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jueves, 26 de octubre de 2017

IV Retrovisor

 Fuente: La Retrovisor

Algunas veces me planteo si asistir la la Retrovisor no es más que una excusa para ver a la familia, previo paso por Bilbao, estar con los amigos; esos locos de las bicis clásicas, dejarse llevar por los recuerdos y hacer algo de turismo. Todos los años me tomo unos días de vacaciones a primeros de septiembre, fechas en las que se celebra la prueba. Aprovecho así para pasar por Bilbao y comer con la familia, visitar el conocido Guggenheim de Frank O. Gehry que este año celebra su 20 aniversario. Tengo con él una relación tensa, de amor-odio. Me gusta el edificio, su exterior pero no tanto el interior y su programación que siempre que lo he visitado me ha parecido algo extravagante, solo es un apreciación personal y seguramente el problema será mío, demasiado clásico quizá. Prefiero la programación más sosegada e intima del Museo de Bellas Artes, cercano al anterior y mucho menos visitado, en esos días con la colección Alicia Koplowitz-Grupo Omega Capital. Como comentaba es también un viaje para el recuerdo, este año he vuelto a recorrer la antigua carretera de Balmaseda, muy cambiada, ya no se pasa por el Alto de Castrejana ni se entra en la población a no ser que lo hagamos a propósito. Nuestra meta era Espinosa de los Monteros y el Bar Esquí regentado por Isidoro y su señora, de edad similar a la nuestra y el nacimiento de sus hijos fue paralelo en el tiempo al de los nuestros. Era el lugar de parada obligada en nuestro recorrido hacia Reinosa desde Bilbao, cuando aún vivían los tíos de mi mujer; donde reponerse con un buen café, en especial si hacia frío y la nieve había hecho acto de presencia. Los encontramos "igual” que hace treinta años cuando dejamos de pasar por aquí. 

Fuente: La Retrovisor

Al llegar a Reinosa aprovechó la “morriña” de mi mujer y la dejo unas horas sola, recorriendo los lugares de su niñez, Cupido, el Puente del Híjar, el Cañón, La Negra, la fuente de la Aurora…, y tantos otros. Mientras, me aprovecho de su buen corazón y decido subir a la Fuente del Chivo con la bici, historia que contaré en otra ocasión. En Solares nos esperaban Carlos y Luisa, nuestros amigos cántabros. Dilatada cena donde la bicicleta, sobre todo la clásica, tuvo el protagonismo, pero no solo, que la conversación con los amigos de confianza deriva siempre hacia los temas más insospechados. Ha sido un día largo e intenso, entro en la cama y tengo la sensación de conocerla de toda la vida. Entró confiado en un profundo sueño.

Fuente: La Retrovisor

A primeras horas de la mañana ya estaba levantado y mirando por la ventana de Casa Enrique, y la verdad es que lo que veía no me gustaba nada, el cielo totalmente encapotado amenazando casi con total seguridad fuertes tormentas. Decidí aplicar aquello de “al mal tiempo buena cara” y procure olvidarme del tema, por lo menos hasta la hora de la salida. Desayuno y subo hasta la Finca del Marqués de Valdecilla con tiempo suficiente para recoger el dorsal y saludar a algunos amigos. A la hora de la salida el tiempo empeora por momentos, precavido me pongo el chubasquero. No será mi primera salida en agua, pero para nosotros los murcianos no es muy habitual, así que esperemos no encoger demasiado. Salimos y el diluvio; ya tenemos a los tres murcianos pasados por agua, pues había quedado desde el año anterior con otros dos colegas de la capital. Algunos se retiran, otros acuden hasta los vehículos y se ponen de todo encima, el pelotón algo mermado, continua su marcha como si tal cosa. Sufro por el agua y por las rampas, en especial las de Somarriba, que se me hacen durísimas, creo que además de frío, es porque no estoy acostumbrado al desarrollo de esta bici. Es mi Pinarello Montello con desarrollos que me obligan a retorcerme sobre el cuadro para avanzar en las subidas, ¡hubiera ido más deprisa andando! Esto será la tónica del día; sufrir durante todo el recorrido con esos platos que me era imposible mover con soltura y cortinas de agua intermitentes sobre nuestras cabezas. En algunos momentos, pocos, la lluvia nos respeto, en especial durante el almuerzo, para seguidamente vengarse sin piedad. Hacia la Cavada pedaleábamos con la boca cerrada, si la abrías, te atragantabas con el barrillo que soltaban las cubiertas de los que iban delante. Las gafas, por momentos opacas, llenas de diminutas motas de barro, se auto limpiaban con la lluvia. Así, poco a poco, fuimos haciendo camino.

Fuente: La Retrovisor

El la habitual parada en La Cavada, donde se homenajea a algunos de los ciclistas veteranos de la zona, al bajar de la bici, mis pies chapoteaban, pero no en los charcos de la calle, sino dentro las zapatillas. Los calcetines, al principio blancos, habían adquirido un asqueroso color negro-grisáceo, que fue imposible de eliminar por más lavadas y productos que se les dio. Pero fue a partir de aquí cuando vino lo peor; los cielos se abren y descargan toda su cólera sobre nosotros, para colmo se une el tren en dantesca conjunción: el pelotón ciclista detenido frente a la barrera, la lluvia cayendo inmisericorde y el tren pasando desesperadamente lento. Menos mal que no hacia frío.

Fuente: La Retrovisor

Llegar a la finca del Marques de Valdecilla y producirse la desbandada bajo la lluvia fue todo uno. Huimos a a toda velocidad buscando una ducha caliente. Algunos minutos después, a cubierto en el pabellón polideportivo, reconfortados por la ducha y ya secos, dábamos cuenta del arroz, del melón, de las quesadas y de cuanto se puso por delante. Seguía lloviendo y buscamos refugio y solaz en una cafetería del centro de Solares. Junto a los cafés y alguna que otra copa, disfrutamos de una larga sobremesa donde abundaron las conversaciones sobre bicis clásicas, su restauración y cuanto les rodea. Ya bien entrada la noche, nos despedimos de algunos amigos y con el resto nos fuimos a cenar.

Mariano Vicente, 9 de septiembre de 2017.  

lunes, 10 de octubre de 2016

III Marcha Cicloturista de Bicicletas Clásicas La Retrovisor.





Es domingo, 11 de septiembre y participamos por segunda vez en La Retrovisor; Marcha Cicloturista para Bicicletas Clásicas que se celebra en Solares. Participamos el año pasado quedamos encantados y no esperamos menos de este año. Más de cien ciclistas ataviados a la manera tradicional nos encontrábamos en la finca Marqués de Valdecilla para tomar la salida. Los dorsales, recogido la tarde anterior, nos permitió tener algo más de tiempo para saludar a conocidos y amigos. A la firma coincidí con Tomás, "Señor de las Encartaciones" con el que haría parte del recorrido. Pasadas las diez se dio la salida siempre controlada por el equipo organizador, que tras un sinuoso recorrido por los alrededores, nos condujo al centro de Solares, lo que agradecieron numerosos curiosos y aficionaos que se congregaban en las aceras aplaudiendo a nuestro paso, lo que te producía una extraña sensación, entre orgullo y satisfacción.




Por la ladera sur de Peña Cabarga, final de etapa de la última Vuelta, nos dirigiremos al Parque de  la Naturaleza de Cabárceno, no sin antes tener que superar las fuertes rampas que dan acceso a la localidad de Somarriba. El Parque es un poco especial, está emplazado en una antigua mina de hierro y su característica más importante es el régimen de semilibertad en que se encuentran los animales. Pertenece al gobierno de Cantabria y su propósito es el de la educación ambiental y los trabajos de investigación sobre la conservación animal. Y ablando de animales y sin ánimo de ofender, los ciclistas de décadas pasadas debían ser unos verdaderos "bestias" para poder mover unos desarrollos que me atrevo a calificar de inhumanos. Un plato pequeño de 42 dientes juega con unos piñones en el que el mayor no superaba los 20. Toda mi admiración para ellos, porque yo debo de ser un "flojeras" pues he puesto un piñón de 28 a mi Vitus y apenas puedo moverlo.

 Imagen: La Retrovisor

Reagrupados en Cabárceno y tras atravesar el parque, reanudamos la etapa por carreteras más accesibles donde las rampas no eran tan agónicas. Por Obregón, Sarón y Abadilla nos introducimos en la ribera del río Pisueña, hasta la localidad de Esles donde la organización nos sirvió un estupendo tentempié en un bello paraje dominado por la ermita de San Cipriano. Con energías renovadas nos dirigimos hacia Lloreda y Arenal, cruzamos la A-8 cerca de La Helguera y por la N-634 nos dirigimos a Pamanes. Tras unos cuantos pueblos, barrios, carreteras y caminos asfaltados que recorren toda esta zona ganadera, llegamos a la localidad de La Cavada, lugar de un emotivo acto en el que Enrique Aja entregó el trofeo Vicente Trueba a unos de los ciclistas más longevos -96 años de historia del ciclismo- de Cantabria: Antonio San Miguel Lata. Las bonitas localidades de Líérganes y Ceceñas serán las próximas que atravesaremos para por un camino cercado por los campos de maíz subir hasta nuestro destino en Valdecilla. 

 Imagen: La Retrovisor

Guardar la bicicleta, una ducha rápida y a sentarnos a la mesa con los amigos. Bastante conseguido el arroz en paella, a base de carne y marisco. No estaría nada mal cuando valencianos y levantinos no pusimos pega alguna. A los postres se realizó el habitual sorteo donde la suerte me sonrió en dos ocasiones; la primera era una distinción al ciclista más lejano y mira por donde éramos tres, y los tres murcianos y una mano inocente me eligió a mí. De nuevo la fortuna llamó a mi puerta para que no me faltara con que desayunar las próximas semanas; un lote de sobaos y cafés El Dromedario. No quiero alargarme más, solo felicitar a la organización por su buen hacer, a Enrique Aja y su familia por su cordialidad, y citar a los amigos para vernos como mínimo el año que viene en esta bonita localidad de Solares.

 Imagen: La Retrovisor

el track

Mariano Vicente; Murcia, 12 de septiembre de 2016.                     

martes, 6 de octubre de 2015

La Retrovisor 2015

 


Camino de Santander, cada vez que miraba por el retrovisor, veía el casco tras los asientos traseros y no; no tenía el aspecto más apropiado para la prueba a la que acudía. Se trataba precisamente de La Retrovisor y esta es su segunda edición, se celebra en Solares y la salida será desde la finca del Marqués de Valdecilla.
Cuando recibí el correo confirmando las fechas de La Retrovisor para este año me falto tiempo para comprobar el cuadrante y como no podía ser de otra manera ese fin de semana trabajaba. Tenía que ponerme manos a la obra y convencer algún compañero para que me hiciera esos días, al final lo conseguí, pero ya acumulo cinco para devolver, cuando comiencen a pedírmelos no voy a parar de trabajar.



Se acerca la hora de comer y decidimos hacerlo bajo la influencia de Peña Amaya; en Herrera de Pisuerga. En el asador El Roble dimos cuenta de los buenos productos de la tierra. Nuestra siguiente parada estaba prevista en Reinosa, lugar de nacimiento de Pilar, mi esposa. La congoja se le nota cada vez más, conforme pasan los kilómetros y nos acercamos a su pueblo. El puente del Ebro, el Cañón, los soportales de la calle Mayor, la plaza del Ayuntamiento, la fuente de la Aurora, casi todo sigue igual; pero lo que más la conmovió fue el derribo de la vieja casa de rancio abolengo donde nació, sustituida por otra nueva construcción. De nada sirvió que le dijera que era bonita, que respetaba el entorno, que se identificaba con él a pesar de sus materiales modernos, pero no sirvió de nada. Pensé que lo mejor sería tomar un café y un hojaldre en Vejo para pasar el mal trago y de paso, si era posible, ver la etapa de la Vuelta. Nos enteramos así que los hojaldres de toda la vida ahora ya no se llaman "hojaldres" sino “reinosas”, todo cambia a pesar de seguir igual.



Ha comenzado a llover, lo hace con fuerza a ratos, en otros no es más que una ligera llovizna. Para mañana no da lluvias y espero que así sea, no estoy muy acostumbrado a montar en bicicleta con agua, no suele llover mucho en Murcia. Ya estamos llegando a Solares, el GPS me lleva sin equivocaciones a Casa Enrique donde nos vamos a hospedar. Nada más llegar Enrique nos recibe con un apretón de manos y una franca sonrisa.

-Lo que haga falta, aquí estamos para que no os falte de nada. La bici, si quieres, la guardas abajo en el almacén, ahí estará estupendamente acompañada.
 
Y así fue, paso la noche junto a una exclusiva Marotias, única construida expresamente para cicloturismo, cuyo feliz propietario es un majo “chaval” de Huesca al que esperamos ver pronto por Murcia, a ello se comprometieron él y su esposa si nosotros cumplimos organizando la Murcia Clásica, proyecto personal y de mi esposa que pretendemos sacar adelante con la ayuda de amigos y autoridades.

Foto: José Gutiérrez López

Estaban dando los dorsales en la Finca Marqués de Valdecilla y allá que nos fuimos. Nos recibieron unas simpáticas muchachas que además de darnos el dorsal, el numero 16 era el mío, nos resolvieron cuantas dudas les planteamos. Nos quedamos un rato a contemplar la magnífica exposición de mallot y bicicletas antiguas, creo que la mayoría cedidas para el evento por un aficionado apasionado por el ciclismo de competición, don Santiago Revuelta que posee su propio museo. Se rumorea que quizá sea el mejor de temática de ciclista de España, a la menor oportunidad trataré de visitarlo.



Anoche cenamos quizá en exceso y seguro que no lo que hubiera sido conveniente para la marcha de hoy, pero Enrique no te deja y hay que reconocer que se come muy bien en su Casa. Desde el primer momento, nada más descolgar el auricular ya me di cuenta de que era un hombre especial, decirle que iba a la Retrovisor y me contesto que no me preocupara de nada, que me fuera para allá y listo. Tanto es así que al día siguiente de marcharme nos llamo para saber si habíamos llegado bien. Casa Enrique es un alojamiento modesto con una gran cocina y un trato familiar, de esos en los que da gusto estar y a los que no dudaras en volver.



El domingo, amaneció nublado y húmedo, había tantas posibilidades de que lloviera como que no, pero sin preocuparnos demasiado nos fuimos hacia la Finca del Marqués de Valdecilla. Cafés Dromedario había montado una degustación, y que mejor que esperar a los amigos con un buen café. Poco a poco fueron llegando esas sufridas clásicas, la mayoría remozadas con cariño y pasión, con sus propietarios, ataviados con sus mejores galas. Cerca del centenar estábamos dispuestos para la salida, la mayoría varones, aunque las pocas féminas que acudieron, montadas casi todas en bicis de paseo, dejaron el pabellón bien alto y eso que arrastraban el peso de guardabarros, transportines, faros y cestas de flores.



Comenzamos el recorrido por sinuosas carreteras donde predominaba el verde de los parados u las umbrías de los bosques de castaño. De pronto, a la altura de Somarriba comenzamos a retorcernos sobre el cuadro, los desarrollos inhumanos que llevan nuestras bicicletas, solo accesibles a unos pocos héroes, hicieron que más de uno echara pie a tierra, incluso alguna vieja cadena harta ya de sufrir, dijo basta. Algo que fue solventado por la organización con eficacia.



Cabárceno es algo especial, naturaleza salvaje en un entorno domestico, pero no es un zoológico al uso, aquí los animales gozan de una cierta libertad, la verdad es que es un lugar muy interesante. Especialmente emotivo y sorprendente fue el paso, cruzando entre los ciclistas, de más de medio centenar de gamos guiados por un majestuoso ciervo macho, debió de gustarles porque volvieron a cruzar hasta en dos ocasiones la carretera. Bajada de respeto a la salida del parque que se saldo, al menos hasta donde yo sé, con una caída sin consecuencias. A partir de aquí el pelotón puso un fuerte ritmo que fue descolgando unidades a lo largo de varios kilómetros. Se fueron formando nuevos grupos más pequeños, acorde con las fuerzas de sus miembros. Yo termine en uno de cuatro elementos y casualidades de la vida ninguno conocíamos el recorrido, pero no hubo problemas, la organización cubrió los cruces de manera quirúrgica, sin dejar nada al azahar.


   
¡Problemas! Empiezo a notar una ligera falta de sincronía en la biela izquierda, efectivamente se ha aflojado el tornillo que la sujeta al pedalier y no puedo seguir, corro el riesgo de abocardarla y dejarla inútil, será mejor esperar ayuda de la organización. El problema podía ser mucho o nada, pero por experiencia sé que probablemente sea lo primero. El dichoso tornillo es de unas bielas Campagnolo, con medida de siete, algo que la mayoría de los juegos de llaves no lleva. Y efectivamente así fue, uno tras otro intentaron ayudarme el resto de participantes e indefectiblemente carecían de esa medida; del seis y del ocho, pero no del siete. Tampoco la organización, por lo que no me quedo más remedio que subir al camión escoba. La cosa del siete paso a ser tema redundante de bromas y chascarrillos en los que los más veteranos contaban anécdotas similares protagonizadas por del dichoso tornillo. Muchos de nosotros hicimos la firme propuesta de no salir sin uno en la siguiente ocasión. 



Por aquello de que no hay mal que por bien no venga, este contratiempo me ahorro la fuerte subida, en la que veo echar pie a tierra a Tomás, cosa extraña en un aguerrido ciclista de las Encartaciones; en el avituallamiento me lo explica:

-Oye tú, me estaba cociendo en mi propio jugo, el chubasquero pues.

El avituallamiento fue un pantagruélico ágape con el que nos obsequio la organización, donde no falto jamón, queso, chorizo del país y sobre todo para mí el producto rey; las quesadas; magnificas. La organización, previsora ante la amenaza de lluvia, traslado el aprovisionamiento a una zona cubierta y aunque no hizo falta hay que darles un diez. Para beber; vino, refrescos, cerveza... 



Yo me traslade al autobús con el reto de los acompañantes viendo con nostalgia a los compañeros a través de las ventanillas; ¡que distinto resulta todo cuando vas pedaleando! En La Cavada, población dónde por primera vez vio la luz un niño que llego a ser rey de la Montaña del Tour en 1933, sin equipo y sin apoyo económico. Estamos hablando de Vicente Trueba “La Pulga de Torrelavega”. En el 2005, centenario de la prueba francesa, se le concedió la medalla del Tour a título póstumo. En esta localidad, semillero de amantes y profesionales del ciclismo, se realizo un sentido homenaje a Doro, que por desgracia no pudo recoger en persona por encontrarse enfermo.



Ya en la Finca Marqués de Valdecilla, a donde los acompañantes llegamos los primeros, de nuevo la organización nos obsequio con otro piscolabis. Fueron llegando los participantes en estirado pelotón lo que me dio la oportunidad de hacer unas magnificas instantáneas y capturar la llegada de un gran número de compañeros. Llegados los últimos, nos desplazamos hasta el pabellón municipal lugar en el que estaba prevista la comida; paella como plato fuerte y si alguno, que los hubo, quería más, no falto el chorizo, el queso y el jamón. Para el que quiso fruta, y para los demás quesada, tampoco falto el café. A los postres, la organización, junto a las autoridades procedió a la entrega de premios. Fue un acto familiar y conmovedor para los que allí estábamos, miembros ya de esa gran familia de los aficionados al ciclismo clásico. Hicimos nuevos amigos como Luisa y su marido y reforzamos la amistad de los antiguos, no quiero terminar estas líneas sin mostrar mi agradecimiento a la organización y a todos aquellos que han colaborado para que hayamos podido disfrutar de este magnífico día de ciclismo clásico. 



Posdata: Espero que nos podamos volver a ver todos en Murcia, estamos preparando lo que esperamos que fructifique en la Murcia Clásica. Ya os contaré.



Mariano Vicente, septiembre de 2015    

martes, 15 de septiembre de 2015

La Retrovisor 2015 - Fotos



Sensación agridulce de esta Retrovisor. No por la organización que fe magnifica, ni por el recorrido que fe espectacular, ni por la compañía que fue estupenda, sino por una avería tonta, se me aflojo la tuerca de la biela, tuerca del 7 para la que no teníamos llave. Hago firme propósito de llevar encima una para la próxima.
Dejo unas fotos de aperitivo y pronto espero colgar una crónica más amplia.