En el siguiente enlace podemos ver un pequeño video del trayecto realizado
jueves, 29 de diciembre de 2011
Vía Verde del Campo de Cartagena - Video -
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sábado, 17 de diciembre de 2011
Totana: Senda del Agua y Mil Curvas
Vamos a iniciar nuestra ruta en la ciudad de Totana, pueblo
en el conviven en la actualidad unas treinta mil almas. Factiblemente fue la
Mave romana, pero su nombre es probable que provenga del célebre Monasterio de
Tutanesio. Pero el viajero tiene que afinar para saber si esta en Sevilla o en Triana.
Dos grandes barrios se reparten Totana: Triana, ubicado desde la Rambla de la
Santa hacia Murcia y Sevilla, desde la Rambla de la Santa hacia Lorca.
Nosotros saldremos de Sevilla, para irnos hacia Triana y
buscar la Senda del Agua. Trazado que puede ser recorrido a pie o en bicicleta
y considerado como Itinerario Ecoturístico de la Región de Murcia. Utiliza
viejos conocidos nuestros, como el camino del Canal del Taibilla, o el Canal
del Trasvase Tajo-Segura. Cerca de 80 Km. repartidos en cuatro tramos, desde
Totana hasta Casas Nuevas atravesando Sierra Espuña y dos ramales, el de Aledo
y el de Pliego-Mula.
Nosotros utilizaremos al comienzo de nuestra ruta gran parte
el tramo I, que une Totana y Alhama. El
camino recorre parte de la huerta, cruza la rambla de la Lomas y el acueducto
del Taibilla construido en 1953. Pasamos cerca de Las Cabezuelas, zona en la
cual se encuentran vestigios ibéricos. Continuamos por el canal del trasvase,
que abandonaremos por un pequeño puente que lo cruza, para internarnos en un
laberíntico sendero que en el argot popular se denomina de las Mil Curvas.
Nos internamos por este caótico sendero que parece no saber
muy bien qué dirección tomar, pero que poco a poco, gana altura por la margen
derecha del barranco del Azaraque hasta la antigua casa de Fuente Alta; continua
por el noroeste de Pico Moriana y gira al oeste hacia Fuente Alta.
Salimos a una pista que rodea por el sur la Cabazuela de los
Lobos; continuamos por la solana, recorriendo el camino del Campis hacia el Mortí.
Antes de llegar a la casa de los Molejones, abandonamos la pista, para bajar al
cauce de la rambla de la Santa, que seguiremos durante poco más de un
kilómetro. Continuamos por el sendero de la casa forestal del Mortí, la
rebasamos y nos dirigimos ya hacia el centro de Totana.
Habrán sido cuarenta y dos bonitos kilómetros de pistas y
senderos, de curvas y ramblas, de diversión y compañerismo, de hacer algo que
realmente nos gusta; andar en bicicleta.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Sierra de Ricote: Subida al alto de los Almeces (1.122 m.) por la rambla y barranco del Pozo.
Hace frío. Bajar del coche y tiritar ha sido algo
automático. Preparamos las bicicletas y entramos a tomar un “Belmonte” al bar
Carmen, lugar elegido para comenzar esta ruta de subida a los Almeces, esto nos
permitirá calentar un poco antes de comenzar la dura subida.
Emprendemos el pedaleo por la carretera en dirección a
Ricote, que abandonaremos por la pista que da acceso al repetidor de televisión
de los Almeces (7.2 Km.). Quinientos metros más adelante, nos sale un camino a
nuestra izquierda, pista dura, con porcentajes sostenidos del diecisiete por
ciento (17%) en más de dos tercios de su recorrido y, solo afloja un poco en su
último tercio, habrán sido siete kilómetros de dura subida que en su parte
final nos deparan unas magnificas vista del Valle de Ricote.
Desembocamos en una pista asfaltada, que tomaremos hacia
nuestra izquierda. Continuamos con las fuertes subidas hasta llegara a las
antenas de los repetidores de televisión en el alto de los Almeces, nos
encontramos a 1.122 metros de altura y llevamos 16 kilómetros de subida, nos
merecemos un descanso y reponernos con el estupendo paisaje de nuestro
alrededor.
Comenzamos la bajada por esta pista asfaltada en la que se
pueden alcanzar altas velocidades, está abierta al tráfico, por lo que debemos extremar
la precaución. Al alcanzar el collado de Linuesa, junto a un pequeño aljibe,
sale un bonito camino algo pedregoso que desciende hacia la Bermeja. En la
primera bifurcación, tomamos la de la izquierda, que en suave subida, nos lleva
a través de la vereda del Puerto del Caballo al collado del Moro, bajo el
Cabezo de los Machos.
Regresamos por la pista hasta el collado de Linuesa y tras rodear
el Risco del Gato (Km. 25,750) tomamos un bonito camino en bajada hacia nuestra
izquierda, es el sendero de la madera, construido para la repoblación forestal de
la sierra, recorre gran parte de la ladera norte de la Sierra de Ricote entre barrancos.
Sendero sin excesiva dificultad, salvo el respeto que nos producen los verticales
cortados, que nos llevara por Piedra Negra hasta la casa forestal de Cuesta Alta.
Desde aquí, solo nos quedan unos pocos cientos de metros hasta la carretera, y
por nuestra izquierda hasta el bar Carmen, donde tenemos los coches y procederemos
a la correspondiente rehidratación.
Habrán sido alrededor de 33 kilómetros, algunos de duras
subidas, otros de bonitos senderos y espectaculares paisajes, pero lo mejor como
siempre, la compañía y poder disfrutar de lo que nos gusta.
Mariano Vicente, diciembre de 2011.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Por el Campo y Sierra de Ricote
Vamos a comenzar nuestra andadura en el bar-restaurante Pio,
sito en el lugar de Las Ventanas, en pleno corazón del Valle de Ricote. Ruta en
la que combinaremos, algo de carretera, pistas y preciosos senderos.
Nos dirigimos en dirección a la ermita de San Sebastián por
el cortijo de los Castellanos y la Casa del Marqués, antiguas casas de labranza
todavía en uso. Una vez en la ermita, hacia el caserío de la Bermeja. Hasta
aquí todo es asfalto.
Tomamos la pista que sube al collado Bayona para abandonarla
cuando llevamos recorridos unos 7 kilómetros desde el punto de partida. Cogemos
aquí, por nuestra izquierda, un bonito camino que durante cuatro kilómetros de
subida, nos llevara por la umbría de la Sierra hasta las cercanías del collado
del Moro.
Comenzamos un vertiginoso descenso por una pista que recorre
parte de la solana de la Sierra de Ricote. Pasado el Cabezo del Espino (monte
aislado a nuestra derecha) y unos
doscientos metros antes de llegar al cruce de la casa forestal de la Solana (km
14,450), tomaremos un precioso sendero en subida por nuestra izquierda. Sendero
que tras numerosas revueltas a los pies de los Almeces, y rodeando por el sur
el Cabezo de los Machos, nos llevará otra vez al collado del Moro.
Desde el collado, tomaremos la pista forestal del Puerto del
Caballo hasta el collado Bayona, para girar a nuestra derecha por la ancha
pista que nos llevara, de nuevo, a la Bermeja y, desde aquí a nuestro destino;
Las Ventanas y el bar Pio.
Habrán sido alrededor de 33 kilómetros de pedaleo por este
singular valle. Nos espera un suculento arroz y conejo, pero eso es ya otra
historia.
Mariano Vicente, 3 de diciembre de 2011.
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sábado, 19 de noviembre de 2011
Alto Ebro noviembre 2011
La palabra Ebro; deriva del antiguo topónimo Iber, que da
también nombre a los pueblos íberos y por asociación a la península Ibérica. "Ibar"
en lengua vasca significa ribera o margen del río.
El corredor del Ebro ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales
como paso obligado entre la meseta y el levante de la península con las tierras
cantábricas.
Cántabros y autrigones; ejércitos romanos, árabes,
napoleónicos y carlistas; peregrinos, mercaderes, viajeros románticos y
turistas se han visto obligados a utilizar estos valles como estratégico paso
en su discurrir hacia el cantábrico o en su desplazamiento hacia la meseta o
las tierras riojanas.
El viajero también lo hará. Recorrerá estos utilizados
valles, por gusto, porque le apetece. Utilizará como casi siempre la bicicleta,
inseparable compañera de aventuras, que durante cuatro días le permitirá
recorrer las tierras del Alto Ebro. Valles horadados por el río, que recorrerá
despacio, sin prisas. Cuando tenga hambre comerá; cuando el lugar lo merezca,
se detendrá. Programara las pernoctaciones según los establecimientos
disponibles –ya no tiene edad el viajero para pasar la noche a la intemperie
como hico en otras ocasiones-. Sí puede hará una crónica, del lector espera su
benevolencia y él promete escribirla con la mejor voluntad y empeño.
El Ebro nace a los pies del Pico Tres Mares. Recién nacido
se abre paso impetuoso entre los amplios prados de Campoo de Suso, donde pasta
la Tudanca. Reinosa lo hará urbano, para escapar de nuevo, entre prados hasta
remansarse en el pantano. Lucha con enormes farallones calizos entre los que se
va abriendo paso, formando valles y desfiladeros que se suceden sin solución de
continuidad hasta llegar a la Rioja.
Este será nuestro escenario en los próximos días. Recorreremos
los valles de Valderredible, en Cantabria; Los de Manzanedo, Valdivieso y
Tobalina en Burgos. Veremos tierras de Palencia y Álava y acabaremos en la
población de Miranda –a las puertas de la Rioja-, que lleva de apellido, como
no podía ser de otra manera, del Ebro.
Día primero, de cómo va de Reinosa a Polientes.
Escarchea la mañana y el incipiente sol arranca destellos a
la nieve de los altos de Campoo. El viajero siente entumecidas las orejas y
decide cambiar el pañuelo que le cubre la cabeza bajo el casco, por un gorro
que le cubra las ternillas.
El Ebro, que aflora abundante tras las últimas lluvias,
corre juguetón entre los prados seguido una serpenteante hilera de chopos. Con caminar
poderoso recorrerá más de 900 kilómetros hasta rendir sus aguas en el
Mediterráneo, al otro lado de la Península.
El viajero desciende hacia Reinosa atravesando Campoo de
Suso y se detiene en Villacantid; quiere visitar el centro de interpretación
del románico alojado en la iglesia de Santa María la Mayor. Por desgracia desde
primeros de mes solo abre, sábados, domingos y festivos. Lo tendrá que dejar
para otra ocasión.
Ya en Reinosa desayuna donde Vejo, quesada y pantortilla –es
una especialidad repostera propia de Reinosa; de forma plana y elíptica, hecha
de hojaldre con una capa de azúcar caramelizada en su parte superior. Dicen los
maledicentes, que las de Vejo son las mejores-. Llena el bidón en la entrañable
fuente de la Aurora, al igual que hicieron miles de reinosanos antes que él.
Comienza su pedaleo buscando la margen izquierda del Ebro;
pocos metros después, se encuentra una cancela en uve que le obliga a coger la
bicicleta en alto, y pasa como puede, él y la bicicleta. En Bolmir se
entretiene en hacer unas fotos de la hermosa iglesia románica de San Cipriano.
La carretera sube culebreando entre verdes parados hasta Retortillo y el
viajero la sigue para encontrarse, casi sin darse cuenta, a los pies de
Juliobriga.
Entra en La Domus y recorre; atrium, culina, triclinium, cubiculum,
y tabernae, logradas escenografías de los modos de vida de los patricios
romanos. También visita el museo donde se exhiben los objetos más
representativos aparecidos en las excavaciones arqueológicas. Lo que más le ha
gustado ha sido un pequeño pendiente de oro, con un aspecto de lo más moderno.
Por ver; ve hasta el video y, cuando sale de allí, es medio día y apenas ha
recorrido unos pocos kilómetros.
Entre unas cosas y otras y, alguna sorpresa, llega el
viajero a Arroyo. Visita el pantano y junto a la presa hace el solemne juramento
de matar a su mecánico. Se explica:
Bajando de Retortillo el freno delantero comienza maullar
como un gato en celo, casi no frena, y el viajero se las ve y se las desea para
detener la bicicleta sin tener un percance. Observa con estupor el motivo: las
pastillas de freno no tienen ferodo. Y no lo entiende. Antes del viaje llevó a
revisar la bicicleta, cambió cadena y cables de cambio, mandó revisar las
pastillas y cambiarlas si era necesario. Al recoger la bicicleta consulta lo
realizado y pregunta por las pastillas. Perfectas –responde el mecánico-.
No será homicidio, será asesinato.
Desconoce el viajero como estará el camino entre Arroyo y Bustasur
y decide bajar por la carreta que sigue el cauce del río. Desde esta última
población usa una bonita pista que le lleva a Aldea de Ebro. Fotografía la
iglesia del siglo XIII y hasta sube a la espadaña, junto a la campana. Ya junto
al pilón, sopesa si tomar el GR o la variante, cuando le saluda un paisano:
-Buenas, ¿qué por el GR?
-Buenas, pues sí. Aquí estoy que no sé por cual decidirme.
-Yo de ti, iría por la carretera, por el GR y por la
variante hay tramos muy malos para la bicicleta.
-Bueno, -el viajero trata de saber los conocimientos
ciclistas de su interlocutor- estas bicis están preparadas para pasar casi por
cualquier sitio.
-No; si yo tengo una y he hecho este tramo del camino, pero
ya te digo que está muy mal, y menos con las alforjas. Mejor vete por la
carretera. Ahora tienes un poco de subida, pero lo demás es todo bajada hasta
Polientes. –Responde el paisano-
El viajero más tranquilo y confiado, reanuda su camino por
la carretera. Reacio a este tipo de de consejos, suele guiarse por sus propios
criterios, esta será de las pocas veces que hará caso a las sugerencias de los
vecinos, normalmente bien intencionados, pero que la mayoría de las veces no se
ajustan a las necesidades y peajes a las que obliga un viaje en bicicleta.
La carretera serpentea entre robles en su subida al páramo;
para bajar, monótona, hasta enlazar con la que viene del puerto del Pozazal.
Hasta Barcena de Ebro, no volverá a reencontrarse con el río.
El sol se deja ver entre las ralas nubes, pero no calienta. La
mañana ha sido soleada pero fría, a medio día el sol se ha tornado opaco, con
una luz gris y triste que incitaba a la melancolía. Ha vuelto a mejorar al
final de la tarde con una luz más natural y cálida.
El viajero; nostálgico, al llegar a Campo de Ebro decide
desviarse hasta Rebollar, pueblo de nacimiento de su fallecido suegro y que
queda a tiro de piedra. Lo visita y sigue por el GR, que se aleja del río,
entre arenas y pinos, para reencontrarse con él cerca de Polientes. El puente
que da acceso a la población, se encuentra un kilómetro aguas abajo del pueblo.
El camino:
Desde Fontibre a Reinosa, se sigue la carretera que
atraviesa Campoo de Suso. Hay un paseo peatonal, adyacente a la carretera, que
podemos utilizar sí está libre de peatones.
Desde Reinosa se sigue la margen izquierda por el GR. En
Bolmir el GR sube al altozano entre cancelas. Se puede continuar por la
carretera y unos cientos de metros después, por un cruce, nos sube a Juliobriga
y Retortillo. Desde aquí, el viajero, continúa junto a la iglesia buscando la
carretera de Arroyo. El GR, que busca lo mismo, va más al sur.
En Arroyo, el GR cruza la presa y se va a buscar Bustasur
por la margen izquierda. El viajero, desde Arroyo, continúa por la carreta de
la margen derecha que sigue el cauce del río hasta Bustasur. Desde aquí, tanto
el viajero como el GR, utilizan una agradable pista por la margen derecha hasta
Aldea de Ebro.
El GR sigue por la margen izquierda y parece que presenta
algunas dificultades. El viajero sigue la carreta de la margen derecha –más
larga y sosa, y que se aparta bastante del río- hasta Barcena de Ebro. Desde
aquí, el GR coincide en parte con la carretera y cuando no, utiliza caminos de
la margen del río. Desde Rebollar, el viajero sigue el GR por la margen derecha
hasta Polientes. La Carretera, desde Barcena, es de poco tráfico, aunque alguno
tiene. Sigue un trazado paralelo al río, más corto y cómodo que el GR, este, se
adapta más al terreno y tiene un firme más incomodo. El paisaje es el mismo
para los dos.
Día segundo, en el que llega a Pesquera de Ebro.
El día ha amanecido nuboso y solo deja penetrar una tímida
luz por la ventana. El viajero remolonea entre las sabanas, siente pereza y le
cuesta levantarse. Recoge, desayuna y se echa a la carretera. Son más de las
diez, menos mal que hoy tiene previstos hacer pocos kilómetros. Retoma el GR
donde lo dejo la tarde anterior, en el puente de la carretera que sube a
Rocamundo. Pedalea junto al río por un camino alfombrado con las hojas
multicolores de los rebollos. El camino es solitario y apartado; umbrío, casi
tenebroso. Reina el silencio, lugar adecuado para trentis y tentirujos de
orejas puntiagudas y boina ladeada.
Más tarde ya no se trata de seres fantásticos sino de la
cruda realidad. Algo acecha el paso del viajero, luego le sigue oculto entre la
maleza. Un estremecimiento le recorre la espina dorsal, desde la rabadilla al
cogote, la piel erizada como de gallina y sus cabellos como escarpias, pugnaban
por el elevar el casco sobre su cabeza. Sin dejar de pedalear, se vuelve una y
otra vez, hasta ver una sombra oscura que le contempla con ojos maliciosos. La
fortuna viene en su ayuda, el bosque se abre y un gran claro da paso a un
pueblo. El viajero mira atrás y no ve nada, suspira aliviado.
Pedalea nuestro ciclista meditabundo cuando llega hasta San
Martín de Elines. La contemplación de la colegiata lo relaja, aunque solo puede
verla por fuera. Se conforma, no tiene otro remedio.
Prosigue su andar por un camino
que pronto se transforma en senda, en algunos tramos comprometida al volar
sobre el río. Baja unas escaleras y cuando va a vadear un arroyuelo, descubre
un pequeño puente para cruzarlo.
El viajero, melancólico, recuerda con nostalgia los
recorridos, que hace años, hizo a pie por la zona, acompañando a su suegro, que
de joven vivió en las proximidades. Fausto, que así se llamaba, le contaba a la
luz de la hoguera, que de mozo atravesaban él y sus amigos de unos valles a
otros para acudir a las romerías, más que por devoción, para poder echar un
baile con las mozas de los pueblos aledaños.
Orbaneja, a la que llaman del castillo, pero no tiene. Mejor
podría llamarse de la cascada, que si tiene y es preciosa. Continúa el viajero
hasta Escalada por carretera, más que nada para descansar la cabeza por un rato
de la sensación oclusiva del sendero.
Retoma aquí, el GR que lo lleva hasta la
central eléctrica del Porvenir. El GR se dirige a Valdelateja cruzando el Ebro,
pero nosotros tomaremos un sendero del valle de Sedano (PR.C.BU-1), que
rodeando la central eléctrica por la izquierda, se dirige por este margen hacia
Pesquera. El sendero es estrecho y entretenido, en algunos tramos pasa tan
cerca del río, que solo lo sujetan las raíces de los arboles que crecen, justo,
entre él y el cauce.
Aparece Pesquera casi sin quererlo, sin hacer ruido,
ensimismada en sí misma, altiva y solitaria bajo la luz plomiza del atardecer.
Las nubes, han engordado durante el día. Sus vientres orondos, blanquecinos, se
han ido oscureciendo y se desgarran en girones contra los cortados calcáreos,
traen inquietantes augurios para el día siguiente. Poco después llueve. Es
media tarde y aun quedan muchas horas hasta mañana, sí deja de llover es
posible que los caminos se mantengan en buen estado.
El camino
El sendero se encuentra, en general, en buenas condiciones.
En esta época, con un mullido alfombrado de hojas secas. En algún tramo, la
senda es estrecha y presenta algunas complicaciones fácilmente superables. A
partir de la central eléctrica del Porvenir, aún es más estrecha y habrá que
estar atentos a la maleza. En algunos sitios, aparte de estrecha, se circula
prácticamente sobre el río, por lo que habrá que extremar la precaución.
Precisamente, después de pasar este tramo, hay una tablilla que dirige a una
senda entre la maleza, más al interior, especial para bicicletas. En Pesquera
hemos confirmado que efectivamente, el sendero evita esta zona con una
desviación por una cuota superior, en realidad es el utilizado desde siempre,
pues el de la margen del río puede estar inundado si el río baja alto.
Día tercero, en el que recorrerá los valles de Sedano y
Polientes.
El viajero ha madrugado; quería salir en cuanto hubiera luz,
no más tarde de las ocho. Para el desayuno, le había dejado preparado la dueña
del local, un termo de café con leche y unos dulces. No abrían hasta más tarde
y el viajero no quería esperar.
Comienza su pedaleo por una bonita carretera que a través de
las poblaciones de Colina, Quintanilla-Colina y Tubilleja le llevará hasta
Tudanca. Villanueva de Ramplay, por la que va el GR, queda al otro lado del
río. Comienza aquí un bello sendero que sigue el cauce del río hasta las mismas
puertas del desfiladero.
El sendero lo salva con un agreste y vertiginoso
zig-zag que se eleva hasta el páramo, para descender de nuevo hasta el río y
entrar en Cidad de Ebro. Hasta Manzanedillo va por una carreterilla de la
margen derecha que le da confianza. Cruza el río y sigue por otra más
importante, aunque de poco tráfico, hasta la presa de Río Seco.
Se pregunta el viajero el porqué de este nombre mientras
busca la subida al monasterio cisterciense de Santa María, según algunos, cuna
del castellano escrito.
Sube por un viejo camino de piedra hasta las puertas
del convento. Los amigos del monasterio hacen lo que pueden para conservarlo,
pero el viajero no puede dejar de sentir una fuerte sensación de desolación. El
otrora impresionante monasterio, orgullo del valle de Manzanedo, se encuentra
ahora, semiderruido e invadido por la maleza que lo estrangula con un abrazo
asfixiante y mortal. La doble arcada del atrio, vuela majestuosa e inútil,
devorada por vegetación y el abandono.
Después de Incinillas y por el desfiladero de los Hocinos,
abandona el viajero el valle de Manzanedo para entrar en el de Valdivieso. Este
bonito valle está cerrado por el norte, por los farallones de la sierra de la
Tesla y por el sur, por los páramos calcáreos de la Lora.
Atravesado el desfiladero y junto al puente de Valdenoceda;
a la que el viajero no entra, a pesar de su torre gótica de los Velasco, o su
iglesia románica de San Miguel, ni tampoco a Quintana de Valdivieso, ya que el
GR le lleva por la margen izquierda hasta Puente Arenas.
Hay hambre, es medio día y un bar abierto. Come el viajero
un huevo frito con patatas, transparentes eran las tres rodajas de lomo que
también le pusieron, y un plátano de postre, tan verde que para pelarlo tuvo
que utilizar las herramientas, y lo paga como menú completo. Cosas de la oferta
y la demanda.
Continúa su camino por la tranquila carretera, sin prisas,
disfrutando del paisaje. La cuota más alta de su trazado le permite contemplar
el valle en toda su amplitud. Una de las “carencias” del sendero es la de ir
junto al cauce, lo que implica desplazarse a través del bosque de galería que
impide, la mayoría de las veces, contemplar el resto del valle, y esto es aplicable
a gran parte del recorrido.
En un cómodo pedalear, va dejando a tras las poblaciones de
Quecedo, capital de la Merindad de Valdivieso; Arroyo; Valhermosa y su torre de
los Saravía; la Hoz de Valdivieso. El GR se eleva hacia Tartalés, el de los Montes
y por Tartalés, el de Cilla, baja a Traspaderne.
El viajero, poco veleidoso,
para altura ya tiene suficiente con la que lleva, desciende hacia el embalse de
Cereceda y el pueblo del mismo nombre. Claro que esto lo ha podido hacer porque
no le acompaña su amigo Juan Bautista; de venir, le hubiera obligado a seguir
el GR en todo su recorrido. Sigue la carretera y se interna en el desfiladero
de la Horadada: profunda y angosta garganta abierta por el Ebro, donde el río y
la nacional discurren a la par.
A la salida del desfiladero, en la confluencia con el Nela,
se encuentra Trespaderne, secular cruce de caminos y final de la etapa de hoy
para el viajero.
El camino.
Del sendero poco puede hablar el viajero; solo lo ha
utilizado desde el puente de Valdenoceda, en el desfiladero de los Hocinos, que
tras una pedregosa subida, desciende suavemente hasta Puente Arenas. Desde aquí
ha seguido la carretera hasta Trespaderne. Posiblemente sea buena idea subir a
Tartalés de los Montes y bajar a Trespaderne por Tartalés de Cilla.
Día cuarto y último del viaje, en el que llega a Miranda de
Ebro.
Vuelve el viajero sobre sus pasos del día anterior hasta la
entrada al desfiladero de la Horadada y por el puente de Valdecastro cruza el
Ebro en dirección a Frías.
Una solitaria y tranquila carretera recorre la margen
derecha del embalse de Cillapérlata. Bulliciosas bandadas de patos alzan el
vuelo a su paso. Abandona la carretera por una pista, que sale por su derecha,
antes de llegar a la población y pedalea hasta Quintanaseca, primero y hasta
Frías, después.
El sol juega al escondite con unas nubes feas, negras y
deshilachadas, que proporcionan sensaciones de desazón en el viajero y
envuelven el paisaje con una luz opaca y deslucida.
Frías; aparece encaramada sobre una atalaya rocosa,
recortando contra el sombrío cielo, su medieval castillo y la sólida iglesia de
San Vicente.
Ciudad desde 1431 –titulo que le otorgó Juan II-, se tiene
conocimiento de su existencia desde los tiempos de la repoblación, allá por el
año 867. Perteneció a Navarra y a Castilla, terminando como ducado de Frías en
manos del Señor Fernández de Velasco, a la sazón conde de Haro.
El Castillo de
los Velasco y la iglesia de San Vicente presiden esta ciudad de estrechas y
empinadas calles. Las viviendas se apiñan, sujetándose unas a otras, en la
parte de levante de este cortado rocoso. Muchas, mantienen un entramado de
madera de claro origen medieval. Están construidas, casi colgadas de la roca,
con piedra de Toba y una solana que remata el piso superior. Algunas cuentan
con bodega excavada en la roca, donde se guardaba antaño el popular chacolí,
producido en numerosas poblaciones ribereñas del Ebro, desde Reinosa a Miranda
y en permanente conflicto con los vascos por esta denominación (Txacoli).
Punto de paso obligado para vadear el Ebro en la comunicación
entre la Meseta con las tierras cántabras, en época medieval se construyo un
puente –posiblemente sobre otro anterior romano- al que en el s. XVI se le
añadió una torre para cobrar el portazgo.
El viajero decide acercarse hasta Tobera y ver su cascada,
pues según una vecina de Frías, es cosa conocida en el mundo entero, y raro el
visitante de Frías, que no se acerca para ver la cascada y la ermita, que
también tiene mucho mérito. Sube hasta el pueblo y ve las cascadas que saltan
ente las calles. La que no ve es la de la hendedura, ni sube a la ermita.
Continúa su pedalear por este territorio que ha modelado el
Ebro entre las hoces de la Horadada y Sobrón. Tramo, en el que el río baja
indolente y majestuoso formando grandes meandros. La carretera es tranquila;
tanto, que el viajero, ensimismado, se lleva un buen susto cuando una pareja de
cormoranes ha alzado el vuelo batiendo ruidosamente sus alas contra la
superficie espejada del agua. Algunos huertos, primorosamente cultivados,
salpican las riveras en las cercanías de las poblaciones. Hacia el sur, a los
pies de las moles calizas, los tractores roturan la tierra preparando la
próxima cosecha.
Tras un recodo aparece Garoña y su centran nuclear, achacosa
pero aun en servicio. En Tobalinilla, cruza de nuevo el viajero el Ebro para
recorrer el pantano de Sobrón, ya en el País Vasco. Las hoces de Sobrón, forman
un paisaje de gran personalidad y belleza. Encuadrado en el espacio natural de
los Montes Obareneses; el Ebro, labra un largo y profundo cañón de exuberantes
masas boscosas, que entre otros, alberga una importante colonia de aves
rapaces.
Hasta Puentelarra anda por las tierras de Álava y, por los
fronterizos Guinicio, Montañana y Suzana, llegara a Miranda. Surgida para
defender un estratégico vado sobre el río. En tiempos altomedievales, se
construye un fuerte en el cerro de la Picota. Fueros y privilegios fueron dando
relevancia a la ciudad, siendo en el s. XX un importante nudo ferroviario.
Este es, por el momento, el fin de su andadura por el Ebro y
no descarta la posibilidad de continuar el recorrido hasta su desembocadura.
El camino.
El viajero no recuerda muy bien por donde andaba el trazado
del GR, pero a él no le fue mal por la carretera de la margen derecha, hasta
hizo un tramo por un camino rural que va junto al río. Para los amantes de las
aves, Santa María de Garoña es un magnifico observatorio.
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domingo, 23 de octubre de 2011
Apatía versus Miravete
Apático. Sí, creo que esa es la palabra adecuada para
describir el estado de ánimo en el que me encuentro desde hace ya algunos
meses. Los Pedales de León, en junio, fueron mis últimas salidas con
fundamento. Desde entonces no tengo casi ganas de salir y aun menos de
esforzarme, salgo en la bici como podría hacer cualquier otra cosa, sin
ilusión, sin entusiasmo. Supongo que será algo pasajero, que recuperaré la
iniciativa y pronto estaré pensando en esta o aquella ruta, la que recorre ese
paraje poco conocido, o aquel otro emblemático.
Hoy hemos salido, sin saber muy bien dónde ir, pasadas las
diez de la mañana y sin muchas ganas de sufrir. Venía Matías junior, el
muchacho lleva un año sin tocar la bici, solo ha salido esta última semana que
ha estado de vacaciones, por lo que estábamos pensando en algo suave como la
mota del río hasta Orihuela.
De pronto he pensado, qué porqué no lo contrario. Porqué no
una subida, relativamente larga, con rampas asumibles, que tomadas con calma son
fácilmente superables. Sí, subiremos al Miravete. A demás, ni Matías ni su hijo
la conocen, lo que le prestara un mayor interés.
Cruzamos así la Vereda Real de Torreaguera y comenzamos a
dirigirnos al desfiladero del Garruchal, la idea es rodear la sierra de
Canisola, subiendo por el camino de los González. Ponemos el molinillo y vamos
rodeando por el Norte los Mamellones.
Superamos el collado y nos dejamos caer hasta la casa que ha
dado nombre al camino. Me despisto, equivoco el camino y entre limoneros llegamos
a lo alto de un cabezo. Aquí termina el camino, no sé qué hacer, volvemos sobre
nuestros pasos o nos arriesgamos campo a través buscando el buen camino. Cabezo
abajo, entre espartos y romeros, con la bicicleta al hombro hasta recuperar el
camino correcto.
Buscamos el collado de las Amoladeras. Siempre que paso por
aquí siento un cierto temor, quizá irracional, hacia un criadero de perros que
ocupa la ladera. Siempre me hago la misma pregunta. ¿Si se escapan en jauría,
que puede pasar? Supongo que ni los huesos, tan solo las partes duras del
cuadro serán reconocibles. Mejor no pensarlo.
Llaneamos hasta el pie de la cruz del Miravete. Nos
esforzamos en un pequeño trecho, pedregoso y roto hasta una pequeña senda que
pronto deja de ser ciclable. Un pequeño esfuerzo más con la bicicleta al hombro
y estamos a los pies de la cruz, blanca y metálica del Miravete. Las vistas son
magnificas, tenemos a nuestros pies gran parte del valle del segura, su huerta
y también la máxima concentración urbana de la Región.
Brillantes envoltorios de barritas energéticas, rellenan los
huecos entre las piedras. Tradicionalmente se ha asociado a senderistas y ciclistas
deportivos, una imagen ecológica y de sostenibilidad del medio ambiente.
Empiezo a dudarlo. No nos engañemos, cualquiera que tire un desperdicio en el
monte es un cerdo. No merece otro calificativo, venga andando o en bicicleta.
El dejar aquí sus desperdicios denota su total falta de conciencia ecológica y
su falta de respeto sobre el medioambiente y a los demás usuarios del entorno.
Seamos beligerantes, llamemos la atención a esos “compañeros” que no respetan las
mínimas normas de urbanidad, con el tiempo todos saldremos beneficiados. Esto también
es válido para los “carreteros”, que hay que ver como dejamos las cunetas.
Solo nos resta ya buscar la bajada hacia el valle. Nos
dirigimos hacia el Este; para, tras dejar a nuestra derecha las Majadas, y a la
altura de los Eslabones, dejarnos caer hacia la izquierda, primero hacia Los
Ramos y después hacia Torreaguera, donde repondremos los líquidos perdidos y,
porque negarlo, también algo más.
Mariano Vicente, 22/10/2011
sábado, 15 de octubre de 2011
Murcia se ha convertido en la ciudad española de la bicicleta
Desde hoy (14-10-2011) Murcia lidera a las ciudades
españolas en pro de la bicicleta, presidirá la Red de Ciudades para la
Bicicleta, sustituyendo a San Sebastián durante los próximos cuatro años. Esta
organización, que nació el 13 de marzo de 2009, representa a más de 150
ciudades y organismos españoles con el objetivo prioritario de promocionar la
bicicleta y todo ello en una sociedad en que los problemas de movilidad son una
asignatura pendiente. Aun falta mucho para convertir las ciudades españolas en
entornos más viables y sensatos.
Murcia ha trabajado en los últimos años para incorporar la
bicicleta a la movilidad urbana, con cambios significativos. Sabemos que hay
problemas por resolver, especialmente legales, de normativa, de compatibilidad…
pero sobre todo de mentalidad. Pero una cosa tenemos clara: Sí queremos,
podemos.
Estoy seguro; que esta presidencia, que convierte a Murcia
en referente nacional de la bicicleta urbana, será un aliciente para
intensificar las políticas de uso de la bicicleta como medio de transporte
urbano para una movilidad alternativa y sostenible. Murcia no puede
desaprovechar esta oportunidad.
Sabemos que no será fácil. Hay que adecuar las
infraestructuras viarias, incrementar la seguridad de uso. Acercar; con políticas
adecuadas, la bicicleta al ciudadano medio que le haga desistir de utilizar el
vehículo privado. Es una labor ingente, pero todo tiene un comienzo y lo bueno
es que aquí ya hemos comenzado.
Caminante… se hace camino al andar.
sábado, 8 de octubre de 2011
Parques Naturales del Hondo y Salinas de Santa Pola
Parques Naturales del El Hondo (Parc Natural del Fondo en valenciano) y de las Salinas de Santa Pola
El Sol arranca destellos plateados de la laguna, desde nuestra atalaya móvil; el cercanías que nos acerca a la estación de Crevillente, podemos ver a la incipiente luz del amanecer toda la hondonada que formaba la antigua albufera de Elche. Este será hoy nuestro destino.
Donada por el rey al duque de Arcos, en el siglo XVII formaba una enorme albufera que las lluvias y el Vinalopó inundaban periódicamente y que el duque dedicaba a la explotación cinegética y piscícola. En 1845, Madoz constata la reducción de la laguna, separándose en dos zonas por un terreno seco, llegando a desecarse casi completamente en el s. XVIII por la propia colmatación natural y por los drenajes a que la sometió el cardenal Belluga.
Con una extensión, que abarcaba las actuales poblaciones de San Felipe Neri, Dolores, Catral y San Isidro de Albatera por el Oeste, la línea de costa por el Sur, las estribaciones del cabo de Santa Pola por el Este y las sierras de Crevillente y Elche por el Norte, hoy solo quedan dos zonas inundadas y las dos artificiales. Una; los embalses de la Comunidad de Riegos de Levante, que forman la base del Parque Natural del Hondo y la otra, las explotaciones salineras de Santa Pola.
Parque Natural del El Hondo
Las aguas, proceden de la desembocadura del río Segura y son elevadas desde el Molino de San Antonio para abastecer a los regantes de la Comunidad de Riegos de Levante. Se construyeron estos embalses en la zona más profunda de la antigua laguna, están separados por el canal y tienen una extensión de 450 hectáreas el de levante y 650 el de poniente, con una capacidad de 5 y 11 millones de metros cúbicos respectivamente, regando una superficie cercana a la 40.000 hectáreas entre San Juan y Orihuela. Están rodeados por otras lagunas de menor entidad y abundantes saladares.
El Parque ocupa una extensión de 2.387 hectáreas de alto interés medioambiental, los embalses, aunque de agua dulce, poseen un alto grado de eutrofia, motivo de la escasa vegetación sumergida. En las motas y aguas poco profundas el carrizo monopoliza, junto a algunos juncos, el terreno. Las lagunas periféricas, de poca profundidad y aguas salobres, favorecen las formaciones de saladar como la suaeda, típica de la zona y de gran interés por su carácter endémico del sudeste peninsular.
–Nos encontramos con un paisano caña en ristre, a la captura de la anguila, ¿y si sale un mújol o una carpa? La devuelvo al canal, a mí solo me gusta la anguila.-
Especies como el mújol y la anguila abundan en el parque, pero su especie más importante es el fartet (Aphanius iberus), un ciprinodóntido endémico del mediterráneo español.
La avifauna es la mayor riqueza del parque, con una diversa y abundante cantidad de aves, pero su estrella es la cerceta pardilla, que tiene en el Hondo su principal punto de cría de toda la península. Esta acompañada por la malvasía cabeciblanca con una de las mayores poblaciones a nivel mundial.
Durante la época de nidificación podemos encontrar una importante colonia de diversas especies de garzas, entre las que destaca por su escasez la imperial (Ardea purpurea). Abundan las anatidas entre las que destacan, el pato colorao y el porrón común, acompañados la mayoría de las ocasiones por el tarro blanco.
En aguas poco profundas, encontramos limícolas como la avoceta, la cigüeñuela y la canastera. En el parque reside una importante colonia de flamencos.
Descripción del recorrido
El Sol asciende suavemente sobre los campos de labor, iluminando la carretera que nos conduce desde la estación de ferrocarril de Crevillente hasta el centro de interpretación del Fondo. Suave pedaleo, casi sin tráfico. Un agricultor se afana por extraer algo de la tierra. Hacia el Sur, se extiende el saladar, desde la bicicleta no se ven las lagunas, pero se intuyen cerca. Sobre el azarbe de Elche, vemos los primeros carteles del centro de interpretación, los seguimos. Al encontrarnos con el azarbe de la Rambla, seguimos por él, casi sin darnos cuenta llegamos al centro de interpretación. Los empleados nos tienden con cordialidad, responden pacientes a nuestras preguntas y nos recomiendan los mejores itinerarios.
Rodamos, hipnotizados por las estrías que forman las juntas de las tablas, sobre una pasarela de madera. Empezamos a ver algunas aves limícolas. Pronto llegamos a los observatorios, aquí nos quedamos un rato observando las aves, la próxima vez vendremos con unos prismáticos más grandes, tiene que ser muy entretenido.
Continuamos por el azarbe del Riacho, vemos un grupo de flamencos. Bordeamos el embalse de poniente y la laguna del Hondo. Cruzamos el canal de riego de Levante que separa los dos embalses, continuamos bordando el de levante por el azarbe del Dalt. Una garza se recorta majestuosa contra el cielo azul.
Pasamos la elevación del Progreso y continuamos por el mismo azarbe que no tendremos más remedio que abandonar, una enorme puerta de acero y madera nos impide el paso –una pena nos hubiera llevado al interior del Parque Natural de las Salinas Santa Pola, a menos de 2 kilómetros-, continuamos por un GR, el 232 que recorre el término municipal de Santa Pola.
El GR se enmaraña bastante y lo dejamos buscando un mejor camino. Lo encontramos, pasa junto a unas casas llamadas de Irles y volvemos a encontrarnos con el GR que ya no dejaremos hasta llegar a Santa Pola. Bordeamos las estepas salinas y los saladares que rodean el Parque hasta la misma población.
Estamos en Playa Lisa, tras dar un paseo –gran numero de bañistas disfrutaban de este postrero sol de otoño-, decidimos comer, ya visitaríamos a la tarde las montañas de sal y el museo de la sal. Lo primero lo conseguimos, lo segundo no. A pesar de los carteles en que se leía que la hora de apertura era a las 16.00 h., ya pasaba media hora y aquello seguía cerrado.
Decidimos continuar por el carril-bici de la CV-865 que nos llevaría en línea recta hasta la población de Elche y al cercanías que nos retornaría a casa.
Parque Natural de las Salinas de Santa Pola
De historia compartida con el del Hondo, será a finales del s. XIX y principios del XX cuando se produce la gran trasformación de este espacio natural a consecuencia de la instalación de las explotaciones salineras. Las salinas comenzaron a funcionar en 1890 en el Pinet y posteriormente en el Braç del Port.
El parque tiene una extensión de 2.470 hectáreas, en su mayor parte ocupado por las propias balsas salineras, que le confieren un especial atractivo debido a su vistosa coloración rosada, de mayor o menor intensidad según su concentración salina.
Las salinas mediterráneas suscitan un gran interés biológico, debido a que el agua de mar no se detiene durante el invierno. Las balsas permanecen inundadas durante todo el año, por lo que el ecosistema se mantiene, las aves se alimentan de peces e invertebrados que penetran en las salinas y estas se benefician de la riqueza mineral aportada por los excrementos de las aves.
El Parque está formado por diversos ecosistemas bien diferenciados que interactúan entre sí. El litoral, con su cordón arenoso formado por tres tipos de dunas: las fijas, con vegetación de repoblación, especialmente de pinos y eucaliptos plantados a principios del s. XX. Las semifijas, donde la vegetación es escasa, predominando las especies adaptadas a la arena. Y por último las móviles, más escasas y sin vegetación, que son desplazadas por el viento. Las balsas salineras forman su propio ecosistema, al igual que los cinturones de saladar que las rodean, con especies de sosas especialmente adaptadas a la alta salinidad del suelo. Finalizando con las estepas salinas que rodean a su vez a los saladares, con endemismos propios como la saladilla de Santa Pola.
En relación a las aves del parque, podemos decir que es una importante zona de nidificación, en especial para la avoceta, la cigüeñuela, el charran, el chorlitejo, el tarro blanco y la cerceta pardilla, esta última en peligro de extinción. Las anatidas son abundantes, al igual que el flamenco, de los que llegan a concentrarse más de 8.000 individuos. Tampoco son difíciles de ver aves ligadas a ecosistemas húmedos, como el aguilucho lagunero.
Mariano Vicente. Murcia, octubre de 2011
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