Paisaje espectacular el que ha creado la Gave de Cauterets,
que se despeña loca y hermosa, aun adolescente hacia el pueblo que la da nombre.
Juega traviesa con la carretera; que apenas puede seguirla, poniéndola en más
de un aprieto.
Salimos como siempre desde nuestro hotel el Au Primerose en Argelès
Gazost para dirigirnos a Cauterets, y como siempre pica para arriba. La carreta
mantiene un perfil bajo hasta Pierrefite-Neslas, pero a partir de aquí la cosa
cambia. El paisaje se estrecha, apenas caben en algunos puntos el río y la
carretera, con muchos tramos en obras. El tráfico es abundante, camiones
incluidos, pero en paisaje merece la pena. La Gave de Cauterets, salta de roca
en roca, se cuela por estrechas hendiduras, cae en rápidas cascadas, hasta que diminutas presas desvían la revuelta
corriente hacia centrales hidroeléctricas.
Nosotros, entre sorprendidos y expectantes, continuamos
sumando kilómetros y metros de desnivel. Sorprende Cauterets por su animación,
calles y terrazas llenas de gentes, muchos con pinta de senderista y lo que
viene siendo una constante; la población autóctona, se encuentra muy
envejecida. Cauterets está en el departamento de Altos Pirineos, en la región
de Mediodía. Su historia se confunde con la de sus fuentes termales, celebres
en el siglo XIX, a las que acudían la flor y nata de la burguesía y la
aristocracia europea; desde Víctor Hugo a Napoleón III, pasando por François-René de Chateaubriand. Sus
calles desprenden un aroma a Belle Époque, coqueto y cautivador. De él dijo
Víctor Hugo “el valle es apacible, el esparcimiento es silencioso. El viento
calla. De repente en un recodo de la montaña aparece el torrente. Es el ruido
de la pelea”. Ostentosos hoteles decimonónicos y viejas estaciones de
ferrocarril, testigos de una época que han sabido a captarse a los tiempos
modernos.
No nos detenemos y continuamos hacia las viejas Termes de
Griffons. Entorno de gran belleza donde confluyen las agitadas aguas de los
torrentes de Gaube y de Marcadau que se precipitan por escalonadas cascadas con
un sonido atronador.
Pedaleamos envueltos en un tupido bosque de abetos; rojos, oscuros,
esbeltos. La carretera se pone aun más cuesta arriba; no tanto como a las
pobres mulas que durante siglos cruzaron por estos lares camino de España, de
ahí su nombre. Estamos a los pies del Vignemale, la gran montaña del Pirineo
francés. La carretera no continua; más arriba un bellísimo lago, el de Gaube,
que no veremos.
Regresamos sobre nuestros pasos para llevarnos otra
sorpresa; después de Cauterets, nos adelantan dos ciclistas del Tinkoff. Parece
Alberto Contador, y efectivamente un poco más abajo, retenido por unas obras,
estaba nuestro campeón, ha venido a reconocer la etapa del Tour 2015 que
termina en Cauterets.
Es pronto y el clima parece darnos un respiro, decidimos
intentar la subida al Col d´Aubisque. Y allá que nos fuimos. Como cambia el
paisaje entre un día y otro, llueva o haga sol, aunque lo del sol tampoco
estaba claro, pero no tenía pinta de que nos fuéramos a mojar.
Preciosa la carretera entre el Saulor y el Aubisque
bordeando el Circo du Litor en el valle de l'Ouzom, no apta para los que sufran
de vértigo. Carretera construida en la época de Napoleón III para la unión de
los valles termales de los Pirineos, esta colgada de las paredes calizas, sin
más sujeción que su propia anchura, dos pequeños túneles la ayudan a sostenerse,
buena para que sesteen, indolentes, los mastines del pirineo. Más abajo, a
mitad del precipicio el grito de una rapaz rasga el aire. Ultimas rampas que
desembocan, exigentes, directamente en la cumbre del Aubisque. Cima de viento y
niebla, de frío que contrae, que hace temblar, que nos desaloja rápidamente de
la cúspide. Temblorosas fotos para el recuerdo y regresamos rápidamente por la
misma carretera.
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