sábado, 15 de diciembre de 2018

Árboles Singulares de Mula



El 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, es una fecha que conmemora la primera Conferencia de la ONU especializada en el Medio Ambiente que tuvo lugar en 1972 en Estocolmo. Año tras año conmemoramos esta fecha a nivel mundial para concienciar a ciudadanos y gobiernos de los problemas que sufre el planeta a nivel de Medio Ambiente. Este año las actividades giran alrededor del uso indiscriminado de plásticos bajo el lema: Sí no puedes reusarlo, rehúsalo. El plástico se esta convirtiendo en uno de los residuos más abundantes y difíciles de erradicar por la Naturaleza, debido a su alta longevidad y poca degradación.


Para conmemorarlo, el Ayuntamiento de Mula organizó una excursión para visitar sus árboles más venerables. Ancianos centenarios repartidos a lo largo de su término municipal, ubicados en parajes, a veces, difíciles de encontrar. Y como siempre que tengo interés por algo, me toca trabajar. Sin desanimarme, días después, contacte con el Ayuntamiento de Mula explicándoles mi interés en realizar la excursión por mi cuenta y amablemente me facilitaron las coordenadas de los cuatro árboles más representativos. Pero no vamos a usar el automóvil para visitarlos, lo haremos como siempre en bicicleta, nos hemos preparado una ruta que recorrerá uno tras otro estos venerables ancianos que han venido cobijando bajo su sombra a vecinos y viajeros durante siglos.


Nos hemos reunido en la pedanía de Yechar, a la puerta del bar-restaurante Cervantes, -hay que asegurarse la posterior hidratación-, cinco amigos; Matías, Juan Bautista, Antonio, Secundino y yo mismo -Paco vendrá a última hora a comer-, para recorrer gran parte de los Llanos del Cagitán donde se encuentran dos de los árboles más singulares de municipio de Mula, el Pino de las Águilas y los Olmos del Cagitán. Comenzamos a pedalear en dirección norte por la vieja Cañada Real de Calasparra, que asciende pina hasta el collado que constriñen el Lomo del Herrero (636 m) y el Cejo Cortado (699 m). Desciende después hacia el antiguo abrevadero del Capitán en Fuente Caputa, zona de descanso de los ganados trashumantes. Es un paraje natural que merece la pena visitar. Esta conformado por una serie de pozas de aguas color esmeralda, rodeadas de carrizos y adelfas, donde se ocultan las chovas piquirrojas y los sisones, rodeadas de altas paredes rojizas donde anidan las rapaces. Nosotros continuaremos hasta encontrarnos con la carretera proveniente de Cieza (C-330) y poco después de pasar su kilómetro 16 adentrarnos por nuestra izquierda en los campos del Cagitán.


Pedaleamos ahora por una planicie abierta a todos los vientos plantada de almendros y vides, una preciosidad en la época de floración del almendro que tiñe el paisaje del precioso blanco de sus flores. Antiguamente estos campos estarían cubiertos de chaparral que la acción del hombre con los incendios y el pastoreo degradarían hasta formar la garriga caracterizada por abundar el matorral y los arbustos de bajo porte con manchas más o menos extensas de bosque mediterráneo formados por alcornocales, encinas, carrascas, lentisco, incluso roble y pino carrasco. Hoy solo quedan algunos restos y la gran mayoría del territorio son cultivos de secano. En este entorno habita nuestro próximo protagonista, el Pino de las Águilas. Su denominación parece deberse al gran número de rapaces que anidaban en él. Refugio asimismo de un gran numero de aves de otras especies propicias para la caza. Según los lugareños estaba prohibido disparar hacia él, por lo que primero se disparaba al aire y cuando estas huían asustadas se las derribaba. Aparece rodeado de vides, cultivo que no parece afectarle negativamente.


Es el pino carrasco más viejo y con el tronco de mayor perímetro de España y por añadidura del Mundo. Utilizado a lo largo de los años para el sesteo del ganado y como cobijo de agricultores y aperos agrícolas bajo su sombra, que abarca una superficie cercana a los 300 metros cuadrados. Su tronco de 6.5 metros de diámetro se divide en dos brazos a 1.4 metros del suelo. Tenía un tercer brazo que fue cortado en 1998 al estar seco, había sido alcanzado por un rayo. Parece ser que nació hacia 1703 en plena guerra de sucesión, guerra civil a la que nos aboco la falta de descendencia de Carlos II e instauro a los Borbones en España. Hay en estos Campos del Cagitán otros ejemplares de gran porte pero ninguno alcanza la monumentalidad del de las Águilas.


A unos 10 kilómetros de este longevo pino, junto al abrevadero de las Casas de la Caridad en plena Cañada Real de Calasparra están los Olmos del Cagitán, hoy sedientos y seguramente abocados a una muerte segura. El pozo, -de considerable profundidad-, que alimentaba al abrevadero se encuentra seco, probablemente debido a la existencia de pozos -quizá incontrolados-, que han bajado el nivel freático, aún que esto es solo una suposición y quizás sea el cambio climático, no dispongo de datos que corroboren una u otra afirmación. Mirar a su alrededor produce un mal presagio, estaban acompañados de otros olmos y nogales que no han podido resistir la falta de caudales. Esperemos que tengan un final feliz.


Dejamos atrás a nuestros amigos para salir a través de un camino en buen estado hasta la carretera de Calasparra (MU-552) y pedalear en dirección al Niño de Mula. Aquí se nos presenta una magnifica oportunidad para “recuperarnos” del recorrido, porque además de tener hermosos pinos junto al santuario del Niño de Balate y olmos junto a la carretera, hay un par de restaurantes en los que podremos reponer fuerzas. Nos vamos a dirigir en primer lugar hacia la propia población de Mula para buscar la carretera de Pliego y la Vía Verde, para buscar un viejo camino por nuestra derecha –recomendamos seguir el track para evitar perdidas-, que nos llevara hasta la Olivera de la Casa del Toro que marcará nuestra siguiente parada. Es un acebuche injertado en años inmemoriales, algunos le endosan más de 500 años, aunque otros no dudan de que puede tener más de 1.000. Su arrugado tronco mide 6.3 metros. Algún descuidado lo quemo con alguna hoguera y otro le incrusto una concha, asimilada con dolor por la olivera. Hoy está rodeada de cítricos y vigilada por dos enormes fresnos que quieren robarle protagonismo.


Nos dirigimos ahora hacia la Vía Verde del Noroeste en dirección a los Baños de Mula, nos espera un árbol que casi siempre vemos como arbusto, pero que en esta ocasión ha adquirido un gran porte, es un taray (Tamarix Canariensis), muy abundante en las ramblas de la Región, resistente a inundaciones y a los rigores de un clima tan extremo como el nuestro de prolongadas y calidas sequías. Tiene perímetro de tronco de 7 metros y otros tantos de altura y se estima que tiene una edad de más de 100 años. Es amigo de un viejo olmo que desde hace muchos años le hace compañía. Pero nos contentamos con contemplar la rambla desde el puente de la vieja plataforma ferroviaria, es ya la hora del arroz y no queremos hacernos esperar y al mismo tiempo nos tenemos una magnifica excusa para regresar. Ya solo queda alcanzar de nuevo la pedanía de Yechar y el restaurante Cervantes. Han sido alrededor de 50 kilómetros por tierras de Mula, de parajes tan variados y contrapuestos como el río Mula o las planicies del Cagitán, visitando verdaderos monumentos naturales, con el aliciente de ser seres vivos irrepetibles que hemos tenido la oportunidad y el placer de contemplar. Ahora solo nos queda degustar el estupendo arroz y conejo con caracoles que nos han preparado.



Mariano Vicente, diciembre de 2018

martes, 4 de diciembre de 2018

Vía Verde del Maigmó y Río Monnegre



Esta es una de esas rutas que denominamos "sociales". Son rutas que hacemos a petición de algún miembro del grupo que desconoce la zona o ya han pasado muchos años desde que las realizamos por última vez. Esta; por ejemplo, la hicimos en el 2005, al menos la parte correspondiente a la vía verde que discurre por los bellos parajes ubicados entre las sierras del Maigmó y del Ventós. Este año añadimos un nuevo tramo por el valle del río Monnegre para regresar hasta San Vicente donde habremos comenzado nuestro recorrido.

La vía verde del Maigmó

A principios del siglo XX, la industriosa ciudad de Alcoy necesitaba dar salida a sus numerosas  manufacturas. Contaban con una vía estrecha que unía la localidad con el Grau de Gandía, incluso se trazo otro ferrocarril que la unía con la red de ancho ibérico en Villena, pero el verdadero deseo de los alcoyanos era el dar salida a sus productos por el puerto hermano de Alicante. El Plan Guadalorce les proporciono el pretexto perfecto para sus aspiraciones y en 1928 comenzaron las obras bajo la dictadura de Primo de Ribera. Se consiguieron crear 66 km de infraestructura ferroviaria hasta enlazar con la estación de Agost, utilizando muchos de los recursos que la ingeniería de aquellos tiempos puso a su disposición. Contratiempos, retrasos y la Guerra Civil la llevaron al fatal desenlace de su finiquito. Jamás llego circular ningún tren. Sobre el año 2000 la Diputación de Alicante puso sus ojos en ella comenzando la transformación de la antigua plataforma en Vía Verde al año siguiente. El trazado con un total de 22 kilómetros, entre el apeadero de Agost y el puerto del Maigmó, cuenta con 2 viaductos y 6 túneles.



El pantano de Tibi y el río Monnegre

Este río comienza llamándose Verde y después pasa a Monnegre -el cauce atraviesa por una zona de calizas negras y el reflejo del lecho presta a las aguas esa oscura coloración-, para pasar a río Seco al acercarse a su desembocadura en el Campello. Nace en la sierra de Onil a 1.100 metros de altura y en plena juventud hace frente a la presa de Tibi para formar el pantano del mismo nombre. Si descontamos el de Almansa, es el pantano en servicio más antiguo de Europa. Lo mando construir Felipe II a finales del siglo XVI, concretamente en 1580, de las manos del italiano Juan Bautista Antonelli. Sufrió una rotura en 1697, entrando de nuevo en servicio 1738. Tiene un volumen de 2 hm³ y cuenta con una superficie de 50 hectáreas. Desde la Edad Media ha regado las huertas de Alicante a través de los azudes de Muchamiel, San Juan de Alicante y el Campello.



Crónica de la jornada

Son las 7.50 de la mañana cuando el tren de cercanías arranca de la estación del Carmen, nuestra meta, la estación de San Vicente, donde comenzaremos nuestra andadura por la vía verde del Maigmó. Somos seis compañeros; Matías, Antonio, Ángel, Vicente, Secundino y yo mismo. Salvo Antonio y yo, los demás desconocen el recorrido. Tambien nosotros desconocemos la segunda parte de la ruta; la que corresponde al río Monnegre, así que vamos un poco a la aventura. Todo comenzó cuando Matías propuso hacer la Vía Verde del Maigmó. A mí, que ya la he recorrido por lo menos en media docena de ocasiones, no me seducía la idea demasiado, por lo que busque un nuevo aliciente y lo encontré en el valle del Río Monnegre. La idea solo fue planteada sobre el mapa, por lo que desconocíamos la realidad del terreno que íbamos a encontrar, tampoco hubo tiempo para buscar más información por lo que fuimos un poca a la aventura.



Llegamos a San Vicente sin problemas; tomamos un café, y comenzamos a pedalear. Buscamos un paso bajo las vías que encontramos por el lado norte de la estación. Una rotonda y un carril-bici paralelo a la CV-824 nos llevaba en dirección a Agost. No habían transcurrido ni 5 km, cuando no nos quedó más remedio que abandonarlo por un camino en regular estado que nos llevo, entre vides, a la rambla de L´Alabastre. Poco después a un paso bajo la línea de ferrocarril Alicante-Madrid, que distaba apenas quinientos metros del apeadero de Agost.


Ya estamos en la Vía Verde del Maigmó. Pedaleamos con un suave desnivel en dirección norte siguiendo este trazado ferroviario que sin embargo no llego a conocer el paso de los trenes. A su lado crece la vid, sus racimos están embolsados con mimo, porque esta no es una "uva cualquiera" sino que tiene nombre propio con Denominación de Origen: Uva de Mesa Embolsada del Vinalopó. Parece ser que todo comenzó por casualidad; una plaga asolaba las cosechas y a alguien se le ocurrió proteger los racimos con una bolsa de papel. El resultado eficacísimo, no solo para protegerla de las plagas, si no también de la climatología y otros agentes externos, al tiempo que le da unas características únicas. Estas bolsas de color blanco le confieren a los viñedos un aspecto peculiar. Tuvimos la suerte de poder degustarlas de la mano de una agricultora cuyo campo lindaba con la vía verde y se encontraba haciendo la recolección.



Agost esta a tiro de piedra por nuestra derecha, pero la vía verde parece huir de él y realiza una gran curva hacia el oeste. Pronto la sierra del Maigmó la obliga a dirigirse de nuevo al este convirtiendo este tramo en el más bonito de la vía. En esta parte, la vieja plataforma, salva un par de barrancos con magníficos viaductos y horada las laderas del Maigmó hasta con 6 túneles. El calor aprieta en la solana y nos sobra ropa -es increíble que a principios de de diciembre estemos disfrutando de 25 grados-, solo es aliviado por la sombra que proporcionan trincheras y túneles y por unas cervezas bien frías que nos tomamos en lo alto del puerto. Comienza aquí el segundo tramo de la ruta.
Atravesamos la urbanización del Maigmó y nos dirigimos entre pinadas hacia el Pantano de Tibi. Bajamos a buena velocidad entre numerosas curvas hacia el valle del río que aún se denomina Verde por una carretera de asfalto áspero pero regular.



¡No puede ser! En medio de la carretera una puerta, y además cerrada. Superada la sorpresa inicial, observamos que sus alrededores están muy transitados y que se puede pasar perfectamente por sus costados. Perdemos el miedo y nos lanzamos en busca de la presa. El paisaje es espectacular. La presa, diminuta, pasa casi desapercibida encajada entre los peñascos que la franquean, el Mas del Bou y La Cresta. Creo haber leído en algún sitio que en el lugar más estrecho apenas supera los 9 metros. Al otro lado, solo un camino levemente insinuado. Está roto y pedregoso, pero parece transitable y transitado. Mi trotona va a sufrir, sus cubiertas son de 700x32 y lisas, pero ha mantenido el tipo, ha logrado superar las fuertes rampas y el verdadero pedregal en el que se han convertido algunos tramos. En este tramo es donde peor lo han pasado Matías y Vicente. Antonio ha hecho verdaderos equilibrios con su eléctrica, pero él que me ha sorprendido ha sido Secundino, no había realizado ninguna ruta de este tipo con él, pero la ha superado el trance con nota. El camino desemboca en una bonita carretera con un asfalto áspero y oscuro, que desde Xixona se dirige a Alicante siguiendo el valle del río Monnegre.



Tramo verdaderamente encantador. La carretera se ciñe al barranco que forma el río Monnegre; lo franquea por su margen derecho, entre bosquetes de pinos. Al fondo, el río serpentea entre carrizos y juncos alimentando diminutas huertas. Pequeños caseríos blancos se encaraman en sus laderas, que  alguna vieja ermita reconforta. Se siente la proximidad del mar, el viento huele a humedad y a lo lejos se distingue la brumosa costa. A la altura de Mutxamel y justo antes de que el Monnegre se transforme en Riu Sec giramos a la derecha en busca de San Vicente. Poco antes de llegar a la estación hicimos un alto en el bar de nuestros amigos Ra&Ro para alimentarnos e hidratarnos convenientemente antes de dar por finalizada la jornada.


Mariano Vicente, 4 de diciembre de 2018