Los caracoles se han convertido en fijación estos últimos
días. Esta noche; otra vez caracoles, y estaban también muy buenos. Pero no
solo de caracoles vive el hombre, solomillo escabechado, un tomatico “partió”
con olivas, oreja y queso frito que acompañamos con unas jarras de cerveza.
¡Vamos! Lo más recomendable para unos ciclistas en plena faena, ¡siguiendo los
cánones de la alimentación deportiva!
Mañana será nuestra última jornada, fin a 16 días de
convivencia, de rutinas diarias, de cambiar de cama cada noche, pero también
fin a ese recorrido por las tierras españolas, a esos paisajes que se incrustan
en la retina, y porque no, a ese esfuerzo diario para llegar a nuestro destino.
Fin al sufrimiento de nuestras posaderas a las que cada día machacábamos
durante horas, pero también fin a ese trato diario con las muchas gentes con
las que nos hemos cruzado, que nos han atendido para darnos de comer, para
alojarnos o simplemente para indicarnos el mejor lugar donde hacerlo, o la
mejor alternativa a un determinado tramo, en fin, a esa gente desinteresada con
la que nos hemos encontrado y que no tenían otro fin que el de ayudar y
agradar.
Por la tarde una amable señora nos rogo encarecidamente,
hasta nos acompaño un trecho, que subiéramos hasta un pequeño parque que corona
la población de Fuente Álamo. Como somos de natural bien mandados, eso hicimos
y la verdad es que mereció la pena. Pudimos contemplar una esplendida puesta de
sol sobre la llanura albaceteña; las montaña que nos guiarían al día siguiente
en nuestros recorrido y una locura de golondrinas en pantagruélica orgia
gastronómica.
Como todas las mañanas comenzamos con nuestra rutina diaria;
aseo, equiparnos, recoger y empaquetar ¡que no se olvide nada! Tras desayunar
comienza nuestra andadura hacia nuestra querida tierra; ya está cerca; cruzamos
el límite provincial ¡estamos en Murcia!
Seguimos pedaleando casi a uña de caballo, pues el destino
está cerca y el terreno es favorable, lo único que incomoda es el tráfico pesado,
abundante y ruidoso. Llama Mercedes del ayuntamiento de Caravaca para
comunicarme que nos esperaran en el santuario, el alcalde y la hermana mayor de
la cofradía para recibirnos; la hora, sobre las cinco de la tarde. Tiempo más
que suficiente para llegar y hasta comer con tranquilidad. Tras ligero
contubernio decidimos hacerlo en Cehegín, lugar de paso y en el que tenemos
querencia por determinados establecimientos en los que ya hemos comido en
viajes anteriores; hoy le ha tocado al restaurante Domingo, que como siempre
nos ha tratado espléndidamente.
Tomamos la vía verde para acercarnos a Caravaca con recogimiento
y tranquilidad. El santuario aparece en el horizonte como faro guía a nuestro
destino. Se acercan las cinco de la tarde y entramos en la plaza del Arco; un
último esfuerzo y estaremos en el santuario. De la cuesta del los Caballos del
Vino; ni enterarnos. Pasamos bajo el dintel de entrada al santuario; el rojizo
mármol de su fachada resplandecía la luz de la tarde. La familia expectante en
la explanada. Nos hacen pasar al claustro; nos reciben, Elisa Giménez Hermana
Mayor de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz, José Moreno, Alcalde de
Caravaca, María Gloria Gómez, concejal de Turismo. Estaban allí prensa, radio y
televisión, nos sentimos abrumados, casi llegamos a creernos gente importante.
Y para nosotros, en el fondo, lo éramos. Habíamos conseguido
nuestro objetivo; unir los tres Lugares Santos de la cristiandad en España,
Santiago, Liébana y Caravaca. Un total de 1.500 km. y 16 días de pedaleo nos ha
costado recorrer el camino que separa Compostela de Caravaca. Viaje que hemos
realizado sin incidencias dignas de mención, con todo favorable menos la
orografía. Ni una gota de lluvia; a pesar de recorrer gran parte de la zona
atlántica peninsular, o las alertas naranjas sobre tormentas en tierras
aragonesas. El viento siempre a favor, lo que ha hecho que llegáramos a
nuestros destinos antes de la hora prevista y mucho más relajados, lo que nos
ha permitido algún capricho gastronómico.
Que mezcla de sensaciones; de la turbación a la alegría cuando
el párroco de la basílica ha sacado la Cruz de su hornacina para que Juan
Bautista y yo, simples peregrinos, la besáramos. Nos hemos sentido realmente
reconfortados, compensados del esfuerzo diario; de las pequeñas privaciones
cotidianas, de las ausencias familiares, en fin de todo eso que rodea a un
viaje como este.
Mariano Vicente, ya en su casa de Murcia, el martes 21 de
junio de 2016.