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domingo, 4 de octubre de 2020

III CICLOCLÁSICA DE ALBALAT

 

El día esta desapacible y el viento amenaza con llevarnos al suelo. Diminutas gotitas se depositan sobre los cristales de las gafas difuminando la visión de esta carretera nacional de Extremadura, hoy convertida en una excelente plataforma para disfrutar del ciclismo. Unos pocos miembros de ese grupo de “locos” del ciclismo clásico nos hemos reunido en el aparcamiento del área de servicio de Albalat, muy cerca del pantano de Arrocampo donde estcentral nuclear de Almaraz, en la provincia de Cáceres. Esta central nuclear, la más vieja de España, empezó su vida útil en 1981 y si nada lo impide, alargará su vida hasta el año 2028 con lo que traspasará la barrera de los 40 años. El consejo de Seguridad Nuclear se ha pronunciado de forma favorable tras un análisis técnico y si el ministerio de Transición Ecológica no dice lo contrario, seguirá funcionando casi una década más. Nos ha convocado nuestro amigo Julian del Club Ciclista de Alamaraz para celebrar la III Cicloclásica de Albalat. Saludos, bicicletas al suelo, últimos preparativos y a la carretera.

 


Rápida bajada hacia el Tajo. Junto a la carretera armazones fantasmales de viejos restaurantes que ya no lo son. Pelados alcornoques que comparten su preciado terreno con plantaciones de eucaliptos. Vacas rumiando la placidez del día. La carretera comienza su ascensión, tres carriles favorecen nuestra marcha y nos proporcionan tranquilidad. El tráfico es casi nulo. Se mantiene constante el porcentaje de subida, no es dura ni excesiva, pero hace que te emplees a fondo. Estamos en el conocido puerto del Miravete, de lo que me enterare después. En el alto, frío, fotos y refrigerio. He probado lo que por aquí llaman morcillas, unas de patata y otras de calabaza y que yo siempre pensé que eran chorizos. El vino de pitarra estaba buenísimo pero las rachas de fuerte viento, heladas y húmedas hacían muy desagradable quedarse allí.

 

 

Comenzamos la bajada. El viento ha acumulado las nubes en la cara norte del puerto, llueve y hace frío, las gafas se saturan de esas gotas diminutas que tienes que quitar con el guante a modo de limpiaparabrisas. Nos desviamos hacia Casas del Miravete y de allí a Romangordo. Lo que sorprende del lugar son sus trampantojos; murales que decoran casas y calles creando la ilusión de transportarnos a otro lugar, a otro momento. Surgen así personajes y oficios tradicionales, poemas que cobran una nueva vida. El primer mural que me encuentro es sobre algo tan mediático como la mal denominada violencia de género. En él se muestra una mujer madura, dicen que la propia medre del autor, que libera una paloma de papel con las palabras “valientes, iguales y libres” escritas sobre sus alas. Dicen que hay más de un centenar repartidos por sus calles, aunque yo no vi tantos. Lucen en fachadas y puertas a los que se unen frases de poetas locales y grandes escritores foráneos. No hay rincón que no retrate un oficio, algunos situados en el mismo lugar en que antaño se ubicaban sus protagonistas.

 

 

Me entretengo, quizá demasiado y cuando llego al lugar de reencuentro no queda nadie, decido continuar en solitario, supongo que no será tan difícil volver hasta el punto de salida. Pero estaba equivocado, nada más salir del pueblo me encuentro con un cruce y la verdad es que no sé para dónde tirar, recurro a las nuevas tecnologías pero no las llego a utilizar, llegan Oscar y Julian que salvan la situación. Bajamos ahora hacia el Tajo observados por decenas de ojos indolentes, más preocupados por rumiar la vida que por tres locos que pasasan en bicicleta. Me dice Julian que a orillas del Tajo, al otro lado de la carretera, está el yacimiento de Medinat Albalat, asentamiento musulmán del siglo XII y es posible que algunos restos romanos.

 


Casi sin darnos cuenta, llegamos al aparcamiento del restaurante Portugal II, nuestro punto de salida y final de la ruta, donde terminaremos comiendo, pero eso ya es otra historia que no afecta a la crónica de nuestra ruta magníficamente organizada por nuestro amigo Julian y sus compañeros del Club Ciclista Almaraz. No quiero despedirme sin agradecer la importante labor desarrollada por Protección Civli al acompañarnos velando por nuestra seguridad y protegiendo los cruces. Muchas gracias y hasta el año que viene. 

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domingo, 6 de octubre de 2019

IV Zeus-Boletus



Han sido 1200 km por autovías y carreteras, algunas con la anchura justa para pasar un coche, para hacer poco más de 45 km en bicicleta. Hay que estar un poco loco. Porque si no, no se entiende. Nos pasa por beber en abundancia de ese delicioso cóctel del ciclismo clásico, compuesto por un chorrito de locura, un buen chorro de pasión por esas viejas máquinas que se resisten a oxidarse en el garaje, unas gotitas de ilusión, otro buen chorro de compañerismo y, porqué no, unas gotitas de suerte, bien agitado, no mezclado, para que todo funcione bien.



En este caso el cóctel es la IV Zeus-Boletus en San Leonardo de Yagüe, Soria. Se trata de una marcha de ciclismo clásico convocada por el club Zeus. La cosa tiene su intríngulis, porque la tarde anterior se va a coger boletus. El boletus, a mí me enseñaron uno, por cierto el único que vi, es una cosa de aspecto fálico con la cabeza de color ocre que se oscurece hacia el centro y un pie de color lechoso. Lo importante es que “esto” sea blanco -me dicen-. “Esto” es el himenio, cosa que he descubierto ahora en Internet que es la parte de debajo d la cabeza y creo que se corresponde con los órganos reproductores del interfecto. Y allá vamos. Nos sueltan en medio del monte, navaja en una mano y cesta de mimbre en la otra. Esto de la cesta de mimbre creo que es algo importantísimo para la reproducción de la especie, les debe gustar un montón montárselo en la cesta. Claro que para eso habrá que encontrarlos primero. Y ahí estoy yo, hurgando como un cochino al rededor de los pinos, y nada. Si encontraba algo no se parecía ni por asomo al famoso boletus, y claro como no tengo ni puñetera idea sobre setas, no me atrevía ni a tocarlas. Por fin perece que la suerte me sonríe, entre dos pinos encuentro algo que se parece al boletus y había más de una docena. Pero no, no eran boletus, o por lo menos eso creo, tenían la “cosa” en lugar de blanca, amarilla, así que mejor dejarlos. Total, que después de una “panza” de andar monte arriba y monte abajo, decido dejarlo y regresar a los coches. Y aquí viene la segunda parte de la historia. Dónde coño están los coches. Trato de orientarme. Sigo en dirección a un arroyo y poco tiempo después, en el silencio de la espesura, escucho un sonido familiar que me alivia. Es el motor de un coche. Me oriento por el ruido hasta que encuentro la carretera. Por fin a salvo. La próxima vez me traigo el GPS.



Como decía al principio hay que estar un poco loco para irse desde Murcia hasta San Leonardo de Yagüe para montar en bicicleta, y a demás para hacerlo en una clásica un domingo por la mañana. El sábado, llegue al hotel con el tiempo justo para comer y salir al monte -junto al resto del equipo- a por boletus. Para mí un total desastre, ni los vi. La cosa mejoró a la hora de la cena. No conté los comensales, pero entre participantes y acompañantes superaríamos los 50. Como estaba cansado no me quede a la fiesta retro de después. Mientras espero el ascensor, se abre la puerta y aparece Carlos ataviado de pajarita, chaleco y gorra. Me dieron ganas de quedarme. Pero estas fiestas las carga el diablo.



La mañana del domingo amanece fresquita, unos 3 grados, y uno no sabe que ponerse, más cuando a medio día se superaran los 25. Me decido por una camiseta interior afelpada y un maillot de manga larga aunque después me cueza. Nos concentramos todos los participantes en la puerta del hotel en espera de la salida, cosa que se hizo sobre las 9.30. Nos dirigimos hacia la antigua estación de ferrocarril de San Leonardo, perteneciente a la inconclusa línea Santander-Mediterráneo, hoy convertida en Vía Verde. Es aquí donde comienza realmente recorrido. El piso, de gravilla gruesa, puso en apuros a más de uno y provocó no pocos pinchazos. Yo afortunadamente la pasé sin novedad, salvo un poco de frío en las manos. Las bicicletas eran muchas y variadas, algunas en un perfecto estado de conservación que no me atrevo a valorar. No soy el más indicado, más cuando pedaleaban a mi lado verdaderos expertos que con solo un vistazo te dicen; la marca, el año y hasta el operario que las soldó. Esta Vía Verde comienza en Soria y termina en Hontoria del Pinar, ya en la provincia de Burgos. Nosotros, en un primer momento hicimos un tramo de unos 15 km desde San Leonardo en dirección Soria hasta un viejo cargadero, la estación de Pinar Grande, donde sustituimos el trazado ferroviario por una pequeña carretera. Pedaleamos rodeados de un denso pinar contra el que luchan las carrascas para abrirse paso. En los claros, alguna encina, apenas una mota a la deriva en un mar de pinos.



Describimos un gran arco en el sentido opuesto a las agujas del reloj hasta introducirnos por el pequeño valle del río Ebrilla, al que abandonamos casi enseguida, para “divertirnos” con unos buenos repechos, algunos realmente duros, que nos llevan al Mirador de Peña Gorda, donde estaba preparado el tentempié. Es un bonito lugar, con una gran explanada en la que hay un refugio y hacia el norte un pequeño alto desde el que se puede contemplar gran parte de la provincia de Soria, adivinándose al norte los Picos de Urbión. Hasta él subimos en anárquica procesión al son de dulzáinas y tambores tras dar habida cuenta de todo cuanto en la mesa había y no era poco, torreznos incluidos. Por el sur, cierra el paisaje la sierra de Cabrejas.



Repuestos tras el condumio, volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos hacia Navaleno donde retomaremos de nuevo la Vía Verde. Ahora este tramo se hace más liviano -pica para abajo- que esta mañana. La casualidad hace que pedalee a rueda de unos grandes exprofesionales como Iñaki Gaston, Andoni Balboa y Santiago Portillo, lo que provoco que llegáramos adelantados sobre la hora prevista al hotel Manrique de Lara en San Leonardo de Yagüe, final de etapa. Una ducha y a comer con los compañeros. Durante estos días, se crean complicidades, se urden tramas para asistir en grupos mas o menos numerosos a próximas citas, y sobre todo se disfruta de los viejos amigos y se hacen algunos nuevos. Ya solo restan las despedidas y las promesas de regresar el año que viene.

Mariano Vicente, 6 de octubre de 2019

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domingo, 21 de octubre de 2018

Gran Premio Canal de Castilla 2018



Viernes 19

Un mar de barro cubría los pueblos de Campillos, Teba, Álora... en la provincia de Málaga por la lluvia caída el fin de semana anterior, mientras a nosotros un poco más arriba, en el limite entre las provincias de Valladolid y Palencia, gozábamos de un tiempo excelente, solo enturbiado por el fuerte viento del noreste que nos acompaño a lo largo de las tres jornadas que permanecimos en el pueblo. Este no era otro que Medina de Río Seco donde más de 100 ciclistas nos dimos cita para participar en el Gran Premio Canal de Castilla, marcha retro que a vuelto de la mano de Víctor Martínez, un entusiasta promotor del ciclismo clásico. Esta considerada como la "Roubaix castellana" por sus seductores tramos no asfaltados, sus duros repechos y la travesía de sus atractivos pueblos, que la acercan a las grandes clásicas centroeuropeas. Desde el viernes, bajo los recios soportales de su calle mayor, se dispuso un mercadillo de piezas ciclistas con una característica muy concreta, todas tenían una antigüedad considerable, como corresponde a una cita de este tipo. Bajo los mismos soportales, Rafael Ochiuzzi nos regalo la vista con una portentosa exposición de bicicletas clásicas de contrarreloj, que junto a la Fiesta Retro en la Sala Gregory proporciono un buen comienzo para este acontecimiento ciclista.



Sábado 20

El sábado la temperatura había bajado algo, a primera hora de la mañana andábamos por los 11 grados. Pero un espeso y reconfortante chocolate de la pastelería Castilviejo nos haría entrar en calor. Recogida de dorsales que venían acompañados de algunos regalos, entre ellos una botella del rico vino D. O. Cigales, uno de los patrocinadores del evento. Poco a poco los menos madrugadores se fueron uniendo a los más mañaneros y todos se reunieron bajo la pancarta de salida en plena calle mayor.



A las 11.00 horas se dio la salida "neutralizada" hacia la N-601 hasta alcanzar la CL-612 en dirección a Valdenebro de los Valles, donde se dio rienda suelta a las ganas de pedalear del personal. Pero no nos engañemos, Tierra de Campos, a pesar de lo que se dice por ahí, no es totalmente llana. La primera parte del recorrido discurre por los llamados Montes Torozos, montículos en pleno páramo con laderas de pendientes pronunciadas, vigilados por macizos castillos que se asientan en el límite entre las tierras vallisoletanas y palentinas. Estas pendientes, la mayoría de poca longitud, estaban entre los 400 metros y los 2 kilómetros y en algunos casos se acercaban de forma engañosa al 10 por ciento, como al aproximarse al castillo de Monte Alegre de Campos. Yo, que ya estoy algo mayor y quizá poco entrenado, sufrí bastante, aunque tuve la precaución -casi los convenzo- de decir a los amigos que era causa del desarrollo de la bici para justificarme. Un 42 de plato pequeño y un piñón máximo de 22 dientes no es ninguna tontería. Pero también hubo alguna encerrona como la subida al Alto del Camino de Mucientes, a la entrada de Ampudia. Camino sin asfaltar que sube en línea recta hacia el páramo coronado de modernos aerogeneradores, con porcentajes que rondan el 13 por ciento. ¡Menos mal que no llegaba al kilómetro! A la bajada entramos en el pueblo, recorrimos su calle mayor de recios y antiguos soportales, relevante ejemplo de la arquitectura tradicional castellana, para disfrutar de un bien merecido refrigerio.



Reconfortados, abandonamos Ampudia rodeando las murallas del castillo y, por un camino de tierra, accedimos a una carreterilla en ligera subida con dirección a Torremormojón. Variación de última hora por un problema en la P-901 alargó varios kilómetros el recorrido. Hasta el momento, el viento que ha sido de cara, pasa al costado hasta Torremormojón. Al llegar a la población, viramos hacia el suroeste por una carretera -la CL-612- que recorre el páramo en línea recta en dirección a Villerías de Campos, ahora sí, con el viento a favor. La abandonaremos cerca de Meneses de Campos por un camino que aquí llaman "carreteras blancas", no son más que caminos de concentración parcelaria con el piso de grava.



Continuamos sin más dilación hacia Belmonte de Campos, donde nos espera el siguiente refrigerio, que degustamos protegidos bajo el atrio de su iglesia. Enmarcado por sus arcos podemos contemplar su castillo y sobre todo, su magnífica torre del homenaje que perteneció a doña Inés de Guzmán, señora de Villalba de los Alcores y Fuensaldaña. Nos acercamos al último tramo del recorrido, el más interesante. Transcurre por los caminos de sirga del Canal de Castilla hasta Medina de Río Seco.

A finales del siglo XVIII el Marqués de la Ensenada ministro de Fernando VI elaboro un ambicioso plan para el desarrollo de la economía española. Plan basado especialmente en las obras públicas. Constaba el proyecto inicial de cuatro canales que unirían las principales ciudades del norte castellano, desde Segovia a Reinosa para atravesar la cordillera Cantábrica y obtener salida al mar por el puerto de Santander. Para su construcción hubo que salvar un desnivel de 150 metros y se construyeron en total 207 kilómetros. Su estructura tiene forma trapezoidal y su anchura oscila entre los 11 y los 22 metros con una profundidad entre 1.8 y 3. Paralelos al cauce discurren los caminos de sirga que permitían a los animales de tiro arrastrar las barcazas a lo largo del Canal y lo hacían siempre por el lado derecho según el sentido de la marcha. El 13 de junio de 1991 la Junta de Castilla y León declaró el Canal de Castilla como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico.



Por uno de estos caminos de grava que discurren a un lado y otro del canal, por los mismos que circulaban las mulas, lo haremos nosotros, y al igual que ellas tiraban de las barcazas, nosotros "tiraremos" de nuestras bicicletas hasta alcanzar la meta en la Ciudad de los Almirantes y un merecido descanso. La última actividad de este sábado girará al rededor de la literatura ciclista con la presentación de la colección Libros de maillot, de la editorial La Biciteca. En esta ocasión se presentaran cuatro libros escritos por miembros de la Cofradía Velocipédica, que conmemoran grandes hitos de la historia del ciclismo.



Domingo 21



Se presenta la mañana igual de fresca que día anterior, alrededor de una decena de grados, pero no hay problema, en Medina hay buenas pastelerías en las que poder entrar en calor. Poco a poco se fueron concentrando en la salida verdaderas joyas ciclistas, bicicletas veteranas con muchos kilómetros a sus espaldas y ciclistas acicalados en sintonía, ropas de época rememorando los tiempos más románticos y heroicos de este deporte que tanto nos gusta. Por desgracia no puedo asistir a la ruta programada para esta mañana, tendré que conformarme con ver la salida. Se trata de un recorrido por los caminos de sirva del Canal de unos 20 kilómetros. A mitad de trayecto, en La Posada del Canal, en Villanueva de San Mancio, recibirá un cálido homenaje don Francisco Martín Bahamontes, uno de los ciclistas vivos más carismáticos de este país, de manos del Sr. alcalde don David Esteban. No puedo contar más, puesto que deberes familiares me obligaron a emprender el regreso a Murcia, pero sí puedo decir que la organización hizo un gran esfuerzo para que todo estuviera a la altura de la prueba, que nos lo pasamos genial y con esta excusa pudimos disfrutar todo un fin de semana de amigos y conocidos, algunos tan “envenenados” con esto del ciclismo clásico, que van de prueba en prueba siguiendo esa estela romántica que dejan las bicicletas clásicas.



Mariano Vicente, 21 de octubre de

martes, 7 de marzo de 2017

Una Orbea Moncayo


Mi mujer y mi hija llegaron a casa con una cara que irradiaba felicidad: - Te hemos traído una cosa. Y en sus ojos se dibujaba una sonrisa pícara. Sorprendido; no imaginaba que podía ser, lo único que sabía era que habían ido a un rastrillo de anticuarios en Ifepa. Y allí estaba, una vieja, oxidada y llena de telarañas Orbea Moncayo en un estado lamentable. El estupor dibujado en mi rostro; no me lo puedo creer ¿Pero esto que es? Repuesto de la sorpresa, lo primero que me vino a la cabeza fue: ¿con esto que hago? Estáis locas; les digo, ¿sabéis lo que estáis haciendo? Total por treinta euros que nos ha costado... me contestan, lo que no saben es que costará muchísimo más ponerla en orden de marcha.


Varios meses estuvo en el trastero sin tocar hasta que un día la saque fuera. La miraba y la volvía a mirar y no sabía lo que hacer con ella, sucia y oxidada como estaba. Comencé limpiando manillar, potencia y manetas. Descubrí que el estropajo de acero lo dejaba impecable sin llegar a rallarlo. Lo emplee para casi todo, desde la tija a la bielas pasando por llantas y bujes. Parecía que la cosa marchaba bien, las piezas no estaban quedando mal, pero requerían de mucho trabajo y paciencia, pero para las dos cosas me quedaba todo el verano por delante, no habría problema. Otra cuestión eran las pegatinas, las encontré por Internet, para la palabra Orbea no había problema, eran iguales a las que traía, pero para Moncayo no. Como no encontré otras me quede con estas, ya vería lo que haría una vez el cuadro pintado.


Al cuadro, una vez desmontada la dirección y el pedalier, le dí una buena pasada de lija gruesa para ver hasta que profundidad llegaba el oxido, y para mi sorpresa no era muy profundo, pero no se podía dejar así, no había más opción que pintarlo. En marzo mi hijo, obsequioso él, se había ofrecido a pintarlo como regalo de cumpleaños, cosa que al final hizo junto con los amigos. La verdad es que ha quedado muy bien, no esperaba yo un resultado tan bueno, lo han dejado como verdaderos profesionales. Durante el tiempo que duró el granallado y pintura, busque las pegatinas, que aunque caras, me llegaron enseguida. Estoy manteniendo las piezas originales, no quiero tener que sustituir ninguna salvo las que sean absolutamente necesarias por el desgaste. Pasado el verano y después de mi viaje a Granada [1], comencé con el montaje en el local de mi amigo Tomás Moya, dueño de la tienda Con2pedales y con su profesional asesoramiento. Pusimos cubiertas, cámaras, fundas y cables, las zapatas de freno y la cinta del manillar, todo lo demás son los componentes originales, algunos como el cambio, de la marca francesa Triplex, también se ha sustituido la cadena que estaba demasiado oxidada.


De las ruedas solo he tenido que sustituir algunos radios rotos y no han quedado demasiado mal una vez centradas. En una de ellas, la llanta presentaba una pequeña deformación producida probablemente por el típico "llantazo" y que he intentado enderezar para que afecte lo menos posible a la frenada. Los bujes, con un poco de grasa se han mostrado muy agradecidos y ruedan con suavidad, bueno quizá el trasero se agarra un poco. Una vez puestas las pegatinas la bicicleta ha quedado de "exposición", por eso la hemos dejado en la tienda.


Un poco de historia

La marca Orbea tiene una historia de 175 años, bien es verdad que no siempre se dedico a la fabricación de bicicletas, su sede esta en la ciudad vizcaína de Mallavia en el País Vasco.
En el año 1859 en la ciudad de Éibar, los hermanos Juan Manuel, Casimiro, Mateo y Petra Orbea Murua ya fabricaban bicicletas, pero pronto derivaron hacia la producción de armas y munición. Tras una serie de vicisitudes la empresa de divide, una parte sigue con la producción de cartuchos y se traslada a Vitoria, la otra continua en Éibar y se especializa en la construcción de bicicletas a partir de 1926. En 1950 bajo patente francesa comienza la fabricación de Velosolex, una bicicleta con el motor situado sobre la rueda delantera. En 1975 traslada sus instalaciones a la ciudad vizcaína de Mallavia convertida ya en cooperativa del Grupo Mondragón. En el 98 se expande a nivel internacional llegando a los principales países europeos y Norteamérica, llegando a abrir plantas de producción en Kunshan (China) y Aveiro (Portugal), conservando en la actualidad la de Aveiro y Mallavia. Orbea es una marca que se ha caracterizado a lo largo de su historia por su implicación deportiva, desde sus comienzos con los hermanos Montero a Federico Ezquerra y Mariano Cañardo hasta la actualidad. Lo podemos comprobar en una serie de vídeos producidos por la misma marca que reflejan toda su trayectoria:

- Orbea 175 aniversario. La película. (https://m.youtube.com/watch?v=fM6KRjEte5o)


Mariano Vicente, marzo 2017.


[1] El veleta y yo (https://achobike.blogspot.com.es/2016/08/el-veleta-y-yo-1_63.html)

lunes, 27 de febrero de 2017

Mi Pinarello



El cuadro de mi Pinarello proviene de un intercambio entre mi amigo Antonio Máximo y yo. Él me daba unas preciosas ruedas Mavic Sup y yo un transportín con bolsa trasera incluida de Topeak, pero por una extraña carambola del destino en el lote termino entrando unas vetustas manetas Shimano SC 6500; hoy colocadas en mi "trotona", y este magnifico cuadro. Es un Pinarello Montello, con tuberías Columbus SL y pintado de un gris celeste difuminado y una pegatina que dice: Campione Olimpico, Campione d´Italia 1984. Pinarello es una marca irremisiblemente unida para los aficionados españoles a la figura de Miguel Indurain, quien sobre una Pinarello; La Espada, batió el récord de la hora y con la misma marca ganó cuatro de sus cinco Tours, pero ya en 1988 otro español Perico Delgado había ganado el Tour de Francia con ella. Ser el último, obtener la "la maglia nera" del Giro de 1951 fue lo que permitió a Giovanni Pinarello montar su empresa un año después, pues a pesar de lo que parezca esta "maglia" era muy apreciada y disputada en la época, esto permitía a su portador disfrutar de una merecida fama y sobre todo dar una vuelta triunfal en el velódromo de Vigorelli de Milán junto al ganador del Giro, Fiorenzo Magni y al rey de la montaña Louison Bobet.



El idilio de los aficionados españoles con el constructor de Treviso pudo haber comenzado mucho antes, con el Reynolds de 1979. Cuando José Miguel Echávarri montando el equipo visita a Tulio Campagnolo en Vicenza le pide también que le recomiende un fabricante de bicicletas y este le sugiere a Pinarello. Compra y paga Echávarri las bicicletas llegando a un acuerdo de patrocinio futuro, sin embargo hasta 1982 Reynolds no pudo usar Pinarello, entre otras cosas porque se le había adelantado Manuel Rodríguez, el padre de Purito Rodríguez,  que con el equipo CR corrió la vuelta del 81 y uno de sus corredores, Alvaro Pino, ganó la etapa de Torrejon y el Italiano  Giovanni Battaglin, también sobre una Pinarello, gano la Vuelta. Desde 1982 hasta el 2013, con alguna excepción, los equipos de Echávarri y Eusebio Unzue corrieron con Pinarello. Tras ellos, otros cogieron el testigo, así Riis sustituyo a Indurain como ganador del Tour en el 96 y Ullrich lo hizo en el 97. En el 2000 copo el podio de Sídney con Ullrich, Vinokourov y Kloden. Cuando David Brailsford monta el Sky lo hace también con Pinarello y gana el Tour con Wiggins y Froome y, sobre la misma marca, Rui Costa gana el Mundial de Florencia en el 2013. Y todo empezó con una "maglia nera" que aún luce orgullosa en un lugar relevante de la tienda de Treviso.



Ahora había que vestirlo y no sabía como. Recurrí para ello a los amigos; José Andrés, me proporciono bielas y platos, son unas bonitas Ofmega Jean fabricadas en Italia por la familia Perotti con platos de 52 y 42 dientes, perforados para aliviar en lo posible el peso. Las ruedas, en un principio las Mavic, transmisión Triplex para el cambio y Campagnolo para los mandos y el desviador. Para la potencia recurrí a una vieja Turiste y el manillar de origen desconocido, no recuerdo es quien me proporciono al igual que la tija. Para los frenos opte de manera provisional -que como siempre pasa con estas cosas puede llegar a ser definitivo-, por comprar unas Weinmann, manetas y puentes, nuevas a estrenar por 20 euros, el sillín un viejo “Turbo” en buen uso. Ya lo tenía todo, solo era cuestión de empezar a montar. Primero aproveché un pedalier que tenia por casa, pero tras montarlo compruebo que roza el plato en la vaina, por lo que tuve que comprar otro de mayor longitud. Ahora sí, funcionan perfectamente. El siguiente paso fue el montaje de los frenos que no causaron ningún problema, tampoco el manillar y la potencia ni las manetas. Ajustar desviador y cambio tampoco supuso un problema grave.



Para las ruedas en un principio usé las Mavic, pero descubrí unas llantas también Mavic Sup de 36 agujeros color gris azulado y aún embaladas en el trastero de la tienda. Me propuse usarlas, para ello necesitaba unos bujes, me puse a buscar por los cajones de material reciclado de la tienda, encontré unos Shimano 600 estupendos, pero eran para 32 radios. A su lado habían unos Gurpil aun en sus cajas, estos sí de 36 y además me los dejaban a muy buen precio; decidido, serán estos, además son de un color plata precioso. Una vez montadas casi lo más difícil fue encontrar un piñón que no se fuera más allá de las 7 coronas, para mantener un poco el estilo de la bicicleta. Para las cubiertas unas Michelin Dynamic Classic.

 Foto: Pinarello

unas fotos...

Mariano Vicente, febrero 2017                                                           .

domingo, 21 de agosto de 2016

Conor vs Randoneur





Muchas veces en esta vida las cosas surgen porque sí, sin proponérselo. O estaba decidido de antemano por el destino, la cuestión es que uno no sabe porque ocurren ciertas cosas, pero lo cierto es que ocurren. Y esto me ha pasado a mí con mi vieja Conor, de estar llena de polvo en el garaje a estar en la primera línea de mis pensamientos. No sé cómo, pero sin apenas pensarlo he invertido tiempo y dinero en ella, mucho más de lo que en un principio pensé. Entre unas cosas y otras, sin valorar lo que me han regalado los compañeros, me he gastado más de 300 euros y aún no he acabado.




He tratado de justificarlo con la peregrina idea de que me gusta más el manillar de carretera que el de montaña, o de las "malas influencias" de mis amigos cántabros, enamorados de las bicicletas clásicas, los que hayan hecho que volviera la vista atrás, a esa vieja Conor que dormía plácidamente en el garaje. Porque para viajar ya tengo a mi "Negrita" con la que llevo realizando rutas de largo recorrido durante los últimos años, sin un disgusto, sin averías ni problemas. ¿Por qué cambiarla? Si realmente tampoco lo voy a hacer, si no me voy a desprender de ella. Esta vieja Cannondale de aluminio ha compartido conmigo muchas penas y alegrías, muchos kilómetros por toda la geografía peninsular; no la voy a dejar tirada, no.




Mi trastero parece el harén de un viejo sultán. Conviven en armonía bicicletas de montaña y de carretera, viejas y jóvenes, algunas en perfecta forma, otras no tanto, pero todas en uso. Mis amigos piensan que estoy loco, algunos hasta me lo dicen, pero yo creo que no, que los locos son ellos. Ellos son los que se pierden las maravillosas sensaciones que se tienen cuando montas a una u otra, según el día, las necesidades o la apetencia. ¡Oh! incrédulos descreídos, os perdéis gran parte del placer que os puede proporcionar la vida. Allá vosotros.




Hoy por hoy comparto horas y kilómetros; primero con mi Cannodale Sipnapse, que es la que más uso, la más moderna, toda ella de carbono y montada con Campagnolo Record con la que recorro las carreteras de la Región. Le sigue mi "Blanquita", Rush también de Canonndale, de aluminio y doble suspensión, que utilizó para las salidas de montaña. Para la ciudad utilizó una Mongoose, muy parecida a una Fixie, pero con piñón libre y frenos, que uno ya no está para diabluras. Para viajar mi "Negrita", una F500 de Cannondale con la que comparto ya muchos años y ahora tendré que compaginar con mi "nueva" y recién recuperada Conor.




Mi reciente afición a las clásicas ha hecho que comparta mi tiempo con una estilizada y preciosa Vitus 979 y ruedas de tubulares. Otra que comparte mi tiempo es una vieja Pinarello, cuadro que me "cedió" mi amigo Antonio Máximo y que he montado con lo que he podido. Bielas y platos de mi amigo José Andrés, el manillar no sé de quién, las ruedas mías, como el asiento. Pero no acaba aquí la cosa mi "lujuria ciclista" esta llagando a un punto que contagia hasta mi familia. Mi mujer; Pilar, me regaló estas navidades una Orbea Moncayo, ya desahuciada que compro en una feria de antigüedades. Oxidada y llena de mugre no presentaba un aspecto muy apetecible, pero algunos meses después, y unas buenas friegas con el estropajo de alambre le están haciendo recuperar mejor aspecto. Mi hijo, compadecido, me regalo para mi cumpleaños pintar el cuadro, cosa que ha hecho junto con los amigos. Ha quedado perfecta, pero al pobre no sabe lo que se le viene encima. Pero aún hay más, un cuadro Corbetta con buen paso de rueda está esperando su momento para entrar en el serrallo. ¿Porqué no una pionera? 



Mariano Vicente, mediados de agosto de 2016. 


jueves, 7 de mayo de 2015

Vitus 979



Fue un amor a primera vista. Allí estaba ella. Reluciente, impecable. Sí, era ella. Lo que había estado dando vueltas en mi cabeza, de forma confusa desde hacía algunos años, se materializo en una espectacular y seductora Vitus 979. Es extraño; ahora que utilizo bicicletas de carbono y componentes de última generación, vuelvo mis ojos hacia el pasado, hacia el aluminio anodizado, al acero, a los racores y a los pedales con rastrales. Cambios sin sincronizar en el cuadro y manetas de tiro superior. Bicicletas antiguas, sí, pero con su dignidad intacta, protagonistas de grandes gestas, de ese ciclismo heroico, todo corazón y piernas, donde los ciclistas lo daban todo sobre sus bicicletas, forjando la leyenda de ese ciclismo casi sobrehumano, que dio figuras como Bahamontes, Fuentes, Perico Delgado, Sean Kelly, Eddy Merckx… y tantos otros protagonistas indiscutibles de nuestro deporte.



La Vitus 979 es una de las bicicletas clásicas por méritos propios. Revolucionaria cuando apareció y un éxito incuestionable durante la década de los 80, a pesar de ser de aluminio, o quizá por ello. Caballo de batalla de equipos como el KAS o Skil, como el Café de Colombia o el Teka y de hombres como el irlandés Sean Kelly.



Ateliers de la Rive; empresa francesa, comenzó la fabricación de tubos de acero para bicicletas en 1931, suministrándolos a diversos fabricantes como Motobecane, Bertin, Mercier, Urago, Peugeot o Gitane, durante más de cincuenta años. Los primeros tubos de aleación de aluminio y magnesio –Duralinox 5083- los desarrolla en 1978, introduciéndose en el mercado al año siguiente.



En la Vitus 979 el tubo de dirección, el triangulo delantero, vainas y tirantes eran de tubo de Duaralinox fabricados por Ateliers de la Rive. El pedalier, puentes de freno y los orejetas o racores, también de aluminio, eran fabricadas por Angenieux-CLB. Los tubos eran pulidos o anodizados en varios colores -negro, rojo, azul real, azul grisáceo, y plata-, el resto de las piezas eran pulidas. Los tubos de Dural están unidos a los racores por un pegamento especial y calor, lo que proporciona un cuadro extremadamente ligero –uno de los más livianos hasta 1990- y cómodo. La Vitus 979 tiene algunas peculiaridades; la tija de sillín se sujeta con un perno que presiona directamente el tubo. El tubo superior presenta un enrutamiento para el cable superior, al igual que hacen hoy los cuadros de carbono, solo que 30 años antes.

Montaje:
  
Cuadro: Vitus 979 Dural
Horquilla: Vitus 979 Dural
Platos: Campagnolo 42x52
Dirección: Campganolo-Brev-Int
Manillar: Modolo
Potencia: Modolo
Manetas: Campagnolo Record
Puentes de Freno: Campagnolo Record
Cambio: Campagnolo Record
Desviador: Campagnolo Record
Piñon: Campagnolo 11/20
Bujes: Campagnolo Record
Llantas: Mavic/Tubular
Pedales: Campagnolo Record
Tija sillín: Campagnolo
Sillín: Selle San Marco-Rolls






Algunos apuntes sobre Sean Kelly;
Sean Kelly, -el irlandés isaciable-, tiene un palmarés impresionante; dos victorias en la Milán-Sanremo. Dos París-Roubaix. Tres Giro de Lombardía y dos Lieja-Bastoña-Lieja. La Volta a Catalunya la gano dos veces y tres la Vuelta al País Vasco. Ganó siete veces –consecutivas- la célebre París-Niza entre los años 1982 y 1988. En la más prestigiosa de las carreras por etapas, el Tour de Francia, cuenta con cinco victorias de etapa y se enfundo el mallot verde en cuatro ocasiones. En la Vuelta a España consiguió dieciséis victorias de etapa, ganado la ronda española en 1988. Consiguió muchos más éxitos a lo largo de su trayectoria - Criterium Internacional, Vuelta a Suiza, Gante-Wevelgem o París-Tours… para que seguir; un hombre que comenzó como esprínter y termino siendo un ciclista completo.

Para una más amplia información sobre Vitus, pueden consultar el blog de José Gutiérrez "Randoneur"   

viernes, 24 de abril de 2015

La Pedals de Clip 2015


Mi Vitus 979 estaba inquieta. A pesar de los años no quería estar inactiva, cada vez que entraba a por alguna de sus compañeras llegaban hasta mis oídos sus susurros:

-A mí, a mí, que estoy preparada, dispuesta para lo que quieras.

Y era verdad. Limpia y engrasada, con tubulares nuevos aun sin estrenar. Tenía razón, tenía que sacarla y para algo importante. ¿La Pedals de Clip? Porqué no. Apenas tenía tiempo, cambiar los turnos de trabajo para poder disponer de ese fin de semana libre, hacer la inscripción, reservar un hotel. Muchas cosas para tan poco tiempo.

Por fin todo está resuelto. A mi Vitus; desmontada y expectante en la oscuridad del maletero, le acompañan unas zapatillas reconvertidas a retro; un mallot, no tan antiguo como ella, pero que también tiene sus años. Me lo regalaron los hermanos Moya, cuando Paco era director del Tres Molinos Resort. Un culote largo, azul, de Etxeondo, de esos que llevan la badana natural y una gorra que me regalo Antonio, de bicicletas Larcia. Es lo más retro que tengo. Porque vamos a eso, a una marcha o ruta cicloturista para bicicletas clásicas de carretera. Para este tipo de eventos se consideran clásicas las bicicletas anteriores a 1987, pedales de rastrales, cableado del freno por fuera del manillar y manetas de cambio en el cuadro, no cabe duda de que mi Vitus 979 cumple con ellos.



La calle esta mojada, debe de haber llovido. Mal asunto, aunque no creo que lo haga de nuevo. Es temprano, queremos estar sobre las ocho en Sant Martí de Sarroca a unos diez kilómetros de Vilafranca donde nos hemos quedado a dormir. La salida es a las nueve y queremos desayunar y estar preparados para esa hora. El ambiente es increíble, llegan, uno tras otro, vehículos que vomitan viejas glorias, algunas con achaque de edad, otras maquilladas, algunas no aparentan la edad que tienen, están perfectas, pero todas dispuestas a proporcionarnos un día maravilloso de ciclismo vintage. Porque la bicicleta lo tiene todo. Deporte, naturaleza, compañerismo, viajes, dificultad, adrenalina, y con las clásicas se vive de una manera especial; con pasión. La mirada puesta en la mecánica, la ingeniería, la historia. Restauraciones hechas con mimo, con cariño, el entusiasmo puesto en los pequeños detalles, piezas que normalmente nos pasan desapercibidas adquieren, ahora, un significado especial.



Todos colocados tras el arco de salida, esperando a Perico delgado que abrirá la marcha. Se da la salida. Lo más complicado; introducir las zapatillas en los rastrales, acostumbrado como estoy a los pedales automáticos. Equilíbrio, la atención puesta en los que me rodean, en las pequeñas retenciones que hace que la comitiva se detenga. Ojo a los pies, las correas flojas. Seguimos de nuevo.  Arduo insertar el pie por el estrecho hueco que dejan el pedal y las correas; así hasta que se estabiliza la marcha y se amplían los espacios; ahora sí, toca apretar las correas y empezar a pedalear con soltura. El mecanismo no es tan complicado, pero hace falta práctica.



La marcha discurre por la comarca del Penedes, entre campos de labor y viñedos, por estrechos caminos rurales de servicio, asfaltados la mayoría, pero con algún tramo de tierra para dar emoción. Con algunos repechos traicioneros, que la falta de desarrollo acrecientan. Mi Vitus esta montada con un plato pequeño de 42 dientes y el piñón mayor de 20. Tendré que cambiarlo. Hicimos una primera parada en Grabuac, sobre el Km. 28, en Caves Suriol. Pan con vino y azúcar; exquisito. Y bien regado por un vinillo clarete –decían que era cava, pero a mí no me lo pareció- que era una delicia. La salida de las bodegas se hace por una pronunciada bajada con un giro de 90 grados bajo una umbría arboleda; que junto a los restos de tierra aportada por las últimas lluvias y el movimiento de la maquinaria agrícola, dejo el piso resbaladizo, lo que produjo algunas caídas, aunque creo que sin mayor importancia.


Continuamos el paseo hasta las bodegas Torres, donde nos esperaba una copa de magnifico vino blanco, entremeses y bocata. Resaltar en favor de organización que la recepción fue de diez, por el servicio y la calidad. El vino se sirvió en copas de cristal, a su temperatura justa y el bocadillo a elegir entre jamón o queso. Repito de diez. Reanudamos nuestro agradable paseo entre viñedos, cruzándonos con algunas excursiones de ciclistas que recorrían estos campos en sus bicicletas con alforjas de esparto. Pronto llegamos al lugar donde se separaban la ruta corta y larga, en el paraje de la Bleda, la primera continuaba por asfalto, la segunda lo haría un buen trozo por camino de tierra. Toca subir al castillo de Sant Martí de Sarroca, y apretar los dientes; por el desarrollo que llevo se que voy a sufrir. Todo se da por bien empleado, cuando coronas y recibes el aplauso y el calor con que te recibe el numeroso publico allí concentrado.


La verdad es que no había hambre, tampoco sed, pero los embutidos sobre las mesas y unas estupendas cervezas artesanales Segarreta, nos obligaron a caer en la tentación. Por poner un "pero", solo nos invitaban a un vaso de cerveza, y eso no se hace con unos aguerridos ciclistas como nosotros; y más cuando la había rubia y tostada. Nos quedamos con ganas de más. En la explanada los tenderetes; bicicletas; ropa; complementos; componentes, hasta grupos completos. Una lastima que la economía no me permita más alegrías; adquirí un par de mallot de época, del Reynolds y del Banesto, que luego me firmaría Perico Delgado, y me quede con las ganas de muchas.



Este encuentro-concentración-marcha toca a su fin, me despido de los nuevos amigos, en especial de Tomás, aguerrido ciclista de las Encarnaciones, entrado en años y empeñado en que el 30 de mayo no puedo faltar a su marcha; porque para "marcha clásica" ninguna como la RetroBike Enkarterri, y lo dice él que las ha recorrido todas. Hasta me buscaba alojamiento. Lo siento Tomás, aun no estoy jubilado y trabajo muchos fines de semana, pero te prometo que para el año que viene, a la de Balmaseda no falto, apúntame ya.




Una ducha en el polideportivo y a comer en el restaurante Sant Jordi-Ca la Katy, con la organización, los profesionales invitados; Perico Delgado, Celestino Prieto, Enrique Aja, Ángel Edo, Pepe Recio, Miguel Ángel Iglesias, Jaume Vilamajó, Pedro Torres…  y los numerosos ciclistas y acompañantes que asistieron.

    
Me gusto y mucho esta modalidad de cicloturismo clásico que hace ya muchos años que se realiza por toda Europa, con un referente mundial en Italia (L´Eroica). En España esta dando sus primeros pasos, pero estoy convencido que se extenderá como una mancha de aceite, de norte a sur hasta abarcar toda la geografía nacional. No es una competición, es una excusa para gozar de la bicicleta, del paisaje, la gastronomía y los amigos, de recuperar nuestras viejas compañeras que gozan así de una nueva juventud.