Desayunar
va ha ser misión imposible, madrugan poco los responsables de los bares en este
pueblo. Por fin a la salida, en una pequeña urbanización, encuentran un local
que les había sugerido la Guardia Civil. No tienen pan, tampoco bollería, ni
ninguna otra cosa. Esperan. Llega el pan y se piden unas tostadas, que sean de
mantequilla y mermelada. Tras un buen rato de espera sale el pan tostado, abren
las mantequillas y desprenden un sospechoso olor a queso. Piden otras y estas a
parte del olor tienen un color entre gris y negro. Desisten y se pasan al
aceite de oliva.
Pedalean
ahora por el páramo, pero hoy no les castiga el viento y el sol calienta lo
justo, la plataforma ferroviaria se dirige, casi en línea recta, hacia la
estación de Teruel, importante base y deposito de tracción del ferrocarril
minero, pero antes pasarán junto a Caudé y su aeródromo. Desde Teruel la
plataforma tenía un ancho de 6,40 metros para permitir la instalación de doble
vía entre esta y la del Puerto del Escandón dando así mayor fluidez al tráfico
ferroviario.
Comprueban
los viajeros lo cerca que pasaron de este lugar en el año 2013 cuando Juan
Bautista y Mariano realizaron el Camino de la Vera Cruz, itinerario que une
Puente la Reina en Navarra con Caravaca de la Cruz en la Región de Murcia.
Teruel se intuye a la derecha, en la hondonada, entre la fronda del Alfambra. El
otrora airoso puente que lo cruzaba, ha sido inmolado en aras del progreso, lo
que les obliga a bajar hasta lecho del río y subir de nuevo a la vía verde. El
Escandón se recorta sobre el horizonte. Tanto la plataforma minera, como la
autovía Mudéjar, el actual ferrocarril y la antigua nacional, se dirigen
hermanadas hacia él. Recuerda Mariano cuando paso por aquí por primera vez, no
sabe a ciencia cierta cuanto tiempo hace, pero la autovía no existía y la
plataforma conservaba todo el balasto, solo habían retirado traviesas y raíles
y aun no se sabía bien lo que eran las vías verdes. También recuerda con
nitidez los camiones sobre la nacional, renqueantes, en hilera; propiciando la
lejanía la apariencia de vagones de un ferrocarril de juguete.
Se
encamina la vía hacia Valdecebro ya en franca bajada. Bordea los cerros al
acercarse a la Puebla de Valverde a la que no entra, por la que sí pasa es por
Sarrión, donde los viajeros hacen un alto para comer. Buscan un lugar adecuado
y lo encuentran en el polígono industrial, en el bar la Fragua. Comen bien, en
especial conejo, unos a la brasa, otros escabechado acompañandolo en
consecuencia.
Reanudan
su pedalear hacia Albentosa y su esbelto viaducto, desde él se contemplan; él
del ferrocarril hermano, la autovía y la carretera. Sin pena ni gloria pasan
Rubielos de Mora y se encaminan hacia Barracas, donde momentáneamente tienen
que dejar la vía y pasar bajo enormes y amenazantes molinos de viento.
Vertiginoso descenso dónde la eléctrica pierde terreno. Trincheras, puentes y
desmontes se suceden, compiten la vía verde y el actual ferrocarril por el
espacio disponible, encuentran viejas y derruidas estaciones cubiertas por el
polvo del olvido, Caudiel a un lado, Benafer al otro, más lejos Viver. A la
derecha se recortan Jerica y su Torre de las Campanas, son las últimas horas de
la tarde, buscan alojamiento y dónde cenar; lo encuentran, les atiende una
camarera; que, casualidad, es de Ojos Negros. El pueblo en fiestas y ellos
cansados; se van a dormir. La eléctrica se ha portado, ha aguantado los 120
kilómetros -claro que muchos eran cuesta abajo-.
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