viernes, 25 de junio de 2021

Puerto de la Losa (Por las sierras de la Sagra y la Guillimona)

 

Nuestro punto de salida es la Puebla de Don Fadrique, ubicada a los pies de la omnipresente sierra de la Sagra, en la ladera del Calar, junto al cruce de la carretera de Caravaca a Huéscar y entre esta y Beas de Segura y Vélez-Rubio, pasando por Santiago de la Espada. Ya existía en 1241 en estos lugares un caserío llamado La Bolteruela, dependiente de Huéscar, fue el caso que en 1513 se le dio a Don Fadrique en señorío este territorio, cosa que no gusto a los de Huéscar de mayoría mudéjar, por lo que se repobló con cristianos viejos, venidos de Navarra, Castilla, Jaén y Murcia, nada de descendientes nazaríes que poblaban el resto de la comarca, por eso abundan los apellidos castellanos y del norte peninsular; Aguirre, Irigaray, Ondoño, Tudela o Navarro y bailes típicos de aquella zona, o la devoción a las santas Alodía y Nunilón, cosa que más tarde ocurriría también en Huéscar.

A las nueve ya estábamos pedaleando los cuatro amigos que nos habíamos dado cita en el pueblo para hacer un duro, pero bonito recorrido en el que tendremos que superar tres puertos; Collados de la Sagra, Puerto de la Losa y Puerto del Pinar hasta regresar de nuevo al pueblo. No serán muchos kilómetros, unos sesenta y cinco por lo que creo que llegaremos a buena hora para comer, ya que durante el recorrido no vamos a encontrar nada. Antonio se ha venido hasta aquí a dormir, el muchacho no tenía ganas de madrugar. Jesús y yo hemos salido desde Murcia a la siete y a las ocho estábamos desayunando con Ángel en Venta Cavila. Los tres consideramos que salir de Murcia a esa hora no era madrugar mucho.



Estamos en el territorio de la cordillera Subbética, uno de los sistemas montañosos que conforman los Sistemas Béticos que recorren la península desde Gibraltar hasta Alicante. En el altiplano granadino, emerge solitario e icónico el monte de la Sagra y sus 2.383 metros, la mayor altura de Andalucía fuera de Sierra Nevada. La caprichosa orogénesis alpina la elevó hace la friolera de 25 millones de años, es un cono con doble cima semejante a un volcán, un verdadero faro visible a muchos kilómetros a la redonda. Desde la base hasta media ladera abundan los bosques de pino salgareño y las carrascas, refugio natural de numerosas especies animales y que forma parte de la Red Natura 2000 que comprende a demás; Sierra Seca, Duda, Guillimona, Montilla, Bermeja, Muerto, Encantada, Jurena y de los Tornajos. De la mitad hacia arriba es un blanco y pelado cono calcáreo.


 

Comenzamos; lo adivinan, sí cuesta arriba, cosa que parece nuestro sino, en dirección a los Collados de la Sagra. La mañana soleada, la temperatura muy agradable y carretera en perfecto estado nos proporciones buenas vibraciones para la jornada. La carretera se ciñe sinuosa a los cerros circundantes casi siempre picando para arriba, pero con algunas bajadas para que no se nos haga muy dura. Poco a poco vamos ganando altura y tras unos doce kilómetros llegamos a los Collados, impresionante mirador de La Sagra. Algunos usuarios del hotel están por los alrededores y preguntamos a una empleada la posibilidad de desayunar, pero no puede ser, el comedor está abierto solo para los huéspedes y el restaurante está cerrado, es posible que abran en quince minutos o media hora, nos dice. Decidimos no esperar y continuar, eso sí, antes nos comemos unas dulces cerezas que cogemos directamente del árbol.


 
Comenzamos el descenso que en unos cuatro kilómetros nos llevará al cruce de Huéscar por una carretera que sigue estando en perfecto estado. El paisaje es precioso, carrascas, pinos, chopos y álamos pueblan este bonito barranco de Raigadas. Llegamos al cruce y tomamos en dirección a Santiago de la Espada y el puerto de la Losa. Un poco más abajo del cruce, en apenas un kilómetro en dirección a Huéscar está el cortijo de la Losa, y en el que se encuentra el bosque de secuoyas más meridional de Europa, uno de los pocos existentes. Son originarias de Norteamérica y pueden vivir varios miles de años, aunque estas no llegan a los doscientos y tienen unos cincuenta metros de altura con un diámetro del tronco de unos siete metros. Su historia es algo rocambolesca; a mitad del siglo XIX Lobb introdujo las primeras semillas de secuoyas en Inglaterra, luego pasaron a Francia y de allí las introdujo en España en 1861 el Real Patrimonio. Fue Rafael de Bustos Sagade, VII marqués de Corvera y IX vizconde de Rías, quien trajo 48 plantones a Granada a su cortijo de la Losa, junto a la fuente Montilla, ya que estos árboles necesitan una gran cantidad de agua. Hay dos grupos, uno en el cortijo, visitable bajo cita y otro que hasta hace poco se podía visitar libremente y ahora ha sido cercado para su protección. Los lugareños las llaman ‘las mariantonias’ y la razón no es otra que el nombre de la esposa del marqués, María Antonia Sagade.

 


Tomamos directamente la carretera en dirección a Santiago de la Espada para encarar directamente el puerto de la Losa; la carretera, de piso perfecto invita al pedaleo. Ante nosotros siete kilómetros de pendientes que rozan el siete por ciento. Unas primeras herraduras y algunas curvas nos van preparando para lo que vendrá más tarde, los cuatro últimos kilómetros compuestos por nueve herraduras que se retuercen sobre sí mismas mientras remontan la ladera y nos proporcionan todas ellas unas excepcionales panorámicas del campo de Huéscar, cerrado por el oeste por las sierras de Castril y Seca, preludio de Cazorla. La omnipresente Sagra por el este y al fondo, cerrando el horizonte por el sur, la sierra de los Filabres, y más allá aun, Sierra Nevada. Estamos rodeados de un precioso entorno de alta montaña. Sufrimos y disfrutamos al mismo tiempo.

 


Nada indica que hayamos superado el puerto salvo la falta de pendiente, no hay cartel ni ninguna otra cosa que lo indique salvo la soledad. Para los más curiosos comentar que nos encontramos a más de mil setecientos metros de altura en la divisoria de aguas Segura-Guadalquivir. La ladera sur drena sus aguas a los ríos Guardal y Raigadas, afluentes del Guadiana Menor que lo es a su vez del Guadalquivir que muere en el Atlántico, mientras que la cara norte lo hace al Mediterráneo a través del Zumeta que es afluente del Segura. Paisaje desolado abierto a todos los vientos en esta severa sierra de Guillimona, dos taludes blancos a modo de pórticos franquean el paso hacia el descenso. La sierra del Almorchón, preludio de la de Segura, cierra el horizonte por el norte y la cuerda de los Miravetes nos acompaña por nuestra derecha y sirve de guía hacia nuestro destino. Un largo descenso de casi doce kilómetros nos espera hasta enlazar con la carretera que a través del puerto del Pinar nos llevará de regreso a la Puebla de Don Fadrique. Pedaleamos en dirección al cañón del Zumeta que separa las provincias de Granada y Jaén y será cerca de la de Albacete cuando viremos al sur para continuar en la de Granada. Una serie de tenadas a uno y otro lado jalonan nuestro recorrido, tierras de ganado lanar, de ese exquisito cordero segureño que tantos placeres nos da, aunque en otra época, entre los siglos XVI y XVII, fue de la raza merina la que gozo del protagonismo para la producción y comercialización de la lana, convirtiéndose Huéscar en un importante centro de lavado y exportación que a través del puerto de Cartagena llegaba a Italia.

 


Llegados al cruce tomamos dirección a la Puebla de Don Fadrique y empezamos de nuevo a subir, será el tercer y último puerto, el del Pinar de Araceli que nos llevará a la cuota de los mil seiscientos sesenta y cinco metros. La subida engaña, parece suave, no excesivamente dura, pero ronda porcentajes que superan el seis por ciento de manera constante, a cambio nos permitirá disfrutar de magníficos ejemplares de pino laricio. Superado el puerto y realizada la foto que deje constancia para los anales de la historia, nos lanzamos por la larga bajada de más de doce kilómetros hasta llegar a la Puebla. Con esta bajada he disfrutado para una buena temporada, curvas suaves y poco peligrosas, la carretera en perfecto estado y yo lanzado a tumba abierta.
Ya en el pueblo nos vamos directamente al restaurante, dejamos las bicis en la puerta y nos lanzamos sobre nuestras merecidas cervezas. Unos caracoles “chupaeros” para entretenernos antes del cordero segureño y los huevos fritos. Poco más que contar de este estupendo día de ciclismo, paisajes espectaculares y amistad. Hasta pronto amigos.

Mariano Vicente, 25 de junio de 2021 

 

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