Son las 6 y llueve. Las 7 y sigue lloviendo.
Por la ventana entra una luz mortecina y gris. Las 8 y sigue igual. Se asoma el
viajero a la ventana y ve correr, calle abajo, ríos
de agua, un vehículo solitario sube por la calle levantando olas a su paso que
convierten las fachadas en acantilados. A las 9 está desesperado, llueve menos pero llueve. Se arma de valor, se viste
y decide echarse a la calle. Prepara a su compañera
para soportar la lluvia de la mejor manera posible y se va al bar, lo hace por la
acera y rezando para no encontrarse con ningún
vehículo en el centenar de metros que separan el hotel del
restaurante, ya se ha bañado y no quiere volver a hacerlo.
Se acomoda en una mesa cerca de la entrada y
pide café
y tostadas. En frente unos parroquianos comentan lo
mucho que ha llovido esta noche; otros, a su espalda, mezclan las perdices, la
lluvia y los panales de abejas. Entra otro parroquiano; se detiene frente a él, le mira, mira la bicicleta y le dice:
-¿Que vamos lejos?
-Más
allá
de Moratalla- contesta el viajero sin mucho
entusiasmo.
-¡Coño...! ¿Por carretera?
-No por el camino de servicio del Canal del
Taibilla.
El paisano chasca la lengua, mueve la cabeza
en señal de desaprobación, y se dirige
hacia la barra pensando, quizás, que es una locura atravesar las sierras por esos caminos de
Dios y además con un tiempo como el de hoy.
El camarero le trae el encargo y el viajero
lo toma sin prisa, a la espera de acontecimientos. Llueve menos y puede ser un
buen momento para reemprender la ruta y llegar al menos a Socovos, allí preguntará
por los caminos, por su estado, ya que en Letur no le
supieron dar respuesta. Llega así a Socovos.
Socovos es su plaza; grande, de
construcciones hieráticas y pasado noble, la reconquisto a los moros Fernando III y la
convirtió
en encomienda santiaguista que incluía a Letur, Férez, Liétor y la Abejuela. El viajero en esta ocasión no tiene tiempo de visitar la iglesia de la Asunción como era su intención. Templo este de
una sola nave y forma rectangular con cubierta de artesonado mudéjar, en la fachada se observa la cruz de Santiago y dos conchas
peregrinas. En un taller próximo y en el supermercado pregunta por los caminos y no obtiene
respuestas que le satisfagan ni poco ni mucho. Continua por el camino del
cementerio, ya casi no llueve, pero hace frío
y el viento es fuerte.
Pronto se encuentra con su viejo amigo, el
camino de servicio del Taibilla que ya no abandonará hasta el cruce con la carretera de Benizar. Está en muy buenas condiciones y lo más
importante, sin barro. Este tramo, pese a las apariencias, se hace duro en el
paso de las Lomas de la Carrasquilla, es un tramo sombreado de pinos y entre la
maleza descubrimos, de vez en cuando, alguna almenara del canal.
Ahora es la sierra del Canalón la que obligará
a esforzarse al viajero, pedalea entre pinos
carrascos y coscojas. Sierra silenciosa y atractiva, solitaria de carreteras y
poblados, solo las construcciones asociadas al canal la humanizan un poco.
Pasada la sierra entra el viajero en un valle de abierto paisaje, bosque de
pino a un lado y campos de almendros al otro, al fondo se distingue el caserío de Tazona. Termina este bonito tramo número
4 del Canal Alto, y también el camino de servicio, junto a la carretera. La tercia, Benizar
y Otos quedan a su derecha. Al otro lado le espera la cara norte de la Muela.
El camino es peor y se intuye ya un
territorio más inhóspito;
junto a una almenara del canal una cadena y un cartel nos anuncian que es
propiedad particular y que está prohibido el paso.
Al viajero no le queda más remedio que no hacerle caso. El camino se degrada con rapidez en
este amplio valle que al viajero le recuerda al páramo
por las violentas ráfagas de viento helado que lo azotan inmisericordes. Rampas duras,
pedregosas, de pendientes imposibles en esta cara de la sierra. Negras nubes de
vientres deshilachados cubren el firmamento. Llueve, se protege el viajero y
sigue subiendo y sufriendo; harto del molinillo, decide apearse y continuar a
pie, pero aún así
lo tendrá difícil. Cerca de la cumbre, junto al cortijo de la umbría, deja de llover y un tímido
rayo de sol templa el cuerpo aterido del viajero.
Cara sur de la Muela, vertiginoso descenso
por el camino, empedrado y peligroso, tanto por las rampas como por lo
inestable del piso. Ha de extremar el viajero la prudencia, viaja solo y una caída en estos solitarios parajes puede ser extremadamente delicada.
Llega así
hasta un arroyo, al cruzarlo encuentra barro,
afortunadamente son solo unos metros y puede comenzar con confianza la nueva
subida, esta vez por la cara norte de la sierra del Cerezo. Nuevo reencuentro
con el camino de servicio del canal y para confort del viajero tendrá un intervalo asfaltado. En todo este tramo, agreste y
deshumanizado, contra lo que cabría esperar, el
viajero ha encontrado pocos "bichos" salvo unas asustadizas perdices
y algún conejo zigzagueando entre los matorrales.
Al otro lado el paisaje se abre grandioso y
en su centro la fortificada Moratalla. Los campos se extienden hacia el este
solo limitados por la sierra de la Puerta; por el sur, serán el Buitre y el Gavilán las que lo hagan.
Revueltas, casi infinitas, encuentra el viajero en su descenso hacia el río Alhárabe y Moratalla. En esta población
repone fuerzas, es el primer sitio civilizado que ha encontrado desde Socovos.
Un buen bocadillo y unas cervezas para acompañarlo serán
suficientes hasta Cehegín lugar en el que tiene previsto finalizar su andadura por hoy.
El viajero vuelve a andar lo que ya ando en
otras ocasiones y retoma el camino de servicio poco después de Moratalla, en el paraje de la Agüica.
El canal corre soterrado a su lado y no lo dejará ya, hasta pasada Caravaca, tramo este algo comprometido en algunos
puntos, especialmente en las zonas agrícolas,
el barro y las rodadas están a punto de hacerle caer en varias ocasiones. Desde un altozano
ya se contempla la fértil vega del Argos y la población
de Cehegín. El canal deja Caravaca a la derecha para dirigirse casi en línea recta hacia los cerros de Mai Valera y Peñarrubia; el viajero, más mesurado que su
amigo, tomará
la vía verde en dirección a su destino que no es otro que la estación de autobuses de Cehegín, donde tomara uno
que le llevara a casa.
Como siempre, genial!!
ResponderEliminarGracias Paco, pero tu no eres imparcial... ja, ja, ja...
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