jueves, 28 de septiembre de 2023

Ferrocarril Minero Bédar-Garrucha

Un poco de historia

Las minas de Almería sufrieron una serie de vicisitudes que hicieron que su arrendamiento y explotación fueran mucho más asequibles que sus homónimas vizcaínas, lo que propicio la llegada al sureste almeriense de destacados industriales vascos. En 1894, Víctor Chávarri y Salazar, Marqués de Triano, arrendó las minas que explotaba la “Holway & Bros” e introdujo el “Método Bessemer” de obtención de acero, que junto a los hornos "Siemens-Martín” trajeron como consecuencia el abandono del hierro forjado por el acero. Los vastos criaderos de hierro en la sierra de Bédar, y la buena aceptación del hierro español en el mercado de Estados Unidos, llevaron a buscar empresas y capitales que permitieran instalar un ferrocarril, ya que su explotación no sería rentable sin un sistema de transporte de gran capacidad.

Víctor Chávarri organizó junto a Auguste Lecoq la sociedad “Chávarri, Lecoq y Cía”, para la construcción y explotación del ferrocarril que llevaría el mineral desde Bédar a Garrucha. El trazado que finalmente se construye es de 17,5 Km de longitud, con dos ramales que comunicaban con las principales minas; La Mulata, de 1,6 Km, y Santa Catalina, de 2,5 Km, que confluían en la estación de Los Tres Amigos. La vía tenía un metro de anchura y una pendiente máxima 2,5% y una capacidad de transporte de 300.000 toneladas al año. El mineral se transportaba desde las minas a través de vagonetas hasta un depósito con forma de tolva ubicado en la estación de Tres Amigos. Los vagones se introducían, bien en el túnel bajo la tolva, o en lateral exterior, cargándose por gravedad y desde allí descendían hasta alcanzar el mar en el descargadero de Garrucha.

El ferrocarril entre Bédar y Garrucha, estuvo en funcionamiento desde 1896 hasta 1923, con numerosas interrupciones. Actualmente, coinciden con el viejo trazado ferroviario las rutas de senderismo SL-A77 y un futuro proyecto para una vía verde de Garrucha a Bédar (PR-A 367).


Crónica

Del ferrocarril minero entre Bédar y Garrucha, en la provincia de Almería, que estuvo en funcionamiento durante 27 años, solo quedan algunos restos y una plataforma fragmentada por las nuevas infraestructuras e invadida por fincas y en algunos puntos muy deteriorada, su abandono es patente y el proyecto para transformarla en vía verde está aún muy verde y encontrará numerosas dificultades.

 

Nuestra intención, remontar el trazado desde el viejo descargadero de Garrucha, junto al mar, hasta la localidad de Bédar, donde se cargaba el mineral procedente de las principales minas, como La Mulata y Santa Catalina. Pero como el hombre propone y Dios dispone —muy apropiado en este caso—, al regreso queríamos ver las vidrieras de la iglesia de Turre, iniciativa de un amigo y compañero de Matías, pero el párroco solo nos las podía enseñar a primera hora, por lo que se trastocaron nuestros planes. 


Blas Carrillo López, tercero de los hijos de Bartolomé y Encarnación, nació en Mojácar el 7 de septiembre de 1948. Pero a los pocos meses ya estaba en Turre, por lo que a todos los efectos se consideró turrero toda su vida y así lo consideró el ayuntamiento que en febrero de 2016 lo nombró Hijo Predilecto. Estudió bachillerato en el colegio La Salle junto a mi amigo Matías y creo que también coincidieron en Granada, pero sobre todo como profesionales en la Ciudad Sanitaria de la Arrixaca (Murcia), aunque en distintas ramas sanitarias. Trabajó en el servicio de Ginecología del Hospital Torrecárdenas, donde se jubiló. Medalla de Oro Colegial de Almería y Colegiado de Honor desde abril de 2018.


Las vidrieras

Víctor García Góngora, arquitecto y profesor de Arte de la Universidad de Sevilla, junto a su hermano Manuel, experimentado maestro soplador de vidrio, han elaborado las vidrieras que Blas Carrillo ideo para la iglesia de la Purísima Concepción de Turre. Están construidas en diversas capas termofundidas de cristales nobles de variados tonos. El proceso comenzó en 2013 con el rosetón de la fachada principal, le siguieron dos más en la fachada Este. En la Oeste; un corte anatómico del útero gestante con el feto a punto de nacer, tratando de reflejar los momentos de la fecundación, gestación y parto.


Nos desplazamos desde Murcia para llegar a Garrucha y comenzar a pedalear antes de las diez de la mañana. Yo quería subir por los márgenes del río-rambla Aguas, pero Matías tenía prisa para llegar a nuestra cita y optamos por la carretera que representaba un recorrido más directo. La verdad es que quizá no fue un acierto, mucho tráfico, incluso peligroso, pero llegamos a Turre sin incidencias y a la hora prevista. Visitamos la iglesia parroquial y aunque ya teníamos noticias de las vidrieras y habíamos visto algunas fotos, en vivo y en directo nos impresionaron. Son hermosas y originales, son únicas, especialmente por su motivación, reflejar la gestación y embarazo de la virgen María.


Dejamos un poco de lado el track previsto y continuamos por carretera, ahora ya con menos tráfico, hasta la localidad de Bédar. Nos detuvimos poco antes de la localidad en la estación cargadero de Tres Amigos, recorriendo el edificio del cargadero, llegando a entrar en interior del túnel, observando las bocas de descarga. Los trenes se estacionaban tanto en el interior del túnel como en su lateral exterior, cargando los vagones por gravedad. Hubiéramos podido tomar aquí la plataforma ferroviaria para regresar a Garrucha, pero decidimos subir hasta el pueblo de Bédar a refrescarnos, y lo hicimos a conciencia, hacía calor y además, he aquí lo interesante, es más barato que en Murcia.


La plataforma ferroviaria

La plataforma, que comienza en ángulo con la carretera poco más abajo del cargadero de los Tres Amigos, es fácilmente reconocible por la boca de un pequeño túnel que se distingue a su lado, algo tapado por la maleza, indica perfectamente por donde transcurría el ferrocarril minero. Pasada una semiderruida estación y tras cruzar un pequeño puente de madera, gira alrededor del paraje del Pecho de las Almendras con el propósito de no perder altitud y mantener controlada la pendiente. Para ello realiza dos grandes giros hacia el Norte por la zona de El Portugués hasta dirigirse al paraje de Los Burgos. Una pequeña construcción ferroviaria semiderruida da paso a una especie de terraplén de obra similar a un puente que nos encamina ya decididamente hacia el Sur.

 

Conforme nos acercamos a la A-7/E-15, en la zona de Los Burgos, junto a unas casas, la plataforma se vuelve intransitable. Es conveniente abandonar la plataforma por nuestra derecha, no recuerdo si por un camino asfaltado, hasta alcanzar la autovía que cruzaremos por debajo. No hay pérdida, hay un restaurante, Miraflores y un camping, Los Gallardos. Continuamos por la nacional dirección Norte hasta recuperar la plataforma. Poco después tenemos que estar muy atentos porque la plataforma se deteriora por momentos hasta volverse intransitable. Recomiendo, al llegar a un camino perpendicular a la dirección que llevamos girar a la derecha. Hay una gran balsa de riego que hay que rodear dejándola a nuestra izquierda para pasar entre ella y una casa de campo. La idea es continuar este camino que de forma natural nos llevará hasta un puente sobre el trazado de alta velocidad que nos hará recuperar de nuevo la vieja plataforma ferroviaria y esta vez sí, nos llevará hasta Garrucha. Intentar seguir la plataforma en el tramo anterior es complicado, está rota e intransitable. 


Nos equivocamos al entrar en Garrucha y nos fuimos hacia el centro, pero si se quiere seguir la plataforma hasta su finalización junto al mar, al cruzar la carretera de Los Gallardos a Garrucha, continuar junto a unos centros comerciales y dejando el cementerio a nuestra derecha llegaremos a los restos del antiguo descargadero. Las instalaciones de carga de los vapores hasta 1930 eran muy rudimentarias, obligando a hombres y barcazas a desafiar al mar para cargar los vapores anclados junto a la costa de Garrucha. 


Nos fuimos a comer a Vera, a la Terraza Carmona, pero eso es otra historia que considero de poco interés para los lectores de esta crónica.


Mariano Vicente, septiembre de 2023