
Al principio no le hice caso y seguí a lo mío, pero me
volvió a llamar y me pregunto a bocajarro: ¿te vienes? Yo, algo confuso,
respondí con una retahíla de preguntas; pero tú crees que eso está a nuestro
alcance, tienes las altimetrías, quien vamos y como y a todo esto sin saber el
día y si trabajaba o no. El azar hizo el resto, ese sábado de final de octubre
tenía libre y podía ir, pero ¿como de duro era aquello?
Comprobé las altimetrías en la web: www.altimetrias.net y dan un índice hasta
la Tetica de Bacares de 310 y nosotros lo máximo a lo que estamos acostumbrados
es al Collado Bermejo con un índice de 268. Aquello estaba fuera de mis
posibilidades, con 105 kilos de peso y un desarrollo de 34x27 no iba a ser
suficiente, pero como el ser humano no es consciente de sus limitaciones dije
que si, ahora solo tenía que resolver el cómo.
Pensé en un primer momento en la bici de montaña, mi querida
Russ, con sus desarrollos podía asumir la subida con garantías, pero no me
parecía “ético”, los demás utilizarían bicicletas de carretera, entonces tuve una
idea, se la pediría a mi amigo Antonio Máximo, él la tiene con tres platos y
eso me daba alguna oportunidad. Lo primero era convencerlo para que me la prestara,
tras un tira y afloja, lo conseguí, ya solo quedaba adaptarla a mis medidas, lo
que solo me llevo unos minutos.
Son las cinco de la tarde del viernes veintiséis de octubre
cuando pasan a recogerme, hacemos Murcia-Tabernas de un tirón y tras alojarnos
salimos a conocer el pueblo y cenar. Poco adaptados a la costumbre andaluza del
tapeo comenzamos con unas cañas y unas tapas, unas tapas y unas cañas, así
hasta perder la cuenta y aun teníamos que cenar. Por fin nos decidimos por un
local para comenzar de nuevo el proceso, un tubo y riñones, otro tubo y carne
en salsa, otro más y cazón en adobo, y otro con potaje y otro y otro y otro…mejor
nos vamos a la cama.
Son las ocho del sábado y estamos desayunando, sobre las
nueve y media empezamos a pedalear, la temperatura es agradable y el primer sol
de la mañana ilumina con timidez los Filabres. Velefique, blanco de cal, se
destaca a media altura entre el gris de las pizarras. Según nos aproximamos
destacan sus casas encaladas, de estilo bereber, construidas unas sobre otras.
Geranios y balcones de forja sombrean las blancas fachadas, mercado en la
plaza, granadas, sandias, pimientos, señorean los puestos, regreso a la carretera,
no veo a nadie.
Comienzo a subir, poco después me encuentro “clavado”, he
puesto todo lo que llevo, treinta delante y veintiocho detrás y apenas avanzo.
Me acerco a una curva, progreso con dificultad, otra curva, veo a lo lejos a
los compañeros, los pierdo, los vuelvo a ver, no los alcanzo, sufro, sufro
mucho hasta alcanzar a Pepe, lo paso. Matías esta delante, lo sigo, el sudor
resbala sobre los cristales de las gafas, me las quito, lo alcanzo, transcurre
una eternidad hasta que lo paso, más tarde miro hacia tras y ya no lo veo.
Más arriba entre curva y curva veo a Paco, de Marisa y
Felipe ni rastro. Sigo sufriendo, creo que no podre seguir, me duelen las
piernas, las rodillas, la pendiente se mantiene constante sobre el nueve, diez,
once por ciento, en algunos puntos mayor aun, apenas logro avanzar, soledad, momentos de flaqueza en los que pienso darme
la vuelta, pero no puedo, he venido para esto –para que, para sufrir me dice una vocecilla
interior, con la edad se te están secando las neuronas-, no le hago caso me
concentro y sigo, sigo y sigo, me parezco al conejito de Duracell.
De pronto todo se dulcifica, una curva, y otra y otra más,
revuelta tras revuelta la carretera va cogiendo altura, todo parece más fácil.
Otra curva y otra, aquello parece un tío vivo. Ya puedo charlar con Paco,
llegamos a una fuente, cogemos agua y miramos hacia arriba, media docena más de
curvas y habremos superado nuestro reto.
El viento sopla con fuerza, estamos empapados y hace frio,
una foto y nos vamos, la Tetica de Bacares la dejamos como escusa para otro
día. No hay quien nos entienda.
Mariano Vicente, 27 octubre de 2013