martes, 3 de julio de 2018

Caminos del Agua II



Como ayer hice parte de la acequia norte, la Aljufía, porque no hacer hoy la del sur, la Alquibla. Para ello mi amigo Antonio Máximo y yo nos hemos encaminado por el carril-bici de la margen del río hasta la Contraparada. Hoy, sin dejar su función de riego, se esta potenciando como área recreativa y entorno paisajístico. De chavales no necesitábamos de declaraciones institucionales para divertirnos. Pasamos muchas horas, incluso en pleno invierno entre sus aguas, jugando entre cañaverales en estado casi salvajes, donde fochas, pollas de agua, patos y un sinfín de bichos pululaban a sus anchas.
Por el lado del mediodía del azud nace nuestra protagonista, la acequia Alquibla que llega a alcanzar los 22,5 kilómetros y como la Aljufía va cambiando de nombre según los lugares por los que pasa; de Barreras, Alfande, Benicotó y Benicomay se llama y riega los bancales del heredamiento sur en los pueblos de Javalí Nuevo, Alcantarilla, Aljucer, Beniajan, Torreagüera y Alquerías. Por desgracia la mayor parte se encuentra entubada -para empezar desde su nacimiento hasta la noria de Alcantarilla esta en ese estado-, pasamos sobre una serie de arcos de ladrillo construidos para que la acequia salvara la rambla de las Zorreras y acceder a la noria situada junto al mueso etnológico de la Huerta. Justo enfrente se encuentra la ermita de la Salud.

La noria anterior databa del siglo XV y elevaba el agua hasta la acequia del Turbedal para regar unas 800 tahúllas de la zona de Alcantarilla. En 1890 fue sustituida por otra de mayores proporciones para aumentar las tierras regadas. La actual, de hierro, fue instalada en 1956, tiene 11 metros de diámetro y cerca de 2 metros de anchura. Tiene 36 cangilones en cada lado que se llenan de agua al pasar por la parte inferior de su recorrido, bajo el nivel de la acequia y se vacían por gravedad al llegar a la parte superior desaguando en un acueducto construido exprofeso con más de 25 arcos. Al llegar a la noria, la acequia se estrecha concentrando el caudal sobre unas grandes paletas curvas que proporcionan el impulso a la rueda.

Poco después se va desangrando en numerosos canales menores para reagruparse más tarde en azarbes que devuelven los sobrantes al río. Este sistema es lo más parecido al sistema circulatorio humano con sus arterias y venas. El agua proveniente del río circula por las grandes acequias (sistema arterial) que a su vez la distribuye por otras más pequeñas llamadas hijuelas, brazales y regaderas hasta llegar a regar los bancales. Los sobrantes, escorrentías y drenajes se recogen en cauces que se van agrupando en otros cada vez más grandes llamados escorredores, azarbetas, azarbes y azarbes mayores (sistema venoso) hasta verterla de nuevo en el río.

El itinerario nos va guiando por un laberinto de caminos, carreteras y algún sendero que nos sorprende con rincones huertanos verdaderamente hermosos, por desgracia son los menos, pero los que hay merecen la pena. Poco a poco nos vemos invadidos por viviendas, urbanizaciones, pedanías y la propia ciudad, Aljucer será prácticamente el último lugar donde podamos ver algún retazo de acequia. El desierto urbano se hace dueño del recorrido hasta la ermita del Rosario donde vemos un fugaz tramo de hijuela; después la nada. Aburridos decidimos dejar por hoy nuestro recorrido por este camino del agua y regresamos a Murcia, no descartamos finalizar este tramo de la Alquibla hasta Alquerías o el de la Aljufía hasta El Raal.

Murcia, 26 de junio de 2018. 

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Los Caminos del agua I



Hoy es uno de esos días en los que uno no sabe muy bien que hacer. Al final he salido con la bici sin un destino definido. Cuando me he querido dar cuenta pedaleaba por el margen izquierdo del río sobre el carril-bici. Sin nada concreto en la cabeza han comenzado a acudir a mi mente viejas imágenes de estos mismos lugares por los que andábamos de chavales. Recuerdo perfectamente cono nos refrescábamos en la fuente del Agua Salá, al otro lado del río bajo la mirada de la ermita de la Salud. Nuestro mayor placer era coger un limón de generoso tamaño al que vaciábamos una de las mitades que llenábamos con el agua ferrosa de la fuente y le escurríamos el jugo de la otra mitad bebiéndolo como si fuera una verdadera golosina. Al terminar volvíamos al pueblo -Javalí Nuevo-, bien por la rambla de Las Zorreras hasta la vía del ferrocarril o, tras pasar bajo “Los Arcos” -son unos arcos que sostienen el paso de la acequia Alquibla sobre la rambla- para seguir un camino paralelo a esta acequia, pues los márgenes del río eran impracticables debido al impresionante cañaveral que los cubría, una verdadera selva, al menos para nosotros chavales de ocho o diez años.

Poco a poco accedí hasta lo que ahora es el área recreativa de la Contraparada. La “contrapará” no es más que un Azud -barrera- para retener y elevar el caudal del río. En este caso el Azud Mayor de la huerta de Murcia y aprovecha un estrechamiento en el cauce para elevar el caudal del Segura y poder facilitar su sangrado por las dos acequias mayores; la Alquibla, al sur y la Aljufía al norte. A día de hoy los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre su origen. Parece no existir duda sobre una construcción de origen romano que derivaba el agua hacia el norte de la huerta -zona de Churra-, pero que en su fisonomía actual sería de origen árabe, del siglo IX, coincidiendo con la fundación de Murcia en el 825 por orden de Abderramán II. De aquí parte una red que forma un intrincado y complejo sistema hidráulico que a través de las dos grandes acequias se van ramificando en cauces progresivamente menores llamados hijuelas, y estos a su vez en brazales y regaderas que llevan el agua a los bancales. Las aguas sobrantes -muertas- se recogen a su vez en otros cauces llamados escorredores, que van creciendo con su unión con otros mayores como las azarbetas, los azarbes y los azarbes mayores que vuelven a desembocar en el río.

Aún tengo tiempo antes de volver a casa y decido continuar un rato más llegando hasta Molina de Segura, un poco de vía verde y por el Llano y una carreterilla tranquila que discurre por el paraje de la Huerta de Abajo y el camino asfaltado del Hondón llegar hasta las espaldas del museo etnográfico Carlos Soriano. A sus espaldas discurre una acequia que deriva de la acequia mayor de Molina denominada Subirana que por un pequeño partidor da servicio a una noria no demasiado grande que riega la zona.

Regreso sobre mis pasos hasta encontrarme de nuevo con el Segura en uno de los tramos de la zona que más me gustan; los Sotos del Hondón y de los Álamos, importante mancha de vegetación que forman un agradable y umbrío bosque de ribera. De nuevo en la Contraparada aprovecho para hacer unas fotos, ahora que el agua desborda por encima de la presa y de regreso al comienzo de la acequia Aljufía, me quedo un buen rato viendo como cincuenta años después unos chavales están haciendo lo mismo que hacia yo a su edad. Aprovechan la “poza” que ha formado el desagüe de sangrado de la acequia para darse un buen baño y hacer saltos acrobáticos desde uno de sus laterales. Aquí había una pequeña central eléctrica que ya estaba fuera de servicio siendo yo crío pero que conservaba toda su maquinaría.

Sin más dilación comienzo a pedalear por un carril-bici que discurre paralelo a la Aljufía en dirección a Javalí Viejo y junto a al Fabrica de la Pólvora encaminarme hacia la Ñora, esta aquí la otra gran noria de la huerta de Murcia, es de acero y fue construida en 1936, la anterior era de madera y estaba documentada desde 1399. Tiene unos 10 metros de diámetro y su eje gira sobre cojinetes de fricción, una serie de coronas intermedias y tirantes dotan de estabilidad a toda la estructura. Estamos casi al comienzo de la Aljufía obra realizada al menos en el siglo IX, que tiene una extensión de 27 kilómetros y pierde su nombre a lo largo de su recorrido tomando la denominación de los lugares por los que pasa -Benetúcer, Benefiar, Benizá y Beneluz- y riega las localidades de Javalí Viejo, Guadalupe, La Ñora, La Albatalía, La Arboleja, Puente Tocinos, Llano de Brujas o El Raal. Intento seguir la acequia pero por desgracia cada día es más difícil, la urbanización descontrolada en muchos casos de la huerta, hace que desaparezca bajo baldosas, en el mejor de los casos, asfalto u directamente bajo construcciones. La última vez que la veo es en el ruinoso molino del Amor que hacia de partidor de la acequia mayor en otras tres más pequeñas; la de Zaraiche hacia el norte, la propia Aljufía hacia el este y la de Caravija que se decantaba por el sur. Después se introduce bajo el hormigón para atravesar toda la ciudad de Murcia, circula bajo las calles más céntricas totalmente ignorada. Recientemente el Máster de Educación u Museos de la UMU, la Asociación Murciana de Educadores de Museos (Amurem) y la asociación Huerta Viva han producido un video documental que estará próximamente disponible. ('La Aljufía, la acequia olvidada')

Entro en Murcia junto al Malecón con la torre de la catedral como faro y por la pasarela de Manterola o del Malecón -construida en 1997- que vuela sobre el viejo azud que servía para dar servicio a los molinos de San Francisco y del Álamo llegar a casa.

Murcia, 25 de junio de 2018