Son las 8 de la mañana, Antonio y yo decidimos hacer una de nuestras rutas sociales, en esta ocasión solo seremos los dos. Decidimos acercarnos hasta Archivel, desayunar en el bar Chita, local 100x100 recomendable para lo que queráis, e irnos a la búsqueda de iberos y romanos por la zona. Salimos por el recorrido ecoturistico que comunica Archivel con la Encarnación. Esta señalizado con unas tablillas colocadas en estilizados postes de madera. A pesar de la época -estamos a las puertas de la primavera-, hace frío. Pasamos Barranda sin pena ni gloria para dirigirnos a Singla. Un poquito al este de la localidad, en las proximidades de la Ermita, a unos 800 metros del centro, se encuentran los restos arqueológicos de una villa romana. Pertenecen a un establecimiento rural de la época altoimperial muy parecido a otros muchos que jalonan la zona como pueden ser Loma del Pocico, las Nogueras, la Tercia o el Molino. Yacimientos de escasa entidad, pero que si los unimos a los de Barranda, La Encarnación y Archivel, demuestran la gran romanización del noroeste murciano, con algunos lugares de gran trascendencia como los templos republicanos de La Encarnación.
Los restos conservados de esta villa están conformados por una serie de estancias rectangulares de pequeñas dimensiones cerradas con muros de mampostería sin decoración y que pertenecerían a un asiento rural de mediados del siglo II d. C. Posteriormente se convertiría en necrópolis tardía, probablemente de los siglos VI y V. Se encuentra en la superficie del cerro, junto a un camino asfaltado y la zona fue muy transitada, pues la iglesia construida en el lugar, dio servicio a la propia Singla y a todas las localidades de la zona como Navares, Caneja, Pinilla, La Almudema, los Prados o La Encarnación hasta tiempos recientes, motivo suficiente para que no se hayan encontrado restos decorativos en la villa como mosaicos o pinturas murales.
Nos dejamos caer entre campos de labor hacia la Encarnación y el estrecho del río Quipar, zona largamente habitada a lo largo de la historia. El más antiguo es el lugar llamado La Placica, situado sobre una pequeña meseta en la margen izquierda del río Quipar y de época argárica. Un poco más al norte, en el mismo lado del río y sobre un cerro más elevado se encuentran Los Villaricos, que algunos investigadores identifican con el poblado de Assa, mencionado en las Tablas de Tolomeo. Enfrente, en la margen derecha del río, se encuentra el poblado amurallado de Los Villares de época ibérica. No hay poblado ibérico que se precie y en este caso hay dos, que no tenga su santuario en las proximidades. A ellos acudían los iberos a depositar sus exvotos, consistentes por lo general en figuras de animales o humanas, con la finalidad de honrar a sus dioses.
Los romanos no tuvieron muchos miramientos y como tantas veces en la historia suplantaron el culto ibérico con el suyo propio. Sobre el santuario ibérico, Roma muestra su poder y dominio -cosa recurrente que hizo en otros muchos lugares como en el santuario de la Luz en Murcia- construyendo un templo de estilo jónico sobre los restos del anterior ibero. El lugar gozó desde antiguo de merecida fama; el canónigo Lozano lo menciona en su obra Bastetania y Contestania del Reino de Murcia en 1794 y en la que identifica los restos con la ciudad de Asso. En 1832, Ceá Bermudez relata la existencia de un templo, restos de sepulturas y numerosas columnas. También lo hace Fernández Guerra en 1885 relacionándolos también con la ciudad de Asso, topónimo que aparece en la Tablas de Tolomeo.
En los siglos II y I a, C., se construyeron dos templos en el cerro de la Encarnación sobre los restos iberos. El primero es de orden jónico con ocho columnas estriadas en la fachada y una ancha cella (sala principal en centro del templo). El segundo también es de orden jónico pero de menores dimensiones, tetrásilo (cuatro columnas) y una cella escavada en la plataforma rocosa del piso. Para los trabajos de construcción del templo se empleo gran cantidad de piedra extraída de las proximidades en dos canteras cuyo uso ha perdurado hasta el siglo pasado. La primera esta situada a unos cien metros de la ermita, es la de mayores dimensiones y de la que probablemente se extrajo la mayor parte de la piedra. En la segunda se conservan las soleras y las ranuras de extracción, lo que ha permitido conocer el proceso extractivo y las herramientas utilizadas.
Desandamos el camino que nos ha llevado hasta la ermita de la Encarnación y sus fuertes rampas para dirigirnos hacia la cañada de Tarragoya, para eso tenemos que alcanzar la carretera de Caravaca a Lorca. Tras cruzarla nos adentramos en la cañada real por una carreterilla que lleva hacia Los Royos. Valle de pastos, intimo y acogedor, solitario y olvidado. Confluyen en él una serie de pequeños barrancos que terminan dando lugar al nacimiento del río Quipar. Diez kilómetros de pedaleo por la cañada real y llegamos a una construcción defensiva; Torre Mata. Parece ser que su emplazamiento se corresponde con la necesidad de ejercer el control estratégico de una fuente que sirvió como abrevadero de los ganados que trashumaban por la cañada real.
La Torre es de planta cuadrangular y considerables proporciones. Construida enteramente con tapial de argamasa de excelente factura, tenía -aquí los historiadores no se ponen de acuerdo- entre nueve y catorce metros de altura. Su factura parece ser cristina, del siglo XIII y seguramente fue la Orden de Santiago quien mando su construcción. Tras la perdida de su sentido bélico -probablemente hacia finales del XVI-, la torre paso a formar parte de un cortijo con diferentes dependencias y paso ha estar cubierta por un tejado a dos aguas. Recientemente, con la escusa de la construcción de una hospedería rural , se le ha añadido a la torre un segundo cuerpo que casi duplica su altura, constituyendo una grave agresión contra el patrimonio histórico de la Región de Murcia y eso que la fortificación está declarada Bien de Interés Cultural.
Ya solo nos queda regresar a Archivel, por lo que rodearemos por el oeste la sierra de la Serrata, entre campos de labor y asentamientos agrícolas, hasta alcanzar la carretera de la Puebla de Don Fadrique a Caravaca. Tras pasar el puerto de Mojante -993 metros- tomamos un camino por nuestra izquierda, algo pedregoso al principio, que mejora conforme nos introduce de nuevo entre campos de labor hasta alcanzar la población de Archivel. Ya en el Chita, Juan nos hará que olvidemos las posibles penurias pasadas con un buen guiso.
Mariano Vicente, 20 de marzo de 2019
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