Voy camino de Santander a la III Marcha Cicloturista de Bicicletas Clásicas La Retrovisor, bueno en realidad a Solares que es donde la organiza Enrique Aja. Es mi segunda participación.
Parada y fonda en Aranda, aprovechando para coger fuerzas con unos recios trozos de morcilla y un cuarto de suculento lechazo de la tierra. Como no podía ser de otra manera hicimos un alto en Reinosa, tierra natal de Pilar y por la que no podemos pasar sin tomar un hojaldre. Pocos kilómetros después ya estábamos en Casa Enrique, entrañable hotel con un magnífico restaurante, en él que lo mejor son Enrique y su familia. Ya el año pasado, sin conocernos, nos trataron como a amigos, con la misma cordialidad con que nos han recibido este año.
Carlos y Luisa nos esperan para cenar. Son dos estupendos amigos que conocimos en esta misma marcha el año pasado y que desde entonces no hemos hecho sino estrechar nuestros lazos amistad. Lazos que surgieron espontáneos, por mera casualidad, pero que han quedado fuertemente amarrados a nuestros corazones. Durante la cena; Carlos propone para el sábado una especie de vuelta a los puertos. Ruta muy popular entre los ciclista del lugar y que tiene como hito más importante el puerto de Alisas.
Y ahí estamos, desayunando en la terraza del hotel, ataviados con rigurosos atuendos clásicos y nuestras no menos clásicas bicis. Sin prisa Carlos me va guiando a lo largo de pequeños valles hacia La Cavada, Navajeda y Entrambasaguas que nos aproximan a nuestro primer puerto. No excesivamente duro ni muy largo, pero nos va poniendo en situación para nuestra verdadera meta que es Alisas. Pronto llegamos a un cartel en el que figura: Fuente Las Varas 450 m. Algunos ciclistas, de carretera y montaña, se toman un descanso junto a lo que fue un antiguo bar. Nosotros continuamos nuestro camino con una vertiginosa bajada que nos deja a los pies de un nuevo puerto, este más suave y de menos altura que el anterior, Cruz Usaño de 360 m. que nos deja en la ribera del río Ansón. Pedaleamos a la sombra de un frondoso bosque de ribera, pensando en el pincho de tortilla que nos espera en Arredondo. Cuando llegamos se ha acabado. - Es que han pasado muchos ciclistas y han acabado con ella; no han dejado nada-, nos dice la amable camarera. Creo que era previsible; sábado y un tiempo magnífico... Blanco y en botella... Nos conformamos con un bocadillo de tortilla de chorizo que nos dio el empaque suficiente para comenzar el nuevo puerto, más de 8 kilómetros de subida nos esperan.
Dejamos el valle del Ansón para dirigirnos a La Cavada en el valle del río Miera, al otro lado del puerto. Una subida constante, de buen porcentaje, por la ladera sur, hace que se agradezcan las escasas sombras que avellanos y robles proyectan sobre el asfalto. Muy poco a poco vamos ganando altura. A mitad de la subida, una ligera brisa con olor a sal, se entabla de forma continua refrescando el ambiente. La carretera hace un brusco giro hacia el este para volver rápidamente al oeste y ya empieza a "sentirse" que nos acercamos al final del puerto. Un pequeño mirador en su cima nos informa con unos carteles de las estupendas vistas de las que disfrutamos. Hacia el noroeste, un poco desdibujada por la bruma se aprecia la bahía de Santander, en cambio hacia el suroeste la atmósfera está mucho más clara y se aprecian los montes que rodean Alto Campo y se intuyen los Picos de Europa. Hacia el este la vista se pierde en una concatenación montañosa que se pierde hacia el País Vasco.
Comenzamos el descenso deteniéndonos en un monumento con el que se homenajea al ciclismo. Tras las fotos de rigor nos dejamos caer "a tumba abierta" hasta La Cavada donde nos esperaban Luisa y Pilar con unas cervezas bien frías. En la terraza, contemplando el arco de la Puerta de Carlos III antiguo acceso a la Real Fábrica de Artillería nos metemos entre pecho y espalda una sartén de huevos fritos con patatas y callos, justa recompensa tras nuestros esfuerzos en los tres puertos anteriores.
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