Nos habían asustado. La predicción meteorológica
pronosticaba para hoy viernes 30 de enero, en Murcia; cielos poco nubosos,
altas temperaturas y fuertes vientos de poniente con rachas que podían llegar a
los 90 km/h.
Amanece. No se mueve una brizna, sencillamente el viento no
está, aunque se le espera. Decidimos aprovechar la mañana con una salida corta,
sin riesgo y estar de vuelta en cuanto el viento se levante. Nos decidimos por
una “descubierta” en la rambla de Librilla.
Siempre ha estado ahí, la hemos visto una y otra vez
mientras subíamos por asfalto la Cola del Caballo y en un par de ocasiones la
atravesamos con el recorrido de la Transmurciana, pero nunca habíamos recorrido
la parte alta de la rambla. Así que hoy era un buen día para hacerlo.
Nos citamos en la estación del Carmen para subir al tren de
las 9.45 h. Aparecen; Ángel, Vicente, Jesús y José Luis. No nos da tiempo ni
acomodarnos, en pocos minutos estamos en Librilla y comenzamos a pedalear.
Decidimos subir por asfalto y descender después hasta la pequeña presa que nos
sitúa en el cauce.
Amplia al principio se estrecha entre blancas paredes de
yeso. El cauce esta húmedo, incluso alguna de las paredes, pero el resto está
seco. Los pinos; escuálidos, aguantan como pueden. Tarayes y otros arbustos
están secos. Sus ramas, muchas de ellas rotas, son como auténticos cuchillos,
hay que llevar mucho cuidado, especialmente a la altura de los ojos. A Jesús le
han desgarrado el pantalón y hecho un corte en la pantorrilla.
Un dédalo de pequeños barrancos de nombres sugerentes
alimentan este cauce; del Infierno, de la Saladilla, del Pantano. Otros ni
siquiera lo tienen; muchos terminan en pequeñas presas contra las avenidas.
Altas paredes encajonan el cauce, erosionadas de forma espectacular, terminan
con formas increíbles. Blancas, verticales, iluminadas por el sol molestan a la
vista, inaccesibles para nosotros, no lo son tanto para un zorro que escapa
asustado por nuestra presencia; aunque cerca del borde está a punto de no
conseguirlo.
Se estrecha el cauce, la maleza cubre el lecho y hace
imposible el avance, no podemos seguir. Regresamos por la rambla, distendidos,
rodando a favor del terreno, librando con habilidad piedras y zonas anegadas.
Ángel rompe la cadena, que reparamos en pocos minutos y; como no podía ser de
otra manera, José Luis se cae. Y también como siempre sale bien librado. Junto
al trasvase Tajo-Segura retomamos la carretera, pero ya es tarde, perdemos el
tren por pocos segundos y lo vemos alejarse hacia nuestro destino. Estamos un
poco frustrados, pero no nos importa demasiado, regresamos pedaleando hasta la
capital con el viento ya empezando a soplar con fuerza.
Mariano Vicente, 30 de enero de 2015.
Valla un día bien aprovechado con rotura caídas pero siempre saliendo adelante venga mariano sigue así ami me encanta los comentarios que haces.
ResponderEliminarEn esta ocasión no me caí yo, si lo hizo la bici.
ResponderEliminarGracias Wachiviri; hacemos lo que podemos...
ResponderEliminarJosé Luis. Libraste por los pelos y por tu proverbial agilidad, ja, ja, ja
ResponderEliminar