Un día magnifico. Pero no solo por la buena temperatura que se alzo desde los 15 hasta los 29 grados. Fue sobre todo por la compañía. El sábado 19 de octubre nos reunimos en la estación del Carmen los amigos ferroviarios de Alicante y Murcia y todos aquellos que nos quisieron acompañar. Tras tomar un café, entre saludos y abrazos, nos pusimos en marcha sobre las nueve de la mañana como teníamos previsto. En esta ocasión la novedad ha sido que la salida se ha desdoblado en dos: una de carretera y otra de montaña. Así los compañeros que carecen de bicicleta de carretera pueden participar. A la hora prevista, todos juntos, nos encaminamos hacia San José de la Vega donde nos dividimos, los de carretera continuamos hacia Beniajan para alcanzar el cruce del Cabezo de la Plata y dirigirnos hacia el Pantano de la Pedrera por Fuente Amarga. Los de montaña por las “Basuras” a los González. Y por los Martínez a la solana de Altaona. De aquí a Lo Pareja y el Garruchal.
La ruta de carretera se desarrollo sin contratiempos. Fuimos a ritmo tranquilo hasta el Embalse de la Pedrera en ese ambiente familiar que se suele vivir con los colegas en la “grupetta”. Aquí, parte del personal “miedoso” de hacer el recorrido completo -dando la vuelta al pantano-, opto por acortar directamente a Torremendo. La verdad es que no había porque. Todos los que recortaron estaban perfectamente capacitados para hacer el recorrido completo, pero yo no soy quien para juzgarlos. El resto disfrutamos alargando el recorrido alrededor del al pantano. Continuamos por el canal del pos-trasvase charlando y comentando batallitas mientras rodábamos tranquilamente. Aceleremos un poco, pero sin forzar, en la cuesta de los Perros, lo que nos hizo sufrir un poco, antes de llegar a Torremendo. Desde aquí pedaleamos por Canteras hasta alcanzar la vieja carretera de Sucina, que hoy ha sustituido la autovía. En este tramo recuperamos algunas unidades de las que habían recortado. Se permitieron el “lujo” de tomar café en Torremendo.
La vieja carretera de Sucina hoy se ha convertido en una simple vía de servicio, cosa que a nosotros no nos viene mal del todo. En algún punto algo estrecha, y en otros, invadida por avalanchas de barro de pocos centímetros ya endurecido de la última DANA, pero totalmente ciclable y sin nada de tráfico. Este tramo que comprende todo el puerto de San Pedro nos lo tomamos con mucha calma. Los amigos de Alicante nos contaron su última aventura por la sierra de Mariola. Tres días de ciclismo entre amigos, buena comida y mucha diversión. Hablamos de futuros proyectos, de compartir salidas, de vernos más a menudo, de quedadas gastronómicas en alguna bodega de Alcázar de San Juan, pero es sí, en tren, que después de comer no podremos conducir. Y así entre risas y chascarrillos llegamos a la antigua estación de Riquelme-Sucina, que con sus puertas y ventanas tapiadas produce en nosotros una profunda tristeza, a pesar de que los trenes sigan pasando por ella.
Ahora la carretera es propicia para las emboscadas con sus múltiples toboganes, lo que animó la marcha y que más de uno se sintiera el gallito del corral. Todo se calmó cuando llegamos al cruce de la carretera del Garruchal. Aquí cada uno cogió su ritmo para ascender el tramo del puerto que nos llevaría hasta la venta. Los que habían a cortado, sin tomar café, ya estaban sentados en la terraza ante unas hermosas jarras de cerveza. Según ellos llevaban allí una hora. Prejuicios o no; algunos ciclista, como cazadores y pescadores, mienten más que hablan. No les creímos. Tras la segunda cerveza se fueron soltando las lenguas; y de una hora, se paso a media, e incluso llegaron a admitir que fue algo menos. Ya me extrañaba a mi que nos sacaran tanto tiempo en solo 14 kilómetros.
Mientras saboreábamos una cerveza, esperamos impacientes a los compañeros de montaña que tardaban en llegar. Estábamos empezando a preocuparnos cuando por fin aparecieron encaramados en la senda del Gato. Le pregunto a Juan Bautista, viejo amigo, compañero de viajes y aventuras, y hoy “guía” de los ferroviarios montañeros, por la tardanza. Se encogió de hombros: luego te lo explico que ahora tengo la garganta seca. Guardamos las bicicletas bajo llave en un anexo del restaurante y pasamos sin más dilación al comedor. En total éramos 24 comensales.
La comida comenzó en un ambiente alegre. Quiero creer que por estar todos juntos de nuevo, y no por la cerveza que desaparecía de las jarras a una velocidad vertiginosa. Comenzaron a traer los entrantes y la comida continuo entre conversaciones, relatos y anécdotas, amenizada por chascarrillos y hasta se coló algún chiste. El plato fuerte era codillo de cordero y la verdad es que estaba muy bueno. Pero; siempre hay algún pero, hubo unos pocos “flojeras” que se pidieron merluza o como el amigo Máximo, que se pidió dos huevos con patatas y solo se pudo comer uno. Juan Bautista, que estaba sentado a mi lado, por fin me contó el motivo de tanto retraso; no era otro que la falta de pericia de los mal llamados “montañeros”, más acostumbrados a pedalear por el carril-bici que en el monte. Cualquier desperfecto en el camino, por mínimo que fuera, les parecía una trialera insuperable, y ni te cuento si la cosa se estrechaba un poco. Habrá que sacarlos más al campo.
Terminada la comida, café y sobremesa incluidas, llego el momento de irnos a Murcia. Nos hicimos el propósito de bajar con cuidado; que iríamos despacio; que no queríamos caídas; pero cuando el asfalto se puso en negativo, vino el desmadre. Bajada a full gas. Tumbadas con la oreja despellejándose en el asfalto, la bici literalmente volando de bache en bache y la adrenalina erizándote la nuca. No tenemos remedio. Y el peor; yo. Hice todo el recorrido con mi vieja Vitus, midiéndose de tu a tu con las “jovencitas” de rígido carbono y brillantes frenos de disco, que no lograron amedrentarla en ningún momento. Incluso en las bajadas más excitantes; no solo se defendió, sino que atacó superándolas a todas, a pesar de sus muchos años y sus pastillas de freno cristalizadas. Toda una campeona. A las afueras de la ciudad nos fuimos reagrupando hasta llegar todos juntos a la estación del Carmen. No quedaba ya más que despedir a nuestros amigos alicantinos. Un tren los llevara a casa.
Murcia, 19 de octubre de 2019.
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