macetas en los balcones. El local, moderno y aseado, tomado por madres desocupadas hablando de sus retoños y del terror que sufren cada vez que les hacen un PCR. Es un no parar, cuando no es una profesora es otra la que da positivo. En la mesa de al lado, José; maestro jubilado que mata las primeras horas de la mañana frente a un café, me pone un poco al día de la historia del pueblo: Ha de saber usted que este pueblo es antiguo, que ya estuvieron por aquí los hombres primitivos, y hasta los romanos y los moros, pero lo que queda es más moderno, aunque también es antiguo no se crea. Si se acerca usted a la plaza de Els Portxes, verá una placa con la fecha de 1386, es de cuando el pueblo se separó del término municipal de Benisa-Calpe. Aquí siempre anduvimos de líos con los moros, no los de aquí, no, que eran buena gente, sino con los piratas berberiscos, que venían a robarnos las mujeres y las cosechas. Había que defenderse, por eso la iglesia de Santa Catalina tiene esa pinta de fortaleza que la hace tan curiosa y en el puerto, lo que hoy es Moraira, tuvieron que construir un castillo, y no se crea, que hasta los de Jávea se tuvieron que retirar un par de kilómetros tierra adentro y amurallar el pueblo. Aquí, antiguo, antiguo, aparte de la Iglesia, nos queda el edificio de la Sala de Jurats i Justicies, ya verá usted que es un edificio bonito, señorial, de la segunda década del siglo XVII. En él estaba la Casa de la Villa, lo que ahora llamamos Ayuntamiento y la Lonja de Contratación, ya ve usted que en aquellos tiempos eran gente práctica. ¿Y para dónde va a tirar usted?
 
-Quiero ir hasta Moraira y luego a Jávea por la costa para volver otra vez aquí.
 
¡Ah!, pues si tiene usted tiempo vea lo que les he dicho. También puede ver la casa de Constanza que está al lado del Ayuntamiento. No, no me mire usted así, que aquí se le tiene mucha devoción, al fin y al cabo, fue hermana de nuestro patrón San Vicente Ferrer. Y si baja usted hasta Moraira, puede acercarse hasta la torre vigía de D´or. Es una torre del siglo XVI, que como le he dicho fue construida para defendernos de los piratas berberiscos. Está situada sobre una pequeña península con unas vistas magníficas, tiene unos 7 metros de diámetro y 11 de altura, es maciza hasta la mitad y para subir había que hacerlo por una escala de cuerda que se retiraba después y ahí te quedabas a verlas venir. Malos tiempos sí señor. Parece ser que tenía dos cañones que se encontraron en la playa del Portet en 1980.

 
Tras un sorbo de café sigue don José; el Castillo de Moraira es más reciente, del siglo XVIII, se hizo para reforzar la zona de la playa de l´Ampolla en la que había muchos desembarcos. Su planta es del tipo “pezuña de buey” muy característica de este tipo de fortalezas con fachada semicircular orienta-da al sur, por donde atacaban los piratas. Tiene unos muros de 10 metros de altura en forma de talud, construidos en mampostería de piedra tosca. Claro que dirá usted que es eso de piedra tosca. Pues es un tipo de piedra de la zona, una arenisca muy porosa que se extrae de las dunas fósiles de los alrededores. Se acede por una sola puerta en su lado norte sobre la que se encuentra el escudo de los Borbones y la fecha de finalización de su construcción -1742- y hasta tenía foso y puente levadizo, no vaya a creer usted. Si tienen tiempo les aconsejo que visiten su interior, alberga una exposición temática sobre las torres de vigía del litoral valenciano.

 
Me despido de don José, dándole las gracias por su amabilidad y por su aportación a mi excursión, no cabe duda que ha sido una exposición de lo más ilustrativa. Le hago caso y visito los lugares más característicos del pueblo. Posteriormente, me dirijo a Moraira por la carretera CV-743 que discurre entre colinas siguiendo el cauce del Barranc de les Comes por su lado derecho, pero antes quiero visitar la ermita de la Font Santa, en honor de San Vicente Ferrer que se encuentra al otro lado. Es un grupo de edificios encalados, compuestos por la propia ermita de forma rectangular, una fuente y la casa del ermitaño. Cuenta la tradición, que en uno de los paseos que el Santo realizaba con su hermana Constanza por los alrededores de Teulada, a esta le entro sed y no disponiendo de agua en ese momento, el Santo hizo brotar una fuente donde poder beber. Los vecinos, para conmemorar este milagro, construyeron la ermita junto a la fuente cuya agua nunca deja de manar. Yo debo de ser un poco torpe, he buscado y no he encontrado ni la fuente ni el agua con que quería llenar el bidón.

 

 
 

Una brisa impertinente, molesta, hace que me aferre al manillar, entra de lado y tengo miedo que me saque de la carretera. Tras una curva aparece Moraira, su castillo se recorta nítido contra una mar azul turquesa pintada de trazos blancos por el viento. Está cerrado y no puedo ver la exposición temática sobre las torres de vigía del litoral valenciano que me ha recomendado don José. La torre D´or, más a la izquierda, inalcanzable sobre su atalaya, se dibuja a contra luz sobre un cielo profundamente azul.
 
De Moraira a Jávea de lo que iba a ser y no fue
 
Continuo mi pausada andadura bajo la duda. En un principio la ruta estaba pensada para bici gravel atravesando La Plana por senderos, pero al final he venido con la de carretera y no puede ser. Continuo hacia Poblé Nou de Benitatxel donde se alza el Puig Llorensa, cima que es considerada mítica por los ciclistas de la zona. Es uno de los lugares más solicitados por el turismo deportivo, especialmente por los cicloturistas europeos, sabedores del buen clima invernal de la Marina Alta. También influye, a que negarlo, que haya sido escogida como final de etapa de la Vuelta Ciclista a España en un par de ocasiones. En 2017 estuvieron Perico Delgado y Miguel Indurain, -lucían en sus maillots un crespón negro en recuerdo de los tres ciclistas fallecidos tras ser arrollados en Oliva por una conductora que dio positivo en el control de alcohol y drogas-, para inspeccionar el final de etapa de la Vuelta a España que tendría lugar el 27 de agosto.


 
 
 

Dudo, vuelvo a dudar y no subo, es más cómodo dejarse caer hacia la playa del Arenal, ya en Jávea. Me decía el otro día una vieja amiga, periodista y gran conocedora de la “movida” madrileña, al enterarse de que iba a visitar Jávea, que es la playa pija de los madrileños. Nuca han podido asumir la gran verdad que encierra la canción de The Refrescos que a finales de los 80 compuso Bernardo J. Vázquez: Aquí no hay playa. Es un destino de veraneo selecto con urbanizaciones de alto standing, restaurantes de postín y chiringuitos de copas de esos especializados en ver y ser visto. Lo importante no son las calas, las playas o la calidad del agua o la arena, lo importante es estar y, sobre todo, que todos lo sepan. Me decía que las calas como Portixol, Ambolo o la Granadella, no están mal, que tienen poco que envidiar a las de las islas, pero que tampoco son una cosa del otro mundo. Uno de los focos de la “movida” es la playa del Arenal que, -en confianza, me dice-, es más bien normalita, pero tiene tal cantidad de locales que parece la milla de oro. Desde el parador, en uno de los extremos, hasta Punta Zara, encontramos de todo, desde puestos de “artesanía” a restaurantes para guiris y para gente “normal”. Locales de tapas como Es Tapa Ti, bistró donde se puede tomar un buen marisco o pinchos de autor. Restaurantes como la Perla que cuenta con una buena variedad de arroces y fideuás, y sobre todo lo que a mí más me pone, sitios como Achil, con espectacular terraza sobre el mar. Si, si ya sé que tú eres un “sienso” y que esas cosas a ti no te ponen, pero es que tienes de todo, hasta un dos estrellas Michelin con el joven chef Alberto Ferruz haciendo de las suyas. Pero hay algunos lugares más que no te puedes perder de ninguna manera como La Siesta o el Montgó, donde hay hasta codazos para poder hacerse un hueco entre sus barras. Ponte tu mejor modelito, luce tu seductor moreno y estarás en el “hot spot” del verano. Y si quieres más lío, hay otros locales para bailar hasta el amanecer…, ya, ya, no te aburro más, ya sé que a ti lo que te seduce son los caminos polvorientos y las tascas cutres donde hartarte de grasa y colesterol, que le vamos a hacer. Que tengas buen viaje. Ya me contarás.



 
Contarte, lo que es contarte no será mucho; no me detuve en la playa que a mí me ha parecido hermosa, ni en sus chiringuitos, y fui directo al casco viejo que me gusta más. Aún conserva su trazado medieval, calles estrechas, ventanales góticos con enrejados de forja adornados de plantas y flores, casas blasona-das. Su iglesia de San Bartolomé de estupendo ejemplo de gótico isabelino, el ayuntamiento o el mercado de abastos al que me quedo con las ganas de entrar por no dejar la bici, o sus tascas “normales·, para la gente de apie.



 
El Macizo del Montgó y cabo San Antonio
 
Me había quedado con algo de pesar al no subir a la torre dór y al Puig Llorensa. Arrepentido, decido compensarlo con la subida al cabo San Antonio en el Macizo del Montgó que se alza imponente delante nuestro. Se eleva desde el nivel del mar hasta ocultar el horizonte, el impacto visual es extraordinario. Y no es por su altura, apenas supera los 750 metros, es por su altura relativa a un entorno casi llano y que apenas supera unas decenas de metros.




 


 

Esta zona forma parte de las últimas estribaciones de las cordilleras Béticas. Abundan las margas y las calizas lo que favorece la existencia de gran número de cavidades; -Cueva del Agua, ya utilizada por los romanos, Cueva del Camel, de la Higuera, etc.-. Castigada por los incendios, la cubierta vegetal está muy degradada. En-cinares y pinares que eran la vegetación predominante, han dado paso a carrasca y matorral, formado en su mayor parte por coscoja y lentisco, al que acompañan el brezo, la aliaga y el romero, se observan manchas de pino, generalmente asociadas a construcciones humanas. También pueden verse sabinas y palmitos. No soy experto en la flora del parque, pero he leído que alberga en barrancos y acantilados endemismos de importancia como violeta roquera valenciana, la Escabiosa rupestre o la Sanguisorba ancistroides.



 
Salvo las aves marinas -en especial la gaviota común y algún cormorán-, he visto pocos “bichos” en las estribaciones del parque, solo he escuchado algún pajarillo que otro. Sé que es refugio del águila perdicera, del halcón peregrino y del búho real y que hay tejones y jinetas. Tampoco se han dejado ver -la verdad es que me he adentrado solo en la parte “más civilizada” del parque- otros más comunes como el conejo, el zorro o el jabalí.



 
Camino de Benitachell y Teulada se adueña del paisaje -más, cuanto más alejado de la costa-, los cultivos, desde viñedos a almendros y naranjos. Entre los viñedos lo que ha triunfado desde antiguo ha sido el Moscatel, en concreto la variedad “Romano” de gran poder aromático. Un entorno que crea un microclima muy especial, protegido de los fríos vientos del norte por el macizo del Montgó y suavizado por la influencia de la brisa marina que confiere una personalidad propia a estos vinos, especialmente mistelas, aun-que no son nada despreciables los blancos y rosados. También se producen y de muy buena calidad vermús y licores de Moscatel. En los últimos tiempos han surgido una serie de iniciativas alrededor de los vinos espumosos con un resultado sorprendente.



 
Mariano Vicente, 28 de diciembre de 2021





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