Dice el escritor Antonio Botías en uno de sus artículos para el diario La Verdad que los campos de Sangonera siempre aportaron a la ciudad de Murcia otras riquezas a parte del aceite y los cereales; una era el barro, muy demandado por los escultores de todas las épocas y la otra la sal. Y es que este ultimo producto ha gozado de una merecida importancia desde el principio de los tiempos. Creo haber leído que la palabra “salario” deriva del latín “salarium” que venía a significar algo así como pago en sal, el sueldo de los legionarios del Imperio. Gracias a ella se podían conservar los alimentos con la técnica del salazón una de las más extendida en el ámbito mediterráneo.
Ya Alfonso X el sabio dejo clara su importancia dictando leyes al respecto: «retenemos para nos todas las salinas que son del reino de Murcia». Sus beneficios se destinaban a la ciudad para la realización de numerosas obras, como la reparación de azarbes o de la propia muralla. A pesar de estas disposiciones la riqueza que generaban las salinas era codiciada por muchos y generó numerosos conflictos. Uno de ellos tuvo lugar con la población de Alcantarilla por la supuesta propiedad de las salinas, lo que obligo ya en el año 1320 al Concejo de Murcia a elevar sus quejas al rey Alfonso XI. Y cuando Alfonso Yáñez compro la villa de Librilla -cercana a las salinas- al marqués de Villena, intento demostrar que la Rambla del Pino de donde se surtían las salinas, era de su propiedad, pero no tuvo éxito. En 1458 se produce uno de los primeros arrendamientos con el fin de recaudar fondos para rehabilitar las murallas de Murcia, estaban pendientes de reparación noventa y cinco torres y un puente.
La fama y calidad de estas salinas de Sangonera era tan alta que su propietaria, Doña Julia Fano Menéndez denunciaba numerosas falsificaciones, según hace constar en 1891 el Diario de Murcia. Como vemos la importancia de esta explotación se mantuvo a lo largo de los años y su calidad estaba fuera de toda duda, su saturación sobrepasaba los 350 gramos por litro y llego a superar las 700 toneladas anuales, e incluso en 1970 se declararon sus aguas minero-medicinal.
Hace más de cuarenta años que el yacimiento salinero de Sangonera se encuentra sin actividad; los edificios decrépitos y prácticamente en ruinas, aun conservan algo del empaque de antaño. Un gran caserón de tres plantas domina el paisaje, en él se alojaba la administración, los trabajadores y la guarnición militar que protegía la explotación. Es posible que su construcción sea de finales del XVIII, con una gran escalera helicoidal que por desgracia se ha venido abajo, al igual que la techumbre. En su fachada destacan las balconadas de forja enmarcadas con cantoneras decorativas casi desaparecidas, en su planta baja contaba con una capilla. A su lado, almacenes y alfolíes configuran el resto de edificios de la explotación, casi todos en ruinas. Frente a ellos se extienden las balsas salineras de las que se conservan ocho mientras que las eras situadas a su lado han desaparecido bajo un embalse para riego. Poco más allá se conserva el cuerpo cilíndrico de un viejo molino, hoy convertido en palomar. La salmuera con la que se abastecían las balsas, era conducida por un canal -hoy interrumpido- procedente del cauce de la cercana rambla, aguas arriba, a unos ochocientos metros de distancia.
El yacimiento se encuentra a los pies del Cabezo Negro, junto a la Rambla Salada o del Pino, en las inmediaciones del lugar del Puntarron o Pontarron, toponimia que puede hacer referencia a la existencia de un puente de posible origen romano. Junto a ella discurre la Vereda de la Sal o Cordel de los Valencianos. A estas alturas de la narración es posible que muchos se pregunten como es posible la existencia de estas salinas de interior, cuando hoy día la mayor parte de la producción procede de las salinas costeras, pero no debemos olvidar que estamos en uno de los lugares más salinos del sureste peninsular. Estos “saleros” están asociados a yacimientos de halita (sal gema) o puntos en los que mana del subsuelo el agua salada que atraviesa depósitos triásicos de rocas
evaporíticas (yesos y margas), más de una veintena estuvieron en producción en algún momento en la región de Murcia.
Cuesta comprender los motivos que llevaron a la clausura de este yacimiento, quizá la respuesta esté en la paulatina conversión de los terrenos circundantes en regadío alterando las condiciones de salinidad o la extracción de agua de los acuíferos, o simplemente que no compensaba ya su laboreo. Con el paso de los años las salinas marinas de San pedro, que en principio eran propiedad de la Orden Franciscana, llegarían a imponer su producción a finales del siglo XX. Hoy las salinas de Sangonera están ubicadas en el interior de una finca agrícola dedicada a la producción de cítricos, lo que complica y mucho su visita a pesas de estar declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) por la comunidad Autónoma.
Mariano Vicente, enero 2021
Muy interesante, el desconocimiento de este tema era para mi absoluto
ResponderEliminarMariano por qué zona esta eso sangonera la seca hora verde
ResponderEliminarEn Sangonera la Seca, en el cordel de los Valencianos, cerca del bar Los Cazadores al poco de pasar la rambla
EliminarMuchas gracias Mariano. La verdad es que siento curiosidad. A ver si podemos verla algún día. Un abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo Rafa
EliminarQue bien relatado, me lo he imaginado todo ahora falta visitarlo con la bici
ResponderEliminarAnimate, entre semana es más facíl encontrar la puerta abierta.
ResponderEliminarHace mucha falta que la ciudadanía descubra y conozca tantos lugares históricos de la Región para amarlos y respetarlos.
ResponderEliminarMuchas gracias por este artículo que contribuye a la difusión y conocimiento de los mismos.
Eso es una vereda real no no tiene por qué tener candados y estar cerrado?
ResponderEliminarMe podríais informar