martes, 27 de julio de 2021

De las Merindades burgalesas al románico palentino. Tercer día. De cómo fuimos de Espinosa de los Monteros a Santander por los valles pasiegos.


 
Dicen que los espinosiegos son cántabros, pasiegos para más señas, que se expandieron por este lado de la cordillera buscando nuevos pastos para su ganadería trashumante allá por el año 800 a.c. Y no me extraña, grandes prados y extensas manchas de bosque se suceden a lo largo de las laderas jalonadas de brañas y casas pasiegas. Espinosa de los Monteros es el pueblo más importante de la comarca y uno de los centros patrimoniales más importantes después de la capital. Una veintena de grandes casonas fortificadas que casi parecen castillos, palacios y el enorme edificio de la iglesia de santa Cecilia forman parte del patrimonio del pueblo. Por aquí anduvieron, aparte de los coniscos, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos, sus habitantes forman parte de la Guardia Real desde el siglo XI hasta nuestros días.
 


Hoy nos desplazaremos hasta Santander por uno de los escasos pasos naturales que comunican la meseta con el cantábrico, el puerto de montaña de Las Estacas de Trueba. La carretera sube buscando el nacimiento del río Trueba entre prados y robledos. Es una subida suave y sin demasiado tráfico lo que nos permite recrearnos en las soberbias vistas que nos va deparando el valle. Debemos resultar un atractivo entretenimiento a los bobalicones ojos de las vacas que pueblan los prados porque giran su cabeza a nuestro paso. Un águila remonta el vuelo desde un prado. Una pareja de caballos se acerca curiosos hasta el muro que los separa de la carretera. Pequeños núcleos de población salpican el valle que van desapareciendo según ascendemos, ya solo quedan pequeñas cabañas esparcidas por los prados. En el pasado los pasiegos se trasladaban entre cabañas a diferentes alturas, según la estación, buscando los mejores pastos para su ganado en un sistema de traslado conocido como “la muda”; desde las zonas bajas de los valles donde pastaban en invierno, se iban desplazando por las laderas en primavera hasta llegar a los puertos de montaña con la temporada estival y viceversa. Transterminante creo que se llama este sistema de trashumancia.
 

 
El bosque va escaseando según vamos tomando altura y los prados cobran protagonismo, ya son visibles la mayoría de las cumbres que nos rodean. Pasado el nacimiento del Trueba, se nota ya la cercanía del puerto, nos acercamos a los límites provinciales de Burgos y Cantabria, frontera entre las dos comunidades autónomas. El evento obliga a parada y foto. Un monolito nos recuerda por un lado que estamos en Burgos y por el otro en Santander (es anterior a todo este lío de las comunidades autónomas). Nos deleitamos con la espléndida panorámica que la cordillera nos depara por el lado cántabro, el valle del Pas se abre a nuestros pies y la carretera del puerto se retuerce por las laderas buscando perder altura. Comenzamos el descenso, numerosos ciclistas se cruzan con nosotros, a nuestra izquierda descubrimos la vieja e inútil estación de Yera. Después de realizar la obra más costosa que fue el túnel de la Engaña, solo 35 kilómetros por el valle del Pas restaban para culminar esta impresionante obra ferroviaria que uniría el Cantábrico con el Mediterráneo y que venimos siguiendo desde Burgos. Avatares políticos, dificultades económicas, geopolítica y sobre todo falta de voluntad, impidieron concluir esta obra que hoy, eso sí a tramos, se está transformando en una formidable vía verde que puede dar mucho juego, puede llegar a ser la más larga de España y posiblemente del mundo.


 
Se nota que entramos en una zona mucho más “turística” que la zona de castilla. Hay mucho movimiento, tiendas con buen surtido de los conocidos sobaos pasiegos, quesada, miel y hasta chorizos de piel brillante con muy buena pinta, pero que no probaremos, si viajas con Antonio te pasa con la gula como a aquel cura de la novela del insigne José María de Pereda Peñas Arriba con la lujuria. El buen clérigo hacía gala de resistir a la tentación de la siguiente manera; tu deja la lujuria un mes y ella te dejará a ti tres. Algo parecido me pasa a mí con Antonio. Hombre frugal, contenido en la pitanza, termina muy a mi pesar, contagiándome su desgana.


 
Nosotros, el Pas y la carretera, bajamos juntos y a buen ritmo encajonados entre altas paredes casi verticales. Las frondosas arboledas generan un ambiente fresco y húmedo que las cantarinas aguas del Pas amenizan. A la altura de Entrambasmestas el valle se abre ligeramente; en Ontaneda, un poco más, hecho que aprovecha el sol para, en contadas ocasiones, alcanzar la vega. En Alceda nos espera mi amigo Carlos que nos guiará hasta Santander, saludos covid, ¡hay que joderse!, y a pedalear. Le seguimos en busca de la vía verde por una carreterilla paralela a la margen izquierda del Pas para incorporarnos a ella pasado San Vicente de Toranzo. En Penilla nos lleva a ver una curiosidad, se trata de la maqueta que un vecino ha hecho, con mayor o menor acierto, del pueblo y que el ayuntamiento ha colocado en un kiosco de piedra acristalado para disfrute de propios y extraños.
 

 
Casi sin darnos cuenta estamos en Puenteviesgo, Carlos nos sirve de anfitrión y nos muestra parte del río, pero como se ha hecho la hora de comer y decidimos hacerlo allí mismo. Nos dirigimos a uno de los muchos restaurantes del pueblo en el que Carlos ha comido varias veces y que nos recomienda. La verdad es que hemos terminado comiendo muy bien, sin prisa y relajados. Durante la comida hemos decidido que podemos pernoctar en Reinosa en lugar de hacerlo en Santander que nos sería más comodo por tema bicicletas y demás, solo hay una pega, que el tren sale en un par de horas y hay que llegar hasta la estación de Adif en Santander a más de 30 kilómetros. Nos ponemos en marcha, Carlos nos lleva en volandas y no tenemos mayor problema en seguir la línea, aunque en algunos puntos despista un poco. Nuestra primera intención era tomar el tren de cercanías en Astillero para llegar a Santander, pero Carlos nos disuade y nos propone ir en bice por lo que luego fue un caótico laberinto de carriles-bici que él se conoce como la palma de la mano, por lo que nos limitamos a seguirle. Un su defensa decir que llegamos con tiempo suficiente para coger el tren. Gracias Carlos, hasta la próxima.



Mariano Vicente, 27 de julio de 2021



el video...(pendiente)

2 comentarios:

  1. Anda! Qué el señorito Iván tiene hasta tierras y pueblos enteros. De casta le viene al galgo.

    Luego te leo.

    Paco Marzal

    ResponderEliminar

Gracias por visitar este blog. Si le apetece puede dejarme su comentario.