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sábado, 4 de noviembre de 2023

La Numantina: Numancia-Cartagena


 

Todo empezó con una llamada de Enrique.

 —Te he de contar una cosa. Este año la Numantina va a dar un salto espectacular, queremos unir Numancia y Cartagena. 

Es curioso como la cabeza muchas veces funciona a una velocidad muy diferente al tiempo real. Mientras Enrique me decía estas palabras acudieron a mi mente escenas del Camino del Cid, de la Vía Verde de Ojos Negros y sin darme cuenta, estaba montando un itinerario entre Numancia y Cartagena cuando apenas Enrique había comenzado a contármelo. 

—Queremos utilizar vías verdes, más que nada, para alejarnos de las carreteras, las bicicletas que llevaremos es mejor alejarlas de los coches. Queremos que sean las mismas que utilizamos en la Numantina, ya sabes, de la época del primer Tour de Francia o de la Primera Vuelta a España e iremos vestidos a modo. Queremos que vengas con nosotros. 

—Pero Enrique, tú sabes que tengo varias bicicletas clásicas, pero no tan antiguas. 

—Seguro que podrás conseguir alguna o te la pueden dejar Fari, Álvaro o alguien del grupo, alguna habrá para ti. 

Con esta simple conversación comenzó para mí toda una odisea. La verdad es que no tenía demasiado interés en el tema, pero he de confesar que me dejo convencer con excesiva facilidad y un par de llamadas de Enrique hicieron el resto. Pero de dónde voy a sacar yo una bicicleta de esas, una pionera, sin cambios, todo acero y sin ropa adecuada. No sabía nada más del tema, la información era exigua y todo estaba por hilvanar. Sería la primera marcha ciclista teatralizada por etapas de España y probablemente la más larga de las que se celebran en el mundo. Cinco etapas y más de 500 kilómetros reviviendo las gestas de los primeros ciclistas que corrieron el Tour de Francia en 1903, el Giro de Italia en 1909 o la Vuelta a España en 1935. Quedarían unidas tres importantes ciudades del Imperio Romano en Hispania, Numantia, Saguntum y Cartago Nova. Aún faltaban un par de meses, tenía tiempo. 

Gira la Tierra, el Sol y la Luna se pasean por el cielo y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta. Las fechas se echan encima y no tengo nada preparado. Toca correr. Es una emergencia y llamo a Pepe Reina: 

—Pepe, necesito tu ayuda, he de hacerme con una bicicleta, que, si no es de primeros del siglo pasado, al menos lo aparente. 

Y Pepe, como no podía ser de otra manera, se pone a ello. Busca en mercadillos, pero sin éxito; en la Red, igual; entre su nutrido grupo de amigos, nada. Pepe termina comprando una Peugeot ochentona, en demasiado buen estado, para transformarla en pionera. Me la quedo, es una bicicleta preciosa —cada uno tiene sus debilidades—. Hay que buscar otra cosa. Pepe le había dado a un amigo común un viejo y oxidado cuadro.

 —Ángel que vas a hacer con el cuadro que te dio Pepe Reina. 

—Yo nada. ¿Lo quieres tú? 

Y así empezó la “deconstrucción” y montaje de la “nueva” bicicleta. Pepe buscó bielas de un solo plato y ruedas de un solo piñón en lo más profundo de sus anaqueles. Preguntó a sus amigos para potencia y manillar, pero lo que más trabajo nos dio fueron los puentes de frenos, hubo que cortarlos y volverlos a soldar con las medidas apropiadas, unas cubiertas nuevas, y un usado Brooks completaron la creación. Ya estaba lista para la aventura. 

La ropa fue aún más complicado, no tenía nada tan antiguo, ni siquiera que lo pareciera. Busqué en mercadillos y en el fondo de mis armarios y no encontré nada. Al final un viejo pantalón fue cortado por debajo de las rodillas y puesto unos botones. María, una buena amiga, vino a salvarme, me transformó un par de viejos jerséis en verdaderos maillots antiguos cosiéndoles unos bolsillos en el pecho y en la espalda. Una vieja gorra y unas gafas hicieron el resto. 

El destino quiso frustrar en parte la empresa, llamaron a mi mujer para una intervención quirúrgica unos pocos días antes. Debía reorganizar todo el plan. Era improbable que pudiera ausentarme de casa tantos días, por lo que tendría que adaptarme a las circunstancias, decidí hacer solo los dos últimos días, así que acompañaría a mis amigos en las dos etapas murcianas; la primera, de Caravaca a Murcia por la vía verde del Noroeste y la segunda de Totana a Cartagena por la del Campo de Cartagena.

La Numantina: IV Etapa Caravaca a Murcia por la Vía Verde del Noroeste. 

Son poco más de las seis de la mañana cuando salgo de casa con dirección a la estación de autobuses, hemos de trasladarnos mi bici y yo hasta Caravaca para encontrarnos con los amigos que vienen de Soria. Unidos por un humeante café, nos contamos los últimos acontecimientos, los percances de nuestras vetustas bicicletas, pero que en realidad solo han representado pequeños contratiempos que no han impedido que hoy estemos aquí dispuestos a comenzar la cuarta etapa de la Numantina. Subimos hasta la basílica de la Vera Cruz y recibimos la bendición para nosotros, nuestras bicicletas y nuestra labor que no será otra que unir la ciudad de Numancia y Cartagena. El párroco, como buen juez, bandera a cuadros en mano, dio la salida de esta etapa que nos llevará hasta Murcia. 

La Vía Verde del Noroeste nos acoge en su seno y a pesar del fuerte viento rodamos rápido, pero con constantes detenciones por las pequeñas averías. Curiosamente, tras pasar la estación de Cehegín desaparecen y nos permiten seguir sin mayores contratiempos. En el Niño de Mula tomaremos el correspondiente refrigerio que nos permite continuar pedaleando. Pequeña contrariedad por unas obras sobre la plataforma ferroviaria antes de Albudeite, pero que no nos impiden seguir. Poco a poco van cayendo los kilómetros, superamos Alguazas y llegamos a la Ribera de Molina, punto en el que hemos decidido abandonar la vía verde por la ribera izquierda del río Segura, esto nos permitirá llegar prácticamente hasta la puerta de la catedral sin contacto alguno con vehículos a motor. 

Aparece la torre-campanario de la catedral y el imafronte oculto tras una lona. Desgraciadamente para nosotros está en obras y nos priva del placer de su contemplación. Para quitarnos el “mal sabor de boca” decidimos sentarnos en una terraza con una fría cerveza en la mano. Esa noche, en la pedanía de Cobatillas, disfrutaremos de una cena típica murciana en la que no falto el zarangollo, las morcillas o el conejo con tomate o al ajillo. 

 
 
 La Numantina: V Etapa Totana a Cartagena por la Vía Verde del Campo de Cartagena. 

Otra vez me toca subir a un autobús hasta Totana para reencontrarme con mis amigos. He dormido en casa, en el barrio del Carmen, mientras ellos lo han hecho en el centro cultural de Cobatillas y se han desplazado por la A-7 a Totana en vehículos privados. Tras la correspondiente salida bajo la bandera de cuadros y el estridente sonido de la trompetilla, nos encaminamos por la plataforma ferroviaria hacia Cartagena. Me he sorprendido gratamente con el estado de la plataforma en algunos puntos, se han hormigonado algunos tramos que estaban muy deteriorados por las galerías hechas por los conejos y la pasarela metálica sobre la carretera de La Pinilla a Mazarrón, que no estaban cinco años atrás cuando la recorrí por última vez. Sin más sobresaltos llegamos hasta la Aljorra, dónde decido con pesar, dejar a mis compañeros y dirigirme hasta la estación de Renfe con la intención de coger un tren para regresar a Murcia, no quería dejar mucho tiempo sola a mi mujer recién operada. Ellos continuarían hasta Vistabella donde pasarían la noche celebrando con una contundente barbacoa la quinta etapa de la Numantina y el casi final de la aventura. 

 


La Numantina: Cartagena Modernista.

Los primeros rayos del sol calientan la esplanada del puerto de Cartagena, poco a poco van apareciendo una serie de extraños personajes más propios del siglo XIX que de la época actual. Llegan andando; en bicicleta, alguna más antigua que ellos mismos, y en preciosos vehículos propios de un museo. Vienen vestidos al modo de la época y con espíritu festivo, rememorando los buenos tiempos de la “Belle Époque”. Cartagena se viste de gala para la VIII Muestra Modernista y la Numantina tendrá un protagonismo preeminente. La comitiva, encabezada por la alcaldesa Noelia Arroyo vestida al modo de la época, se encaminó hacia los Héroes de Cavite, lugar de la llegada al esprint de la Numantina, en que Gerardo se llevó los laureles con propiedad, seguido por Carleti y Juan Deelor. Se intercambió tierra de Numancia y Cartagena y se ofrecieron los laureles en homenaje a los héroes de Cuba. Un paseo por la ciudad visitando los puntos más emblemáticos relacionados con el modernismo, movimiento que buscaba romper con el orden establecido y en especial las reglas burguesas, creando un arte que representaba la realidad como reflejo de la subjetividad y accesible a todas las clases sociales. 

La visita al Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua) fue el colofón perfecto para finalizar una completa jornada. Aún quedaría la cena de gala como broche final de la Numantina que ha unido las tierras de Soria y Cartagena, las antiguas ciudades romanas de Numantia, Saguntum y Cartago Nova con más de quinientos kilómetros y cinco jornadas de convivencia y amistad, rememorando a aquellos ciclistas de principios del siglo XX que forman parte de la memoria colectiva, verdaderos héroes de aquel Tour de Francia de 1903, del Giro de Italia en 1909 o de la Vuelta a España en 1935. Esperamos haberlo conseguido. 

Mariano Vicente, 4 de noviembre de 2023 

 



domingo, 22 de marzo de 2020

I Quedada Retrolevantina



El pasado día 29 de febrero y 1 de marzo se celebró lo que hemos dado en denominar: I Quedada Retrolevantina para bicicletas clásicas. No quiero pecar de presuntuoso pero si la memoria no me falla es la primera vez que por estas tierras levantinas celebramos un evento de estas características. Casi todo lo que se programa en este país con bicicletas clásicas se hace desde el norte hasta la mitad de la Península. De Madrid para abajo, nada. Quizá haga falta ahora hacer un inciso y tratar de explicar lo que se ha dado en llamar bicicletas clásicas. En principio cualquier bicicleta más o menos antigua se podría considerar clásica pero se ha llegado a un especie de acuerdo no consensuado, pero generalmente aceptado de considerar clásicas a las bicicletas de carretera anteriores a la implantación de los pedales automáticos, la instalación de los cables de freno por el manillar y el cambio en las manetas de freno. Esto significa que serán consideradas clásicas las bicicletas anteriores a 1987 y las posteriores que imiten a estas últimas. Por supuesto que el acero es el rey pero el aluminio también tiene sus representantes, incluso excepcionalmente el carbono, siempre con racores.


La idea de hacer “algo” en Murcia ya me rondaba la cabeza desde hacía algún tiempo, quizá incluso desde mi primera “clásica”: la Pedals de Clip en el 2015 (https://achobike.blogspot.com/2015/04/la-pedals-de-clip-2015.html). Me gusto el ambiente, la gente y las bicicletas, siendo yo un verdadero bisoño en este tipo de eventos, y he de confesar que lo sigo siendo. Hice amigos como Tomás, aguerrido ciclista de las Encartaciones que me acogió como a un hijo y me hizo prometerle que acudiría a su marcha, porque “para marcha clásica, ninguna como la Retrobike Enkarterri: te lo digo yo que las he hecho todas”. Seguí conociendo buenos amigos de este mundillo en Santander, en la Retrovisor (https://achobike.blogspot.com/2015/10/la-retrovisor-2015.html), en especial hicimos muy buenas migas mi mujer y yo con Carlos y Luisa y dese entonces he ido a las que mi trabajo y la familia me han permitido, la última, la Boletus en San Leonardo de Yague, donde coincidimos con Javi y Fany de Elche. Y casi sin querer, animado por el gran amigo Arturo, presidente del club Zeus, y junto a los nuevos amigos ilicitanos, surgió lo que luego cuajo como la I Quedada Retrolevantina. Cuando nos pusimos a trabajar, Enrique de Cartagena se unió a la fiesta, esto nos complico la organización, pues solo teníamos un fin de semana y eramos tres ciudades a organizar un evento. Se consensuó preparar tres rutas y elegir las que más nos gustaran. Difícil elección. Finalmente Enrique, en un acto de coraje muy doloroso para él, nos dio vía libre a Javi y a mí para organizar la Retrolevantina, el sábado 29 en Elche y el domingo 1 de marzo en Murcia.



Fue así como el 29 de febrero nos reunimos un buen numero de amigos bajo la fachada de Santa María en la ciudad ilicitana. Javi y Fany se esforzaron para que todo saliera a la perfección y lo consiguieron. Desde el punto de salida -duchas incluidas-, el estupendo recorrido o la asistencia técnica, todo ha sido de diez. El recorrido, muy bien pensado, ha aunado el secano de las tierras del interior donde hemos alcanzado las cotas más elevadas del recorrido, con los tramos de costa bordeando el mar que nos llevan a Santa Pola. Pero lo mejor ha sido la camaradería, los nuevos amigos que hemos hecho y el reencuentro con algunos largo tiempo ausentes. De Murcia no éramos muchos, pero intentamos quedar lo mejor posible. Han venido amigos de Soria, Madrid o Santander y por supuesto numerosos ilicitanos y lo pasamos estupendamente, porque no solo se trata de bicis antiguas, equipaciones de época, deporte o simple amistad, no, las concentraciones o marchas de ciclismo retro son algo más, son un estilo de vida.



El día 1 fue la oportunidad para Murcia. Día para tomárselo sin prisa, olvidarse de gps y tiempos, no preocuparse por la posición, da igual ser el primero que el último. Si un compañero pincha nos paramos todos, si surge un problema mecánico, todos a ayudar y a aprender porque muchas de estas bicicletas tienen más de 40 años y necesitan mimos y cuidados. Son salidas para recuperar algo que en los últimos tiempos hemos olvidado: la camaradería. Se trata de disfrutar del recorrido, del paisaje, admirar con cierta envidia esas bellezas que circulan a tu lado, aún sin entender de marcas o componentes no puedes dejar de admirar esos elegantes cuadros de acero, sus pulidos cromados o el cuero curtido de sus sillines, esos brillantes pedales con rastrales de cuero que te retraen a un ciclismo de otra época, un ciclismo de héroes y leyendas. Pero no son solo las bicicletas, también sus dueños se sienten imbuidos del espíritu del ciclismo clásico y  rescatan mallot de equipos legendarios como el Reynols, Kas, Teka, Kelme, Zahor, BH, Clas, Caja Rural, y un largo etcétera que nos recuerdan a ese ciclismo en blanco y negro, menospreciado por ese otro ciclismo de nuevo cuño que corre según los vatios olvidando las sensaciones, siempre pendiente del pinganillo.


El recorrido ha discurrido por algunos de los lugares más emblemáticos de nuestra geografía regional. Hemos recorrido la Vega Media del río Segura; fértiles tierras de huerta sembradas de norias, hasta acceder al morisco valle de Ricote donde pudimos sentir con fuerza su herencia árabe. Abandonamos las fértiles vegas del Segura para dirigirnos hacia un terreno mucho más árido introduciéndonos de lleno en los Badlans o tierras malas del río Mula. Pero no olvidemos que en ese ciclismo de color sepia se le presta el debido respeto al avituallamiento; ricos pasteles de carne, pipirrana y cerveza de la tierra, nada de barritas y geles. Y la comida en la misma línea, no podía ser de otra manera. Hueva, mojama, bonito, tomates arrugaos, almendras, perdices, zarangollo, patatas con ajo, cordero segureño a la brasa, paparajotes y tarta conmemorativa, como decía autentico ciclismo de antaño. No quiero despedir este escrito sin dar las gracias a todos los amigos que con su participación hicieron posible este evento. Muchas gracias a todos.



Mariano Vicente, marzo de 2020

Más información I Quedada Retrolevantina:         Murcia       -        Elche

domingo, 1 de marzo de 2020

I Quedada Retrolevantina: Murcia



Hoy es un día para tomárselo sin prisa, dejarse de cronómetros y gps y no preocuparse por si vas el primero o el último. Si un compañero pincha o tiene cualquier problema mecánico nos paramos todos, para ayudar, pero también para aprender. Sí, aprender porque muchas de estas bicicletas tienen más de 40 años y necesitan mimos y cuidados, pero eso no debe confundirnos, son duras y resistentes por eso estás ahí después de tanto tiempo.
Son salidas para practicar algo que en los últimos tiempos, tan competitivos ellos, hemos olvidado: la camaradería. No se trata de llegar el primero, si no de disfrutar del recorrido admirando las bellezas que están a tu lado, porque aunque no entiendas mucho de marcas y componentes como es mi caso, no puedes dejar de admirar esos elegantes cuadros de acero, sus pulidos cromados o el cuero curtido de sus sillines. Esas finas manetas de freno que parecen débiles pero que llevan 40 años esforzándose por detener la bici o esos pedales con rastrales, que al principio dan un poco de miedo pero que enseguida te haces a ellos.


 
Ese estilo retro de las bicicletas se contagia a sus dueños que también se convierten en protagonistas ese día. Lucen vestimentas de sabor añejo de legendarios equipos como Reynolds, Kas, Kelme, Teka y muchos otros, rescatados del fondo de los armarios, mallots que en su momento nos resistimos a tirar y que ahora recuperan una nueva juventud. Recuerdos de una época donde las fotos eran en blanco y negro y el ciclismo se forjaba con héroes de leyenda, sin pinganillos y donde al director no se le hacia demasiado caso. Se corría por sensaciones, sin tener en cuenta vatios y demás zarandajas. ¿Y el avituallamiento? ¡Para hombres! Nada de geles y barritas energéticas tan en uso. Consumimos alimentos de toda la vida, bocatas y productos típicos de la zona ¡como estaba la pipirrana y los pasteles de carne! Hoy nos ha faltado la bota de vino, pero todo se andará.



Son apenas las 8,30 y estoy desayunando en el Centro Social de San Pedro, a pocos metros del punto de salida, hoy realizaremos la segunda parte de la I Quedada Retrolevantina, la primera fue ayer en Elche. Poco a poco empiezan a llegar los participantes, la mayoría son amigos. Saludos, abrazos y miradas de reojo a las máquinas. Arturo trae una preciosa Zeus 2000 que conserva sus cromados dorados. Hoy nos acompañan dos “viejas glorias” del ciclismo amateur murciano, Paco Bombas y Pepe Reina, este último monta una vetusta Alan con el desviador comandado por varilla, que según las últimas noticias, puede pasar a manos de una nueva aficionada a las clásicas ¡esto engancha! Poco a poco van llegado el resto de los miembros de la expedición; Carlos de Santander, Arturo de Soria, Santiago de Madrid, Javi y Fany de Elche junto a un buen numero de amigos ilicitanos y por supuesto nuestros amigos murcianos.



Nos hacemos la foto de rigor y comenzamos nuestro itinerario. Mencionar que lo hemos tenido que variar, porque la administración, no se cual de ellas, ha comenzado a construir un nuevo puente sobre el río Mula paralelo al antiguo junto a la Torre Vieja, pero no se la ha ocurrido mejor idea que derribar el viejo antes de terminar el nuevo, obligándonos a buscar una alternativa por Alguazas. Esto no nos venía del todo mal pues así pasaríamos a recoger a nuestro mecánico y coche escoba de Ciclos Sarabia. Este vehículo tiene una bonita historia, es un antiguo Volkswagen Passat que usaba mi buen amigo Antonio Sarabia, por desgracia fallecido, para asistir a las carreras. Hoy su hijo José lo ha recuperado llevando incluso la misma baca que utilizaba su padre. Por desgracia un contratiempo inesperado nos privo de su compañía y ayuda. Tras la sorpresa decidimos continuar la ruta confiando en que las averías nos respetarán.



Recuperamos nuestro primitivo itinerario justo en la pasarela peatonal sobre el Segura. Continuamos por la vía verde del Noroeste para deshacernos del tráfico que una importante población como Molina genera. Tras esperar un buen rato en el semáforo, continuamos hacia El Llano por una carreterilla más tranquila que discurre entre limoneros por el paraje de la Huerta de Abajo que nos lleva de nuevo el Segura, junto al recuperado bosque de ribera del Soto de la Hijuela y los Álamos. Un camino asfaltado nos lleva hasta el Hondón, a las espaldas del museo etnográfico Carlos Soriano. En 1875, un tal Joaquín Portillo terrateniente del lugar, vendió al abogado Carlos Soriano unas tierras en El Llano de Molina con noria incluida situada sobre la acequia Subirana, y este creo una colonia agrícola poniendo en cultivo las tierras con olivo y morera -ya había subvenciones en aquella época-. Por ley estas colonias debían de disponer de viviendas -hasta seis llego a tener- para los colonos, escuelas para sus hijos, almacenes comunales y hasta una iglesia que se construye en 1892. El museo como tal surge en 1999 con la adquisición de los inmuebles por parte del ayuntamiento de Molina. Esta compuesto por la propia ermita y la casa solariega del abogado. Es un edificio de dos plantas, la baja de servicios y la superior de dormitorios. Se conservan la cocina original, los tinajeros y el dormitorio y en las salas habilitadas para exposición hay trajes regionales, enseres y menaje de la época.



Continuamos hacia Lorquí, pasando sobre la vía de ferrocarril de Madrid-Cartagena. Dicen que aquí, en el cerro donde esta asentada la población, se dejo la vida Cornelio Escipión, cercado y vencido por las tropas cartaginesas de Asdrúbal Barca, en el 211 a.C. Pueblo huertano, -llego a tener hasta 12 norias-, tuvo una importante industria conservera, hoy venida a menos. En la plaza, frente a la iglesia de Santiago Apóstol, parte una calle que tenemos que dejar por la primera que nos sale a la derecha, -de la noria se llama-, que nos lleva precisamente a una coqueta noria situado junto a las últimas casas de la población. Es la Noria Vieja -hoy restaurada-, de hierro y madera que en sus buenos tiempos llego a regar 300 tahúllas. Esta formada por 14 pares de radios y 84 cangilones con un diámetro de 4,50 metros, hoy es un mero objeto decorativo tras haber desaparecido el antiguo canal de riego, aunque se ha sustituido por otro que sirve para poner la noria en movimiento.



Por la Algaida nos acercamos a Archena para entrar de lleno morisco valle de Ricote, una fértil vega rodeada de escarpadas sierras en la que se intuye con fuerza su pasado árabe. La carretera que recorre esta parte del Segura por su margen izquierda es para mí, y para muchos de las participantes, uno de los parajes más atractivos de la ruta. Atravesamos Ulea, calles adoquinadas, geranios que cuelgan indolentes de los balcones, la roja y blanca “casa del cura”, probable diseño de la escuela de Eifiel y una pequeña trampa: empinada rampa que nos permitirán conquistar el pequeño desfiladero del Salto de la Novia que nos llevará a la población de Ojós. Cruzamos aquí el Segura y se nos plantea un pequeño dilema; continuar como teníamos previsto hasta el desfiladero del Solvente o dirigirnos directamente a Villanueva, esto nos ahorraba algo de tiempo al evitarnos unos kilómetros y las correspondientes fotos. El dilema se resolvió por si solo al dirigirse hacia el Solvente algunos de los miembros de la expedición. Me voy en su busca, los demás quedan a la espera en Ojos. Aburridos e impacientes deciden seguirnos. Se equivocan de carretera y comienzan la dura subida hacia Ricote.



Potentes gritos -aún estaban a la vista- y la ayuda de los móviles propician a la reagrupación. En Villanueva nos dirigimos hacia el oeste, hacia tierras más áridas, subiendo hasta alcanzar el canal del postrasvase Tajo-Segura. Son tierras duras que el regadío suaviza y el colorido de los frutales en flor alegran. Campos del Río nos espera con las manos abiertas, bueno esto es más una licencia literaria, lo que nos espera es su famosa pipirrana y unos sabrosos pasteles de carne que nos ha donado nuestros amigos Paco y Antonio de confitería Espinosa, regados con abundante Estrella de Levante que a estas alturas del recorrido y con la temperatura que hace; se agradece. Finalizado el tentempié, casi hubo que azotar al personal para ponerlo de nuevo en marcha, solo nos quedaban unos pocos kilómetros pero tenían trampa. Ahora nos introducimos de lleno en los denominados badlans o tierras malas, terreno yesoso que solo puede colonizar una vegetación rala, resistente a las extremas condiciones meteorológicas y a la salinidad del terreno. Cruzamos el río Mula por las colas del seco pantano de los Rodeos y no nos quedará más remedio que apretar los dientes para salir del cauce escalando las duras paredes del barranco.



Ahora sí, superada esta pequeña trampa, todo es ya cuesta abajo hasta el restaurante el Cortijo donde nos espera una suculenta comida donde las viandas murcianas serán las protagonistas. No quiero terminar esta modesta crónica sin dar las gracias a todos los asistentes y en especial a los que han hecho un soberano esfuerzo para llegar a estas alejadas tierras levantinas, también a los amigos de Elche y Murcia, más cercanos pero igualmente importantes. Mencionar asimismo la colaboración prestada para que todo saliera bien a mis amigos Matías y Ángel coordinando al grupo y a mis dos bicis-escobas Paco y Antonio. También a Paco y Antonio Espinosa por sus ricos pasteles de carne, al bar Deportivo de Campos del Río por su colaboración y al restaurante el Cortijo de las Torres por el interés tomado para que no nos faltara de “na”.

Mariano Vicente, marzo de 2020

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domingo, 20 de mayo de 2018

200 Millas 2018



De Lorca a Venta Ticiano

Las 200 Millas son un reto personal y como tal hay que entenderlas. No se trata de una competición, ni siquiera una prueba ciclista, es algo que solo le atañe a Mariano aunque participen algunos amigos. Leyó algo de 100, 200 o 300 millas, pruebas que se realizaban en países lejanos al nuestro y de ahí surgió la idea de plantearse anualmente un recorrido en bicicleta de kilometraje elevado (para él) y si era posible que reuniera una serie de características en cuanto a paisaje y desnivel; al principio de una jornada pero poco a poco fue cuajando la idea de ampliarlo a un par de días, pernoctacion incluida. Como he comentado esta era una idea que solo implicaba a Mariano, pero de inmediato la hizo suya Juan Bautista y los dos ha realizado todas las anteriores, ya el año pasado se unieron otros amigos como Antonio, Ariel y Ángel porque este tipo de cosas si es junto a los compañeros de fatigas, saben mucho mejor.

Se puso manos a la obra, busco recorridos que sintetizaran las propuestas anteriores en cuanto a kilometraje; que fuera superior a 300 kilómetros, acercándose a esa cifra mágica que se había planteado de 200 millas. Procuro recorridos en los que el entorno paisajístico fuera un factor importante lo que implica la mayoría de las veces desniveles elevados, y así tras varios años ha llegado a las 200 Millas de este 2018.

El recorrido, a priori, de los más duros a realizar hasta el momento, contabiliza un desnivel positivo que supera los 5.000 metros para las dos jornadas. Partirán de Lorca para por Xiquena llegar a Vélez Blanco, la Puebla de don Fadrique, Santiago de la Espada y Venta Ticiano donde acabaría la primera jornada. La segunda ira por Yeste, Letur, Socovos, Calasparra, Yechar, Ceutí y Molina para acabar en Murcia.


Son las siete y cuarto cuando los viajeros pertrechados con la indumentaria y demás aditamentos ciclistas se encuentran en el anden de la estación de ferrocarril de Murcia del Carmen junto a sus monturas, tomaran un tren que cinco minutos después los transportará hasta Lorca, lugar de comienzo de su singladura. Durante el trayecto en tren los comentarios fueron los habituales en estos casos; todos justificando su falta de entrenamiento, la mala racha en el trabajo que les había robado tiempo para montar, la falta de forma, y un conocido etc., que los ciclistas nos sabemos de memoria y a pesar de la fama que cazadores y pescadores tienen sobre la veracidad de sus afirmaciones, los ciclistas no le van a la zaga.

Ya en Lorca lo primero que hacen los viajeros no es lo que se supone en estos casos; de coger la bici y salir pitando, no, se van al Mesón Lorquino a tomar belmontes (el belmonte es un café que se toma en la zona de Murcia y adyacentes, con leche condensada y coñac) y pastas, justo lo recomendado por las guías de alimentación deportiva para la ocasión. Ya entonados comienzan su andadura, hace un día estupendo, el cielo parcialmente cubierto, incluso algo fresco. Que diferencia con el año pasado que tuvieron que soportar temperaturas saharianas ya desde el comienzo. Pasan los kilómetros y los viajeros van cada uno a lo suyo, pero en grupo. David sorprende con una cámara de vídeo de esas deportivas que le ha regalado no se sabe que empresa, pero que tiene que llevar en la mano o guardar en el bolsillo del mallot, pues en el tren una mala colocación de la bici hizo que en una curva se diera un golpe y partiera el soporte situado en el manillar.

Pasan los kilómetros, sino rápidos, por lo menos a un ritmo razonable, porque no nos engañemos, nuestros viajeros no son unos fieras del pedal, aunque alguno pueda creer lo contrario. Tampoco son unos críos y no están ni mucho menos en su peso ideal, pero eso sí, voluntad no les falta. Pasan la Fuensanta encaminándose casi en linea recta hacia las sierras del Pericay y Gigante siempre con una suave y constante pendiente positiva, pero esta sensación es algo engañosa pues la carretera girara decididamente hacia el oeste dejando estos macizos a su derecha. Casi sin darse cuenta, entre sarmentosas vides, se acercan al fantasmagórico castillo de Xiquena, construido sobre una pequeño cabezo, domina el cauce del río Corneros. Primero defendió el reino nazarí y después hizo lo propio con el castellano, siempre estuvo en tierra de frontera hasta que por cuestiones políticas lo destruyo el marqués de los Vélez. A pesar de estar declarado Bien de Interés Cultural, se encuentra bastante deteriorado alzándose solo algunos lienzos de piedra rojiza. Desde lo alto de sus adarves se tenia linea visual de las fortalezas de Tirieza, Puentes, Vélez Blanco y Vélez Rubio.


Vélez Blanco aparece algo difuminado, no se sabe muy bien si por la calima o una extraña niebla, probablemente sea esto último porque el día no esta muy caluroso, el blanco de las nubes van ganando porcentaje al azul del cielo y una brisa que no llega a ser desagradable se instala poco a poco del oeste. La carretera obliga a subir piñones para alcanzar el pueblo y el bar correspondiente, en plena plaza, casi a los pies de su bien conservado castillo. Nada de barritas y cosas de esas, no, ellos al bocadillo de jamón y a la cervecita, luego quieren progresar, piensan que tarde o temprano llegarán a ser unos ciclista “pro” así, sin sacrificarse y sin privarse de “na”. Durante el tentempié en la terraza corren las sillas, buscan el sol, se agradecen esos rayos juguetones que logran colarse entre las nubes.

Y vuelta a empezar, ahora se quejan los viajeros de la subida hacia María, como si no supieran que estaba allí y que hasta el pueblo no queda otra. Unos suben mejor, otros peor, coronan con poca diferencia, los más corpulentos como Mariano se dejan caer a buena velocidad ¡Como disfrutan algunos en cuanto la carretera pica para abajo, por poco que sea! comienzan aquí una serie de sube-baja entre pinares, estribaciones del Parque Natural de María y Los Vélez, que se les hacen llevaderos. Pronto son sustituidos por campos de labor al acercarse a Cañada de Cañepla, que superan sin detenerse. A Mariano esta carretera le trae viejos recuerdos, de cuando la recorrió en sentido contrario en un viaje con alforjas entre Hellín y Lorca, pero de eso hace ya tanto tiempo que ha quedado difuminado en su memoria. Sabe que durmió cerca del puerto del pinar, en plena naturaleza y que paro a comer en Cañada de Cañepla, que luego hizo noche en María, antes de llegar a Lorca, pero como ya he dicho hace tanto tiempo que apenas lo recuerda, ¡esta muy mayor!


Una gran llanura se extiende hasta cerca de la Puebla, hoy dominada por grandes explotaciones agrarias. Por un camino perpendicular a la carretera circulan dos camiones y un tractor intercalado entre ellos, a tal velocidad que levantan una espesa nube de polvo que el viento de poniente lleva hasta la carretera. Hacen cálculos los viajeros y tienen la seguridad que se tendrán que tragar el polvo. El primero en hacerlo ha sido Angel que va un poco adelantado, se come la del primer camión, Mariano piensa que puede librar porque el tractor ha salido al asfalto y viene hacia él, si acelera igual llega antes que el segundo camión, pero no, no lo consigue y se ve envuelto en una gran nube de polvo, por el rabillo del ojo, difuminado por la polvareda, vislumbra al camionero y tiene la sensación de que se va riendo entre dientes. Juan Bautista, Antonio y David pasan cuando ya se ha solucionado el problema.

A la Puebla de don Fadrique llegan a medio día, y como no, piensan que es buena hora para comer, restaurante y menú del día, primero, segundo, postre y hasta café, que no se diga y no quiero mencionar la cantidad de cerveza que trasegaron con la excusa de adicionarle un poquito de limonada ¡Para hidratar según ellos! Unos ciclistas como marcan los cánones habrían continuado, si acaso, comiendo alguna barrita, pero ellos no, hora y media han estado moviendo los mofletes y dándole a la sin hueso. La sorpresa vino a continuación; David se sube al coche. Porque se me ha olvidado deciros que estos ciclistas son un poco “señoritos”, llevan coche de apoyo y todo, para llevar la ropa de paisano y un poco de agua fresca, pero puedo dar fe que esta última ni probarla. Han “engañado” a su amigo Jesulen para que les haga de chófer. El tema de que David se haya subido al coche ha levantado ampollas; unos piensan que tiene mucho morro, así se ahorra las dos subidas que les quedan, las más importantes del día, otros que esta “liquidao” a pesar de que lleva dos semanas haciendo mas de quinientos kilómetros cada una, pero parece que no ha sido suficiente. En realidad es Antonio el que menos ha entrenado pero se esta portando como un campeón, ni siquiera se queja, aunque yo creo que es por ahorrar fuerzas que todo suma.

Sales de la Puebla de don Fadrique y comienzas a subir. Aquí no se puede hablar de grupo, cada uno ha comenzado andar cuando le ha dado la gana, el más tardon ha sido Mariano que ha salido probablemente un cuarto de hora más tarde. Cada uno sigue a su ritmo intentando que no se les “agarre” demasiado este puerto que sin tener rampas muy duras sube hasta los 1.600 metros. En su fuero interno, dos o tres de los cuatro que quedan, piensan que igual no lo consiguen y el problema es que ahora con David en el coche solo queda espacio para uno más. Pero uno detrás de otro, como las cuentas de un rosario, todos lo superan, el último en llegar es Mariano que un poco mosca pregunta: -¿cuanto tiempo lleváis esperando? Alguien contesta que unos cinco minutos y a Mariano le aflora una sonrisa picarona, si le llevaban quince les ha sacado diez, no esta mal. 


Las fotos de rigor, algún selfie autocomplaciente y se lanzan a una bajada algo engañosa; al principio baja un poco pero después mantiene la altura, incluso sube un poquito, hasta que de un tajo, se abre el valle del Zumeta y la carretera se lanza vertiginosa hacia el vacío. Espectaculares paisajes mil veces visto por los viajeros que no pueden sustraerse a su contemplación. Aquí es donde peor lo pasa Antonio, las bajadas no son su fuerte, se apodera de su cuerpo como un miedo irracional que lo agarrota y le impide disfrutar de la bajada. Lo contrario que le pasa ha Mariano, y si me permiten una opinión, creo que es el único lugar en el que realmente disfruta. Pero como en casa del pobre poco dura la alegría, comienza de nuevo la subida que no cejará hasta llegar a Santiago de la Espada. Y aquí pasa lo que tenia que pasar al ir cada uno a su aire. Juan Bautista, que es el serpa del grupo y ha preparado el track, indica al llegar a un cruce a la entrada del pueblo que giren a la derecha, y así lo hacen. Lo malo es que Ángel que viene electrificado, de lo que hablaré más tarde, ha subido delante y no se entera, para en la gasolinera de la entrada y se tira allí más de media hora esperando mientras los demás avanzan despreocupados hacia el cercano destino pensando que va delante.


El Zumeta sigue deparando un hermoso paisaje, bajan río y carretera encajonados en un profundo barranco, la una más alta que el otro, con lo que el recorrido no tiene desperdicio para la vista. Poco a poco van confluyendo en altura, ahora es el bosque de ribera el que depara las más espectaculares postales. Continúan río y carretera en un sinuoso abrazo, en algún punto él se esconde entre los chopos y ella, sin espacio, sube para buscarlo sobre las copas. Esto descoloca un poco a los viajeros que tienen que superar repechos del ocho por ciento casi a traición, pero como todo tiene un final, Venta Ticiano aparece como una isla entre la carretera y el río generando en los viajeros esa sensación agridulce que provoca el final del recorrido. No, no crean ustedes que se ponen hacer estiramientos para que el cuerpo asimile los 150 kilómetros y más de 2.800 metros de desnivel acumulado no, se tiran de cabeza a la barra del bar y beben una cerveza tras otra con la excusa de una “correcta” hidratación, además les ponen una tapita con cada una, lo que puede ser su perdición. Hidratados y duchados salen a dar un paseo y hacer tiempo para la cena, apenas habían andado un centenar de metros una señora; entrada en años, delantal blanco y autoritaria voz, se dirigió a ellos:

-¡Eh! ustedes a donde van. Vengan para acá.

Los viajeros acogotados y obedientes dan media vuelta y se dirigen hacia ella.

-Que quieren cenar. Les pregunta a bocajarro.

Apenas con un hilillo de voz alguno se atreve a decir que algo de pasta, otro que sopa de fideos.

-Lo que ustedes quieran, bueno sopa de fideos y dejo zanjada la cuestión del primero.

Los viajeros prevenidos y viendo como se ponían las cosas pidieron casi al unísono carne a la brasa. Carne de cordero a la brasa, concretaron.

-Si quieren les puedo poner también pescado u otra cosa, ya les digo que lo que ustedes quieran. Volvió a repetir con autoridad y se fue para la cocina.


Los viajeros ya no dieron más vueltas y se fueron directamente al comedor sentándose pacientes a esperar la cena, cerveza va y cerveza viene. La sopa se la trajeron en bonitas cazuelas individuales de porcelana blanca y estaba rica. La carne, en bandejas y abundante, junto a unas ensaladas con verduras tiernas y jugosas. Los postres bailaron del arroz con leche al pan de calatrava y de las natillas a las frutas. No se privaron del café y hasta de algún chupito. Y con esto pensaron que estaba bien y se fueron a la cama, no sin antes apalabrar la hora del desayuno.

De Venta Ticiano a Murcia

Amanece el día algo menos fresco que el anterior, con un sol radiante que desmiente la posible amenaza de lluvia para la tarde anunciada en televisión. También la tarde anterior sufrieron la misma predicción pero que no llego a materializarse a pesar de que las nubes era cada vez más y su vientre más negro. Para desayunar fruta y tostadas de pan de pueblo; con aceite, con mantequilla y mermelada, y los viajeros se comieron unas cuantas. Supongo que al personal del establecimiento les saldrá a cuenta; pues por lo que comieron y bebieron, cama incluida, pagaron lo estipulado de antemano, cuarenta y dos euros por cabeza.


Siguen los viajeros durante cuatro kilómetros al Zumeta hasta que entrega sus aguas al Segura. Después siguen a este hasta que se sumerge en el embalse de la Fuensanta. Ahora a los viajeros les tocan seis kilómetros al seis por ciento de subida hasta Yeste, los que se han puesto manga larga ante el fresco de la mañana no tardan en quitársela. En este pueblo no se detienen, pararon cuando bajaron el Segura e hicieron noche en él (https://achobike.blogspot.com.es/2015/07/el-rio-segura-catorce-anos-despues.html). Continúan para dejarse caer por la preciosa carretera de Letur que les llevará a encontrarse de nuevo con el Segura en pleno pantano de la Fuensanta. Lo atraviesan por un moderno puente, de la Vicaría se llama, para dirigirse decididamente en dirección este. Campos de labor cuajados de amapolas escoltan su paso. Aislados caseríos, agrupados unos junto a otros sin llegar a conseguir su intimo deseo de ser pueblo. La carretera sube y baja sin descanso la mayor parte de las veces entre almendros, otras entre verdes pinos hasta acercarse a Letur. Mariano descubre un viejo conocido; el Canal del Taibilla (https://achobike.blogspot.com.es/2014/11/el-canal-del-taibilla-un-viaje-en.html) que los escoltará con sutileza hasta Socovos.


Entran a Letur, “…pueblo fresco y deleitable, alegre y de mucho agua y frescuras, de yedras y vidarras y zarzas y otros muchos que no son de fruto…” como lo describen las relaciones topográficas de Felipe II. Pero los viajeros no se entretienen en eso y andan discutiendo si toman o no una cerveza y su correspondiente compaña. Después de un tira y afloja deciden continuar; tienen miedo de lo que aún les queda, más por el kilometraje que por el desnivel. Continúan hacia Socovos, a algunos da la sensación de que el recorrido se les empieza a pegar. El santiaguista Socovos también se lo saltan, han hablado de comer en Calasparra, pero eso sería muy tarde por lo que han acordado hacerlo en Tazona a mejor hora y más cerca. Se detienen en el bar que les queda según van a mano derecha, tiene una terraza que va ni que pintada para la ocasión, estarán fresquitos y tendrán controladas las bicicletas. Ángel descubre un enchufe que le viene al pelo, preguntan si tiene corriente y la tiene. Lleva una bicicleta eléctrica, una Orbea Gain que le aguanta muy bien el largo recorrido, claro que él la lleva desconectada siempre que el porcentaje no sea positivo, así hizo ayer los 150 kilómetros con un desnivel que supero los 2.800 metros. Tenía miedo para la etapa de hoy que superará los 180 kilómetros aunque sea por poco y estar cargándola ahora le da mayor tranquilidad, sabe que le dará tiempo a una buena carga porque estos viajeros no son de comida rápida. Y tanto, empezaron con entrantes y terminaron con solomillo y entrecot, tampoco despreciaron los postres y el café. Creo que ustedes ya empiezan a conocerlos.


Ahora la carretera pica para abajo, Mariano aprovecha su peso y corpulencia para poner un buen ritmo, mira para atrás y no ve a nadie, le da igual ya le cogerán en las subidas. La tendencia se mantiene igual hasta poco antes de Calasparra en la que toca subir algún piñón. Los Campos del Cagitán, que en algunos mapas se llaman Llanos, no lo son tanto. La carretera traza en esta zona una linea recta llena de ondulaciones, suaves, pero muchas llegan al seis y al ocho por ciento, y lo malo es que se repiten una detrás de otra sin descanso y acumulando siempre algunos metros más de altura. Los viajeros por esta zona van ya un poco a su aire; Juan Bautista, tira y tira incansable por delante, Mariano dice que se parece al conejito de Duracell, porque sigue y sigue…, por detrás va ángel con su eléctrica y después Mariano arrastrándose en cada subida. Antonio y David están bastante más atrás. Mariano, con su despiste habitual, equivoca la carretera y se va dirección a Cieza, es una larga recta y no ve a nadie, sabe que tiene que haber una carretera hacia la derecha pero no sabe a que altura. Se detiene y llama a Juan. Efectivamente le confirman que lo han visto equivocarse, pero que no hay problema, que pronto encontrará la misma carretera que ellos tomarán en el cruce siguiente, que siga por ella y ya se verán, que los kilómetros son casi los mismos. Juan Bautista espera a Mariano en el cruce y juntos suben las cuestas de Fuente Caputa, paran en el alto, comen una barrita y para su sorpresa llegan subidos en el coche Antonio y David. Ángel, que ya ha coronado, les esperará abajo. A partir de aquí todo es más fácil; vertiginosa bajada hasta Yechar, ligera subida hasta el cruce de Ceutí y bajada hasta la población.

Juan Bautista, Ángel y Mariano, los tres sobrevivientes, cruzan hacia Lorquí y siguiendo el segura pasan Molina. Van contentos, saben que el reto lo tienen superado, hasta se permiten el lujo de imponer un fuerte ritmo ante la protestas de Ángel porque su bici corta a los 25 km/h, incluso esprintan juguetones en las pequeñas subidas antes de Javalí Viejo. Ya sienten cerca el final, se introducen por la carretera de La Ñora y el Malecón. Ven la torre de la Catedral, ya están en casa. Han superado las 200 millas un año más, unos en mejores condiciones que otros, pero todos con la ilusión intacta pensando ya en las del próximo año.

En Murcia 6 de mayo de 2018.

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jueves, 22 de junio de 2017

200 Millas 2017 Jornada 2: Nerpio-Murcia



A las ocho estábamos desayunando, unas tostadas, alguna magdalena y unos cafés es cuanto necesitamos para ponernos en marcha. Anoche nada más llegar y tras la ducha lavamos la ropa y la pusimos a secar para hoy, no es cuestión de traer mucho equipaje. Chanclas, camiseta y pantalón para estar presentable en la cena, cepillo de dientes, crema para el sol y poco más. El hostal Los Nogales es al Nerpio en tiempos modernos lo que la fonda fue en tiempos pretéritos, pregunto por las perdices escabechadas y me llevo un disgusto: ya no se hacen -me dice la propietaria-, lo que si se sigue haciendo es el lomo de orza. Cenamos abundante y rico y pronto nos fuimos a dormir, estábamos cansados, muy cansados, la distancia, el desnivel, pero sobretodo el calor nos habían castigado de lo lindo. Nuestras compañeras a buen recaudo en un almacén aledaño.



Hemos escogido para la vuelta el camino de Moratalla por el Campo de San Juan, después será el Segura el que nos lleve hasta casa. Salimos por la carreterilla de las Bojadillas, para mi mucho más bonita que la tradicional del pantano, incluso me atrevería a decir que también es más suave. A esta hora se pedalea a gusto; el sol, aún bajo, no molesta demasiado. Llegamos a la rambla de la Rogativa que cruzamos mojando las cubiertas, no hay puente y el agua salta por encima de un vado de cemento. Entramos sin solución de continuidad en el desfiladero que forma el Calarico del Hambre y el Arroyo Tercero para cruzar otro vado en el que el agua pasa por unos tubos a modo de puente. Salimos a la carretera que nos llevará en constante subida hasta el Sabinar. El campo de San Juan nos recibe pleno de fragancias con sus plantaciones de aromáticas, de pedaleo fácil hasta que tienes que abandonarlo a la altura de la presa de La Risca, comienza aquí un pequeño puerto, algo engañoso, que te hace esforzarte más de lo te gustaría. Superado, entras en el Campo de Bejar y sales por otro puerto; el de Los Álamos, que por esta cara es mucho más sencillo que por el lado de Moratalla. Descenso enlazando una curva tras otra, llegando al vértigo, sin apenas tráfico, hasta entrar en el pueblo. Nos detenemos en una terraza orientada al norte del primer bar que encontramos. Parada y fonda.



De Moratalla a Calasparra apenas es un paseo, pero ya comienza a dejarse notar el calor. El sol es un disco blanquecino como de metal fundido que amenaza con derretir el asfalto. Pasado Calasparra enfilamos la carretera de Jumilla hasta la Venta Reales, donde nos desviamos a la derecha hacia Cieza, este tramo junto al recorrido por el valle del Segura será lo más duro de la etapa, no por los desniveles, sino por el calor. Aquí se dejara notar en toda su extensión, al aire pesado y caliente le cuesta entrar en los pulmones, bebes pero no sirve de nada, la boca seca, pastosa, la lengua empeñada en solidificarse con el paladar y tu chupando el bote a cada instante, pero todo sigue igual. Por eso paramos antes de entrar en Cieza, y por eso nos pedimos pulpo al horno, salpicón de marisco, croquetas, rulos de queso y beicon, cerveza, mucha cerveza, que si hay que sufrir se sufre, pero que nos quiten lo “bailao”. De la Perla del Segura en adelante entramos de lleno en el Valle del Segura; Abarán, Blanca, Ojós, Villanueva, Archena, se suceden una detrás de otra como si fueran todo una, con la mente más pendiente del calor, del cansancio que de los lugares tan maravillosos por los que estamos transitando. En casa, viendo las fotos, la verdad es que me sorprendo, no recuerdo cuando las hice, debía de pedalear como un autómata.



Paramos en Molina, en el bar que hay junto a la vía verde, en la ermita de la Consolación, pero con tan mala suerte que estaban cerrando y solo pudimos comprar cuatro botellas grandes de agua bien fría, una por cabeza. A partir de este momento nos planteamos el camino más corto, ¿la vía verde? Sí, allá vamos.


Murcia, 17 de junio de 2017

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domingo, 8 de mayo de 2016

200 Millas II



Me paso la vida metiéndome en mil líos, pero no lo puedo evitar. Hoy hemos salido a la 7 de la mañana, prácticamente de noche con el único objeto de llegar antes de las 15.40 a Lorca, hora de salida del cercanías para Murcia. El siguiente es a las 17.40; muy tarde para estar en Molins (Orihuela) a las 19.30 y presentar una proyección sobre bicicleta y aventura y su posterior charla-coloquio a la que me había comprometido.

Sientan mal, las tempraneras rampas del Puerto del Garruchal, primero de los tres de la jornada. Hace un poco de fresco que el puerto se encarga de disipar. El horizonte, cubierto, y el pronóstico amenaza lluvia. Ya es casualidad que en el lugar más seco de España, los dos días de mis 200 millas, amague con llover y lo que es más improbable aún; que lo haga.

Por la Tercia y Sucina llegamos a Los Alcázares. Nuestro próximo punto de paso será la Unión. Aquí le propongo a Juan de tomar algo y como siempre terminamos "pasándonos". Una lasaña de calabacín y jamón, magra frita con tomate, tortilla de patatas, un litro y café. Repuestas las fuerzas nos lanzamos en pos de la ciudad departamental. No nos detenemos, el tiempo apremia y como descubriré más tarde las fuerzas escasean.


El Cedacero corta el paso entre Cartagena y el Puerto de Mazarrón, no hay más remedio que escalarlo. Es una subida tendida que te va mermando las fuerzas casi sin notarlo pero que al cabo de los kilómetros se hace patente. La cima la forman dos jorobas casi simétricas que dan paso a una espectacular bajada hacia Isla plana y el Puerto.

Y aquí comenzaron mis problemas, todo hacia arriba hasta coronar el puerto de Morata en plena sierra de las Moreras. Las fuerzas escasas; cansancio acumulado del día anterior; y para colmo, en lo peor de la subida, el cielo se abre y deja caer un sol de plomo derretido. En un par de ocasiones me detengo bajo la sombra de los pinos, descanso y aprovecho para beber un poco, se me está atragantando el puerto. No es gran cosa, solo la mitad final se puede considerar como tal, algunas rampas cortas pero de porcentaje elevado té lo recuerdan. Por fin estoy arriba ya solo queda bajar, serán quince kilómetros, la mitad en suave ascenso. ¡Quién me mandaría a mí meterme en estos berenjenales!


Estamos en la estación de Lorca Sutullena, son las 15.30 y aún nos han sobrado diez minutos. ¡Somos unos machotes! ¡Como se nota que ni Juan ni yo tenemos abuelas! Estas 200 Millas nos han salido por un poco más; 352 kilómetros en que hemos realizado en dos días, 216 el primero y 146 el segundo. Era un proyecto personal al que estaban invitados todos mis amigos pero circunstancias personales con escusas de los más pintorescas han hecho que al final solo Juan Bautista y yo lo lleváramos a cabo.

Mariano Vicente, en plena recuperación un domingo 1 de mayo de 2016.