Hoy hemos querido hacer un camino por el que hacía tiempo
que no pasábamos, los Serranos.
El camino nos esperaba húmedo por las últimas
lluvias pero sin barro, lo que no había cambiado son sus fuertes rampas que se
encadenan unas tras otras con algunas bajadas intercaladas.
Comenzamos la subida, yo con el molinillo puesto desde el
primer momento, apenas logro avanzar camino arriba, mientras grupos de fieras
me adelantan de forma inmisericorde. Al llegar a la casa del Turvinto; se forma
en mi mente la representación de una vieja postal. Recuerdo junto a la casa el
horno moruno resquebrajado por el paso del tiempo y el abandono, un viejo
aljibe contiguo a una pequeña balsa que recogía el agua de las magras escorrentías
de las murallas de Kin-Kong. Hoy una casa nueva de sintético tejado sustituye a
la vieja construcción, el horno y el pozo sustituido por una anodina balsa.
Viejos recuerdos de lo que fue y ya no es.
Llegados a los Puros; subimos a la senda Bonita, circulamos
en fila india junto al acantilado cuando el corazón se paraliza. Bicicleta
volteando por el aire, un cuerpo rodando por la senda, la bici que desaparece
tras el borde del barranco, y todo esto en la zona más vertical y peligrosa de
la hondonada.
Carlos esta tendido boca abajo en plena senda ¿Qué te ha pasado?
– Nada, parece que me
he “atrancao” en esa piedra.
Afortunadamente la cosa no ha ido a más y hasta la bicicleta
que se iba barranco abajo se ha enganchado en unas matas y la hemos pedido
recuperar con facilidad.
Continuamos sin más incidentes hasta desembocar en
desfiladero del Garruchal, donde decidimos cambiar la tierra por asfalto e
hidratarnos convenientemente en nuestro usual local de Torreaguera.
Mariano Vicente, octubre 2012
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