domingo, 9 de septiembre de 2018

Dos días por las sierras de Cazorla y el Pozo



De cómo comienza todo

Cuando uno se plantea hacer una ruta, especialmente si es en solitario, ha de tener en cuenta algunas variables. En mi caso, ya que estoy algo mayor, una de ellas en encontrar alojamiento al final del día. Prefiero llevarlo reservado de antemano y no estar al albur de la casualidad. Hoy con Internet la cosa se ha simplificado bastante, pero eso no significa que este todo solucionado. Me había planteado una ruta que mezclara asfalto y pistas de tierra por el entorno de la sierra de Segura y Cazorla para dos o tres jornadas a mediados de agosto que tengo unos días libres, pero imposible, en esas fechas tienes el inconveniente de que casi todo está ocupado, -ya he dicho que estoy algo mayor para dormir tirado por el suelo-, sin contar que esas fechas puede hacer mucho calor. Cambio de fechas, en la primera semana de septiembre volveré a tener unos días.

Por otro lado, me hace una gracia enorme el funcionamiento de esta gente de Booking y compañía, si no encuentran plaza en la localidad que buscas, te ofrecen alojamientos a 15, 20 o más kilómetros, algo que viajando en coche puede ser aceptable, en bicicleta se convierte en imposible. Al final me decido por Cazorla. Tenía previsto comenzar en Huéscar, para poco después de Pozo Alcón tomar una pista hacia el corazón de la sierra de Cazorla, y por el nacimiento del Guadalquivir bajar hasta Vadillo Castril para hacer noche quizá en Arroyo Frío. Al día siguiente, atravesar la sierra por pista en dirección a Don Domingo y la Matea para regresar a Huéscar. Pero he aquí que entra en escena mi amigo Antonio Máximo:

-Tío, que gracioso eres, sabes que yo no puedo hacer esos recorridos y me gustaría irme contigo, pero esos kilometrajes no los aguanta mi bici. Busca otra cosa.

Él utiliza una bicicleta eléctrica con la que hemos realizado algunos viajes juntos. Puede realizar siendo muy optimistas y apurando mucho unos 150 kilómetros, siempre que no haya demasiadas cuestas, y en este recorrido las hay. Para colmo mi mujer se suma a la ecuación; prefiere que viaje acompañado. Imposible luchar en contra de los elementos.

Me pongo manos a la obra y trabajo un poco las rutas para que sean más cortas, porque el desnivel esta ahí y no lo podemos cambiar. La cosa puede quedar así; salir de Pozo Alcón atravesando la sierra del Pozo para llegar al nacimiento del Guadalquivir y por Vadillo Castril y el puerto de las Palomas a Cazorla. Al día siguiente volveremos a cruzar el puerto de las Palomas y por la cerrada del Utrero llagar a las navas del Espino y San Pedro para alcanzar el collado Ballesteros. Giraremos aquí hacia el sur siguiendo al Guadalentín, para dejarnos caer hacia el embalse de la Bolera y Pozo Alcón. Nos saldrán unos 70 kilómetros diarios y un desnivel de unos 1.500 metros por jornada, que entra dentro de lo razonable. Otra de las cuestiones es si nos vamos la noche antes a Pozo Alcón y pernoctar allí -la opción de Antonio-, o por el contrario madrugar un poco y desplazarnos desde Murcia, lo que representa unas dos horas de coche, pero nos ahorramos una noche fuera de casa. Antonio cree que será mucho más tranquilo irse la tarde antes, dar un paseo por el pueblo y cenar en algún local típico. Suponemos que aquí la costumbre será como en muchos otros lugares de Andalucía, que a la bebida se suma automáticamente la correspondiente tapa, aunque esto tiene un peligro -lo sé por experiencia-, que se termina bebiendo más de lo que uno tenia pensado. Creo que le voy a dar en el gusto a Antonio y saldremos para Pozo Alcón la tarde del lunes.

Ha llegado el día. Hemos quedado a media tarde, sobre las 18.30 para montar las bicis en el coche, sujetarlas convenientemente y en marcha. Tomamos la autovía A-7 en dirección a Andalucía hasta Baza y luego la carretera que nos lleva a Pozo Alcón. Nos alojamos en el Hostal-Restaurante Grela, local céntrico y con buena pinta y que tiene una estupenda terraza.

Después de cenar, damos un paseo y mientras bajamos la cena, se va instalando en mi mente una idea. No estamos muy lejos de la sierra de los Filabres, a menos de 100 kilómetros en linea recta hacia el sur, a hora y media de coche. ¿Porqué no acercarnos hasta allí pasado mañana en lugar de irnos a Murcia? Podemos dormir en Bacares y terminar una vieja ruta que quedo inconclusa hace años; subir al Calar Alto, recorrer los Filabres hacia la coronación del puerto de Velefique y subir a la Tetica, para el medio día habríamos terminado. Creo que es muy buena idea, solo me queda convencer a Antonio. 



Primer día: Del recorrido entre Pozo Alcón y Cazorla por el nacimiento del Guadalquivir.

A la mañana siguiente, nada más desayunar, comenzamos a pedalear por la carretera que se dirige al puerto de Tiscar. Ya en pleno puerto, abandonamos la carretera por una pista a nuestra derecha que se introduce hacia las sierras del Pozo y Cazorla. Nos esperan más de 20 kilómetros de dura subida hasta superar los 1.000 metros de desnivel. A pesar de las fechas, en la subida al puerto de Tiscar, los lagartos llevan aún cantimplora. ¡Joder como casca la solana! Esta parte es la menos frondosa de la sierra de Cazorla, orientada al sureste recibe de pleno el sofocante sol Mediterráneo, no queda otra que aferrarse al manillar y tirar para arriba. Por suerte la pista se introduce por la umbría de la sierra del Pozo proporcionando sombra y un par de fuentes, la temperatura ya no es tan sofocante. El Cabañas se vislumbra en alguna curva y nos sirve de referencia, sé que cuando llegue a su altura habrá acabado el sufrimiento, al menos por el momento. Sangre, sudor y lagrimas, como en el cantar, nos cuesta llegar a su altura (sobre los 1.800 metros) y coronar el collado de Puerto Llano. A poco menos de un kilómetro de aquí, hacia nuestra izquierda, sobre uno de los altozanos que cierran el horizonte por el sur, en la loma de Cagasebo, se encuentra el pino de la Demanda, es de la especie negral (Pinus Nigra). Tiene un atormentado tronco con un diámetro cercano a los 7 metros y de su fuste, casi a la altura del suelo, parten tres enormes y retorcidas ramas. Verlo es todo un espectáculo, pero por desgracia en esta ocasión nos tendremos que perder su contemplación, igual que nos pasara mañana con el de Félix Rodriguez de la Fuente. 



Tras la foto de rigor descendemos con precaución -no es cuestión de darse una torta aquí, en medio de la nada y además la pista es en verdadero pedregal- hacia el nacimiento del Guadalquivir. El paisaje ha cambiado casi de forma radical; ahora ya no solo estamos rodeados de pino negral y laricio, también abundan los fresnos, arces y majuelos. Escondidos en esta frondosidad, bajo su sombra reparadora, abundan ciervos y jabalíes. Triscando los riscos; anda la cabra montes. Poco a poco el paisaje se va “civilizando”; tras pasar un área recreativa donde las familias gozan de un rato de esparcimiento, llegamos al nacimiento del Guadalquivir. Unas escaleras bajan hasta el pie de una roca que se supone es el ¡Nacimiento del Guadalquivir!, aunque en estos momentos no lo parece, apenas unos pequeños charcos es todo lo que hay. Pero para que esto quede bien lo voy a dejar en manos de don Antonio Machado: ¡Guadalquivir! Te vi en Cazorla nacer… Un borbollón de agua clara, debajo de un pino verde…



Recuperados por la bajada, o al menos eso creía yo, llegamos al Puente de las Herrerías, hay una zona recreativa y lo más importante para nosotros; un restaurante. Cerveza bien fría, olivas y bocata de jamón. No contentos del todo tomamos postre y café y hasta unos orujillos para ayudar a la digestión. Pasado Vadillo Castril comenzamos una penosa subida al puerto de las Palomas que nos dará acceso a Cazorla. ¡Que engañosas pueden ser las sensaciones a que nos someten los desniveles negativos! Casi puedo contar las pedaladas, parsimoniosas y débiles, una tras otra, apenas avanzo. Este puerto se me esta haciendo eterno. A Antonio tampoco le va mejor, a pesar de la ayuda del motor Yamaha y sus 250 vatios de potencia. Llegamos al mirador Del Valle y casi no me quedan ganas de contemplar el espléndido paisaje que se extiende a nuestros pies, el valle del Guadalquivir hacia el pantano del Tranco, bajo esta luz tan especial que se instala al caer la tarde. Reanudamos el camino, poco después, al otro lado del puerto, ya se distinguen los ocres tejados de Burunchel, un pequeño esfuerzo más y estamos en la Iruela. ¡Cazorla por fin!



Ya en el hotel, me tomo uno de esos sobres que dicen te ayudan a recuperar. No sé de que esta compuesto pues se empeñan en poner los ingrediente en una letra tan pequeña y además el espacio es compartido por varios idiomas, que ni con gafas lo puedo leer, tendría que utilizar una lupa y de las gordas para distinguir algo. Creo que lleva un montón de cosas que te dejan como nuevo o al menos eso me dijeron en la tienda, pero no me fío, estoy poco acostumbrado a estas cosas, por lo que voy a ser precavido y me voy a tirar a la calle a por una buena cena. Deambulamos un rato por este bonito pueblo que esta defendido por dos castillos, el de las Cuatro Esquinas o de la Yedra en el mismo pueblo y el de las Cinco Esquinas volado sobre un cerro dominando el vasto olivar que se extiende al sur y al oeste. El estomago reclama su derecho a saciarse y no le voy a llevar la contraria. Nos sentamos en una terraza que parece tener todo lo que necesitamos para conseguirlo, aunque los fritos tienen demasiada grasa, decidimos cambiarnos al local de al lado y acertamos. 



Segundo día: De como subimos a las navas del Espino y San Pedro y descendimos el Guadalentín hasta el embalse de la Bolera.

Gritan mis posaderas con energía cuando pretendo a poyarlas sobre el sillín. Había jubilado el viejo asiento muy deteriorado que tenía la bici y por vagancia no fui a comprar uno más apropiado. A mano tenía uno nuevo pero quizá “demasiado deportivo” y se lo coloqué para este viaje. Demasiada piedra, a uno no le queda más que ser consecuente con sus decisiones. Comenzamos tomando con calma la nueva subida al puerto de las Palomas, esta vez por su lado sur. Cazorla, La Iruela y Burunchel, se desperezan a esta temprana hora de un verano que toca a su fin. Nos detenemos en el mirador del Aire para contemplar el mar de olivos que se extiende por el lado sur de la sierra hasta perderse en el horizonte que la bruma desdibuja. Por el otro lado nos detenemos en otro mirador; el del Valle, para empaparnos una vez más, de este grandioso paisaje que forman las sierras de Cazorla y Segura cortadas por el laborioso Guadalquivir, que joven aún, intenta labrarse un porvenir. Abajo esta Vadillo Castril y un poco más allá la Cerrada del Utrero, que usaremos para cruzar de nuevo la sierra, esta vez hacia la Nava de San Pedro. 



Hace ya algo de calor a pesar de que el sol aún no ha subido demasiado. La carretera se retuerce y deteriora mientras coge altura, aparece el sustrato rocoso que sirve de base a una desaparecida zahorra que debía formar el firme. La carretera, más parecida ya a una pista, se retuerce bajo el cabezo del Tejo y el sol laborioso se entretiene en dibujar los Poyos de la Mesa. Nos detenemos a contemplarlos en su mirador. Se abre el paisaje al llegar a la Nava del Espino, la pista se vuelve más cómoda y pronto desciende junto al arroyo de la Garganta hacia la Nava de San Pedro. Poco antes de llegar hay una hermosa fuente de tres caños que se encuentra un poco más baja que el camino, en la que siempre que paso me detengo un rato; cierro los ojos y disfruto, por un momento, de su arrullo en esta soledad buscada.



A la entrada de la Nava de San Pedro, a la derecha según vamos, hay una antigua posada hoy reconvertida en restaurante, esta un poco escondido, hay que bajar hacia el Centro de Cría de Guadalentín donde se trabaja para la reintroducción de quebrantahuesos. Fuera, tras una valla, tiene una enorme mesa formada por medio tronco barnizado, escoltado por dos bancos similares. Por una puerta baja se accede a un interior modesto; tres o cuatro mesas y una pequeña barra. Colgadas de las paredes, una serie de cabezas disecadas nos miran con la fijeza de sus ojos de cristal. Nosotros no les hacemos mucho caso y nos dirigimos al muchacho que esta detrás de la barra, es el hijo del propietario, del Cabrero que así se llama el local. Nos pedimos un guiso con “cosicas de la huerta” que estaba muy bueno al que acompañamos con un poco de carne a la brasa. No pueden faltar las cervezas, los cafés y hasta unas copitas de orujo. No es barato, pero el precio se paga a gusto, aquí casi en medio de la nada. 



Cruzamos la nava y el arroyo para bajar directamente hacia el Vado de las Carretas por la vieja cañada de Castril a través de un bosquete de carrascas, prueba de que por la zona no todo eran pinos. Y ablando de estos últimos la vez anterior que estuvimos por la zona subimos unos kilómetros más arriba para contemplar uno de sus mejores ejemplares, el denominado Félix Rodríguez de la Fuente, situado en un paraje donde el naturalista rodó alguno de sus más emblemáticos episodios. Se encuentra en el collado de la Zarca a unos 1.700 metros de altitud, junto al camino De Santiago de la Espada -a unos diez kilómetros del lugar en que nos encontramos- que discurre en una cota inferior dejando sus raíces al descubierto, entre las que se encuentra una piedra grabada con el nombre del naturalista. Su tronco es recto y de gran porte, con un diámetro que se acerca a los 5 metros. ¡Impresionante! Pero mejor dejarse puesto el casco, desde la altura que caen sus piñas pueden hacer daño.



Descendemos junto al arroyo dejando atrás algunos hermosos ejemplares de quejigos hasta llagar al Vado de las Carretas, donde cruzaremos al joven Guadalentín. Yo lo hago sobre la bici, sin apenas mojarme. Antonio no lo ve claro y busca aguas arriba del vado un paso más asequible y lo consigue. Vuelve a subir el camino internándose en una solitaria umbría de cortijos abandonados. Quedan en pie fantasmales lienzos semiderruidos que sugieren épocas más austeras, de profundo aislamiento y largos inviernos. Paredes azotadas por la nieve y el ulular del viento en la oscuridad. Lúgubres aullidos atenazan el espíritu. Al calor de la lumbre; un puchero con lo justo para subsistir, a su alrededor unos ojos ausentes, fijos en el danzar hipnótico de las llamas y la desesperanza anclada en el fondo; tan honda, que hiela el alma. Seguimos ahora barranco a bajo, junto al joven Guadalentín. El camino tapizado de piñas que debe ser muy frecuentado por los jabalíes, se ven sus márgenes revueltos por el hocicar de estos animales. Entre las viejas cortijadas el camino se desdibuja hasta casi desaparecer, pero se intuye y es fácil de seguir. 



Se sorprende uno de estos tiempos en los que junto a viejos cortijos largamente abandonados surgen otros reconstruidos recientemente con los más modernos materiales, acompañados de su pequeño bosque de placas solares. El Guadalentín corre ahora a nuestra derecha labrando un estrecho barranco, tan profundo, que es imposible ver el fondo. Al otro lado dibuja sus contornos la contundente sierra del Pozo. Por nuestra izquierda nos escoltan las calcáreas paredes de la cuerda de la Marcolla con nombres tan sugerentes como el torcal o el tranco del lobo. Comenzamos un descenso, no demasiado peligroso, pero que nos demanda toda nuestra atención. Salimos del barranco y obtenemos unas hermosas vistas del incipiente pantano de la Bolera. Un sendero casi colgado sobre las aguas –hay un cable de acero que sirve de barandilla-, nos lleva hasta un estrecho puente de cemento que da acceso a un antiguo camino que bordea el embalse y que nos depara rincones increíbles. La hermosa Dehesa del Rincon nos anuncia que nuestro destino esta cerca y pondrá fin a nuestra ruta. Han sido dos días por estas abruptas sierras Del Pozo, Cazorla y Segura. Dos días de disfrutar de la naturaleza en pleno apogeo y de hacer lo que más nos gusta. Dos días de convivencia y amistad; ¿Que más se puede pedir.

Mariano Vicente, primeros de septiembre de 2018




Algunos datos:

Día 0: Murcia-Pozo Alcón 

Alojamiento y cena: Hotel-Restaurante Grela (Pozo Alcón)

Día 1: Pozo Alcón-Cazorla

-Comida/avituallamiento: Restaurante Camping Puente de las Herrerias
-Alojamiento: Hotel Andalucía (Cazorla)
-Cena: Bares de la plaza del Ayuntamiento Cazorla
-Track Wikiloc: (https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/pozo-alcon-nacimiento-guadalquivir-cazorla-28476824)
72.00 km.
1.643 metros desnivel positivo
-Indice IBP: 108

Día 2: Cazorla-Pozo Alcón

-Comida/avituallamiento: Restaurante El Cabrero
-Track Wikiloc: (https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/de-cazorla-a-pozo-alcon-por-la-nava-de-san-pedro-28479180)
60 km.
1.439 metros desnivel positivo
 -Indice IBP: 112

Pozo Alcón es un pueblo de la provincia de Jaén (Andalucía) situado en la parte suroriental de la comarca de Sierra de Cazorla. La agricultura es su principal fuente de ingresos y en los últimos tiempos también sector servicios, especialmente el turismo activo. Antiguamente los habitantes de Pozo Alcón eran conocidos en esta zona de Andalucía y gran parte del Levante por su ocupación de arrieros.

Cazorla es un pueblo de la provincia de Jaén (Andalucía)enmarcado en las faldas de la Sierra de Cazorla, en el valle del río Cerezuelo, afluente del Guadalquivir.
Pueblo habitado desde la edad del Bronce, los romanos establecieron colonias para la explotación forestal y minera, en especial la de plata y sal. Los árabes lo fortificaron y durante la Edad Media fue un importante enclave fronterizo dependiente del Obispo de Toledo desde 1231 en que Fernando III cede la villa de Quesada al prelado.

Posdata: A la llegada a Pozo Alcón nos desplazamos hasta la población de Bacares en la sierra de los Filabres con la intención de subir al día siguiente al Calar Alto y la Tetica de Bacares, pero la indisposición de Antonio nos obligó a posponerlo para otra ocasión.

2 comentarios:

  1. Extraordinario viaje, enhorabuena Mariano y compañía

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  2. Muy buena experiencia. Eres incombustible Mariano.
    Y dile a Antonio Máximo que se consiga una segunda bateria ;-)
    Jesús Navarro.

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