jueves, 11 de junio de 2020

Ruta Espartaria: Por las Tierras Altas de Lorca


El pasado diciembre mi buen amigo Manuel Martín, lorquino de pro, publicó una bonita ruta por las tierras altas de Lorca haciéndome  el siguiente comentario: “ ...Además me traje en una bolsa unos dulces de cocos fantásticos y unos suspiros excelentes. Y en la buchaca, dos huevos fritos de corral de segundo plato de los que todavía me relamo...”, lo que me trajo viejos recuerdos de buenos almuerzos por la zona; en Coy unas sabrosas manitas de cerdo, de esas que se cocinan a fuego lento y con cariño; o el bocata de caballa en los Royos, con cerveza y café por tres euros. La verdad es que en la zona aún se come bien, se come como se hacía antes. Queremos comprobarlo de nuevo y como escusa tenemos una propuesta que surge con el objeto de revitalizar las pedanías altas de Lorca con un turismo sostenible: La Ruta Espartaria.



El proyecto fue promovido por el ayuntamiento de Lorca; forma parte del Programa de Desarrollo Rural con el objetivo de mejorar la economía y calidad de vida del medio rural, fomentando en la medida de lo posible el desarrollo sostenible del territorio. La ruta Espartaria sirve de conexión entre las pedanías lorquinas de Coy, Avilés, La Paca, Zarcilla de Ramos, Doña Inés, Las Terreras y El Rincón, poniendo en valor los elementos patrimoniales y ambientales asociados al recorrido. Han participado en el diseño y realización el IMBA, el ayuntamiento de Lorca, la Comunidad Autónoma y la UE a través de sus fondos para el desarrollo rural. El itinerario contiene alrededor de 50 kilómetros de caminos rurales, carreteras de poco tráfico, ramblas y núcleos urbanos; aportando información sobre los hábitat, yacimientos arqueológicos y espacios singulares de interés para los usuarios. Parte de la arquitectura popular se ha reconvertido en alojamientos rurales o albergues juveniles y se ha potenciado la manufactura y venta de productos artesanales como los dulces o las jarapas. 



Las Tierras Altas de Lorca es una altiplanicie en el extremo suroccidental de la Región de Murcia rodeada de montañas; las sierras del Gigante y Pericay al oeste; las sierras del Burete, Lavia y Ponce al noreste y Espuña al sureste. Un territorio ondulado cruzado por el río Turrilla, salpicado de masas forestales en una zona árida y esteparia, lugar de paso y asentamiento humanos desde el albor de los tiempos. Recibe el nombre de Espartaria debido al uso tradicional del esparto que ha sido trabajado desde antaño siendo uno de los centros productores de la Región. Son tierras de grandes valores ambientales, un entorno rural donde la base del sustento de la población ha sido la agricultura con el cultivo de la trilogía mediterránea: cereal, vid y olivo, a la que acompañan el almendro y el esparto. Como complemento rodean estas tierras un par de espacios protegidos: Las sierras del Cambrón, Pedro Ponce y Madroño declaradas ZEPA con la denominación de “Sierras de Burete, Lavia y Cambrón” y Las Lomas del Buitre y el Río Luchena declaradas LIC y ZEPA.  Sus pedanías son uno de los rincones más desconocidos de la geografía regional, circunstancia que  ha permitido preservar paisajes y costumbres tradicionales, lo que resulta de lo más seductor. 


  
Con toda esta información en el zurrón y la compañía de nuestros amigos lorquinos Manolo y Juanjo; Secundino, totanero él; los hermanos Ángel y Vicente García, Paco Bombas, Matías Martín murcianicos todos y como representante del genero femenino nuestra gran amiga Victoria Santiago y como no, un servidor, nos aventuramos hasta la localidad lorquina de La Paca donde dimos comienzo al recorrido después de un buen desayuno. Esperamos encontrar carteles que jalonen la ruta y nos expliquen un poco la historia y la importancia ambiental de los lugares a recorrer, no hay que olvidar que el recorrido está salpicado de yacimientos arqueológicos que conservan las huellas del pasado. Y así fue, la ruta está perfectamente señalizada con grandes paneles explicativos en las poblaciones y postes indicativos a lo largo de los caminos, especialmente en las cruces.


 
Nuestros primeros pasos nos conducen por el camino del Molino del Agua hacia Zarcilla de Ramos y el río Turrilla, en cuyas inmediaciones existieron los primeros asentamientos humanos -hace ya aproximadamente 30.000 años- pertenecientes al Paleolítico Medio. El camino, una carreterilla asfaltada que pronto es sustituida por un camino de tierra, nos lleva a atravesar el Turrilla vadeando su cauce para entrar en la población de Zarcilla. En esta población no nos entretenemos mucho ya la utilizamos habitualmente  como ponto de salida para nuestras incursiones por el pantano de Valdeinfierno.


 
Abandonamos el pueblo en dirección norte por una carreterilla que bordea por el este el Cerro del Calar sustituida después por un camino que nos lleva a los lugares de El Rincón y el Mingrano a los pies del cerro del Sordo, poblados con lo justo y en los que no nos entretenemos demasiado. Continuamos en dirección norte, ahora ya sobre el trazado del camino de Lorca a Caravaca y Santiago. Al llegar al paraje de los Pocicos, justa a la entrada nos encontramos con un abuelo cargando agua en su furgoneta:

-Llévense agua que es muy buena, yo he cargado un montón de garrafas

Miramos y no encontramos ningún cartel que lo asegure, pero tampoco lo contrario, más parece un abrevadero que otra cosa. Le damos las gracias pero no llenamos los bidones porque están llenos, acabamos de salir.


 
Visitamos el pueblo y entre bancales de almendros, nos dirigimos a Don Gonzalo que se ve al otro lado de la carretera de Caravaca. Don Gonzalo es un grand caserón ocre plantado bajo el cerro de su nombre. Decidimos no entrar; cruzar el seco cauce del Turrilla y continuar directamente hacia Doña Inés por el antiguo camino de Don Gonzalo que cruza por debajo de la carretera rodeando los cerros de Don Gonzalo y el Cabezo Redondo, que por un metro no llega al millar. Este camino forma parte de la Ruta del Algar de Zarzadilla de Ramos a la Encarnación y del GR-253. Al cronista el camino le trae viejos recuerdos de cuando preparaba la Transmurciana que pasa por estos mismo parajes (http://transmurciana.murcia-region.com/), transitó entonces estos lugares y le produjeron el mismo sentimiento de soledad que le producen hoy, hasta cree que el polvo es el mismo de entonces, un poco más viejo, pero el mismo. Poco o nada ha cambiado.



En esta amplia semillanura salpicada de pequeñas sierras y cerros como el de las Viñas que separa Doña Inés de Coy. Hace más de 5.000 años los hombres aprovecharon estas elevaciones para situar sus viviendas y enterrar a sus muertos en grandes megalitos. En el de las Viñas se construyó el primer poblado en altura de la Región de Murcia de la Edad del Bronce, donde han aparecido restos de cerámica neolítica y campaniforme pertenecientes a la cultura argárica. Por estas mismas tierras también la Cultura ibérica nos dejo su impronta, el mayor exponente es la necrópolis de la Fuentecica del Tío Garrulo en Coy donde se encontró su famoso León. Pero no queda aquí la cosa, a los romanos también debió gustarles el sitio como lo atestiguan los Cantos, en Doña Inés y el santuario del Villar, en Coy. Doña Inés; un grupo de casas ocres en medio de la llanura, no fue ajena a todo este movimiento. Está situada junto al incipiente cauce del Turrilla, con pequeñas elevaciones próximas, lo que permitió los asentamiento humano desde época de los neandertales. Los íberos establecieron el poblado de La Tejerita y los romanos crean una serie de villas agrícolas en este área de importantes recursos naturales próximas a la principal vía de comunicación entre el Alto Guadalentín y las comarcas del Noroeste.



Para algunos, parece que los cebaderos de cerdos se están poniendo de moda. Las asociaciones vecinales están que trinan. Salvemos El Consejero, “Stop cebaderos junto a viviendas” y Tierras Altas lideran las protestas contra este tipo de actividad, según ellas molesta; -olores poco agradables- y muy perjudiciales para un entorno saludable, además de restar atractivo a estos magníficos parajes, sin olvidar que los purines pueden infiltrarse en el subsuelo y contaminar  los acuíferos, no es la primera vez que ocurre, como paso en el Mingrano llegando la contaminación hasta el Turrilla. Y es que en los últimos tiempos las granjas porcinas han proliferado en las pedanías Altas de Lorca. El último conflicto es la construcción irregular de unas explotaciones en el entorno del cerro del Tornajo, carecen de permisos, tanto del ayuntamiento de Lorca como de la Confederación Hidrográfica del Segura, no podemos olvidar que una de estas explotaciones con unas 2000 cabezas consume unos 10 Hectómetros de agua al año, que de momento se están extrayendo de forma supuestamente ilegal. Cuestión que según la asociación Ecologistas en Acción afecta a los humedales próximos de las Vaeras, ramblas de Prado Jerez y del Clavijo, fuente de Don Juan Pedro, colonia de Santa Teresa y la mina de los Sudaores, por lo que han solicitado a la Comunidad Autónoma la declaración de Paisaje Protegido y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).



A nosotros lo que más nos preocupa en estos momentos es una cuestión que no es baladí. Comemos en Coy a mitad de ruta como teníamos previsto o seguir al ritmo que vamos y regresar a comer con los vehículos. Optamos por entrar en Doña Inés y decidirlo ante una cerveza bien fría. Manolo nos comenta que la rehabilitación de la balsa del pequeño parque que hay a la entrada, ha sido obra de un grupo de Lorca amigos suyos. Nos sentamos, traen la cerveza y unas patatas fritas con trozos de salchicha seca muy rica, valoramos las posibilidades y decidimos, como teníamos previsto desde el principio, comer en Coy a mitad de ruta, aunque para ello tengamos que hacer algo de tiempo. Aquí se esta bien.


      
Coy muestra su trazado medieval colgado de las laderas del cerro. Viviendas de fachadas encaladas; calles pinas y retorcidas; geranios floridos en los balcones; retorcidas parras sombrean las fachadas; bares generosos y acogedores; una iglesia dedicada a San José y un gran albergue, de Casa Grande se llama, antigua casa solariega del siglo dieciocho que contiene un Centro de interpretación etnológico y arqueológico entre el patio, la planta baja y la bodega. Antes de comer nos acercamos a ver su piscina natural, en el lado este del pueblo. Vaya, vaya... en Coy sí hay playa cantó alguno de los miembros del grupo. Se trata de la playa artificial que construyó el Ayuntamiento en el paraje conocido como La Fuente junto a la población. Va de cero a metro y medio de profundidad y unos cincuenta metros de longitud. Chicos y grandes disfrutan de un refrescante baño de junio a septiembre, siempre y cuando las necesidades del pueblo estén aseguradas; primero el consumo humano, después las necesidades de riego de la huerta y por último el baño.


  
Nos acercamos al restaurante Los Gemelos. Vicente, el dueño nos lleva hasta un lugar para guardar las bicicletas mientras comemos. Nos sentamos al rededor de la mesa; cerveza y embutido para ir matando el gusanillo. Más cerveza y unas ensaladas. Llega la carne a la brasa; cordero, cerdo y pollo, más cerveza y llega también el vino. Repetimos, casi no podemos más, pero somos un grupo resistente y nos lo comemos todo. Llegan los postres y es todo un espectáculo, pero lo que más aprecié fue una coqueta tetera de barro llena de licor café. Pero que rico estaba. Me contó Vicente que lo hacía él, usa malta y orujo, pero las proporciones son secretas. Estaba muy bueno, no dejamos ni gota, la verdad es que no fue una sola jarra la que nos trajo, el dulzor justo, el punto exacto de aspereza de la malta y la potencia equilibrada del orujo. Sublime.


     
Salimos de Coy bordeando Peña Encantada por el camino de la Casa del Cura a la que no llegaremos, dejando a nuestra izquierda el viejo aeródromo de Lorca para dirigirnos hacia el sureste por el antiguo camino del Aceniche que unía Lorca con Bullas. Avilés aparece ante nuestros ojos con sus casas encaladas de tejados ocres situadas en la margen derecha de la rambla. Una iglesia; la de San Nicolas y una vieja bodega abandonada dan fe de ser tierra del vino por antonomasia. Un enorme plátano se yergue en medio de la rambla, se necesitan seis almas para abarcar su tronco. A su sombra, una cabra esta dando a luz, tiene dos pequeños cabritos empapados a sus pies. Uno ya está en pie, el otro hace ímprobos esfuerzos por conseguirlo. Los dejamos continuar con su trabajo.


  
A la salida tomamos otro viejo camino, el que unía la población de Avilés con Totana que discurre entre viñedos y pinares. Están aquí las rampas más fuertes del recorrido, pero nada que nos impida disfrutar de este paisaje llano pero con sus puntitos picantes. Al fondo la sierra del Madroño, en sus estribaciones giraremos al suroeste para dirigirnos a la pedanía de las Terreras por una larga bajada. Pocas cosas nos ofrece la pedanía y menos a estas horas de la siesta, lo que más destaca es la pequeña fuente de la plaza del pueblo. Salimos de la población remontando el cauce seco de la rambla de las Cabezas para saltar hacia Casas del Ossete bordeando, entre pinares, el cerro de los Ermitaños.


 
La Paca, una venta y Don Gonzalo. Sería mediados del siglo dieciocho; el territorio despoblado. Don Gonzalo Musso Muñoz terrateniente afincado en Caravaca y dueño de la zona decide construir una venta para la atención de viajantes y carreteros en su trasiego hacia la costa. Hasta aquí todo normal, pero seguimos sin una explicación para el nombre y es aquí donde surgen fábulas y leyendas. Una, que el referido Don Gonzalo mantuvo “escarceos amorosos” con la dueña de la venta, una tal Paca. Sobrevino una hija y este señor le dono la venta en heredad para su sustento. La otra; que la referida venta estaba regida por una mujer, cosa poco frecuente para la época, cuyo nombre debía ser Paca. Lugar de referencia para carreteros y viajantes, la venta y el territorio terminaron adoptando así el topónimo. Hoy en día es la diputación con mayor actividad y servicios de la zona, por eso la hemos elegido como punto de partida y fin de nuestra ruta.



No nos queda ya más que despedirnos y recomendaros esta ruta totalmente asequible, tanto por los kilómetros, unos cincuenta como por el desnivel. Está perfectamente señalizada, con paneles informativos en todas las poblaciones, así como postes indicadores en las intersecciones, es casi imposible perderse. Y no os preocupéis por la comida, buena y barata. Garantizado.

Mariano Vicente, 11 de junio de 2020  

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