Ruta
que rodea Sierra Larga en el Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez,
saliendo de la presa del pantano de Valdeinfierno.
Interés
de la ruta:
La
ruta propuesta por el amigo David discurre entre los espectaculares macizos
calizos del Parque Natural de la Sierra de María y los Vélez, que se encuentran
separados por amplios y soleados valles donde languidecen los cultivos de
secano; antaño de cereal, y desde la última mitad del siglo XX de almendros,
que junto a las explotaciones cinegéticas son la base de la economía de la
zona. Las umbrías están colonizadas por frondosas formaciones boscosas en las
que predomina el pinar, que se abre y entremezcla con el matorral al acercarse
a las solanas.
Patrimonio
de la Humanidad son las pinturas rupestres de los abrigos rocosos de la sierra de
Los Gavilanes y la Culebrina, entre las que sobresalen las de los Gavilanes y
el Mojado.
Asistentes:
David
"Tito Abuelito", Antonio Máximo, José Luis Menéndez, Ángel y Vicente Martínez,
Antonio Cervantes, Jesulen, Juan Bautista Tudela, Mateo Sánchez, Antonio Hernández
y un servidor; Mariano Vicente.
Distancia:
35 km.
Salida/llegada:
Pantano de Valdeinfierno (Lorca-Región de Murcia)
Desnivel
+: 777 metros
Tiempo:
4 horas
Altura
mínima: 697 metros
Altura
máxima: 1.180 metros
Crónica:
A
estas horas de la mañana -son poco más de las nueve-, la sombra del Pericay se
extiende como un manto húmedo hasta cubrir la presa del pantano de
Valdeinfierno. Hace frío; los termómetros, remolones, se niegan a subir más allá
de los cero grados. Una capa de hielo cubre el rincón sur de la presa. Tiemblan
los ciclistas al bajar de los vehículos; ante ellos se extiende la colmatada
superficie del pantano, buena para la maleza y que solo sirve para corregir
pequeñas avenidas. Al norte, la Serrata de Guadalupe sirve de margen al
embalse, tras ella; el río Caramel y la rambla Mayor drenan los Llanos de
Abarca. A nuestros pies; el lecho de lo que será el río Luchena bajo las
escarpadas paredes del Estrecho, que se abre paso a trompicones entre cerros
que bordean los mil metros.
La
pista, de buen firme, se retuerce entre pinares bordeando el Abrigo de los
Gavilanes y del Mojado hasta la casa forestal y albergue de las Iglesias. A
Mateo le cuesta, hoy ha estrenado bicicleta y es la primera vez que no pisa
asfalto en 25 años. Mateo es un hombre valiente que hace unas semanas ha
cumplido los 79 años. Corajudo y orgulloso, no quiere que le esperen y pide que
continúen los demás, que le dejen a su aire; que se hará con la bicicleta, pero
solo. Los demás protestan, algunos sin mucho entusiasmo, otros con pesar, pero
todos respetan su decisión y siguen adelante.
Bajo
el cerro de la Sima, toman a la izquierda; suben hacia el collado de la Manila
bordeando las Piedras del Engarbo que alcanzan los 1.413 metros de altura. Las
bicicletas; se detienen. El barro las atenaza, las envuelve hasta el punto de
no distinguirse los platos, de no diferenciar lo que es cadena de roldanas. El
desviador perdido bajo un enorme bloque pegajoso que envuelve pedalier y
basculante. No queda más remedio que limpiar para continuar. Eso sí, unas han
quedado mas afectadas que otras, lo que provoca un animado debate. Unos
afirman, sin rubor, que es la habilidad del ciclista lo más importante. Otros
opinan que es el peso, lo que hace hundirse más profundamente a las ruedas en
el barro; alguno otro, más prudente, sugiere que es posible que el diseño de la
cubierta propicie que retenga más o menos cantidad de barro. Sin llegar a
ponerse de acuerdo y tras un concienzudo "desbarrado" continúan hasta
el collado.
El
relieve; espectacular. Las sierras del Gigante, Vélez Blanco y Maimón colman el
horizonte extendiéndose de este a oeste, que el sol ilumina a contra luz, como
mochas crestas de gallo. Son formas tabulares, llanas en sus cumbres, conocidas
como muelas; separadas por valles, algunos como el de La Hoya de Taibena, entre
ellos y Vélez Blanco, cuyo castillo blanquea nebuloso en la distancia. Según
gente instruida; estos valles, son depresiones provocadas por el hundimiento de
grandes cuevas, que el tiempo se encarga de rellenar, dando lugar a los
llamados poljes.
Bajan
por el camino de Gabar, ya sin barro, hacia la vereda real de la Loma del Águila.
El Cerro de Gabar recorta sus mil quinientos once metros sobre el firmamento
azul del oeste. Ya, casi abajo, después de pasar lo que queda de la casa
forestal de Pozo Trigueros, lo dejan por el camino de la Umbría que sale a su
derecha, en ángulo casi inverso. El camino sortea, uno tras otro, los barrancos
que drenan sierra Larga por el norte, hasta llegar al collado de la Sima. Bajan
hasta retomar el camino primero, para desandar lo andado y regresar al área
recreativa de Las Iglesias, donde
recuperan las unidades perdidas; Mateo, Vicente -que se volvió poco antes del
collado de Manila, lo que lo libro del barro- y Máximo, que también se libró.
Ya todos juntos regresan al pantano.
En
Zarcilla de Ramos harán la segunda parte de su recorrido, frente a una mesa
bien surtida; ensaladas y platos de embutido sirven para entretener la espera;
unos níscalos, también ayudan hasta que llega el plato principal; arroz y
conejo con serranas. Rico, rico, como diría algún famoso presentador de
televisión.
El
mundo es un pañuelo; dice el dicho popular. Se enteran entre bocado y bocado,
que el dueño del bar regentó otros locales en Murcia capital, entre ellos La
Bodeguilla, en la calle de las Mulas, lugar habitual de esparcimiento de Paco,
hermano de Mateo, y que incluso llego a ser su amigo.
El
pantano
La
acuciante falta de agua y su oportunidad ha sido desde siempre un problema en
el sureste español, en especial en las áridas tierras de Lorca. Con recursos
propios tan limitados, necesariamente se han buscado desde siempre aportaciones
foráneas; ya en 1550 los agricultores lorquinos solicitaron a los poderes públicos
aportaciones de la cuenca del Guadalquivir, en concreto de los ríos Guadal y
Castril. El recelo de los andaluces llevo a Carlos III a desestimar el proyecto
y a la construcción de dos presas; la de Puentes sobre el río Guadalentín y la
de Valdeinfierno sobre su afluente el Luchena. Comienzan las obras en 1785 en
el estrecho desfiladero que excava el río entre las sierras del Gigante y la
Culebrina, finalizando en 1806. Problemas con la maniobrabilidad de las
compuertas provoca su colmatación con las primeras avenidas. En 1850 esta
inservible, por lo que se recrece su presa en 15 metros, acabando las obras en
1897. Hoy se encuentra en situación similar, por lo que el Ministerio de Medio
Ambiente ha redactado un anteproyecto para la construcción de una nueva presa,
aguas arriba de la actual. Obra comprometida, al poner en peligro los numerosos
yacimientos arqueológicos de la zona.
Mariano
Vicente, diciembre de 2014.
Mariano eres espectacular una buena ruta es que me gusta como te lo montas tío bueno pues pasado Reyes nos haremos la que dijiste ok.
ResponderEliminarHe sido protagonista y me ha gustado mas al contarla tú
ResponderEliminarJa, Ja, Ja, es que solo he contado lo mejor...
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