lunes, 24 de septiembre de 2018

Santuario del Saliente 2018




¡Por fin Ángel ha podido comer las migas del Saliente! Es nuestra particular forma de celebrar la Semana Europea de la Movilidad. Han pasado ya cuatro años desde que Matías nos llevo a probar las migas que se hacen en los alrededores de su pueblo; Albox. Él siempre ha sostenido que aunque de aspecto son parecidas en realidad no tienen nada que ver con las que se hacen en Murcia. A Matías lo podemos considerar un entendido en esto de las migas, las elabora con acierto. La verdad, es que yo no soy imparcial, es mi amigo y además me lo como todo, así que no puedo opinar, pero los que entienden más que yo dicen que le salen muy buenas. Para elaborarlas tiene su propia sartén que no se utiliza para ninguna otra cosa, la harina también tiene que ser de una variedad concreta, que suaviza con cierto porcentaje de otras variedades según la textura y el sabor que quiere alcanzar, hay mucha sabiduría detrás de la elaboración de unas “simples” migas. Algo similar pasa con el acompañamiento que puede ser muy variado, incluyendo carne y pescado, verduras y hasta fruta.




Con la excusa de las migas, organizamos una salida hasta el Santuario del Saliente desde Albox. Sobre las ocho de la mañana tomábamos la A-7 en dirección al valle del Almanzora desde Murcia, para sobre las diez y media, después de un buen desayuno, comenzar a pedalear por la carretera que se dirige a Chirivel y que recorre toda la rambla del Saliente. Es un recorrido rambla arriba, con poco desnivel, pero el suficiente para dejarse notar. El sol pega fuerte y junto a la ligera subida hacen que pronto rompamos a sudar. Sumamos kilómetros y metros de desnivel, restando liquido a nuestros cuerpos; situación que nos brinda la excusa ideal para detenernos en el local, en el que luego comeremos, e hidratarnos con unos litros de Alhambra a los que acompañamos prudentemente con unas olivas.



Poco después la carretera se empina un poco más y nos ayuda a sudar el exceso de líquido, acompañada por un sol que sigue cayendo de plano. Matías nos ameniza el recorrido contándonos anécdotas de su infancia cuando recorría estos lugares con ojos inocentes y todo eran nuevas aventuras. De como venía, primero con sus abuelos y después con sus padres a pasar el verano en una finca cercana, incluso en ocasiones lo hacían en el interior del santuario que en aquella época alojaba visitantes en las habitaciones que rodean el patio. De como se bañaba en pozas y balsas que hoy han desaparecido con las aguas entubadas en aras de la modernización. Los apellidos Martínez, López, García…, han desaparecido de las cortijadas sustituidos por otros sin acento, de grafía impronunciable, especialmente de hijos de la Gran Bretaña, que ha decir de las malas lenguas, son felices con la soledad y una botella de ginebra. 



La mala suerte -hacia pocas fechas de la romería- hizo que el restaurante estuviera cerrado por vacaciones, desagradable sorpresa que acelero nuestros regreso. En menos de lo que se tarda en pensarlo estábamos rambla abajo. Si la subida la hicimos por carretera, la bajada será por el lecho arenoso del torrente. En poco tiempo estábamos sentados a la mesa. Empezamos con unos tomates maduros que nos refrescaron y nos supieron a gloria. Poco después corría la cerveza bien fría a la que acompañamos con un poco de soda por aquello de la hidratación. Al poco llegaron las migas; soberbias, rebosantes en su recipiente y decoradas con unas tiras de pimientos verdes fritos. El acompañamiento no tenía desperdicio, unas tiras de tocino bien frito al que acompañaban unas morcillas, también fritas del Taberno, según la señora del local las mejores de la región, elaboradas por el “Tadero”. Yo no sé si serian las mejores, pero estaban riquísimas. También de cerdo una fuente con trozos de hígados frito con ajitos. De contraste, unos boquerones fritos y queso fresco rebozado. Como sabéis, las migas requieren abundante líquido, pero esta parte va a quedar como secreto de sumario, que luego nos exponemos a las críticas insidiosas. Para desengrasar y refrescar, un poco de melón. Unos cafés sirvieron para culminar una comida que recordaremos al menos hasta el año que viene por estas fechas en que pretendemos volver.



Mariano Vicente, 20 de septiembre de 2018 


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