jueves, 12 de mayo de 2016

Camino del Lignum Crucis





El viajero construye en gran medida su camino, por lo que no tiene porque ceñirse con exactitud a la ruta trazada. Por eso la nuestra comienza en la estación de ferrocarril de Callosa, en una mañana templada, algo dentro de lo normal a finales de abril en la Vega Baja. La devoción a la Vera Cruz y la concesión del Año Jubilar a Caravaca de la Cruz propicio la creación de una serie de senderos bajo el patrocinio de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Son siete los senderos que unen los cuatro puntos cardinales de la Región de Murcia con la Ciudad Santa. Discurren por caminos tradicionales usados desde antiguo y pasan por buena parte de los pueblos de la Región. Estos caminos están señalizados y transcurren por lugares de interés natural y cultural. El que vamos a realizar hoy es el Camino del Lignum Crucis que une las localidades de Granja de Rocamora, Abanilla, Fortuna y Ulea con la Ciudad Santa. Comenzaremos transitando por extensos campos de cultivo de la Vega del Segura y otros de interés ambiental como el “El Saladar”. Entre Abanilla y Fortuna, encontraremos los humedales de Ajauque, rodearemos la sierra del Lugar para llegar al Rellano. Buscaremos la sierra de Ulea y el pueblo del mismo nombre para cruzar el río Segura por Villanueva y por caminos rurales llegaremos a las tierras blancas de los Rodeos y Campos del Río. 


 
Campos de frutales, de cítricos, de olivos centenarios se suceden a lo largo del camino que mantiene en buena forma, aunque algo descolorida, la señalización. Atravesamos algún que otro ramblizo que drenan por el sur las sierras Crevillente y Abanilla y algún caserío semiabandonado. En la Muarada nos reciben dos apuestas municipales que nos confirman que vamos en el buen camino. Cruzamos el canal del trasvase Tajo-segura y entramos en Abanilla casi a hurtadillas, seguimos las señales y ya estamos fuera. A dios a nuestro desayuno.

Bajamos hacia el Chícamo para continuar por una pista que recorre la cañada del Calderón hasta la Loma del Tale para pasar junto a unas balsas. En la bajada hacia la rambla del Ajauque, la buena pista que llevábamos nos hace perder las señales y el camino, pero lo arreglamos dirigiéndonos directamente a Fortuna, que tenemos al fondo, por el camino viejo de Orihuela.



Para mí era buena hora para almorzar, pero Jesús estaba algo reacio, partidario de seguir haciendo camino. Nueva oportunidad perdida y van dos. Salimos de Fortuna buscando el Cortado de las Peñas, entre la sierra de los Baños y la del Lugar, paso natural y obligado entre Fortuna y el altiplano de Yecla y Jumilla. Habitado desde antiguo, existió un poblado íbero, el Castillejo de los Baños, del que se conservan hoy restos de su necrópolis. Cerca del poblado se encuentra el santuario romano de Cueva Negra. Los musulmanes aprovecharon los restos de la muralla íbera para erigir un castillo que dominara el paso.



Una pista nos lleva rodeando la sierra del Lugar hacia el Oeste, señalizado como Itinerario Ecoturistico de la Región de Murcia. Del collado al Rellano es un paseo atravesando la rambla del Chorrillo. Algunas veces se conjugan todo un cumulo de circunstancias que te hacen quedar como un idiota. Unos días antes cargué las baterías del gps; era un recorrido sencillo y con su carga al 100 por 100 deberían de aguantar un par de jornadas; pues no, antes de entrar en El Rellano aviso de baterías bajas y en la población apagón total, además, no había traído unas de repuesto y encontrar algo en el caserío; ni pensarlo. Lo dicho; a veces uno queda como un imbécil.

Nos planteamos la opción de continuar sin el gps, como hemos hecho siempre, pero Jesús sugiere continuar por la carretera hasta la barriada de la estación de Blanca y yo estoy de acuerdo con él, solo nos costó algunos kilómetros de más. Ya en la estación de Blanca compramos unas pilas y el aparatito resucito; el track una decena de kilómetros adelante. Yo tengo hambre, pero Jesús hombre frugal prefiere continuar. Tercera oportunidad perdida.



Seguimos en línea recta junto a la vía del ferrocarril Madrid-Cartagena hasta casi la estación de Ulea para dirigirnos al sur del Cabezo de los Calderones a la población de Ulea. Le muestro a Jesús, junto a la carretera, un bar con terraza que ni pintada para almorzar junto a nuestras bicis. Jesús no parece muy dispuesto, le sugiero incluso una pequeña tienda en la que hacen empanadillas y algunos dulces. Nada, cuarta oportunidad pérdida y yo sin tomar un mal café en toda la mañana.



Atravesamos el Segura y Villanueva donde paro a comparar una botella de agua en una pequeña tienda. La muchacha, impresionada, no sé si por mi aspecto o por la ruta que estábamos haciendo, se negó a cobrarme el agua; y además estaba fría. Gracias, muchas gracias. Continuamos nuestro camino por una carreterilla entre frutales que cuadrillas de jornaleros se afanaban en recolectar. Furtivamente, con la complicidad del operario del camión, “robe” un par de albaricoques que de inmediato me comí. Me supieron a gloria.
A la altura de Campos del Río llegamos demasiado pronto; habíamos previsto regresar a Murcia en autobús pero pasa a las 18.35; demasiado tarde. Mejor nos vamos a Murcia por la Vía Verde. Alguazas nuestra siguiente meta. Con una voz débil, casi suplicante, intento despertar los instintos paternales de Jesús. Y si almorzamos, son las dos de la tarde. Para mi sorpresa Jesús me responde que sí, que ya va siendo hora y lo dijo tan convencido que me lleno de júbilo. Alabado seas Jesús.



En Alguazas tengo una amiga que tiene un bar, pero no recordaba el nombre, con un poco de investigación dimos con él. Bar la Petanca, se llama. Juan, su compañero, nos atendió de maravilla, en especial con la cerveza, que más que fríos nos trajo los litros helados. No voy hacer una lista aquí de los platos de embutidos y demás viandas que trasegamos, ni de los litros que bebimos, baste decir que estuvimos hora y media de condumio.


   
Repuestos y con otros ánimos, recuperamos la vía verde. Tanto que hasta nos “picamos” con una aguerrida ciclista de Molina de Segura; invitada quedo para el día 28 de mayo conmemorar con nosotros el XVIII Día de las Vías Verdes. En La Ribera, abandonamos la vieja plataforma ferroviaria, no nos apetecía nada meternos en el centro de Murcia en plena tarde, así que optamos por Javalí Viejo, La Raya y Nonduermas. A Jesús aún le quedaban fuerzas para “picarse” con un par de mozas que iban con “flaca” hacia Alcantarilla. Ya en la capital nuestros instrumentos marcaban 122 kilómetros, suficientes para un día.



Mariano Vicente, 26 de abril de 2016.

domingo, 8 de mayo de 2016

200 Millas II



Me paso la vida metiéndome en mil líos, pero no lo puedo evitar. Hoy hemos salido a la 7 de la mañana, prácticamente de noche con el único objeto de llegar antes de las 15.40 a Lorca, hora de salida del cercanías para Murcia. El siguiente es a las 17.40; muy tarde para estar en Molins (Orihuela) a las 19.30 y presentar una proyección sobre bicicleta y aventura y su posterior charla-coloquio a la que me había comprometido.

Sientan mal, las tempraneras rampas del Puerto del Garruchal, primero de los tres de la jornada. Hace un poco de fresco que el puerto se encarga de disipar. El horizonte, cubierto, y el pronóstico amenaza lluvia. Ya es casualidad que en el lugar más seco de España, los dos días de mis 200 millas, amague con llover y lo que es más improbable aún; que lo haga.

Por la Tercia y Sucina llegamos a Los Alcázares. Nuestro próximo punto de paso será la Unión. Aquí le propongo a Juan de tomar algo y como siempre terminamos "pasándonos". Una lasaña de calabacín y jamón, magra frita con tomate, tortilla de patatas, un litro y café. Repuestas las fuerzas nos lanzamos en pos de la ciudad departamental. No nos detenemos, el tiempo apremia y como descubriré más tarde las fuerzas escasean.


El Cedacero corta el paso entre Cartagena y el Puerto de Mazarrón, no hay más remedio que escalarlo. Es una subida tendida que te va mermando las fuerzas casi sin notarlo pero que al cabo de los kilómetros se hace patente. La cima la forman dos jorobas casi simétricas que dan paso a una espectacular bajada hacia Isla plana y el Puerto.

Y aquí comenzaron mis problemas, todo hacia arriba hasta coronar el puerto de Morata en plena sierra de las Moreras. Las fuerzas escasas; cansancio acumulado del día anterior; y para colmo, en lo peor de la subida, el cielo se abre y deja caer un sol de plomo derretido. En un par de ocasiones me detengo bajo la sombra de los pinos, descanso y aprovecho para beber un poco, se me está atragantando el puerto. No es gran cosa, solo la mitad final se puede considerar como tal, algunas rampas cortas pero de porcentaje elevado té lo recuerdan. Por fin estoy arriba ya solo queda bajar, serán quince kilómetros, la mitad en suave ascenso. ¡Quién me mandaría a mí meterme en estos berenjenales!


Estamos en la estación de Lorca Sutullena, son las 15.30 y aún nos han sobrado diez minutos. ¡Somos unos machotes! ¡Como se nota que ni Juan ni yo tenemos abuelas! Estas 200 Millas nos han salido por un poco más; 352 kilómetros en que hemos realizado en dos días, 216 el primero y 146 el segundo. Era un proyecto personal al que estaban invitados todos mis amigos pero circunstancias personales con escusas de los más pintorescas han hecho que al final solo Juan Bautista y yo lo lleváramos a cabo.

Mariano Vicente, en plena recuperación un domingo 1 de mayo de 2016. 


200 Millas I




Según la Real Academia Española (RAE) reto es un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Y de eso se trata, de ir más lejos, de plantear un nuevo desafío, un verdadero reto personal y una forma de evaluar nuestra capacidad ciclista.
De vez en cuando nos planteamos realizar alguna locura, que en realidad no lo es tanto. Será un duro esfuerzo que pondrá a prueba nuestra capacidad de resistencia, nuestro afán de superación. Pero con tenacidad aguantaremos el envite y obtendremos la satisfacción de conseguir nuestro reto.

Recorrer nuestra región en un par de jornadas con una ruta circular. Algo más de 100 millas diarias sobre nuestras bicis de carretera. Es una distancia que para muchos ciclistas no es algo insuperable, pero para nosotros, simples aficionados es todo un reto. En realidad serán algo más de 200 millas unos 360 kilómetros.

La diseñamos para salir de Murcia y por el desfiladero del Garruchal acceder al Campo de Cartagena y los Alcázares. La Unión y Cartagena serían nuestro próximo reto. Conseguido, tendremos que superar el Cedadero y por el Puerto de Mazarrón y Morata atravesar la sierra de la Almenara para acceder a Lorca. Aun nos espera toda la subida hasta nuestro lugar de pernoctación en Coy. En total unos 180 kilómetros.
En la segunda jornada; desde Coy, buscamos la sierra del Burete y por la solana de las Cabras y Quípar llegar a Cehegín. Calasparra será nuestra próxima meta y Jumilla la siguiente. Bordeamos la sierra del Carche y la de Quibas para llegar a Abanilla. Solo nos queda ya llegar a nuestra querida ciudad de Murcia, otros 180 kilómetros.

Las cosas no siempre salen como se espera y la pernoctación fue algo difícil de digerir. Por lo que cambiamos la distribución de las etapas, ahora saldríamos de Lorca hasta llegar a Murcia por el norte de la Región; al día siguiente la tocaría al sur. Así que los dos únicos que concurrimos; Juan Bautista y yo, nos encontramos en la estación del Carmen para coger el tren de las 6.35 a Lorca. Aun nos permitimos el lujo de un buen desayuno en el Mesón Lorquino, antes de comenzar a pedalear a las ocho de la mañana.



El día se presenta nuboso, amenaza lluvia y es algo fresco; buscamos la carretera de Caravaca y empezamos a entrar en calor, nos esperan 42 kilómetros de constante subida. Algunas gotas de lluvia hacen su aparición pero no llegan a mojar. Por fin aparece La Paca, tomamos dirección a Doña Inés, aún queda algún kilómetro de subida.

Cuando dejas hacer a su antojo a determinados programas ocurren cosas extrañas. Preparé el track con Strava sin comprobarlo en profundidad, y mira por donde me dirige por una pista sin asfaltar hacia La Encarnación, por el camino viejo de Caravaca a Lorca. Decidimos continuar por nuestra carretera hacia Cehegín, por lo menos esta asfaltada. Pedaleamos en dirección hacia el paso entre las sierras del Burete al sur y las de las cabras y el Quipar al norte. El paisaje se estrecha, carretera minimalista sombreada de pino y el asfalto en condiciones aceptables. Serpentea por la umbría de la sierra del Burete, el pinar más extenso e importante del municipio de Cehegín. Carretera que va a desembocar al sur de la población, por lo que unos kilómetros antes optamos por un desvío a nuestra izquierda que atravesando el Quipar nos lleva en el centro de Cehegín.



No nos entretenemos, algo poco recomendable, pues se trata de una de las poblaciones más bella de la zona del noroeste, con un casco histórico bien conservado y estupenda gastronomía que bien merece una visita. Nosotros, asiduos visitantes, decidimos buscar sin más dilación la carreterilla de Canara, junto al embalse del Argos, que a través de Valentín nos Llevará hacia Calasparra. Población famosa por su arroz con denominación de origen, aquí entramos momentáneamente en contacto con él Segura que sigue su camino hacia el sur mientras nosotros nos dirigimos al este, hacia la Venta del Olivo, paisaje dominado por los frutales y la sierra del Puerto, que cierra el horizonte por el norte. Buen asfalto y demasiado tráfico.

De la Venta del Olivo a Jumilla la vid es la protagonista, que alterna con modernas plantaciones de hortalizas, totalmente mecanizadas, que ponen el producto directamente en la mesa sin más manipulaciones. El horizonte cubierto, cada vez más negro, no augura nada bueno. Caen las primeras gotas que pronto mojan la carretera. Ahora ya es lluvia cerrada, Juan Bautista va delante, pero parece que está detenido; ha pinchado. Bajo la incomodidad de la lluvia reparamos y seguimos adelante. Entramos en Jumilla.



Tenemos hambre; buscamos donde saciarla; el bar Sebastián, en la plaza de abastos, puede ser un buen sitio. Mientras me lavo las manos Juan ya he empezado a pedir; veo sobre las mesa unas cervezas bien frías y un plato de jibia a la plancha. Me siento a la mesa y Juan va al baño, cuando vuelve ya hay sobre la mesa un plato de embutido variado. Ya juntos, pedimos garbanzos con chorizo y oreja en salsa. Creo que es suficiente y más si pensamos que nos quedan por encima de cien kilómetros para llegar a casa. Aún así, nos tomamos un par de trozos de pan de calatrava y café.

Cuando nos ponemos en marcha sigue lloviendo. Es algo desconocido para nosotros, es muy improbable que montemos en bicicleta si llueve. Son pocos los días que lo hace y entonces nos quedamos en casa. Esta vez es diferente, lo teníamos todo programado y Juan se había tomado el día. Mientras pedaleaba; lo hacía con una sonrisa en los labios, acordándome de Carlos y Luisa, entrenando en el garaje durante todo el invierno y;  cuando llega la primavera; también. Es lo que tiene Cantabria; tan verde; tan hermosa.

La carreterilla del Carche tiene el asfalto regular y pica hacia arriba, pero es tranquila y agradable. Pedaleo bajo la lluvia sin más complicaciones que el paso embarrado de las obras de la futura autovía de Yecla. Pasan monótonos los minutos, los kilómetros empiezan a hacerse notar, el final del pequeño puerto formado por las estribaciones de la sierra está a punto de acabar y ya todo será más sencillo hasta la Capital. Noto algo extraño en la rueda trasera. He pinchado. Un pequeño contratiempo fácilmente solucionable. Desmonto, revisó la cubierta y pongo cámara nueva. Lo más molesto inflar de nuevo la rueda con estas bonitas y minimalistas bombas, pero con las que tienes que bombear "millones" de veces hasta conseguir introducir la presión suficiente para continuar. Juan me está esperando en lo alto del puerto, me pregunta por el retraso y le cuento lo que ha pasado. Continuamos a buen ritmo hacia Pinoso.



¡Juan creo que he pinchado otra vez! A la entrada de Rodriguillo, volvemos a cambiar la cámara, ya es la segunda. Esta vez me ayuda Juan y terminamos antes. Bajo la cuesta Colorada con la barbilla sobre el manillar, lanzado a todo trapo. A la altura de la Venta de los Collares, ¡no puede ser! ¡Años sin pinchar y hoy es la tercera vez! Hemos desmontado la cubierta para revisarla al derecho y al revés, nada. Juan solo tenía una cámara de repuesto y la había usado, así que ponemos un parche a una de las cámaras usadas y continuamos rezando por qué todo termine bien, aún nos quedan más de cuarenta kilómetros y empieza a atardecer.

Al entrar en Murcia lo primero que hago es parar en una tienda de bicis al paso y comprar un par de cámaras, mañana hay que hacer la otra mitad de las 200 Millas y no nos podemos aventurar.

Mariano Vicente, 1 de mayo 2016