El sol rompe el horizonte, contundente y molesto, a ras de suelo, casi no veo la carretera, voy en dirección a la costa alicantina, concretamente a la zona de Torrevieja para realizar una ruta con mi vieja Conor, una bicicleta hibrida a la que hoy pomposamente llaman de gravel.
En menos de una hora estamos en lo que hoy es el Parque Natural de las Lagunas de la Mata y Torrevieja situado en la comarca de la Vega Baja alicantina. Ocupa parte de los términos municipales de Torrevieja, Guardamar del Segura, Los Montesinos y Rojales, formado por dos lagunas separadas por el anticlinal del Chaparral y unidas por un acequión y dos canales que las comunican con el mar. Su uso tiene dos vertientes diferenciadas, por un lado, como explotación salinera, por otro como área de nidificación e invernación de aves, principalmente flamencos a los que acompañan diversas variedades de patos, el zampullín cuellinegro, la cigüeñuela o el tarro blanco. Junto con los vecinos parques naturales de El Hondo y las Salinas de Santa Pola, forman un triángulo de humedales de crucial importancia para el desarrollo de los ciclos biológicos de numerosas especies que lo utilizan en sus migraciones, nidificación o invernada.
Las lagunas de La Mata y Torrevieja ya se explotaban en 1321 cuando la Corona cede la segunda a la ciudad de Orihuela. La primera también pasará a sus manos en 1364 tras ser confiscada a Guardamar. Finalizando el siglo, la Corona concede su explotación para la pesca construyéndose unas acequias para comunicarlas con el mar, proyecto que fracasó por la excesiva salinidad de las lagunas. En 1759, se declaró la reversión de la propiedad de la laguna de Torrevieja al Estado bajo la dirección del Administrador de las Reales Salinas de La Mata. Desde el siglo XV estas lagunas han sido uno de los principales centros salineros del Mediterráneo. Fue declarado parque natural en 1988 por la Generalidad Valenciana, aunque la declaración definitiva se produjo el 10 de diciembre de 1996.
.
Aparcamos en la misma puerta del Mesón-Arrocería Las Jarras donde tenemos la intención de comer un buen arroz, que al fin y al cabo es especialidad de la zona, como aún está cerrado, buscamos un local para tomar un café y lo conseguimos en una calle adyacente. Mi intención era hacer la foto de rigor y comenzar la ruta junto a la Torre de la Mata, hoy una edificación venida a menos, pero que en su origen no solo fue sólo un puesto de vigía, sino que podría haber tenido funciones defensivas. Su principal objetivo era la vigilancia y seguridad de la Era de la Sal de La Mata y del muelle de embarque.
Entre unas cosas y otras son más de las diez, un poco tarde para ir hasta la torre, por lo que empezamos a pedalear buscando un paso bajo la carretera que une Guardamar con Torrevieja que nos acerque hasta la laguna. Ya en la orilla la contemplamos en todo su esplendor y continuamos rodeándola por un camino de arena que dificulta el pedaleo. Cruzamos el acequión que la comunica con el mar y entramos en una caseta para la observación de aves -hide-, no logramos ver gran cosa, las pocas que había remoloneaban en el centro de la laguna.
Continuamos nuestro pedalear en dirección al Moncaio o Moncayo, queremos alcanzar el vértice geodésico de Guardamar situado a 107 metros de altura, nos puede parecer poco, pero he de recordaros que estamos al nivel del mar. Abandonamos la laguna por caminos que nos llevan entre cultivos hasta alcanzar las estribaciones del cerro, el camino desaparece sustituido por un sendero que se difumina entre el matorral. Poco a poco empeora y se vuelve más pedregoso hasta alcanzar un otero que nos proporciona unas espectaculares vistas del litoral, estamos a unos 80 metros sobre el nivel del mar, lo que nos permite ver una extensa franja que abarca desde los acantilados de Santa Pola por el norte, hasta Cabo de Palos por el sur.
A estas alturas del recorrido ya nos faltan dos compañeros, Matías y Tomás, se han quedado más abajo y ya no los volveremos a ver hasta un par de horas después. Miguel y Pedro se niegan a continuar, les pido que me esperen, quiero llegar al vértice geodésico, esto me va a obligar a desandar el camino para reunirme con ellos en lugar de bajar por el otro lado que era lo previsto. El sendero empeora ostensiblemente, piedras y escalones ponen a prueba los neumáticos de 38 de mi vieja Connor de acero, en algún que otro punto me tengo que bajar, pero logro llegar al mojón de granito que marca el vértice geodésico, ¡lo he conseguido!
Bajar también tiene su “miga” mis estrechas ruedas tienen que darlo todo para conseguirlo, pero llego sano y salvo hasta reunirme con mis amigos al pie de un barranco que desciende vertiginoso hacia la playa. Me dicen que han llamado Tomás y Matías que nos esperan abajo. Miro y conociéndolos dudo mucho que se hayan atrevido a bajar por ahí, ni siquiera andando. Expreso mis dudas a Miguel y Pedro, pero me aseguran que es así. Nos metemos en el barranco y a los pocos metros tenemos que desmontar, las escorrentías y la pendiente lo hacen impracticable.
Una vez abajo, ni rastro de los compañeros. Todo ha sido un error de interpretación. Nos llamamos y decidimos vernos al otro lado del cerro del Moncaio, cerca de la antena radionaval conocida como la Torre de los Americanos. Tiene 365 metros de altura y según el Ministerio de Defensa su función principal es la comunicación con los submarinos. Unos senderos nos orientan hacia el lugar, pero Pedro, poco acostumbrado a la bici de montaña lo está pasando mal, por lo que descendemos un poco y buscamos un mejor camino, lo encontramos y aunque damos un gran rodeo, todo es más fácil.
Por fin nos reunimos todos en la carretera de los Montesinos, y ahora sí, retomamos la ruta prevista desde un principio que rodea la laguna por el norte y el oeste hasta llegar a un carril bici. La idea era continuar hacia Torrevieja por el trazado del antiguo ferrocarril salinero que unía Albatera, en la línea Murcia a Alicante, con Torrevieja. Pero es cerca del medio día y no queremos llegar tarde para comer, por lo que desechamos el plan y nos dirigimos directamente hacia La Mata. Volvemos a circular por caminos de arena junto a la laguna entre una vegetación típica mediterránea como el coscojar, el pino carrasco, el tomillo, el albardín y una pinada de repoblación de pino piñonero, pino carrasco y eucaliptos.
Nos vamos a marchar sin ver una de las especies más apreciadas del parque que es el flamenco común, que congrega cerca de 2000 ejemplares durante la época de cría. También es importante la presencia del zampullín cuellinegro, con unos 3000 ejemplares. Del resto también son de destacar la cigüeñuela, el tarro blanco, el aguilucho cenizo, la avoceta común, el chorlitejo patinegro, el charrán común, el charrancito y el alcaraván. Casi al final del recorrido me fijo en algo que me había pasado totalmente desapercibido; una extraña plantación de viñedos y recordé lo leído en algún sitio, que aquí se daban algunas de las cepas más antiguas del Mediterráneo, la Moscatel de Alejandría y la Merseguera.
Tras unas cervezas, sentados a la mesa, disfrutamos alrededor de una somera paella de arroz a banda, de buen sabor, pero para mi parecer, de precio excesivo. Sin más que contar por el momento me despido de vosotros hasta la próxima ruta.
Murcia, 14 de mayo de 2024
Muy interesante y muy chula la música.👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarCosas de la AI :)
EliminarA través de tus palabras y videos que rincones más exquisitos para disfrutar. Gracias Mariano!!
ResponderEliminarDe nada, a mandar...
EliminarDe tu amigo Arusa
ResponderEliminarGracias Ángel
Eliminar