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viernes, 5 de junio de 2015

Vuelta a Murcia: Tercera jornada


Llueve. Hoy puede que no sea un buen día. Voy camino de Jumilla; desde el autobús El Carche ofrece un romántica imagen, con un collar de nubes que cuelga de su cima; en cambio, los frutales presentan un aspecto desvencijado y triste, casi sin hojas, que yacen esparcidas a su alrededor. Sigue lloviendo, espero que se cumplan los pronósticos y a partir de las diez de la mañana luzca el sol. Hoy pretendo recorrer el último tramo de mi particular Vuelta a Murcia, desde Jumilla a la capital, pasando por Yecla, Pinoso y Abanilla.

Son poco más de las ocho treinta, cae un chispeo intermitente. Desayuno con tranquilidad a la espera de que escampe; cuando termino, aunque está cubierto, ya no llueve. Hago alguna foto del cristiano castillo y comienzo mi pedaleo. Al principio muy despacio para no mancharme, pero siempre termino salpicado y en esta ocasión no va a ser diferente. También hace frío; el sol no termina de salir, un vientecillo persistente, junto a la humedad, hacen que se sienta hasta los huesos. Círculo sobre la vieja plataforma ferroviaria que quiero seguir hasta Yecla; carreterilla llana, intima, solitaria; ni un solo vehículo en todo el tramo.

El asfalto está muy roto; no lo recordaba tan deteriorado. El primer tramo, por la RM-A15, dirección al Carche, no esta tan mal, pero nada más girar e introducirme por la RM-A26, con clara orientación noroeste, tengo que detenerme y aligerar la presión de los neumáticos, la combinación del frío y la vibración están poniendo en peligro mi dentadura. De vez en cuando un ligero y reconfortante rayo de sol llega hasta mí. En los llanos del Ardal hileras de vides colman el paisaje hasta perderse en la solana de la sierra del Buey, a ellas esta humedad parece sentarles bien, están verdes y brillantes.



En la llanura, hacia el norte, se distingue con claridad la sierra de la Magdalena, cuna de la Yecla ibera. A nuestra derecha el Carche se ha quedado atrás, sustituido por la sierra de Salinas, muy desdibujada por la bruma. El ambiente ha templado cuando llego al cruce con la carretera que viene de Abanilla a Yecla. Es pronto, pero no veo la necesidad de entrar en la población y decido continuar hacia Pinoso. Hermosa carretera de perfecto asfalto y buen arcén, de pedalear amable y cómodo, pues el tráfico no es excesivo y molesta poco. Los campos verdes de trigales se alternan con las vides, dejando atrás alguna que otra bodega.

 Nuestro camino gira ahora al sur, atraviesa por el paso entre la sierras de las Panas y Salinas para aproximarnos de nuevo al Carche. En esta zona coincidimos con la Transmurciana, que continua a nuestro lado derecho, por las estribaciones del Carche hasta superar la Pila. Nosotros, más modestos, continuaremos por la CV-836, que por algo estamos en la Comunidad Valenciana. Poco a poco voy devorando kilómetros casi sin darme cuenta, llego a Pinoso y por aquello de más vale pájaro en mano, decido hacer un alto y tomar algo.



Lo de tomar algo es un decir; pregunto al camarero si puede ser un bocadillo en la terraza; no se estará mal bajo este incipiente sol que ya calienta el cuerpo. Por supuesto -me responde. Cuando llega y le pregunto si puede ser caliente, me dice que lo puede preparar de lomo o tortilla, lo dejo a su elección y espero junto a un litro de cerveza y unas olivas. Cuando aparece con el bocadillo no doy crédito a lo que veo. Una ancha barra de pan, en cuyo interior se aprecia una gruesa tortilla preñada de jamón y queso; sobre ella unos filetes de carne empanada y no sé qué más. Me lo como -no lo voy a despreciar después del interés que ha puesto el muchacho-, aunque después me cueste pedalear.

Pues no; pedaleo cómodo, sin agobios y contento, el bocadillo no me ha sentado mal, más bien al contrario. En Cases del Collado recupero la nomenclatura murciana y la carretera pasa a llamarse C-3223 La carretera bordea la sierra de Quibas y se dirige en dirección a Abanilla alejándose de la Pila, la mayor parte del tiempo se insinúa de forma favorable. La vid y el cereal son sustituidos por grupos de pinos aislados hacia el Puerto de Barinas, siendo sustituidos por almendros. Poco a poco el paisaje se reseca, se torna fantasmagórico, formado por amarillos y ocres dando la sensación de que la vegetación más que escasear no existe. Pero no es del todo cierto; rala y de escaso porte, tiene un encanto especial en esta época del año, la mayoría está en flor y puntea sobre los amarillentos campos pinceladas de colores infinitos, donde las palmeras se elevan su verde como contrapunto de color a un cielo de profundo azul. Aquí es donde disfruta mi amigo y pintor Saura Mira, cronista de la ciudad de Abanilla, a la que algunos, -y no les falta razón-, llaman la palestina murciana. La primera vez que la visite tres cosas me llamaron poderosamente la atención; sus milenarios olivos, su lavadero público y como de un terreno tan árido podía surgir un vergel semejante; de diminutas, de primorosas huertas.



La carretera se ensancha tras pasar el río Chícamo, se industrializa y el tráfico se hace pesado; para separarme de él tomo la vía de servicio. Llevo buena velocidad y pronto entraré en la poblada huerta de Murcia y la Vega Baja, que ya cubre el horizonte hasta las sierras de la costera norte, a este lado del Segura. Poco resta ya por contar, por los carriles de la huerta accedo al carril bici y de allí a la ciudad y al barrio del Carmen, el punto de salida de esta aventura. Habrán sido tres días de pedaleo, más de cuatrocientos kilómetros y lo más importante para mí; el reencuentro con esta tierra a la que amo y que espero seguir recorriendo en el futuro.


Mariano Vicente, en un miércoles del mes de mayo del año 2015  

jueves, 19 de diciembre de 2013

Tres días de pedaleo por la vía del Chicharra y las vías verdes de Alicante - Guía práctica




En estos días de pedaleo recorreremos, dentro de lo posible, la plataforma de los antiguos Ferrocarriles del Sud de España, perteneciente a la desaparecida FEVE (Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha) y antes a los Ferrocarriles de Villena a Alcoy y Yecla y también por un antiguo ferrocarril que no llego a nacer, el que pretendía unir Alcoy con el puerto de Alicante.

Transitaremos por pequeñas carreteras, caminos y viejas plataformas de ferrocarril transformadas en Vías Verdes. Pedaleo cómodo al tratarse de trazados de ferrocarril diseñados para minimizar las pendientes, con el piso de zahorra compactada o mista con asfalto, cuando no, de caminos de tierra y carreteras de poco tráfico.

La distancia total fue de unos 240 km. Repartidos en tres jornadas, por lo que hemos calificado el recorrido de moderado por la distancia diaria a recorrer de unos 80 km., ampliando el número de jornadas a 4 o 5, es una ruta acta para todo el mundo.

No hay problemas de orientación a lo largo del recorrido, salvo entre Cieza y Jumilla que el trazado ferroviario está invadido y cercado por fincas agrícolas y nos obligará a utilizar la carretera en más ocasiones de las deseadas. 

Desde Jumilla a Yecla haremos todo el recorrido por una pequeña carretera sin apenas tráfico y cuyo trazado coincide en gran medida con el del ferrocarril. Entre Yecla y Villena, salvo a la salida de la primera que el polígono industrial nos complica un poco el trazado, se realiza por camino rural, en gran parte paralelo o sobre la propia plataforma ferroviaria, que en sus últimos kilómetros antes de Villena se transforma en Vía Verde. 

De Villena a Muro de Alcoy, realizamos casi todo el trayecto por vía verde, unas veces acondicionada como tal y otras, a partir de Bocairent, sin acondicionar pero totalmente ciclable, con alguna dificultad a la altura de Agres que abandonamos momentáneamente la plataforma para cruzar el río del mismo nombre y retomarla junto a la pilastra del desaparecido puente. Entre Muro y Concentaina se pierde el trazado ferroviario por lo que se continúa por caminos entre urbanizaciones hasta esta última población, en la que recuperamos el trazado pasado su polígono industrial, eso sí, con alguna dificultad al tener que cruzar una carretera de doble carril en cada sentido, sin paso de peatones ni nada que se le parezca. 

De Alcoy a Alicante hay tres partes bien diferenciadas una es la Vía Verde de Alcoy, de unos 12 kilómetros y otra la Vía Verde del Maigmó de unos 22, en medio una mezcla de caminos, vía de servicio, carreteras y las poblaciones de Ibi y Castalla. Impactantes son los primeros 10 kilómetros donde se suceden 3 viaductos y 7 túneles. No es tan atractiva la vía de servicio que nos lleva a Ibi, desde esta población a Castalla se circula por un camino rural que coincide en su mayor parte con el antiguo ferrocarril. Ya solo nos queda buscar la forma de subir al Maigmó y enlazar con la Vía Verde que, entre túneles, viaductos y trincheras de yeso, nos llevara hasta Agost. Un pequeño tramo por polvorientos caminos rurales nos llevara hasta la población de San Vicente donde poder tomar el tren hasta Alicante y Murcia.

Más información:







miércoles, 11 de diciembre de 2013

Tres días de pedaleo por la vía del Chicharra y las vías verde de Alicante - Jornada I



Lunes 25 de noviembre.

Hace frio, mucho frío, bajar del coche en uno de los días probablemente más fríos de este invierno la paga el viajero con una tiritona que le hace castañear los dientes. Comienza a pedalear para tratar de entrar en calor, pero no lo consigue, la nariz le gotea y los ojos se le llenan de lágrimas, los dedos rígidos no le permiten manejar con éxito el gps y con la ayuda de algunas fincas valladas, pierde el recorrido del antiguo ferrocarril. Continúa como las tortugas, por la velocidad y porque lleva el cuello tan encogido que las orejas le tocan en los hombros.  Continúa y termina por salir a la carretera que viene de la Venta del Olivo a Jumilla tratando de recuperar el antiguo trazado, lo intenta en varias ocasiones teniendo que desistir porque en este país el metro de alambrada debe de ser muy barato o será cosa de subvenciones por alambrar, sino no, no se entiende que se cerquen fincas plantadas de almendros.


En el límite del término municipal de Jumilla, junto a una gran balsa de riego, en su parte de atrás, retoma el antiguo trazado el viajero que le trae recuerdos de años anteriores cuando lo recorrió sin gps ni monsergas, con mapa en mano y lo hizo mejor que ahora, también es verdad que había menos alambradas lo que le permitió hacer un recorrido muy similar al trazado del ferrocarril. Sigue algún quilómetro más y regresa, campo a través, a la carretera, esta será la tónica hasta llegar a Jumilla.


Una antigua estación, la del Chato,  tiene hoy otros transeúntes, cree el viajero que de raza segureña a los que mira con buen ojo, imaginándose unas costillas a la brasa de los sarmientos que abundan por la zona, como aun no ha almorzado hace un esfuerzo y se concentra en la estación; construida en sillería, presenta buen aspecto, no así el muelle que ha perdido parte del tejado, esta toda cercada y es dormidero de borregos.  El trazado, aunque reconocible, está intransitable, unas veces por las ocupaciones, otras, por la falta de las vigas metálicas que salvaban las alcantarillas y otras por estar invadida por la maleza. El Puntal, aun sigue en pie y es la última estación que vera el viajero antes de entrar en Jumilla. La población se asienta bajo el cerro de San Jorge, asentamiento de los hombres desde la edad del bronce. Por él pasaron iberos y romanos, los musulmanes construyeron castillos y mezquitas que los cristianos sustituyeron por fortalezas y ermitas.


La estación es la base de Protección civil y se encuentra en buen estado. Almuerzo ligero y hacia Yecla. En la primera parte de este tramo la plataforma es impracticable, por lo que se pedalea por una coqueta carretera hasta las estribaciones del Carche, donde hay que desviarse por una carreterilla que sale a la izquierda, de pedalear cómodo, y que  coincide con la antigua plataforma de ferrocarril. La estación aun se mantiene en pie, aunque seguramente no por mucho tiempo. Esperan las monastrell pacientes, liberadas ya de los negros racimos y las rojas hojas otoñales, la poda y reverdecer con los primeros soles primaverales.


El Ardal y Gamellejas ya no existen y la siguiente El Rosario, se encuentra en estado lamentable. Camino Murcia parece ser casa de recreo, encalada y con puerta y cartel de un intenso verde con sus letras en blanco, lo que fuera anden es ahora un sombreado porche para solaz de sus ocupantes. La siguiente, Pinillos, ha perdido el tejado y Quiñones esta derruida. La de Yecla, en buen estado, está ocupada por Caritas. Narra Azorín bellas páginas sobre Yecla, la milenaria Hécula y el municipio más norteño de la Región de Murcia: “Radiante, limpio, preciso, aparece el pueblo en la fachada del monte. Aquí y allá, en el mar de los tejados uniformes, emergen las notas rojas, amarillas, azules, verdes, de pintorescas fachadas”.


Son alrededor de las dos de la tarde y el viajero piensa que más vale pájaro en mano que… y decide parar a comer en el bar La Familia, próximo a la estación y además le dejan entrar también la bicicleta. Por seis euros come ensalada, paella, su correspondiente cerveza, otra para hidratar, pan de calatrava y café. Repuesto y con buen ánimo retoma la ruta hacia Villena, el frío sigue estando, pero se le antoja algo más llevadero. Pedalea entre almendros y campos de labor por el altiplano, la vía, el camino de la Vera Cruz, el de Santiago y del Cid caminan juntos. Va alegre porque es cuesta abajo, llega a la esta estación de Las Virtudes ya en tierras alicantinas, donde todo cambia para bien con el trazado como vía verde hasta Villena. Piensa el viajero que los de Alicante tienen más dinero o se preocupan más.

Fotos Jornada I

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