lunes, 1 de junio de 2015

Vuelta a Murcia: Primera jornada



El sol ya ha salido, aunque los altos edificios de la capital no dejan verlo. Será el guía que me acompañe a lo largo de toda la jornada. Lo seguiremos primero hacia levante, en dirección a Los Alcázares, por el desfiladero del Garruchal, la Tercia y Balsicas. Después hacia el sur, El Algar, la Unión y Cartagena y hacia poniente, por el Puerto de Mazarrón y Lorca.

Pasan pocos minutos de las ocho cuando comienzo a pedalear, hace un poco de fresco, pero pronto el sol caldeara el ambiente. Pasado San José; la carretera serpentea junto a la rambla del Garruchal, flanqueada por polvorientos eucaliptos y algún algarrobo aislado. El paisaje se estrecha y la carretera se empina entre paredes verticales y pinos equilibristas; rumores de agua que se mezclan con los graznidos de las rapaces. El desfiladero del Garruchal ha sido paso obligado entre el valle del Segura y el campo de Cartagena hasta épocas recientes y ruta habitual de los huertanos para acceder a las refrescantes aguas del Mar Menor. Pasado el Puntarrón el paisaje se ensancha y el aire huele a plantas aromáticas, terrazas de limoneros lo jalonan por la derecha. Columbares lo vuelve a estrechar, pero el paisaje, con esfuerzo, se abre de nuevo y la carretera aprovecha para subir a las casas del Collado.



Desciendo a buena velocidad y tomo la carretera de la Tercia. Paso junto a una urbanización de sueños incumplidos. La carretera va directamente a Balsicas, que cruzo para continuar entre invernaderos por los que deambulan cuadrillas de inmigrantes. Sigo a buen ritmo a pesar de una ligera brisa en contra.

Os preguntareis que hago yo aquí; tenía unos días libres y he decidido hacer una ruta de varias etapas que de la vuelta a la Región de Murcia. Las jornadas quedaran más o menos así: Murcia, Los Alcaceres, La Unión, Cartagena, Puerto de Mazarrón, Lorca. Descarto el ir hasta Águilas porque me complica mucho la ruta, incluso tendría que añadir un día más. En el segundo día pretendo llegar a Jumilla a través de Caravaca y Calasparra. Ya en el tercero por Yecla y Abanilla, llegar a Murcia. Visto así, parece sencillo, pero hay que tener en cuenta que soy un simple aficionado, que en esto de la bicicleta soy más bien un globero con minúsculas, de los de andar por casa.



Bordeo el Cabezo Gordo y atravieso Los Camachos. En las aceras, chilabas al viento; después, Los Alcázares. Al parecer el topónimo  proviene del término árabe "Al Kazar", palacio o casa noble, que construirían los árabes para su solaz junto a la aguas del Mar Menor. La repoblación cristiana lo convertiría, además, en importante puerto pesquero y lugar donde los huertanos se olvidaban por unos días de las caléndulas de la huerta, mientras tomaban los novenarios en sus aguas.

Salgo de los Alcázares en dirección a El Algar, importante cruce de caminos y veredas trashumantes, por la N-332ª, un poco ruidosa al tener el trazado paralelo a la autovía, pero de escaso tráfico y buen asfalto. Voy rápido, es llano y la brisa ayuda. 



Desde el Algar subo a la Unión para bajar casi en línea recta hasta Cartagena. Pedaleo paralelo a las sierras litorales, la ciudad se distingue ya claramente. Entro junto a las estaciones de ferrocarril para dirigirme al puerto donde hago un pequeño alto; mientras un grupo de políticos y su séquito, corren de un lado a otro, estamos en plena campaña electoral.

Sin más preámbulos, continúo dirección Canteras, en este tramo la media comienza a resentirse, el calor empieza a dejarse notar y empiezo a sentir hambre, a pesar de haber desayunado en los Alcázares. La carretera va cogiendo altura y el pedalear se endurece frente las cuestas del Cedacero. Bajo Peñas blancas, ya superadas las cuestas, comenzamos un largo descenso en el que el cuenta kilómetros marcará la máxima de toda la vuelta: 84 kilómetros/hora; en competición con un descerebrado a motor, que ha toda costa pretendía adelantarme y que indefectiblemente en cada curva se quedaba atrás. Isla Plana y el Puerto de Mazarrón, donde tengo previsto hacer parada y fonda. Para ello nada mejor que visitar el Gula-Gula de mi amigo Alex; en el puerto, para disfrutar en su terraza, bajo una agradable brisa, de una magnifica ensalada de pasta. Quizá abusé algo de la cerveza, pero apunto estuve de quedarme dormido bajo la sombra de su toldo, el ronroneo de lejanas voces extranjeras y el frescor de una suave brisa que acunaba como una madre.



Superados los momentos de debilidad, continuo para enfrentarme a lo más duro de la jornada; subir a Morata y superar el puerto de la sierra de Almenara. Al principio, aunque el sol cae a plomo, el pedaleo se hace llevadero por estar aun bajo el influjo refrescante de la brisa. Pronto se vuelve más denso y solitario, no hay tráfico y los primeros signos de vida aparecen en Puerto Muriel, ya a las puertas de Morata.

Despierto el interés de los ociosos magrebíes que ocupan las escasas sombras de la plaza del pueblo. Relleno los bidones de agua en la fuente y me hago un "selfie" para la inmortalidad junto a la ermita. Ahora comienza lo duro, la carretera se empina, el calor aprieta -son cerca de las tres de la tarde-, no hay ni una sombra y las gotas de sudor empiezan a empapar el asfalto. Poco a poco, demasiado poco para mi gusto, voy cogiendo altura, aparece auxiliadora la sombra de algún pino que se desvanece al instante. Sigo subiendo y sufriendo, pero algunas corrientes de aire presagian la cercanía del alto. Lo consigo, he superado la sierra de Almenara, junto a Campo López. Comienzo el descenso.



Lorca de distingue entre la bruma, parece al alcance de la mano, pero no lo está. Paradójicamente será uno de los tramos que más se me empalague. Al principio, cuesta abajo, al circular a buena velocidad se hizo llevadero, pero después; pasaban minutos interminables y los kilómetros se mantenían inamovibles. Cada vez que bajaba la cabeza, miraba el gps y marcaba lo mismo; ¡que desesperación!

Por fin entro en Lorca por Santa Quiteria, me detengo en Bicicletas Gonzalo a recoger el obsequio que me tiene preparado para el XVII Día de las Vías Verdes; pero eso es otra historia. Un limón granizado en la estación y en tren hasta casa.

Murcia, ante el teclado del ordenador de un lunes 18 de mayo de 2015.  

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