Mostrando entradas con la etiqueta Calasparra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Calasparra. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de mayo de 2018

200 Millas 2018



De Lorca a Venta Ticiano

Las 200 Millas son un reto personal y como tal hay que entenderlas. No se trata de una competición, ni siquiera una prueba ciclista, es algo que solo le atañe a Mariano aunque participen algunos amigos. Leyó algo de 100, 200 o 300 millas, pruebas que se realizaban en países lejanos al nuestro y de ahí surgió la idea de plantearse anualmente un recorrido en bicicleta de kilometraje elevado (para él) y si era posible que reuniera una serie de características en cuanto a paisaje y desnivel; al principio de una jornada pero poco a poco fue cuajando la idea de ampliarlo a un par de días, pernoctacion incluida. Como he comentado esta era una idea que solo implicaba a Mariano, pero de inmediato la hizo suya Juan Bautista y los dos ha realizado todas las anteriores, ya el año pasado se unieron otros amigos como Antonio, Ariel y Ángel porque este tipo de cosas si es junto a los compañeros de fatigas, saben mucho mejor.

Se puso manos a la obra, busco recorridos que sintetizaran las propuestas anteriores en cuanto a kilometraje; que fuera superior a 300 kilómetros, acercándose a esa cifra mágica que se había planteado de 200 millas. Procuro recorridos en los que el entorno paisajístico fuera un factor importante lo que implica la mayoría de las veces desniveles elevados, y así tras varios años ha llegado a las 200 Millas de este 2018.

El recorrido, a priori, de los más duros a realizar hasta el momento, contabiliza un desnivel positivo que supera los 5.000 metros para las dos jornadas. Partirán de Lorca para por Xiquena llegar a Vélez Blanco, la Puebla de don Fadrique, Santiago de la Espada y Venta Ticiano donde acabaría la primera jornada. La segunda ira por Yeste, Letur, Socovos, Calasparra, Yechar, Ceutí y Molina para acabar en Murcia.


Son las siete y cuarto cuando los viajeros pertrechados con la indumentaria y demás aditamentos ciclistas se encuentran en el anden de la estación de ferrocarril de Murcia del Carmen junto a sus monturas, tomaran un tren que cinco minutos después los transportará hasta Lorca, lugar de comienzo de su singladura. Durante el trayecto en tren los comentarios fueron los habituales en estos casos; todos justificando su falta de entrenamiento, la mala racha en el trabajo que les había robado tiempo para montar, la falta de forma, y un conocido etc., que los ciclistas nos sabemos de memoria y a pesar de la fama que cazadores y pescadores tienen sobre la veracidad de sus afirmaciones, los ciclistas no le van a la zaga.

Ya en Lorca lo primero que hacen los viajeros no es lo que se supone en estos casos; de coger la bici y salir pitando, no, se van al Mesón Lorquino a tomar belmontes (el belmonte es un café que se toma en la zona de Murcia y adyacentes, con leche condensada y coñac) y pastas, justo lo recomendado por las guías de alimentación deportiva para la ocasión. Ya entonados comienzan su andadura, hace un día estupendo, el cielo parcialmente cubierto, incluso algo fresco. Que diferencia con el año pasado que tuvieron que soportar temperaturas saharianas ya desde el comienzo. Pasan los kilómetros y los viajeros van cada uno a lo suyo, pero en grupo. David sorprende con una cámara de vídeo de esas deportivas que le ha regalado no se sabe que empresa, pero que tiene que llevar en la mano o guardar en el bolsillo del mallot, pues en el tren una mala colocación de la bici hizo que en una curva se diera un golpe y partiera el soporte situado en el manillar.

Pasan los kilómetros, sino rápidos, por lo menos a un ritmo razonable, porque no nos engañemos, nuestros viajeros no son unos fieras del pedal, aunque alguno pueda creer lo contrario. Tampoco son unos críos y no están ni mucho menos en su peso ideal, pero eso sí, voluntad no les falta. Pasan la Fuensanta encaminándose casi en linea recta hacia las sierras del Pericay y Gigante siempre con una suave y constante pendiente positiva, pero esta sensación es algo engañosa pues la carretera girara decididamente hacia el oeste dejando estos macizos a su derecha. Casi sin darse cuenta, entre sarmentosas vides, se acercan al fantasmagórico castillo de Xiquena, construido sobre una pequeño cabezo, domina el cauce del río Corneros. Primero defendió el reino nazarí y después hizo lo propio con el castellano, siempre estuvo en tierra de frontera hasta que por cuestiones políticas lo destruyo el marqués de los Vélez. A pesar de estar declarado Bien de Interés Cultural, se encuentra bastante deteriorado alzándose solo algunos lienzos de piedra rojiza. Desde lo alto de sus adarves se tenia linea visual de las fortalezas de Tirieza, Puentes, Vélez Blanco y Vélez Rubio.


Vélez Blanco aparece algo difuminado, no se sabe muy bien si por la calima o una extraña niebla, probablemente sea esto último porque el día no esta muy caluroso, el blanco de las nubes van ganando porcentaje al azul del cielo y una brisa que no llega a ser desagradable se instala poco a poco del oeste. La carretera obliga a subir piñones para alcanzar el pueblo y el bar correspondiente, en plena plaza, casi a los pies de su bien conservado castillo. Nada de barritas y cosas de esas, no, ellos al bocadillo de jamón y a la cervecita, luego quieren progresar, piensan que tarde o temprano llegarán a ser unos ciclista “pro” así, sin sacrificarse y sin privarse de “na”. Durante el tentempié en la terraza corren las sillas, buscan el sol, se agradecen esos rayos juguetones que logran colarse entre las nubes.

Y vuelta a empezar, ahora se quejan los viajeros de la subida hacia María, como si no supieran que estaba allí y que hasta el pueblo no queda otra. Unos suben mejor, otros peor, coronan con poca diferencia, los más corpulentos como Mariano se dejan caer a buena velocidad ¡Como disfrutan algunos en cuanto la carretera pica para abajo, por poco que sea! comienzan aquí una serie de sube-baja entre pinares, estribaciones del Parque Natural de María y Los Vélez, que se les hacen llevaderos. Pronto son sustituidos por campos de labor al acercarse a Cañada de Cañepla, que superan sin detenerse. A Mariano esta carretera le trae viejos recuerdos, de cuando la recorrió en sentido contrario en un viaje con alforjas entre Hellín y Lorca, pero de eso hace ya tanto tiempo que ha quedado difuminado en su memoria. Sabe que durmió cerca del puerto del pinar, en plena naturaleza y que paro a comer en Cañada de Cañepla, que luego hizo noche en María, antes de llegar a Lorca, pero como ya he dicho hace tanto tiempo que apenas lo recuerda, ¡esta muy mayor!


Una gran llanura se extiende hasta cerca de la Puebla, hoy dominada por grandes explotaciones agrarias. Por un camino perpendicular a la carretera circulan dos camiones y un tractor intercalado entre ellos, a tal velocidad que levantan una espesa nube de polvo que el viento de poniente lleva hasta la carretera. Hacen cálculos los viajeros y tienen la seguridad que se tendrán que tragar el polvo. El primero en hacerlo ha sido Angel que va un poco adelantado, se come la del primer camión, Mariano piensa que puede librar porque el tractor ha salido al asfalto y viene hacia él, si acelera igual llega antes que el segundo camión, pero no, no lo consigue y se ve envuelto en una gran nube de polvo, por el rabillo del ojo, difuminado por la polvareda, vislumbra al camionero y tiene la sensación de que se va riendo entre dientes. Juan Bautista, Antonio y David pasan cuando ya se ha solucionado el problema.

A la Puebla de don Fadrique llegan a medio día, y como no, piensan que es buena hora para comer, restaurante y menú del día, primero, segundo, postre y hasta café, que no se diga y no quiero mencionar la cantidad de cerveza que trasegaron con la excusa de adicionarle un poquito de limonada ¡Para hidratar según ellos! Unos ciclistas como marcan los cánones habrían continuado, si acaso, comiendo alguna barrita, pero ellos no, hora y media han estado moviendo los mofletes y dándole a la sin hueso. La sorpresa vino a continuación; David se sube al coche. Porque se me ha olvidado deciros que estos ciclistas son un poco “señoritos”, llevan coche de apoyo y todo, para llevar la ropa de paisano y un poco de agua fresca, pero puedo dar fe que esta última ni probarla. Han “engañado” a su amigo Jesulen para que les haga de chófer. El tema de que David se haya subido al coche ha levantado ampollas; unos piensan que tiene mucho morro, así se ahorra las dos subidas que les quedan, las más importantes del día, otros que esta “liquidao” a pesar de que lleva dos semanas haciendo mas de quinientos kilómetros cada una, pero parece que no ha sido suficiente. En realidad es Antonio el que menos ha entrenado pero se esta portando como un campeón, ni siquiera se queja, aunque yo creo que es por ahorrar fuerzas que todo suma.

Sales de la Puebla de don Fadrique y comienzas a subir. Aquí no se puede hablar de grupo, cada uno ha comenzado andar cuando le ha dado la gana, el más tardon ha sido Mariano que ha salido probablemente un cuarto de hora más tarde. Cada uno sigue a su ritmo intentando que no se les “agarre” demasiado este puerto que sin tener rampas muy duras sube hasta los 1.600 metros. En su fuero interno, dos o tres de los cuatro que quedan, piensan que igual no lo consiguen y el problema es que ahora con David en el coche solo queda espacio para uno más. Pero uno detrás de otro, como las cuentas de un rosario, todos lo superan, el último en llegar es Mariano que un poco mosca pregunta: -¿cuanto tiempo lleváis esperando? Alguien contesta que unos cinco minutos y a Mariano le aflora una sonrisa picarona, si le llevaban quince les ha sacado diez, no esta mal. 


Las fotos de rigor, algún selfie autocomplaciente y se lanzan a una bajada algo engañosa; al principio baja un poco pero después mantiene la altura, incluso sube un poquito, hasta que de un tajo, se abre el valle del Zumeta y la carretera se lanza vertiginosa hacia el vacío. Espectaculares paisajes mil veces visto por los viajeros que no pueden sustraerse a su contemplación. Aquí es donde peor lo pasa Antonio, las bajadas no son su fuerte, se apodera de su cuerpo como un miedo irracional que lo agarrota y le impide disfrutar de la bajada. Lo contrario que le pasa ha Mariano, y si me permiten una opinión, creo que es el único lugar en el que realmente disfruta. Pero como en casa del pobre poco dura la alegría, comienza de nuevo la subida que no cejará hasta llegar a Santiago de la Espada. Y aquí pasa lo que tenia que pasar al ir cada uno a su aire. Juan Bautista, que es el serpa del grupo y ha preparado el track, indica al llegar a un cruce a la entrada del pueblo que giren a la derecha, y así lo hacen. Lo malo es que Ángel que viene electrificado, de lo que hablaré más tarde, ha subido delante y no se entera, para en la gasolinera de la entrada y se tira allí más de media hora esperando mientras los demás avanzan despreocupados hacia el cercano destino pensando que va delante.


El Zumeta sigue deparando un hermoso paisaje, bajan río y carretera encajonados en un profundo barranco, la una más alta que el otro, con lo que el recorrido no tiene desperdicio para la vista. Poco a poco van confluyendo en altura, ahora es el bosque de ribera el que depara las más espectaculares postales. Continúan río y carretera en un sinuoso abrazo, en algún punto él se esconde entre los chopos y ella, sin espacio, sube para buscarlo sobre las copas. Esto descoloca un poco a los viajeros que tienen que superar repechos del ocho por ciento casi a traición, pero como todo tiene un final, Venta Ticiano aparece como una isla entre la carretera y el río generando en los viajeros esa sensación agridulce que provoca el final del recorrido. No, no crean ustedes que se ponen hacer estiramientos para que el cuerpo asimile los 150 kilómetros y más de 2.800 metros de desnivel acumulado no, se tiran de cabeza a la barra del bar y beben una cerveza tras otra con la excusa de una “correcta” hidratación, además les ponen una tapita con cada una, lo que puede ser su perdición. Hidratados y duchados salen a dar un paseo y hacer tiempo para la cena, apenas habían andado un centenar de metros una señora; entrada en años, delantal blanco y autoritaria voz, se dirigió a ellos:

-¡Eh! ustedes a donde van. Vengan para acá.

Los viajeros acogotados y obedientes dan media vuelta y se dirigen hacia ella.

-Que quieren cenar. Les pregunta a bocajarro.

Apenas con un hilillo de voz alguno se atreve a decir que algo de pasta, otro que sopa de fideos.

-Lo que ustedes quieran, bueno sopa de fideos y dejo zanjada la cuestión del primero.

Los viajeros prevenidos y viendo como se ponían las cosas pidieron casi al unísono carne a la brasa. Carne de cordero a la brasa, concretaron.

-Si quieren les puedo poner también pescado u otra cosa, ya les digo que lo que ustedes quieran. Volvió a repetir con autoridad y se fue para la cocina.


Los viajeros ya no dieron más vueltas y se fueron directamente al comedor sentándose pacientes a esperar la cena, cerveza va y cerveza viene. La sopa se la trajeron en bonitas cazuelas individuales de porcelana blanca y estaba rica. La carne, en bandejas y abundante, junto a unas ensaladas con verduras tiernas y jugosas. Los postres bailaron del arroz con leche al pan de calatrava y de las natillas a las frutas. No se privaron del café y hasta de algún chupito. Y con esto pensaron que estaba bien y se fueron a la cama, no sin antes apalabrar la hora del desayuno.

De Venta Ticiano a Murcia

Amanece el día algo menos fresco que el anterior, con un sol radiante que desmiente la posible amenaza de lluvia para la tarde anunciada en televisión. También la tarde anterior sufrieron la misma predicción pero que no llego a materializarse a pesar de que las nubes era cada vez más y su vientre más negro. Para desayunar fruta y tostadas de pan de pueblo; con aceite, con mantequilla y mermelada, y los viajeros se comieron unas cuantas. Supongo que al personal del establecimiento les saldrá a cuenta; pues por lo que comieron y bebieron, cama incluida, pagaron lo estipulado de antemano, cuarenta y dos euros por cabeza.


Siguen los viajeros durante cuatro kilómetros al Zumeta hasta que entrega sus aguas al Segura. Después siguen a este hasta que se sumerge en el embalse de la Fuensanta. Ahora a los viajeros les tocan seis kilómetros al seis por ciento de subida hasta Yeste, los que se han puesto manga larga ante el fresco de la mañana no tardan en quitársela. En este pueblo no se detienen, pararon cuando bajaron el Segura e hicieron noche en él (https://achobike.blogspot.com.es/2015/07/el-rio-segura-catorce-anos-despues.html). Continúan para dejarse caer por la preciosa carretera de Letur que les llevará a encontrarse de nuevo con el Segura en pleno pantano de la Fuensanta. Lo atraviesan por un moderno puente, de la Vicaría se llama, para dirigirse decididamente en dirección este. Campos de labor cuajados de amapolas escoltan su paso. Aislados caseríos, agrupados unos junto a otros sin llegar a conseguir su intimo deseo de ser pueblo. La carretera sube y baja sin descanso la mayor parte de las veces entre almendros, otras entre verdes pinos hasta acercarse a Letur. Mariano descubre un viejo conocido; el Canal del Taibilla (https://achobike.blogspot.com.es/2014/11/el-canal-del-taibilla-un-viaje-en.html) que los escoltará con sutileza hasta Socovos.


Entran a Letur, “…pueblo fresco y deleitable, alegre y de mucho agua y frescuras, de yedras y vidarras y zarzas y otros muchos que no son de fruto…” como lo describen las relaciones topográficas de Felipe II. Pero los viajeros no se entretienen en eso y andan discutiendo si toman o no una cerveza y su correspondiente compaña. Después de un tira y afloja deciden continuar; tienen miedo de lo que aún les queda, más por el kilometraje que por el desnivel. Continúan hacia Socovos, a algunos da la sensación de que el recorrido se les empieza a pegar. El santiaguista Socovos también se lo saltan, han hablado de comer en Calasparra, pero eso sería muy tarde por lo que han acordado hacerlo en Tazona a mejor hora y más cerca. Se detienen en el bar que les queda según van a mano derecha, tiene una terraza que va ni que pintada para la ocasión, estarán fresquitos y tendrán controladas las bicicletas. Ángel descubre un enchufe que le viene al pelo, preguntan si tiene corriente y la tiene. Lleva una bicicleta eléctrica, una Orbea Gain que le aguanta muy bien el largo recorrido, claro que él la lleva desconectada siempre que el porcentaje no sea positivo, así hizo ayer los 150 kilómetros con un desnivel que supero los 2.800 metros. Tenía miedo para la etapa de hoy que superará los 180 kilómetros aunque sea por poco y estar cargándola ahora le da mayor tranquilidad, sabe que le dará tiempo a una buena carga porque estos viajeros no son de comida rápida. Y tanto, empezaron con entrantes y terminaron con solomillo y entrecot, tampoco despreciaron los postres y el café. Creo que ustedes ya empiezan a conocerlos.


Ahora la carretera pica para abajo, Mariano aprovecha su peso y corpulencia para poner un buen ritmo, mira para atrás y no ve a nadie, le da igual ya le cogerán en las subidas. La tendencia se mantiene igual hasta poco antes de Calasparra en la que toca subir algún piñón. Los Campos del Cagitán, que en algunos mapas se llaman Llanos, no lo son tanto. La carretera traza en esta zona una linea recta llena de ondulaciones, suaves, pero muchas llegan al seis y al ocho por ciento, y lo malo es que se repiten una detrás de otra sin descanso y acumulando siempre algunos metros más de altura. Los viajeros por esta zona van ya un poco a su aire; Juan Bautista, tira y tira incansable por delante, Mariano dice que se parece al conejito de Duracell, porque sigue y sigue…, por detrás va ángel con su eléctrica y después Mariano arrastrándose en cada subida. Antonio y David están bastante más atrás. Mariano, con su despiste habitual, equivoca la carretera y se va dirección a Cieza, es una larga recta y no ve a nadie, sabe que tiene que haber una carretera hacia la derecha pero no sabe a que altura. Se detiene y llama a Juan. Efectivamente le confirman que lo han visto equivocarse, pero que no hay problema, que pronto encontrará la misma carretera que ellos tomarán en el cruce siguiente, que siga por ella y ya se verán, que los kilómetros son casi los mismos. Juan Bautista espera a Mariano en el cruce y juntos suben las cuestas de Fuente Caputa, paran en el alto, comen una barrita y para su sorpresa llegan subidos en el coche Antonio y David. Ángel, que ya ha coronado, les esperará abajo. A partir de aquí todo es más fácil; vertiginosa bajada hasta Yechar, ligera subida hasta el cruce de Ceutí y bajada hasta la población.

Juan Bautista, Ángel y Mariano, los tres sobrevivientes, cruzan hacia Lorquí y siguiendo el segura pasan Molina. Van contentos, saben que el reto lo tienen superado, hasta se permiten el lujo de imponer un fuerte ritmo ante la protestas de Ángel porque su bici corta a los 25 km/h, incluso esprintan juguetones en las pequeñas subidas antes de Javalí Viejo. Ya sienten cerca el final, se introducen por la carretera de La Ñora y el Malecón. Ven la torre de la Catedral, ya están en casa. Han superado las 200 millas un año más, unos en mejores condiciones que otros, pero todos con la ilusión intacta pensando ya en las del próximo año.

En Murcia 6 de mayo de 2018.

track día I...         track día II...          fotos...          video...

jueves, 22 de junio de 2017

200 Millas 2017 Jornada 2: Nerpio-Murcia



A las ocho estábamos desayunando, unas tostadas, alguna magdalena y unos cafés es cuanto necesitamos para ponernos en marcha. Anoche nada más llegar y tras la ducha lavamos la ropa y la pusimos a secar para hoy, no es cuestión de traer mucho equipaje. Chanclas, camiseta y pantalón para estar presentable en la cena, cepillo de dientes, crema para el sol y poco más. El hostal Los Nogales es al Nerpio en tiempos modernos lo que la fonda fue en tiempos pretéritos, pregunto por las perdices escabechadas y me llevo un disgusto: ya no se hacen -me dice la propietaria-, lo que si se sigue haciendo es el lomo de orza. Cenamos abundante y rico y pronto nos fuimos a dormir, estábamos cansados, muy cansados, la distancia, el desnivel, pero sobretodo el calor nos habían castigado de lo lindo. Nuestras compañeras a buen recaudo en un almacén aledaño.



Hemos escogido para la vuelta el camino de Moratalla por el Campo de San Juan, después será el Segura el que nos lleve hasta casa. Salimos por la carreterilla de las Bojadillas, para mi mucho más bonita que la tradicional del pantano, incluso me atrevería a decir que también es más suave. A esta hora se pedalea a gusto; el sol, aún bajo, no molesta demasiado. Llegamos a la rambla de la Rogativa que cruzamos mojando las cubiertas, no hay puente y el agua salta por encima de un vado de cemento. Entramos sin solución de continuidad en el desfiladero que forma el Calarico del Hambre y el Arroyo Tercero para cruzar otro vado en el que el agua pasa por unos tubos a modo de puente. Salimos a la carretera que nos llevará en constante subida hasta el Sabinar. El campo de San Juan nos recibe pleno de fragancias con sus plantaciones de aromáticas, de pedaleo fácil hasta que tienes que abandonarlo a la altura de la presa de La Risca, comienza aquí un pequeño puerto, algo engañoso, que te hace esforzarte más de lo te gustaría. Superado, entras en el Campo de Bejar y sales por otro puerto; el de Los Álamos, que por esta cara es mucho más sencillo que por el lado de Moratalla. Descenso enlazando una curva tras otra, llegando al vértigo, sin apenas tráfico, hasta entrar en el pueblo. Nos detenemos en una terraza orientada al norte del primer bar que encontramos. Parada y fonda.



De Moratalla a Calasparra apenas es un paseo, pero ya comienza a dejarse notar el calor. El sol es un disco blanquecino como de metal fundido que amenaza con derretir el asfalto. Pasado Calasparra enfilamos la carretera de Jumilla hasta la Venta Reales, donde nos desviamos a la derecha hacia Cieza, este tramo junto al recorrido por el valle del Segura será lo más duro de la etapa, no por los desniveles, sino por el calor. Aquí se dejara notar en toda su extensión, al aire pesado y caliente le cuesta entrar en los pulmones, bebes pero no sirve de nada, la boca seca, pastosa, la lengua empeñada en solidificarse con el paladar y tu chupando el bote a cada instante, pero todo sigue igual. Por eso paramos antes de entrar en Cieza, y por eso nos pedimos pulpo al horno, salpicón de marisco, croquetas, rulos de queso y beicon, cerveza, mucha cerveza, que si hay que sufrir se sufre, pero que nos quiten lo “bailao”. De la Perla del Segura en adelante entramos de lleno en el Valle del Segura; Abarán, Blanca, Ojós, Villanueva, Archena, se suceden una detrás de otra como si fueran todo una, con la mente más pendiente del calor, del cansancio que de los lugares tan maravillosos por los que estamos transitando. En casa, viendo las fotos, la verdad es que me sorprendo, no recuerdo cuando las hice, debía de pedalear como un autómata.



Paramos en Molina, en el bar que hay junto a la vía verde, en la ermita de la Consolación, pero con tan mala suerte que estaban cerrando y solo pudimos comprar cuatro botellas grandes de agua bien fría, una por cabeza. A partir de este momento nos planteamos el camino más corto, ¿la vía verde? Sí, allá vamos.


Murcia, 17 de junio de 2017

el track...               algunas fotos...

domingo, 8 de mayo de 2016

200 Millas I




Según la Real Academia Española (RAE) reto es un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Y de eso se trata, de ir más lejos, de plantear un nuevo desafío, un verdadero reto personal y una forma de evaluar nuestra capacidad ciclista.
De vez en cuando nos planteamos realizar alguna locura, que en realidad no lo es tanto. Será un duro esfuerzo que pondrá a prueba nuestra capacidad de resistencia, nuestro afán de superación. Pero con tenacidad aguantaremos el envite y obtendremos la satisfacción de conseguir nuestro reto.

Recorrer nuestra región en un par de jornadas con una ruta circular. Algo más de 100 millas diarias sobre nuestras bicis de carretera. Es una distancia que para muchos ciclistas no es algo insuperable, pero para nosotros, simples aficionados es todo un reto. En realidad serán algo más de 200 millas unos 360 kilómetros.

La diseñamos para salir de Murcia y por el desfiladero del Garruchal acceder al Campo de Cartagena y los Alcázares. La Unión y Cartagena serían nuestro próximo reto. Conseguido, tendremos que superar el Cedadero y por el Puerto de Mazarrón y Morata atravesar la sierra de la Almenara para acceder a Lorca. Aun nos espera toda la subida hasta nuestro lugar de pernoctación en Coy. En total unos 180 kilómetros.
En la segunda jornada; desde Coy, buscamos la sierra del Burete y por la solana de las Cabras y Quípar llegar a Cehegín. Calasparra será nuestra próxima meta y Jumilla la siguiente. Bordeamos la sierra del Carche y la de Quibas para llegar a Abanilla. Solo nos queda ya llegar a nuestra querida ciudad de Murcia, otros 180 kilómetros.

Las cosas no siempre salen como se espera y la pernoctación fue algo difícil de digerir. Por lo que cambiamos la distribución de las etapas, ahora saldríamos de Lorca hasta llegar a Murcia por el norte de la Región; al día siguiente la tocaría al sur. Así que los dos únicos que concurrimos; Juan Bautista y yo, nos encontramos en la estación del Carmen para coger el tren de las 6.35 a Lorca. Aun nos permitimos el lujo de un buen desayuno en el Mesón Lorquino, antes de comenzar a pedalear a las ocho de la mañana.



El día se presenta nuboso, amenaza lluvia y es algo fresco; buscamos la carretera de Caravaca y empezamos a entrar en calor, nos esperan 42 kilómetros de constante subida. Algunas gotas de lluvia hacen su aparición pero no llegan a mojar. Por fin aparece La Paca, tomamos dirección a Doña Inés, aún queda algún kilómetro de subida.

Cuando dejas hacer a su antojo a determinados programas ocurren cosas extrañas. Preparé el track con Strava sin comprobarlo en profundidad, y mira por donde me dirige por una pista sin asfaltar hacia La Encarnación, por el camino viejo de Caravaca a Lorca. Decidimos continuar por nuestra carretera hacia Cehegín, por lo menos esta asfaltada. Pedaleamos en dirección hacia el paso entre las sierras del Burete al sur y las de las cabras y el Quipar al norte. El paisaje se estrecha, carretera minimalista sombreada de pino y el asfalto en condiciones aceptables. Serpentea por la umbría de la sierra del Burete, el pinar más extenso e importante del municipio de Cehegín. Carretera que va a desembocar al sur de la población, por lo que unos kilómetros antes optamos por un desvío a nuestra izquierda que atravesando el Quipar nos lleva en el centro de Cehegín.



No nos entretenemos, algo poco recomendable, pues se trata de una de las poblaciones más bella de la zona del noroeste, con un casco histórico bien conservado y estupenda gastronomía que bien merece una visita. Nosotros, asiduos visitantes, decidimos buscar sin más dilación la carreterilla de Canara, junto al embalse del Argos, que a través de Valentín nos Llevará hacia Calasparra. Población famosa por su arroz con denominación de origen, aquí entramos momentáneamente en contacto con él Segura que sigue su camino hacia el sur mientras nosotros nos dirigimos al este, hacia la Venta del Olivo, paisaje dominado por los frutales y la sierra del Puerto, que cierra el horizonte por el norte. Buen asfalto y demasiado tráfico.

De la Venta del Olivo a Jumilla la vid es la protagonista, que alterna con modernas plantaciones de hortalizas, totalmente mecanizadas, que ponen el producto directamente en la mesa sin más manipulaciones. El horizonte cubierto, cada vez más negro, no augura nada bueno. Caen las primeras gotas que pronto mojan la carretera. Ahora ya es lluvia cerrada, Juan Bautista va delante, pero parece que está detenido; ha pinchado. Bajo la incomodidad de la lluvia reparamos y seguimos adelante. Entramos en Jumilla.



Tenemos hambre; buscamos donde saciarla; el bar Sebastián, en la plaza de abastos, puede ser un buen sitio. Mientras me lavo las manos Juan ya he empezado a pedir; veo sobre las mesa unas cervezas bien frías y un plato de jibia a la plancha. Me siento a la mesa y Juan va al baño, cuando vuelve ya hay sobre la mesa un plato de embutido variado. Ya juntos, pedimos garbanzos con chorizo y oreja en salsa. Creo que es suficiente y más si pensamos que nos quedan por encima de cien kilómetros para llegar a casa. Aún así, nos tomamos un par de trozos de pan de calatrava y café.

Cuando nos ponemos en marcha sigue lloviendo. Es algo desconocido para nosotros, es muy improbable que montemos en bicicleta si llueve. Son pocos los días que lo hace y entonces nos quedamos en casa. Esta vez es diferente, lo teníamos todo programado y Juan se había tomado el día. Mientras pedaleaba; lo hacía con una sonrisa en los labios, acordándome de Carlos y Luisa, entrenando en el garaje durante todo el invierno y;  cuando llega la primavera; también. Es lo que tiene Cantabria; tan verde; tan hermosa.

La carreterilla del Carche tiene el asfalto regular y pica hacia arriba, pero es tranquila y agradable. Pedaleo bajo la lluvia sin más complicaciones que el paso embarrado de las obras de la futura autovía de Yecla. Pasan monótonos los minutos, los kilómetros empiezan a hacerse notar, el final del pequeño puerto formado por las estribaciones de la sierra está a punto de acabar y ya todo será más sencillo hasta la Capital. Noto algo extraño en la rueda trasera. He pinchado. Un pequeño contratiempo fácilmente solucionable. Desmonto, revisó la cubierta y pongo cámara nueva. Lo más molesto inflar de nuevo la rueda con estas bonitas y minimalistas bombas, pero con las que tienes que bombear "millones" de veces hasta conseguir introducir la presión suficiente para continuar. Juan me está esperando en lo alto del puerto, me pregunta por el retraso y le cuento lo que ha pasado. Continuamos a buen ritmo hacia Pinoso.



¡Juan creo que he pinchado otra vez! A la entrada de Rodriguillo, volvemos a cambiar la cámara, ya es la segunda. Esta vez me ayuda Juan y terminamos antes. Bajo la cuesta Colorada con la barbilla sobre el manillar, lanzado a todo trapo. A la altura de la Venta de los Collares, ¡no puede ser! ¡Años sin pinchar y hoy es la tercera vez! Hemos desmontado la cubierta para revisarla al derecho y al revés, nada. Juan solo tenía una cámara de repuesto y la había usado, así que ponemos un parche a una de las cámaras usadas y continuamos rezando por qué todo termine bien, aún nos quedan más de cuarenta kilómetros y empieza a atardecer.

Al entrar en Murcia lo primero que hago es parar en una tienda de bicis al paso y comprar un par de cámaras, mañana hay que hacer la otra mitad de las 200 Millas y no nos podemos aventurar.

Mariano Vicente, 1 de mayo 2016 

sábado, 18 de julio de 2015

El Río Segura catorce años después; a modo de resumen



El recorrido realizado; totalmente ciclable, ha sido duro, muy duro, no por el perfil o el terreno, sino por el calor. Hemos soportado temperaturas superiores a los 48º y que ya desde primeras horas se dejaba notar. Solo tuvimos problemas con el agua en un par de ocasiones, principalmente por ser lunes y estar casi todo cerrado. La primera, una vez pasada la fuente de los Cuatro Caños, dos o tres sitios que encontramos estaban cerrados. Hubiera sido sencillo desviarnos hasta La Graya, pero no lo hicimos. La segunda en Salmerón, todo cerrado, en una casa particular preguntamos por el bar y al estar cerrado o no haber, no estoy seguro, nos ofrecieron agua.

Hemos circulado tanto por asfalto como por caminos de tierra, estos últimos en general en buen estado, con algún tramo roto pasado el cortijo del Almired. También en esta zona una finca ha desviado el camino a su alrededor, junto a una valla y la siguiente creo que el Cortijo del Rincón Grande, lo ha cortado directamente, con un caballón de tierra y a continuación una pequeña valla. Labrado y transformado en una moderna plantación de olivos, no sabemos cuál puede ser la mejor alternativa. El resto del recorrido no ofrece dificultad alguna, ni de piso ni de orientación.

A la altura del Hondón, -Pasado el embalse del Cenajo- hay que abandonar la margen derecha del río Segura y subir al collado entre las sierras de Cubillas y de Pajares. Se nos presentan dos opciones; una avanzar hacia la sierra de Pajares y bajar de nuevo al río, para cruzarlo por un pequeño puente de cemento hacia El Maeso y las Minas. Otra bajar hacia Salmerón por la Cañada de Mobarque. Solo en invierno, cuando el río baja con el caudal ecológico se puede cruzar por un vado, en el azud del que parten las acequias del Maeso y Minas.

Pasado Calasparra podemos tomar la margen izquierda hacia Cieza o subir, como hicimos nosotros, por la solana de la Sierra del Molino y el pantano de Alfonso XIII.

A lo largo del recorrido existen multitud de establecimientos de hostelería, tanto en las poblaciones por la que pasamos, como en otros lugares del camino. Por lo que no hallaremos grandes dificultades para comer, avituallarnos o dormir si nos apetece. Nosotros pernoctamos en Yeste, Calasparra y Murcia.

Antonio ha realizado el recorrido con una bici eléctrica. Ha transformado su specialized epic a eléctrica, ha sustituido su rueda trasera por otra con motor. Un par de baterías aseguran una autonomía suficiente para el recorrido diario. En realidad con una ha resultado suficiente para la jornada. El contratiempo más importante; un pinchazo.

Algunos datos:

Integrantes:

Matías Martín Gil
Antonio Máximo
Jesús Torrecillas
Mariano Vicente

Kilómetros totales: 286
Desnivel+: 4.686 metros
Desnivel-: 6.051 metros
Media: 13 Km/h.
Altura máxima: 1.608 metros
Altura mínima: 44 metros

Yeste:
Hotel Yeste 967 431 184 (Yeste)
Calasparra:
Camping Los Viveros (Piscina) 968 73  58  89/ 657  94  17  50 (Calasparra)
El Cañar:
Poyo del Cañar –Socovos (Albacete)
902 006 389 / 292 551 257

miércoles, 15 de julio de 2015

El Río Segura catorce años después. Tercera jornada Calasparra-Murcia







Las persianas, levantadas, dejaban ver clarear la noche por las ventanas. Ayer, Jesús enfermó. Él y Matías decidieron abandonar y por la noche se fueron a casa. Nos quedamos Antonio y yo. Al levantarnos descubrimos la rueda vacía, el sellante no ha hecho su trabajo, Antonio prefiere ir a un taller a reparar. Entre reparación y desayuno nos dan las diez, comenzamos a pedalear con el sol ya alto. La sierra del Molino y el embalse de Alfonso XIII nos esperan.

La sierra del Molino, listada como sandía, se pinta de color calabaza en estas horas de la mañana. La pista; de grava, se muestra hostil a mis ruedas lisas. Espejea al fondo el pantano siempre vigilado por la mole gris del Almorchón. Más calor, El agua helada de los botes es ya sopa ardiente en el pantano. 

 

Cieza nos espera; albaricoques y melocotones se doran al sol. Buscamos la sombra de las cañas, cabellera foránea que ahoga a nuestro compañero. De pronto un chiringuito; las gente va y viene, del río al bar, bebe y se baña, pero no se refresca, el calor no lo permite, ha convertido la orilla en una sauna. Tres días; tres ya, pedaleando con temperaturas que superan los 45º. Paciencia.

El río constriñe la villa, aquella a la que "dieron la muerte por pasar la puente" y a la que él devuelve la vida. El camino se ciñe a la orilla del río blanco bajo la musulmana Siyasa; casi desaparece en el paraje del Menjú, antigua fábrica de luz, soto fluvial e importante bosque de ribera. Abarán y un chiringuito junto al río, que aprovechamos. Seguir, siempre seguir, el ánimo derretido, las ganas; dejadas atrás, a la sobra. Azudes, melocotoneros, fábricas de luz, granados, acequias, limoneros. 



Del vocablo Insolar dice el diccionario:
1º -Poner al sol hierbas, plantas, etc., para facilitar su fermentación o secarlas.
2º -Enfermar por demasiado ardor del sol o por excesiva exposición a él.
Eso somos nosotros, miserables yerbajos macerándose al sol, en esta estrecha y soleada senda de los moriscos, tan blanca que duele mirarla. Ni una sombra, ni siquiera el verde de los limoneros nos conforta.

Blanca está a tres tiros de piedra, pero no llegamos. Vemos las ruinas pardas de su castillo, pero no llegamos. Parecen estar siempre en el mismo lugar, etéreas, flotantes, inalcanzables. El caserío se arremolina, monte arriba, al otro lado del río. Una heladería, el frescor del aire acondicionado y un granizado de limón, nos salvan.



La carretera recorre el valle morisco serpenteando junto a segura; valle de las cinco villas, que recorremos una tras otra sin entrar en todas. En Villanueva la dejamos; precioso sendero de maderos orlado; entre el río y la acequia; tunelado por las hojas lacias de las cañas. Archena y sus baños, y sus azudes, y su fábrica de luz, y una fuente.

Meandros que enloquecen. Lorquí; aquí y allá, aun lado y al otro. Tapizado el margen por la caña cortada. Limoneros, naranjos. Furgonetas veloces, polvorientas; conductores irascibles. La Huerta de Abajo, bosques de ribera. Alguazas, puentes rojos. La Ermita, un bar y en él Matías, ha venido a vernos, a tomarse un litro con nosotros.



La tarde esta crecida; por poniente la lejan
ía se torna violeta; oscurece el carril bici. La Contraparada; el Javalí; mi Javalí. Patines y bicicletas, paseantes y perros. La torre de la catedral dorada y única, el Cuartel, la Estación. He terminado. Trescientos kilómetros de sudor y polvo, sofocantes y agotadores, pero también de amigos, de bicicleta, del río que nos da la vida.

Murcia, 8 de julio de 2015