domingo, 1 de marzo de 2020

I Quedada Retrolevantina: Murcia



Hoy es un día para tomárselo sin prisa, dejarse de cronómetros y gps y no preocuparse por si vas el primero o el último. Si un compañero pincha o tiene cualquier problema mecánico nos paramos todos, para ayudar, pero también para aprender. Sí, aprender porque muchas de estas bicicletas tienen más de 40 años y necesitan mimos y cuidados, pero eso no debe confundirnos, son duras y resistentes por eso estás ahí después de tanto tiempo.
Son salidas para practicar algo que en los últimos tiempos, tan competitivos ellos, hemos olvidado: la camaradería. No se trata de llegar el primero, si no de disfrutar del recorrido admirando las bellezas que están a tu lado, porque aunque no entiendas mucho de marcas y componentes como es mi caso, no puedes dejar de admirar esos elegantes cuadros de acero, sus pulidos cromados o el cuero curtido de sus sillines. Esas finas manetas de freno que parecen débiles pero que llevan 40 años esforzándose por detener la bici o esos pedales con rastrales, que al principio dan un poco de miedo pero que enseguida te haces a ellos.


 
Ese estilo retro de las bicicletas se contagia a sus dueños que también se convierten en protagonistas ese día. Lucen vestimentas de sabor añejo de legendarios equipos como Reynolds, Kas, Kelme, Teka y muchos otros, rescatados del fondo de los armarios, mallots que en su momento nos resistimos a tirar y que ahora recuperan una nueva juventud. Recuerdos de una época donde las fotos eran en blanco y negro y el ciclismo se forjaba con héroes de leyenda, sin pinganillos y donde al director no se le hacia demasiado caso. Se corría por sensaciones, sin tener en cuenta vatios y demás zarandajas. ¿Y el avituallamiento? ¡Para hombres! Nada de geles y barritas energéticas tan en uso. Consumimos alimentos de toda la vida, bocatas y productos típicos de la zona ¡como estaba la pipirrana y los pasteles de carne! Hoy nos ha faltado la bota de vino, pero todo se andará.



Son apenas las 8,30 y estoy desayunando en el Centro Social de San Pedro, a pocos metros del punto de salida, hoy realizaremos la segunda parte de la I Quedada Retrolevantina, la primera fue ayer en Elche. Poco a poco empiezan a llegar los participantes, la mayoría son amigos. Saludos, abrazos y miradas de reojo a las máquinas. Arturo trae una preciosa Zeus 2000 que conserva sus cromados dorados. Hoy nos acompañan dos “viejas glorias” del ciclismo amateur murciano, Paco Bombas y Pepe Reina, este último monta una vetusta Alan con el desviador comandado por varilla, que según las últimas noticias, puede pasar a manos de una nueva aficionada a las clásicas ¡esto engancha! Poco a poco van llegado el resto de los miembros de la expedición; Carlos de Santander, Arturo de Soria, Santiago de Madrid, Javi y Fany de Elche junto a un buen numero de amigos ilicitanos y por supuesto nuestros amigos murcianos.



Nos hacemos la foto de rigor y comenzamos nuestro itinerario. Mencionar que lo hemos tenido que variar, porque la administración, no se cual de ellas, ha comenzado a construir un nuevo puente sobre el río Mula paralelo al antiguo junto a la Torre Vieja, pero no se la ha ocurrido mejor idea que derribar el viejo antes de terminar el nuevo, obligándonos a buscar una alternativa por Alguazas. Esto no nos venía del todo mal pues así pasaríamos a recoger a nuestro mecánico y coche escoba de Ciclos Sarabia. Este vehículo tiene una bonita historia, es un antiguo Volkswagen Passat que usaba mi buen amigo Antonio Sarabia, por desgracia fallecido, para asistir a las carreras. Hoy su hijo José lo ha recuperado llevando incluso la misma baca que utilizaba su padre. Por desgracia un contratiempo inesperado nos privo de su compañía y ayuda. Tras la sorpresa decidimos continuar la ruta confiando en que las averías nos respetarán.



Recuperamos nuestro primitivo itinerario justo en la pasarela peatonal sobre el Segura. Continuamos por la vía verde del Noroeste para deshacernos del tráfico que una importante población como Molina genera. Tras esperar un buen rato en el semáforo, continuamos hacia El Llano por una carreterilla más tranquila que discurre entre limoneros por el paraje de la Huerta de Abajo que nos lleva de nuevo el Segura, junto al recuperado bosque de ribera del Soto de la Hijuela y los Álamos. Un camino asfaltado nos lleva hasta el Hondón, a las espaldas del museo etnográfico Carlos Soriano. En 1875, un tal Joaquín Portillo terrateniente del lugar, vendió al abogado Carlos Soriano unas tierras en El Llano de Molina con noria incluida situada sobre la acequia Subirana, y este creo una colonia agrícola poniendo en cultivo las tierras con olivo y morera -ya había subvenciones en aquella época-. Por ley estas colonias debían de disponer de viviendas -hasta seis llego a tener- para los colonos, escuelas para sus hijos, almacenes comunales y hasta una iglesia que se construye en 1892. El museo como tal surge en 1999 con la adquisición de los inmuebles por parte del ayuntamiento de Molina. Esta compuesto por la propia ermita y la casa solariega del abogado. Es un edificio de dos plantas, la baja de servicios y la superior de dormitorios. Se conservan la cocina original, los tinajeros y el dormitorio y en las salas habilitadas para exposición hay trajes regionales, enseres y menaje de la época.



Continuamos hacia Lorquí, pasando sobre la vía de ferrocarril de Madrid-Cartagena. Dicen que aquí, en el cerro donde esta asentada la población, se dejo la vida Cornelio Escipión, cercado y vencido por las tropas cartaginesas de Asdrúbal Barca, en el 211 a.C. Pueblo huertano, -llego a tener hasta 12 norias-, tuvo una importante industria conservera, hoy venida a menos. En la plaza, frente a la iglesia de Santiago Apóstol, parte una calle que tenemos que dejar por la primera que nos sale a la derecha, -de la noria se llama-, que nos lleva precisamente a una coqueta noria situado junto a las últimas casas de la población. Es la Noria Vieja -hoy restaurada-, de hierro y madera que en sus buenos tiempos llego a regar 300 tahúllas. Esta formada por 14 pares de radios y 84 cangilones con un diámetro de 4,50 metros, hoy es un mero objeto decorativo tras haber desaparecido el antiguo canal de riego, aunque se ha sustituido por otro que sirve para poner la noria en movimiento.



Por la Algaida nos acercamos a Archena para entrar de lleno morisco valle de Ricote, una fértil vega rodeada de escarpadas sierras en la que se intuye con fuerza su pasado árabe. La carretera que recorre esta parte del Segura por su margen izquierda es para mí, y para muchos de las participantes, uno de los parajes más atractivos de la ruta. Atravesamos Ulea, calles adoquinadas, geranios que cuelgan indolentes de los balcones, la roja y blanca “casa del cura”, probable diseño de la escuela de Eifiel y una pequeña trampa: empinada rampa que nos permitirán conquistar el pequeño desfiladero del Salto de la Novia que nos llevará a la población de Ojós. Cruzamos aquí el Segura y se nos plantea un pequeño dilema; continuar como teníamos previsto hasta el desfiladero del Solvente o dirigirnos directamente a Villanueva, esto nos ahorraba algo de tiempo al evitarnos unos kilómetros y las correspondientes fotos. El dilema se resolvió por si solo al dirigirse hacia el Solvente algunos de los miembros de la expedición. Me voy en su busca, los demás quedan a la espera en Ojos. Aburridos e impacientes deciden seguirnos. Se equivocan de carretera y comienzan la dura subida hacia Ricote.



Potentes gritos -aún estaban a la vista- y la ayuda de los móviles propician a la reagrupación. En Villanueva nos dirigimos hacia el oeste, hacia tierras más áridas, subiendo hasta alcanzar el canal del postrasvase Tajo-Segura. Son tierras duras que el regadío suaviza y el colorido de los frutales en flor alegran. Campos del Río nos espera con las manos abiertas, bueno esto es más una licencia literaria, lo que nos espera es su famosa pipirrana y unos sabrosos pasteles de carne que nos ha donado nuestros amigos Paco y Antonio de confitería Espinosa, regados con abundante Estrella de Levante que a estas alturas del recorrido y con la temperatura que hace; se agradece. Finalizado el tentempié, casi hubo que azotar al personal para ponerlo de nuevo en marcha, solo nos quedaban unos pocos kilómetros pero tenían trampa. Ahora nos introducimos de lleno en los denominados badlans o tierras malas, terreno yesoso que solo puede colonizar una vegetación rala, resistente a las extremas condiciones meteorológicas y a la salinidad del terreno. Cruzamos el río Mula por las colas del seco pantano de los Rodeos y no nos quedará más remedio que apretar los dientes para salir del cauce escalando las duras paredes del barranco.



Ahora sí, superada esta pequeña trampa, todo es ya cuesta abajo hasta el restaurante el Cortijo donde nos espera una suculenta comida donde las viandas murcianas serán las protagonistas. No quiero terminar esta modesta crónica sin dar las gracias a todos los asistentes y en especial a los que han hecho un soberano esfuerzo para llegar a estas alejadas tierras levantinas, también a los amigos de Elche y Murcia, más cercanos pero igualmente importantes. Mencionar asimismo la colaboración prestada para que todo saliera bien a mis amigos Matías y Ángel coordinando al grupo y a mis dos bicis-escobas Paco y Antonio. También a Paco y Antonio Espinosa por sus ricos pasteles de carne, al bar Deportivo de Campos del Río por su colaboración y al restaurante el Cortijo de las Torres por el interés tomado para que no nos faltara de “na”.

Mariano Vicente, marzo de 2020

el track...                          las fotos... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por visitar este blog. Si le apetece puede dejarme su comentario.