lunes, 27 de febrero de 2017

Mi Pinarello



El cuadro de mi Pinarello proviene de un intercambio entre mi amigo Antonio Máximo y yo. Él me daba unas preciosas ruedas Mavic Sup y yo un transportín con bolsa trasera incluida de Topeak, pero por una extraña carambola del destino en el lote termino entrando unas vetustas manetas Shimano SC 6500; hoy colocadas en mi "trotona", y este magnifico cuadro. Es un Pinarello Montello, con tuberías Columbus SL y pintado de un gris celeste difuminado y una pegatina que dice: Campione Olimpico, Campione d´Italia 1984. Pinarello es una marca irremisiblemente unida para los aficionados españoles a la figura de Miguel Indurain, quien sobre una Pinarello; La Espada, batió el récord de la hora y con la misma marca ganó cuatro de sus cinco Tours, pero ya en 1988 otro español Perico Delgado había ganado el Tour de Francia con ella. Ser el último, obtener la "la maglia nera" del Giro de 1951 fue lo que permitió a Giovanni Pinarello montar su empresa un año después, pues a pesar de lo que parezca esta "maglia" era muy apreciada y disputada en la época, esto permitía a su portador disfrutar de una merecida fama y sobre todo dar una vuelta triunfal en el velódromo de Vigorelli de Milán junto al ganador del Giro, Fiorenzo Magni y al rey de la montaña Louison Bobet.



El idilio de los aficionados españoles con el constructor de Treviso pudo haber comenzado mucho antes, con el Reynolds de 1979. Cuando José Miguel Echávarri montando el equipo visita a Tulio Campagnolo en Vicenza le pide también que le recomiende un fabricante de bicicletas y este le sugiere a Pinarello. Compra y paga Echávarri las bicicletas llegando a un acuerdo de patrocinio futuro, sin embargo hasta 1982 Reynolds no pudo usar Pinarello, entre otras cosas porque se le había adelantado Manuel Rodríguez, el padre de Purito Rodríguez,  que con el equipo CR corrió la vuelta del 81 y uno de sus corredores, Alvaro Pino, ganó la etapa de Torrejon y el Italiano  Giovanni Battaglin, también sobre una Pinarello, gano la Vuelta. Desde 1982 hasta el 2013, con alguna excepción, los equipos de Echávarri y Eusebio Unzue corrieron con Pinarello. Tras ellos, otros cogieron el testigo, así Riis sustituyo a Indurain como ganador del Tour en el 96 y Ullrich lo hizo en el 97. En el 2000 copo el podio de Sídney con Ullrich, Vinokourov y Kloden. Cuando David Brailsford monta el Sky lo hace también con Pinarello y gana el Tour con Wiggins y Froome y, sobre la misma marca, Rui Costa gana el Mundial de Florencia en el 2013. Y todo empezó con una "maglia nera" que aún luce orgullosa en un lugar relevante de la tienda de Treviso.



Ahora había que vestirlo y no sabía como. Recurrí para ello a los amigos; José Andrés, me proporciono bielas y platos, son unas bonitas Ofmega Jean fabricadas en Italia por la familia Perotti con platos de 52 y 42 dientes, perforados para aliviar en lo posible el peso. Las ruedas, en un principio las Mavic, transmisión Triplex para el cambio y Campagnolo para los mandos y el desviador. Para la potencia recurrí a una vieja Turiste y el manillar de origen desconocido, no recuerdo es quien me proporciono al igual que la tija. Para los frenos opte de manera provisional -que como siempre pasa con estas cosas puede llegar a ser definitivo-, por comprar unas Weinmann, manetas y puentes, nuevas a estrenar por 20 euros, el sillín un viejo “Turbo” en buen uso. Ya lo tenía todo, solo era cuestión de empezar a montar. Primero aproveché un pedalier que tenia por casa, pero tras montarlo compruebo que roza el plato en la vaina, por lo que tuve que comprar otro de mayor longitud. Ahora sí, funcionan perfectamente. El siguiente paso fue el montaje de los frenos que no causaron ningún problema, tampoco el manillar y la potencia ni las manetas. Ajustar desviador y cambio tampoco supuso un problema grave.



Para las ruedas en un principio usé las Mavic, pero descubrí unas llantas también Mavic Sup de 36 agujeros color gris azulado y aún embaladas en el trastero de la tienda. Me propuse usarlas, para ello necesitaba unos bujes, me puse a buscar por los cajones de material reciclado de la tienda, encontré unos Shimano 600 estupendos, pero eran para 32 radios. A su lado habían unos Gurpil aun en sus cajas, estos sí de 36 y además me los dejaban a muy buen precio; decidido, serán estos, además son de un color plata precioso. Una vez montadas casi lo más difícil fue encontrar un piñón que no se fuera más allá de las 7 coronas, para mantener un poco el estilo de la bicicleta. Para las cubiertas unas Michelin Dynamic Classic.

 Foto: Pinarello

unas fotos...

Mariano Vicente, febrero 2017                                                           .

sábado, 11 de febrero de 2017

De Murcia a la noria del Tío Rapao



Hace un día "horriblilis". Vientos entre 30 y 40 kilómetros por hora del nor-noroeste se confabulan para quitarle la alegría a la mañana. Desisto del recorrido que tenía previsto para dirigirme río arriba, contra el viento, con la esperanza de que al regreso todo fuera más fácil. Hoy creo que voy hacer el recorrido relajado, incluso turístico. Pasamos cientos de veces por los mismos sitios y ni siquiera reparamos en ellos, más pendientes de la velocidad o de acumular kilómetros que del paisaje que nos rodea. Nos sorprendes así rincones que de otra manera pasan totalmente desapercibidos; esa ermita, aquella noria, la acequia hinchada de agua que se desangra en múltiples hijuelas regando las tierras de alrededor y que nosotros cruzamos sin apenas percatarnos. Por el Cuartel de Artillería accedo al carril-bici de la mota del río; el viento te abofetea o te da una calleja según la orientación del meandro, pero son mayoría las bofetadas. Cuando arrecia la racha casi te deja parado, menos mal que soy un hombre paciente, poco a poco voy cogiendo mi ritmo y alcanzo una velocidad que supera los 20 K/h que para mí y con este viento no está nada mal.


Caen los kilómetros y llego a la Contraparada sin contratiempos. La Contraparada es el Azud Mayor de la huerta de Murcia, esta situado a unos 12 kilómetros de la capital y es el partidor de las dos principales acequias, la que riega el heredamiento norte, la Aljufía y la que hace lo propio con el del sur, la Alquibla. Su origen esta documentado desde el siglo X, pero es posible que sea mucho más antiguo, probablemente de época romana, como así parece atestiguar los yacimientos encontrados en la Senda de Granada y en Los Arcos. Hoy, sin dejar su función de riego, se esta potenciando como área recreativa y entorno paisajístico. De chavales no necesitábamos de declaraciones institucionales para divertirnos. Pasamos muchas horas, incluso en pleno invierno entre sus aguas, jugando entre cañaverales en estado casi salvajes, donde fochas, pollas de agua, patos y un sinfín de bichos pululaban a sus anchas. En época de desove, los barbos intentaban superar la presa en vertiginosas carreras contra corriente. Muchos; cansados, se dejaban caer por la pendiente. Nosotros les esperábamos al final de la presa, con nuestros débiles brazos colocados en forma de pala y formando una enorme tenaza con el pecho, tal era el ímpetu, tamaño y peso de algunos de ellos que terminábamos todos en el fondo del río.


Continúo hacia la carretera de Molina, el viento continua soplando con fuerza, paso la Torre y la Ribera hasta llegar a la ermita de la Consolación a la entrada de Molina. Es una ermita que ha estado aquí desde la Edad Media, aunque su edificio es de estilo moderno, construido en 1976 a suscripción popular. La imagen de la patrona, también de origen medieval, fue destruida y se sustituyo por otra similar de Bernabé Gil. Por su parte trasera pasa el Segura y había aquí una barca, de las denominadas de baroma, que daba servicio al barrio de La Hoya y era conocida popularmente como el barco de Leandro. Continuó por la vía verde del Noroeste para deshacerme del tráfico que una importante población como Molina genera. Al otro lado, continuo hacia El Llano por una carreterilla más tranquila que discurre por el paraje de la  Huerta de Arriba, y luego por el camino asfaltado del Hondón hasta las espaldas del museo etnográfico Carlos Soriano. En 1875, un tal Joaquín Portillo terrateniente del lugar, vendió al abogado Carlos Soriano unas tierras en El Llano de Molina con noria incluida situada sobre la acequia Subirana, y este creo una colonia agrícola poniendo en cultivo las tierras con olivo y morera -ya había subvenciones en aquella época-. Por ley estas colonias debían de disponer de viviendas, -hasta seis llego a tener-, para los colonos, escuelas para sus hijos, almacenes comunales y hasta una iglesia que se construye en 1892. El museo como tal surge en 1999 con la adquisición de los inmuebles por parte del ayuntamiento de Molina. Esta compuesto por la propia ermita y la casa solariega del abogado. Es un edificio de dos plantas, la baja de servicios y la superior de dormitorios. Se conservan la cocina original, los tinajeros y el dormitorio y en las salas habilitadas para exposición hay trajes regionales, enseres y menaje de la época.


Continuamos hacia Lorquí, pasando sobre la vía de ferrocarril de Madrid-Cartagena. Dicen que aquí, en el cerro donde esta asentada la población, se dejo la vida Cornelio Escipión, cercado y vencido por las tropas cartaginesas de Asdrúbal Barca, en el 211 a.C. Pueblo huertano, -llego a tener hasta 12 norias-, tuvo una importante industria conservera, hoy venida a menos. En la plaza, frente a la iglesia de Santiago Apóstol, parte una calle que tenemos que dejar por la primera que nos sale a la derecha, -de la noria se llama-, que nos lleva precisamente a una coqueta noria situado junto a las últimas casas de la población. Es una vieja noria -hoy restaurada-, de hierro y madera que en sus buenos tiempos llego a regar 300 tahúllas. Esta formada por 14 pares de radios y 84 cangilones con un diámetro de 4,50 metros, hoy es un mero objeto decorativo tras haber desaparecido el antiguo canal de riego, aunque se ha sustituido por otro que sirve para poner la noria en movimiento. Aledaña a la población en su lado norte, a un par de kilómetros de distancia se encuentra la noria del Tío Rapao. Es una rueda de grandes dimensiones construida de hierro y madera con 112 cangilones y 156 paletas que ha sido restaurada recientemente. Esta declarada Monumento Histórico Artístico Nacional, regaba tantas tahúllas como la más pequeña de Lorquí; unas 300 tahúllas.


Decido regresar, esta vez sí, con el viento a favor. Es una verdadera gozada rodar a más de 30 k/h. sin apenas esfuerzo. Utilizo prácticamente el mismo recorrido para la vuelta con pequeñas variantes como utilizar el tramo de la Huerta de Abajo, en el Llano de Molina. Pasar junto a un precioso bosque de ribera que forma el Segura en esta zona donde una joven pareja juega a pescar mientras se enamora, o un trozo de la Vía Verde desde la entrada a Molina hasta La Ribera y Javalí Viejo, sede de nuestros amigos de K2 y la antigua Fabrica de la Pólvora. Después el carril-bici nos devuelve a Murcia por la mota del río.


Mariano Vicente, 8 de febrero de 2017

martes, 7 de febrero de 2017

Domando al Brooks


La verdad es que no sé quien doma a quien. Me lo regalé para Navidad, siempre he deseado tener uno. Brooks es un fabricante legendario, lleva realizando sillínes de cuero en Birmingham, Inglaterra desde 1882. Brooks fabrica sus sillínes de forma artesanal y por supuesto que también el mío, un B17 narrow, más estrecho que el normal, unas 6 pulgadas que equivaldría a unos 15 centímetros. La verdad es que es precioso; el brillo de su cuero, sus formas, detalles como el repujado de la marca, o esos remaches tan resultones. Me costo mucho introducirlo en un cubo con agua templada para ponerlo a remojo. Había leído en algunos foros que la mejor forma de “curar” un Brooks era sumergiendolo en agua templada, montar en la bici y salir a pedalear. Yo algo suspicaz, lo trate con mimo, solo introduje la parte trasera dejando en la superficie la parte en la que lleva el tornillo para darle tensión. Solo lo tuve unos 15 minutos, “mojado” pero no “empapado”. Lo sequé bien con un paño y lo monté en la bici. Aun sí fui primero a desayunar y le dí otra media hora para que secara un poco más.


Aquello era duro como una tabla, pero los años de Bilbao te preparan para casi todo, sillínes duros a mi. Un poco más largo y ancho de lo que estoy acostumbrado, los primeros compases fue un verdadero combate entre mis testículos y él; poco a poco cada uno fue encontrando su lugar. Y no, no parecía tan duro después de unos kilómetros, cuando llevaba apenas una docena me detuve, lo contemple con detenimiento. Para mi sorpresa habían aparecido dos sutiles depresiones donde se supone que apoyan mis isquiones, el resto parecía más o menos igual, la humedad desaparecía y el color se unificaba, la cosa parecía marchar correctamente. Lo que nadie me dijo y tampoco leí en ningún sitio que aquello fuera una jaula de grillos, lo achaqué quizá a la humedad, pero hoy totalmente seco y engrasado he confirmado que no. No es tan acusado como el primer día pero se queja a cada pedalada, y en los sitio bacheados parece todo una dotación de galeotes quejándose de los latigazos.


Pero estoy contento, después de cerca de 150 kilómetros no lo encuentro incomodo; es más, puedo asegurar que es mucho cómodo que algunos de los que he tenido, incluso de los que tengo y que puede ser un gran sillín para largos recorridos. Es como dos veces más pesado que uno de los denominados “modernos”, pesa alrededor de ½ kilo, que no es poco, pero asumible para aquellas bicicletas que no se basen exclusivamente en lo deportivo entendido como competición.

Mariano Vicente, febrero 2017