sábado, 18 de julio de 2020

A Castillitos con los amigos de Elche



Este sábado he realizado una ruta de ese ciclismo sin prisa que a mi tanto me gusta. Nos juntamos en el Puerto de Mazarrón, donde me encuentro actualmente con mi madre, los amigos Javi, Fany, Patricia y Paulo de Elche, Fátima y Joaquín de Crevillente y como único representante murciano; un servidor. Comenzamos nuestro recorrido por la concurrida carretera que comunica el Puerto con el pueblo de Mazarrón, para pasado este último, tomar otra mucho más tranquila que juega al escondite con las estribaciones septentrionales de la sierra del Algarrobo. Bonito puerto de porcentajes aceptables, de paisaje tranquilo y solitario, donde solo algún que otro algarrobo se atreve a levantar su oscura silueta sobre el dominante esparto, este año de un verde provocador. El grupo se fue disgregando a lo largo del puerto. A la cabeza Joaquín y Fátima; cerrándolo, como ya os habréis imaginado; yo. La bajada se hizo rápida hasta la población de la Pinilla y a la sombra del campanario de su iglesia se hizo el primer reagrupamiento.



En dirección a las Palas, el vibrante carbono del grupo interpretaba una rápida y melódica sinfonía donde la única nota discordante era sordo y grabe rodar de mi vieja Connor con su cuadro de acero y sus cubiertas taqueadas para el ciclismo gravel. Como siempre ocurre en estos casos, el personal se va animando y se empieza a imprimir un ritmo que nos hace sufrir a los más veteranos, ritmo que mantuvimos hasta las Palas. Se tranquiliza el grupo hasta Tallante y camino de Perín, cada uno puso el ritmo que pudo. ¿Os imagináis a quien le costo más? Claro que una vez en la asociación de vecinos me resarcí del castigo. Hasta aquí se acercaron con el coche Enrique y su mujer para almorzar con nosotros. En el agradable patio del local, junto a su enorme piedra de molino, parece que el grupo encontró un momento de sosiego que nadie parecía querer romper, pero había que reanudar la marcha, el Cedacero y Castillitos nos esperaban impacientes.



Las primeras rampas del Cedacero me parecieron más suaves que otras veces, no sé si por la cerveza o porque el personal se lo tomó con calma. Paulo coronó primero y eso que el fiera había venido desde Torrevieja con la bici, y pretendía volver con ella después de hacer la ruta, intención que se le desmorono durante la comida, pero eso es una historia que os contaré más tarde. Bajamos a toda velocidad, en algún momento pude ver como en el viejo flightdech, un Shimano SC-6500 que después de tantos años sigue funcionando, marcaba los 80 Km/h.



Nos introdujimos en el bonito valle de Campillo de Adentro para iniciar la espectacular subida a Castillitos. Y no, no creáis que es por unos porcentajes imposibles, que son más bien modestos, sino por un paisaje verdaderamente espectacular. A un lado el bonito y recogido valle del Campillo, por el otro la agreste sierra de Cabo Tiñoso. La carretera sube poco a poco, para tras una curva, sorprenderte con la espectacular bahía de Cartagena; es casi imposible, en especial si es la primera vez que pasas, no detenerte junto a los viejos pretiles de piedra y contemplar todo el espectáculo que se abre a tus pies. En el horizonte, cerrando la vista por el este, la sierra de Fausilla y su icónico cabo del Agua, se adivinan Cabo Negrete y la colmatada bahía de Portman; más cerca la isla de Escombreas y la ensenada de Cartagena, la isla de las Palomas, el cabezo del Agua, que nos oculta un referente nudista en España, la playa del Portús. A nuestros pies, calas de nombres tan sugerentes como el Pozo de la Avispa, Salitrona o de la Mojarra.



Un poco más arriba nos golpea, esta vez por nuestra derecha, la impactante bahía de Mazarrón que cierra Punta Negra y da cobijo al Puerto de Mazarrón. A continuación el resto del golfo que cierra por el oeste por el Parque Natural de Cabo Cope-Puntas de Calnegre. Paulo, nuestro fiera particular, decide subir a “las antenas”. Le dejamos; cada loco con su tema. Ligero descenso y nueva subida para bordear el Cabezo del Atalayón que nos conducirá a las baterías de Castillitos que estuvieron activas desde su construcción en 1933 hasta 1994, año de su cierre. La idea era crear un anillo defensivo que junto a sus gemelas del monte de las Cenizas, protegieran a la base naval de Cartagena de cualquier ataque marítimo. Para ello se montaron unos gigantescos Vickers de 381 mm capaces de enviar proyectiles de casi una tonelada a 35 kilómetros de distancia, el primer disparo de guerra fue en 1937 contra la escuadra nacional. La batería, desde el lado de tierra, imita la arquitectura de un castillo medieval estando su parte principal excavada en la roca para impedir su visión desde el mar. Cada pieza cuenta con una sala de máquinas, almacenes de pólvora y munición y una cámara de carga bajo las piezas. Tras su abandono fue concienzudamente expoliada, y hoy, a pesar de su mal estado, parece que se están llevando acabo algunas labores para su conservación.



El personal estaba encantado con el lugar, en la época fotográfica del carrete hubieran acabado con un buen numero de ellos. Especialmente le encanto a las chicas, no había forma de sacarlas de allí, pero era hora de comer, nos esperaban y no podíamos hacerlos esperar. Bajamos de nuevo hasta Campillo de Adentro y en el local de su asociación de vecinos hicimos parada y fonda. ¡Que ricas las cervezas, frescas, frescas! Y la ensalada de salazones, y la de lechuga, que decir del embutido de la sierra de Maria, o los chipirones a la plancha rociados con su salsita de ajo y perejil. Había hambre o al menos buenas ganas de comer y continuamos con unas fuentes de pescado frito de la zona y no contentos pedimos unas de chuletas de cordero, se hizo tal hora que terminaron cerrando la cocina para poder echarnos de allí, aún así, resistimos como pudimos con unos trozos de tarta de zanahorias y unos asiáticos.



Para terminar la jornada, solo nos quedaba regresar al Puerto de Mazarrón, menos de 20 kilómetros con una solo tachuela, la de salida del valle del Campillo. En el Puerto nos despedimos, unos se fueron directamente hacia Elche, pero a otros aún las quedaban ganas de juerga y regresaron, esta vez en coche, hasta la Azhoía para sacar el biquini y darse un baño. Un día de compañerismo y amistad, de ciclismo sin compromisos; en pocas palabras, un día para disfrutar. Hasta la próxima amigos.



Mariano Vicente, 18 de julio de 2020

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miércoles, 15 de julio de 2020

Defensas de Mazarrón



Buenos días don Antonio, me alegro que haya venido usted a visitarme a estos mis dominios, que aunque provisionales, pienso mostrarle a usted si no tiene inconveniente. Quiero centrarme en esta ocasión en las defensas costeras de la bahía de Mazarrón, aunque no será lo único que veamos. Para comenzar tomaremos las bicicletas y por la carretera de Cartagena, la que va por el Cedacero, nos llegaremos a la Punta de la Azohía y podrá usted ver con sus propios ojos su famosa torre. Por el camino, aun a riesgo de hacerme pesado, le iré poniendo en antecedentes de la ajetreada historia de estos lugares.



Corrían las postrimerías del siglo XV, el poder islámico había sido expulsado de la península Ibérica, cosa que no les debió de sentar nada bien púes convirtieron a esta zona en un verdadero campo de batalla naval. Una y otra vez intentaron los musulmanes recuperar algunas de las plazas que la habían sido arrebatadas sin conseguirlo. La guerra trocó entonces en incursiones, saqueos y combates de baja intensidad, una depredación sistemática de personas y bienes en una franja que abarcaba toda la costa desde Valencia a Málaga. Esto provocó la despoblación del litoral, solo quedando en esta zona de la costa lorquina la población minera de Mazarrón, tal era la intensidad de la presión musulmana que a la franja de tierra comprendida entre Cartagena y Almería se le llamaba Berbería y no Castilla.

 

Durante el reinado de Felipe II, una vez sofocadas las revueltas moriscas, ya solo quedaba el enemigo exterior, se hacía necesario volver la vista al litoral y proceder a su fortificación. Para acometer este asunto se encargo en 1570 a los ingenieros italianos Juan Bautista Antonelli y Vespasiano Gonzaga su planificación y lo que tiene usted delante es la consecuencia.

-La verdad es que es una torre bonita, no muy grande, pero que domina muy bien la bahía.

Esta torre de Santa Elena era la primera al poniente de la ciudad de Cartagena, a unas tres leguas tanto por mar como por tierra. En aquellos tiempos, también como hoy, se llamaba de la Asudia, dominando la parte de levante de la ensenada llamada Almazarrón a una distancia de otra al poniente de una 8,735 varas castellanas que  como usted sabe equivale a tres pies castellanos, lo que hoy sería menos de un metro, aproximadamente unos 83 centímetros (0,835905m.) y justo en su mitad se dividían y lo sigue haciendo hoy día, las jurisdicciones de Cartagena y Mazarrón.



Como puede ver la torre está situada, y por seguir con la unidad de medida castellana que usted ya domina, a 79 varas de altura.

-Eso serán unos 65 o 66 metros sobre el nivel del mar si mis cálculos son exactos.

Lo son don Antonio, lo son. Como puede ver su planta es un hexágono y está construida en mampostería trabada con argamasa de cal. La puerta de entrada esta situada a cierta altura, donde termina el primer piso que como puede comprobar es taluzado, pero desconozco si esto representaba alguna mejora defensiva, en su interior se situaba el aljibe. Puede usted comprobar que la puerta está cerrada y por desgracia nos va a impedir su visita.

-Muy típico de un país donde la cultura no es la principal de sus prioridades.

Tendrá usted que fiarse de mi si le digo que el segundo y el tercer cuerpo están comunicados por una escalera de Caracol que lleva hasta la terraza. Estos dos cuerpos están abovedados y cumplían diversas funciones, las principales alojar a los soldados y la munición como usted comprenderá. En la terraza se montaban a barbeta un cañón de a 8, uno de a 4 y otro de a 3.

-Perdone mi ignorancia don Mariano, pero ha utilizado usted una palabra que no atino a discernir su significado: barbeta.

La barbeta es un parapeto de pequeña altura que las piezas tiran sobre él al descubierto y que por su baja altura no protege a los artilleros, supongo que hacerlo así daría facilidad para mover las piezas y probablemente un coste más reducido.



Si le parece a usted don Antonio vamos a regresar a Mazarrón y visitaremos su torre de la Cumbre, del Puerto, Vieja del Cargadero, de Santa Isabel o del Carmen que era su pareja. Ha reparado usted en que todas estas  defensas construidas en el litoral que nos ocupa adoptaron denominaciones religiosas, bien de Cristo, de vírgenes o de diversos santos.

-Probablemente buscaban con estas denominaciones su protección en esa larga guerra librada contra el islam.     



Pero antes, vamos a salirnos de la carretera, justo al final de la población de la Azohía, allí donde la carretera se aleja del mar, nosotros lo seguiremos por un camino a nuestra izquierda que nos llevará lamiendo la arena hasta Isla Plana. Allí podrá usted ver en un espacio muy reducido, los restos de una factoría de cerámica del siglo I y II d. C., otra de salazones, un balneario de finales del XIX y la ermita de Nuestra señora del Carmen.

-La verdad es que circular por la arena se hace algo complicado, pero desde este punto de la playa el conjunto del paseo, los baños de la Marrana y la ermita presentan un aspecto imponente. Pero cuénteme algo de lo que hemos venido a ver, que lleva usted un rato callado.



Ese edificio blanco de carácter religioso que usted ve en la parte más alta de la isla es la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y he de reconocer que carezco de información de relevancia sobre ella. De lo que si le puedo hablar, aunque tampoco en profundidad es de los restos romanos que ve usted a su izquierda. Parece que corresponden a varias épocas e industrias, por un lado unos hornos de cerámica especializados en la construcción, tanto de utensilios culinarios como de ladrillos para la construcción. Se han encontrado al menos seis hornos de distintas épocas que abarcan desde el siglo I al II d. C. Por otro lado se han descubierto unas piletas quizá de época altoimperial dedicadas a la salazón de pescado.



Ese edificio tan curioso que usted ve entre el mar y la ermita son los Baños de la Marrana. No crea que son tan antiguos, son de últimos del siglo XIX y principios del XX, construidos  gracias  a  la  labor  de  un  médico  de Mazarrón llamado José Mª Vera García. Si la memoria no me falla se inauguraron al público el 2 de mayo de 1901. Como ve el edificio es de planta rectangular cubierto por una bóveda de cañón. Está cerrado para protegerlo del vandalismo pero hace años lo pude visitar cuando estaba dejado a su aire. Se entraba por la parte de tierra por dos escaleras, una a cada lado, que daban a la bañera comunal central, dedicándose ambos extremos a estancias individuales con bañeras y una pequeña sala para calderas. Unas galerías comunicaban posiblemente con los manantiales termales cercanos como el del Chimborazo, el Cura y el Sargento, hasta se habla de una noria para elevar el agua.         

-Sí, si todo eso esta muy bien y me ha proporcionado una idea bastante completa su estructura y la función que cumplía, pero hay una cosa que es de capital importancia y a la que usted no ha hecho mención; porqué de se llaman de la Marrana.



Tiene usted razón don Antonio, le contaré que hay una leyenda que se remonta a los siglos IX y X que ha dado origen al nombre. Un aldeano de la zona tenía una marrana aquejada de reuma, el pobre animal estaba tan afectado que apenas podía andar. El dueño estaba pensando en sacrificarla cuando un día, la marrana con mucho esfuerzo, se dejo caer hasta la playa revolcándose en la orilla justo en el lugar donde manaban aguas termales. Transcurrió el tiempo y la marrana tomo por costumbre bañarse en el mismo lugar de la playa, lo curioso del hecho es que el animal fue mejorando hasta quedar curado.

-Es posible que tenga usted razón, pero me parece que no cuadran las fechas, en el siglo IX y X erá época musulmana y lo de la cerda no casa mucho con el islam.



Es posible que tanga razón, pero es una cuestión que no nos atañe y la vamos a dejar pasar. Continuaremos don Antonio por la carretera hasta el Puerto de Mazarrón, que atravesaremos completo, quiero mostrarle un curioso local que se encuentra al final del puerto, el Museo Arqueológico y Factoría Romana de Salazones. En una época ya tardía de la antigüedad, allá por los siglo IV-V d. C. El Puerto de Mazarrón constituyó un importante centro económico vinculado a la actividad pesquera y su correspondiente manufactura de salazones. En el lugar donde esta ubicado el museo y una amplia extensión de la zona de poniente de la bahía debió destinarse a estas industrias. Las explotaciones derivadas del pescado debieron tener una importancia estratégica en la época romana pues se han encontrado a lo largo de toda la costa mediterránea, las principales; aquí, en Málaga y en Cadiz. En las piletas del museo se pondrían a macerar los pescados en salmuera, una muy buena forma de conservación y hasta es posible que se elaborara el Garum, esa famosa salsa de la antigüedad a base de vísceras de pescado, las de mayor calidad, solo al alcance de los poderosos. 



Don Antonio, si ha usted le parece bien podemos subir al faro que se encuentra sobre nuestras cabezas, es posible que en su lugar estuviera la que se conoció como torre de la Punta o de la Tesla, de San Alfonso, de San Elifonsso, de San Ildefonso o del Almasarrón. Estaba situada a 65 varas sobre el nivel del mar y como sus congéneres era de forma hexagonal, un solo vano y una pieza artillera de escaso calibre. Esta el momento nadie sabe que paso con ella, desapareció a mediados del siglo XIX sin dejar rastro. 



A un tiro de fusil, según los antiguos entre 606 y 723 varas de la playa, está la torre de la Cumbre, casi no nos costará trabajo llegar a ella púes está situada en un pequeño altozano. Como le he comentado antes, también tenía nombre religioso, de Santa Isabel se llamaba.  Vespasiano Gonzaga comunica a Felipe II el 3-8-1570 que a la torre del Puerto de Almazarrón, se le asignaron cuatro guardas y media culebrina y desde ella se veía: «Las dos partes del puerto y las salinas y el Bol de la Reyna y la Isla Mayor…”. Es posible que la función de esta torre fuera más bien de vigía, ya que es demasiado pequeña y frágil para albergar piezas de artillería, tiene planta circular y cuerpo troncocónico y en su interior dos cuerpos abovedados. Sin embargo, debió tener una gran importancia estratégica, púes controlaba las salinas reales y todo el puerto de levante, punto importante en aquella época donde se hacía el embarque de la manufactura del esparto, sal y almagra “...contribuye al Real Erario más de dos mil pesos al año además de utilizarse demás de tres mil fanegas de sal cada verano cuajadas del agua del mar en las llanuras, y así mismo de los  derechos de otros frutos y efectos que produce el País como son Barrilla, Sosa y Almagra…”. Hoy se encuentra cerrada y no es visitable.



Junto a la costa nos queda que ver la Torre de los Caballos en Bolnuevo. Un poco al interior, la del Molinete y el castillo de los Vélez, que se encuentran en el pueblo de Mazarrón. Para ver la primera solo tendremos que seguir la línea de costa hasta Bolnuevo, pero antes quisiera mostrarle, ya que nos queda de paso, la ermita de la Isla dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y un curioso túnel horadado en la roca de la bahía, antigua entrada del agua de mar a las salinas del reino, único vestigio que queda hoy de esa importante industria que tuvo su apogeo en el siglo XX, pero que es posible que estuviera en funcionamiento desde época romana.



Don Antonio, esta rambla que ve es la rambla de las Moreras de luctuoso recuerdo. Como usted ya sabe, el 7 de septiembre de 1989 una incontenible riada desbordó la rambla y se llevó por delante el camping arrastrando a decenas de personas, vehículos, tiendas y caravanas. A pesar de todo, solo fallecieron dos personas, una anciana italiana, cuyo cadáver fue encontrado por unos pescadores y una enfermera cuyo cuerpo fue localizado 20 días más tarde, enterrado en el fango.

-La administración parece que no aprende nunca don Mariano. Hay tiene usted el camping a unos pocos metros de la rambla, se supone que las actuaciones realizadas serán suficientes para prevenir los efectos de futuras riadas. Hay una confianza generalizada en el papel de las infraestructuras de defensa y encauzamiento, en el mantenimiento expedito de cauces y sistemas de desagüe, que además las administraciones suelen presentarse como “soluciones definitivas”, propiciando una sensación de falsa seguridad; al menos es mi opinión, yo no estaría tan tranquilo.



Allí, justo enfrente del camping, por una calle en ligera subida llegaremos a la torre de los Caballos. Probablemente esta torre sustituyo a la propuesta por Antonelli y Gonzaga en el Castellar, se construyo como la mayoría por iniciativa municipal durante el reinado de Felipe II. Como puede ver se trata de una casa fuerte de planta cuadrada y lo que ahora es la ermita de la Purísima Concepción, debió ser el patio inmediato a la torre para almacenamiento de las artes de pesca y alojamiento de la caballería. 

Ya hemos terminado con las defensa de la costa propiamente dichas, ahora Don Antonio, si a usted le parece bien nos podemos acercar hasta Mazarrón y ver su castillo de los Vélez. He de hacerle constar que el tramo de carretera hasta el pueblo es de mucho tráfico, aunque dispone de suficiente arcén y tendremos que esforzarnos en la subida.



Toda la zona de Mazarrón se identificaba con el nombre de Susaña en época musulmana. Quedo despoblada durante la Reconquista y solo con la aparición de la minería del alumbre volvió a poblarse. Surgió un importante núcleo poblacional; Casas de los Alumbres de Almazarrón, dependiente del concejo de Lorca, de dicha jurisdicción se segregaría el año 1564 su sector oriental formando el nuevo municipio de Mazarrón. El marquesado de los Velez y el de Villena, señoríos que se instalan en la zona a partir de la segunda mitad del siglo XV cuando Enrique IV concede el privilegio de explotación de las minas de alumbre a ambos marquesados. En esa época se construye el castillo para dar protección a población que trabaja en las minas y albergar una pequeña guarnición encargada de defender la costa de los ataques berberiscos. 



El castillo, de planta irregular, ocupa una superficie de más de 3000 m², dividiéndose en dos zonas bien diferenciadas: la fortaleza propiamente dicha y el patio de armas. Sus muros tienen un metro de grosor y se apoyan directamente sobre la roca. Esta declarado Bien de Interés Cultural (16 de marzo de 2007). Como puede ver don Antonio, se encuentra muy deteriorado, apenas unos lienzos y no se puede visitar. Nos compensará en parte visitar el pueblo y las iglesias de San Antonio de Padua, junto al ayuntamiento, a los pies del castillo, mandada construir por el Marqués de Los Vélez en el siglo XVI para solaz espiritual de los mineros dependientes de él y la de San Andrés, en este caso la manda construir el Marqués de Villena, se supone que con el mismo fin, también en el siglo XVI. Del templo original se conserva la nave principal en el que destaca su bello artesonado tipo mudéjar. 



Don Antonio, un último esfuerzo para subir a la torre del Molinete y habremos terminado nuestro periplo por las defensas de la bahía de Mazarrón. Como puede ver esta situada a apenas 300 metros del castillo, sobre aquel cerro; del Molinete se llama, fue construida en tiempos de los Reyes Católicos para mejorar la deficiente visión que se tenía desde el castillo debido a su baja altura, como puede ver es de pequeña entidad y cuerpo cilíndrico, pero se tienen buenas vistas de los alrededores.

-Pequeña pero matona y bonita. Una pena, si me permite usted la expresión, que haya tanto “guarro”. Es inconcebible que en un lugar privilegiado como este, rodeado de un parque infantil, con un acceso bien acondicionado, lo hayan convertido unos irresponsables en su basurero particular ¡Tan difícil es llevarse botellas y latas una vez vaciás y recoger la caca de los perros! ¡País!



Ya solo nos queda volver a casa, le voy a proponer regresar por un camino paralelo a un ramblizo tributario de la rambla de las Moreras y que cogeremos junto a la rotonda de la cruz roja, después será la propia rambla la que nos guie y entre invernaderos llegaremos al Puerto sin nada de tráfico. 

Mariano Vicente, en el Puerto de Mazarrón a primeros de julio de 2020

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jueves, 2 de julio de 2020

Asfalto y grava por La Pinilla y la rambla del Cañar



Esta es mi primera salida de verano en el Puerto de Mazarrón. Como me he traído la “trotona” tengo pocas limitaciones en cuanto a terreno y hoy he decidido combinar un poco de asfalto con la pista arenosa de la Rambla del Cañar. El único punto negativo de la ruta es el elevado tráfico existente ente el puerto y el pueblo de Mazarrón. Como no tengo prisa, en el pueblo paro a desayunar. Ni el café ha sido bueno, ni la tostada sabrosa. Reanudo la marcha y en la pequeña subida de la salida ya empieza a dejarse notar el calor. Tomo enseguida la desviación hacia la Pinilla y el asfalto se nota mucho más descarnado, la vía verde del Campo de Cartagena, en su tramo la Pinilla-Mazarrón, nos acompaña durante un rato. Cambia de nuevo el asfalto, pero solo durante unos pocos metros, justo los suficientes par acceder a la urbanización Country Club, se nota donde está el dinero y a quien sirve el poder. En los últimos años han proliferado este tipo de urbanizaciones pensadas y diseñadas para acoger al jubilado norte-europeo y a los hijos de la Gran Bretaña. Residir aquí les sale más barato que los gastos de calefacción y seguros sanitarios de sus respectivos países. Viven aislados, apenas se comunican con los nativos, ni siquiera entre ellos, y una gran mayoría sobrevive conservados en alcohol.



Ya no hay tráfico, la carretera se vuelve solitaria y entrañable. Se empina, el asfalto sigue descarnado, pero no molesta. Un algarrobo se despereza bajo el incipiente calor de la mañana a la sombra de la sierra del mismo nombre. Avanzo distraído cuando un gazapo salta asustado junto a mi rueda delantera, atraviesa la carretera y se esconde entre la maleza. Ahora es una bandada de perdices las que me asustan. Vuelan atolondradas en todos los sentidos, pienso que con solo estirar el brazo habría podido coger alguna. Paro junto a una higuera, está cuajada de higos, seguro que en agosto ya estarán maduros. Sigo subiendo entre cabezos, este año con una vegetación lujuriosa cuajada de flores diminutas. Algo en el centro de la carretera, en una curva al sol, llama mi atención. Son dos culebras entrelazadas en una apasionada, casi erótica danza. Sin asustarse, se retiran hacia la intimidad del matorral, en armoniosas y sincronizadas ondulaciones. Calculo que no estarían lejos del metro y medio.



Alcanzo el collado, La Pinilla se deja ver entre las lomas. Ni un solo vehículo desde Mazarrón. Foto a la iglesia de la Virgen de Luz, actual patrona del pueblo que sustituyó a la Virgen de Monserrat. Parece ser que la anterior patrona, la de Monserrat, desapareció durante la Guerra Civil y la de la Luz, resistió oculta en casa de unos vecinos, cumpliéndose el dicho popular de a rey muerto, rey puesto. El templo parece que es de mediados del siglo XIX, momento en que sustituyó a una ermita ubicada en el barrio del Fortín.



Voy en dirección a las palas, carretera con mejor asfalto y un poco más de tráfico. Supongo que comparto trazado con el antiguo Camino Real que unía Cartagena y Lorca. También es probable que esté se construyera sobre la vía romana que unía las ciudades de Carthago Nova y Eliocroca. Se viene observando en los últimos tiempos un extraño fenómeno que se repite todos los veranos. En este tramo de carretera, cuando más aprieta la canícula, dicen las malas lenguas que una señora de mediana edad, subida a un coche de alta gama, se le aparece a los ciclistas solitarios ofreciéndoles agua fresca, cosa imposible de resistir con el sofoco que se gastan por estos parajes. Se despiertan aturdidos y desnudos, con claros e inequívocos síntomas de haber abusado de ellos. El Ayuntamiento de Fuente Olmo, al que pertenece el tramo, ha decidido tomar cartas en este delicado asunto y ha solicitado a sus agentes que extremen el celo para acabar con tan luctuoso suceso. Más de una docena de aguerridos agentes de la autoridad se han presentado voluntarios para servir de cebo y acabar definitivamente con hechos tan lamentables y restituir el buen nombre de la localidad. También piensa entrar en escena el colectivo LGBTI del Paraje del Conde con una multitudinaria concentración el festivo día del Carmen y denunciar que se sienten, una vez más, discriminados. ¡También queremos participar, es nuestro derecho! Exigen.

 

Paso Las Palas, mientras los jubilados se refrescan a la sombra de lo que parece ser Ayuntamiento y centro social. Continúo hacia Tallante y se me plantea un serio dilema; entro en la venta del Buen Descanso y almuerzo, o lleno el bote con el agua de la fuente de la ermita. Difícil dilema, solo el hecho de que sea hora temprana me induce a decantarme por la segunda opción, a sabiendas de que no encontraré nada hasta Isla Plana. Me esperan fuertes rampas, aún por asfalto, hasta superar el Collado del Cruz que da acceso a la Rambla del Cañar. En frente, las paredes de las Lomas de las Carrascas, su pico Peñas Blancas (625 m) es la máxima cota de Cartagena. La Rambla del Cañar tiene la consideración de ENP (Espacio Natural Protegido por la legislación regional), ZEPA (Zona de Especial Protección de las Aves) y LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) formando parte de la red Natura 2000. Es un área de nidificación de rapaces muy amenazadas como el águila real, el búho real y el halcón peregrino.



Descendemos esta hermosa rambla, habitada desde antiguo, incluso los romanos establecieron una villa en ella debido a su curso de agua permanente, que hoy día debe estar encauzado para el riego de los invernaderos de Isla Plana, pero llegó a mover un molino e incluso fluyen a su cauce algunas fuentes como la del Parrillar, cerca de la ermita vieja (siglo XVII), hermoso paraje poblado de pinos, encinas, y álamos. Cuenta la leyenda que mientras un pastor abrevaba sus ovejas se produjo un gran resplandor y se le apareció la Virgen de la Luz, pidiéndole que levantara en aquel lugar una ermita para su advocación. Hoy hay una ermita nueva aguas arriba. Seguimos descendiendo entre baladres y cañaverales bordeando el Cabezo de la Panadera hasta salir de la rambla, entre invernaderos, junto la carretera de Isla Plana. No sé si el motivo será la primavera tan lluviosa que hemos tenido para lo que gastamos por aquí, puede que haya rellenado los acuíferos, no lo sé, pero corría el agua por el cauce, cosa que no había visto nunca en esta época del año. A esta rambla venían antaño desde toda la Región, especialmente desde Cartagena, Murcia y Lorca, gentes dedicadas a la construcción y se organizaban grandes convoyes de carros para cargar las cañas que aquí crecían. Me lo contaba mi abuelo siendo yo pequeño. Por lo que recuerdo debía ser toda una proeza sacar la caña de aquí y llevarlas a Murcia. Se utilizaba una vez partida y amarrada unas junto a otras formando una especie de urdimbre con la que confeccionar los cielorrasos (falsos techos) de las casas de la época.



Mariano Vicente, en el Puerto de Mazarrón bajo la canícula del 2 de julio de 2020

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