miércoles, 29 de septiembre de 2010

Crónica de la II Marcha Ferroviaria. Murcia 2010

Primeras horas de la mañana. Aún no son las ocho, pero ya estoy listo. He mandado a mi hijo a por el hielo y hemos cargado en el coche las cervezas y coca-colas que utilizaremos en el “refrigerio” a tomar en San Miguel de Salinas. También los recipientes lo hemos echado en el coche, ya no me queda salvo coger la bicicleta y acercarme hasta la estación de Renfe donde tenemos la salida.


Llego al aparcamiento y aún no hay nadie. Poco después empiezan a llegar los primeros ciclistas. Saludos, risas y algún abrazo. Pronto somos un buen grupo y a las ocho y cuarenta y cinco comenzamos a pedalear. En el cruce de San José nos esperaba el resto, miembros del club ciclista El Alpargate y bastantes simpatizantes que junto a los amigos de Orihuela y Alicante formábamos un grupo de aproximadamente setenta unidades.


Más de la mitad formo el grupo A, gente aguerrida y suficientemente preparada, fue a desfogarse al desfiladero del Garruchal y Cabezo de la Plata. El resto continuamos por la carretera de Sucina hasta el cruce con la de Torremendo, al que llegamos tras pasar la estación de Canteras. Mientras que en el grupo “A” algunos empezaban a pasarlo mal debido al alto ritmo impuesto, los del “B” pedaleábamos charlando placidamente hacia Rebate.


La subida, a un ritmo suficiente para no descolgar a los menos preparados, se hizo llevadera y amena hasta el reagrupamiento de San Miguel. Mientras los del grupo “A”, iban dejando cadáveres por el camino, algunos se volvieron sin llegar al reagrupamiento, otros incluso, no llegaron a subir Rebate accediendo a San Miguel por el canal del trasvase Tajo-Segura.


En el refrigerio, nos igualamos todos, tanto los del Grupo “A” como los del “B” nos “hidratamos” por igual. Gustaron mucho las almendras al pimentón y las adobadas al tomillo. Tampoco quedo nada de las naturales, ni de los refrescos, ni del centenar de latas de esa estrella verde de nuestra Región. Regreso desde San Miguel de Salinas por el canal del trasvase Tajo-Segura. Las hostilidades se volvieron a desatar pasado Vista Vella, ya en la carretera del pantano de la Pedrera, lo que provoco un reguero de ciclistas a lo largo de varios kilómetros. Como pudieron; unos mejor que otros, fueron llegando a Torreagüera y al restaurante La Vereda, lugar previsto para la comida.


Aquí, solo nos quedamos los auténticos: 33. Aquellos que entendemos que el ciclismo es algo más que dar pedales, que valoramos los ratos pasados con los amigos y que consideramos que comer juntos es, cuanto menos, tan importante como pedalear juntos. Pero como dice mi amigo Pepe: “Hay gente pa to”. Sabroso y en su punto estaba el asado de cordero, fría la cerveza. Se puede pedir más…

Mariano Vicente, sábado 25 de septiembre de 2010.

Podéis ver las fotos en: En el álbum de google: Ferroviaria 2010 Murcia

lunes, 20 de septiembre de 2010

Subida al Perdigón, Sierra de las Herrerías


Son las 8,25 y José Luís y Juan Manuel están esperando impacientes al otro lado de la verja. Lo tengo todo preparado y estaré listo en unos segundos, se han adelantado cinco minutos.

- Buenos días, ¿Qué clase de válvulas lleváis?

La tarde anterior al preparar la bicicleta compruebo con asombro como la rueda trasera esta totalmente desinflada. Desmonto y compruebo que la válvula se ha despegado de la cámara, pongo la de repuesto y confío en que mis compañeros de recorrido tengan cámaras suficientes.

-Me parece que llevamos una para los tres –contesta con sorna Juan Manuel.

El día, suave y luminoso, nos promete una agradable mañana de pedaleo, José Luís propone subir al Perdigón y a todos nos parece bien, esta vez subiremos por un camino que han arreglado recientemente, descartando la aproximación por la rambla de las Moreras pues trae mucha agua y esta intransitable, continuaremos por la carretera de Morata hasta el comienzo del camino. Un poste de madera con una tablilla en la que se puede leer: Sierra de las Herrerías, y debajo: Llanos de Ifre, nos muestra la dirección a seguir. Este camino esta más al sur, es más largo y con algo menos de pendiente que el que solemos utilizar y coincide en parte con el de bajada.


Juan Manuel, más fuerte que nosotros, marca el ritmo en la subida; le sigue José Luís, y yo como siempre, voy el último, les sigo con dificultad y solo recupero terreno cuando la pendiente se suaviza. El camino serpentea alrededor del Perdigón; primero por el este, para pasar al sur y al oeste. Continúa por el norte para volver al este y al sur siendo este tramo de duro hormigón en sus últimas rampas.

Arriba se percibe cada vez con más claridad la garita del Perdigón, el pasado año solo estaba la estructura de hormigón, ahora cuenta con paredes sin enlucir y ventanas de aluminio.

Abajo, al sureste, se distingue una vieja explotación minera. De oro, nos informa nuestra anfitriona, joven y encantadora guarda forestal que nos recibe con una amigable sonrisa, le pedimos que nos haga y se haga con nosotros una foto. Accede y con los móviles inmortalizamos el momento, nos ofrece agua, más fresca que la de nuestras mochilas, bebemos y charlamos un buen rato.


Se nos ha hecho tarde y el calor se deja sentir. La culpa la tiene José Luís, anoche llego al Puerto algo tarde y no comprobó la bicicleta, esta mañana la cadena en cada vuelta de pedal, producía un chirrido monocorde e irritante que nos estaba poniendo los nervios a flor de piel. Decidimos acercarnos a la gasolinera de Mazarrón y buscar algo para engrasarla, lo conseguimos con los restos del aceite de uno de esos tubos que se utilizan para la mezcla de las motos de dos tiempos.

Comenzamos la bajada acompañados por el sonido monótono de las cigarras y el rodar de las cubiertas sobre la grava del camino, de pronto, un grito extemporáneo seguido de un juramento nos detiene en seco. Juan Manuel se ha dejado el casco en la garita y tiene que regresar a por él. Nosotros, insolidarios, le esperaremos a la leve sombra de un joven pino.

Cuando regresa, comenzamos un vertiginoso descenso hacia los Llanos de Ifre, la carretera de Pastrana y a la N-332, nuestro destino: Los Cazadores, caserío situado en la confluencia con la carretera de Cañada de Gallego, su mayor interés corresponde al bar situado junto a la vía. Dejamos las bicicletas, nos despojamos de mochilas, cascos y demás artilugios, para sentamos en la terraza detrás de tres enormes, húmedas y frías jarras de cerveza. Pronto pedimos otras tres, esta vez acompañadas de ensalada murciana y tapicas de la tierra.


Repuestos, continuamos por la rambla y entre invernaderos alcanzamos la orilla del mar. Seguimos por la costa dejando a nuestra derecha recoletas calas de aguas transparentes que invitan al baño. La zona de la playas nudistas esta más concurrida, lo que obliga a sortear algo de tráfico en el sinuoso camino recalentado por el sol. Abajo, las transparentes aguas dejan ver las oscuras manchas de las rocas sumergidas en vivo contraste con el más claro de la arena. Al desplazar la vista hacia la lejanía, el mar va cambiando del verde al plateado hasta fundirse, ya en el horizonte, en una atmósfera de plomo solo rota por el vuelo de las gaviotas.


Atravesamos las mil veces vistas y siempre cambiantes erosiones eólicas de Bolnuevo, la desembocadura de la rambla de las Moreras y entramos en el Puerto de Mazarrón, fin de nuestro recorrido.

Puerto de Mazarrón, domingo 5 de septiembre de 2010.

P.D.: No se cuando se publicara esto, quedan estas líneas en una llave de memoria a disposición de mi sobrina, intermediaria voluntaria entre el blog y yo. Desde que comencé la rehabilitación de mi vivienda, allá por mes de mayo, estoy viviendo en otro lugar sin conexión a Internet. Espero que esto acabe pronto.

Algunas ramblas del Puerto de Mazarrón

Es temprano y hace tiempo que estoy despierto. Por la ventana entra esa luz grisácea del amanecer, y con ella, los profundos silbidos de un estornino, que encaramado en la antena de televisión, lanza al aire húmedo de la mañana. Se ha empeñado en ser mi despertador los pocos días que este verano he podido venir hasta el Puerto de Mazarrón. Hoy haré una salida en bici con José Luis, a los 8.30 vendrá a buscarme, así que aun tengo tiempo para prepararme y desayunar tranquilo. Me preparo un buen café en la italiana, y unas buenas tostadas de unas barras “de a kilo”, que venden aquí en el Puerto. ¡Me encantan!


Aún no son las 8.20 y ya esta José Luis en la puerta. Lo saludo y le digo que espere, voy a llenar la mochila de agua, la ruta que hemos decidido hacer hoy es corta, muy agradable y solitaria, pero hay que llevar provisión de agua, al fondo de las ramblas no suele llegar la brisa y se nota el calor, aunque la temperatura ha bajado algo estos días, ya estamos en septiembre.

Nos ponemos en marcha, por el paseo marítimo salimos del Puerto. Pasamos El Alamillo y continuamos; después de la rotonda, por un camino paralelo a la carretera de Cartagena (N-332-1) o por la misma carretera si nos apetece, para tras recorren poco más de un kilómetro girar a nuestra izquierda por un camino que nos lleva hasta el camping. Lo pasamos y nos introducimos en la pequeña, pero no por ello menos atractiva, rambla de la Alameda.
Nos introducimos en el cauce para pedalear entre escarpados montes de esparto y tomillo, de perdices y palomas. Pedaleando sobre arena que hará difícil el avance pero no imposible. No es muy larga, pronto tendremos que abandonarla, lo que nos obligara a esforzarnos para salir del cauce. Antes de llegar al collado, nos introducimos hacia la cabecera de otra rambla: la de los Molares. Remontamos su cauce durante kilómetro y medio y como amantes inseguros, la abandonamos por otra.


Subimos hasta el collado para dejarnos caer hacia la casa de la Viña, donde nos introducimos de nuevo en el cauce; pero esta vez en él de la Rata, que en menos de quinientos metros, junto a la casa de Bernabé, desemboca en la de Valdelentisco.
Nos dirigimos cauce arriba, entre cañas, arena y polvo. Este cauce es utilizado por los “guiris” que se han instalado en las antiguas casas de labor, antaño abandonadas y hoy remozadas. Les gusta la soledad a estas gentes.
Seguimos pedaleando entre cañas, chumberas e higueras, a estas horas, acompañados ya por las cigarras y su canción monocorde. Llegamos al caserío de Valdelentisco, salimos a la carretera y recorremos los escasos mil metros que nos separan del collado de La Cuesta (352 m.)


Aún hay que seguir subiendo, por nuestra derecha sale un camino con las orillas plantadas de buzones que nos lleva al collado de Masajarte. Disfrutamos de hermosas vistas, tanto de la rambla de Valdelentisco; como del golfo de Mazarrón y las sierras de las Moreras y Herrerías, por nuestra derecha. A nuestra izquierda; el basto campo de Cartagena y la sierra de los Barbastres. Al frente, Peñas Blancas y la recoleta rambla del Esparrillar.


Nos dejamos caer, hacia nuestra derecha, por un camino que lleva a las antiguas y diseminadas casas de labor que pueblan la cabecera de esta rambla, hoy habitadas por “guiris”-que nadie interprete esta expresión de forma despectiva, pero la diversidad de nacionalidades, especialmente centroeuropeas que se han asentado en estas casas, nos obliga a ello-.

Casi sin darnos cuenta rodamos por el cauce; acompañados en algunos tramos por antiguos bancales escalonados en las pinas faldas, hoy abandonados. Antiguas casas, derruidas y abandonadas, se alzan en las laderas testigos de otros tiempos; veteranos almendros retorcidos, abrasados por el sol, sobreviven como pueden; curtidas higueras de formas imposibles se encaraman a las laderas; viejos algarrobos, sustento antaño del exiguo ganado de los moradores de la rambla, viven del rocío que humedece las madrugadas. Por nuestra derecha desembocan barrancos de sugerentes nombres: los Grajos, del Lobo...nos encontramos incluso algunos pinos, antes de que nuestra entrañable rambla se rinda en otra mayor, una vieja conocida: Valdelentisco.


Rodaremos rambla a bajo, nos abriremos paso entre guijarros. Poco a poco iremos ganando terreno hasta llegar a la carretera. La cruzamos, y continuamos por el cauce sin un camino definido hasta el camino asfaltado que lleva a la impulsión de Valdelentisco.
Poco nos resta por hacer, continuar hasta la carretera de regreso al Puerto de Mazarrón e hidratarnos convenientemente. Os recomiendo las manitas y el cazón; el sitio: el bar los Vivancos, un viejo conocido en el Puerto.


Más fotos en: Ramblas de Mazarrón


Mariano Vicente, septiembre 2010

viernes, 17 de septiembre de 2010

Transmurciana, crónica del tramo entre la Unión y el Puerto de Mazarrón.

Aparece esta crónica traspapelada entre viejos legajos –no sé como ha podido llegar hasta aquí- . La rescato para mi propio conocimiento, pues ya la había olvidado, y el de todos aquellos que le pueda interesar.
Mariano Vicente, mediados de septiembre de 2010.

Transmurciana, crónica del tramo entre la Unión y el Puerto de Mazarrón.

Son las 8,45. Estación de FEVE en Cartagena a finales de Marzo. Sobre la mesa, dos tostadas con aceite y unos cafés humeantes. Los viajeros han decidido aprovechar el día para completar su periplo costero de la Transmurciana.


Esta mañana temprano han tomado en Murcia el regional, un pequeño tren color naranja, que los ha traído hasta Cartagena y, aquí están esperando para tomar otro que los lleve a la Unión.
Ya en el tren, el revisor viejo conocido del viajero y compañero de algunas rutas en bicicleta, les recomienda que mejor lleguen hasta el Llano del Beal y deshagan lo que hicieron en veranos anteriores, para retomar la ruta junto al Monte de las Cenizas, a los viajeros les parece bien y así lo hacen.


El día; magnifico, sin nubes. El sol calienta lo justo, muy diferente a la vez anterior, en pleno verano, cuando en estos mismos lugares ni los lagartos se atrevían a salir de sus escondrijos.
Con poco esfuerzo se sitúan junto al Monte de las Cenizas y lugar de obligada visita. Al final, para hacer más atractiva la mañana, bajan por la calzada romana; interesante si se viene sin alforjas, desaconsejable con ellas.

La colmatada bahía de Porman se abre ante sus ojos, brillante bajo el sol de la mañana. En el pueblo se pueden observar numerosos restos de las antiguas explotaciones mineras.
La carretera serpentea por la escarpada costa mediterránea, tan pronto sube como baja bordeando montículos de color oscuro moteados de flores amarillas y blancas. Abajo centellea el mar y en su superficie reverbera el sol dejando una superficie como de plata.


Continúan los viajeros su camino hacia el oeste entre ensenadas y cabos para entrar en el valle de Escombreras. Lugar de atractivo paisaje afeado por la basura -planta de residuos urbanos se le llama ahora- y las instalaciones industriales.
Algunas estructuras impresionan al viajero por su enormidad, se siente insignificante junto a ellas y no muy a gusto. Continúan entre camiones, que eso sí, no parecen tener demasiada prisa y respetan el sosegado andar de los viajeros.
El valle comunica con Cartagena por un túnel que ellos no usarán, saldrán del valle por un empinado y pedregoso camino.
La altura les permite contemplar lo andado y la ampliación del puerto de Escombreras, echa en aras de una mayor competitividad. Pero el viajero añora cuando rodeaba, en crucero o en regata, el islote de Escombreras. Eran otros tiempos; no sabe si mejores o peores, pero a él, más joven, le parecían más bonitos.

Pero aun les depara el camino hermosas vistas de la bahía de Cartagena y de la misma ciudad. El paisaje pleno de contraste; el sol bajo aun sobre el horizonte hace de la bahía una superficie brillante, plateada y clara, mientras la tierra permanece oscura, casi negra en la que solo las plantas prestan algo de color, especialmente los macizos de flores amarillas.
Ya en el puerto, cerca del submarino del insigne Peral, se refrescan convenientemente.


Continúan y salen de la ciudad por un camino “militar”, el de las Escarihuelas, definido a uno y otro lado por una hilera de piedras encaladas que le dan ese aire marcial.
Panorama de contrastes; aun lado, montes escarpados donde predomina el matorral; al otro, abandonados campos de labor en dulce pendiente, que el húmedo invierno ha transformado en verdes prados. Se llega a una carretera; a la izquierda, el Purtús, pionero acogedor del nudismo. A la derecha hacia la barriada de Rincón de Galifa, donde los viajeros deciden reponer fuerzas. Y han echo bien, pues les esperan subidas de fuerte pendiente.


Atravesar la sierra de los Barbastres les va a costar un duro esfuerzo. La subida es dura y constante, de piedra suelta, entre montes calvos y esqueléticos almendros.
A su espalda, los llanos del campo de Cartagena, salpicados por las viviendas de las numerosas poblaciones que se arremolinan al rededor de la ciudad portuaria. Más cómodo por el valle hasta Tallante, aunque más largo eso no significa tardar más. Y en el Rincón de Tallante, junto a la ermita, se enlaza con la que atraviesa la sierra.


Un último esfuerzo para superar, sobre firme de asfalto, el collado de la Cruz y se sitúan en la cabecera de la rambla del Cañar, se dejan caer por este sorprendente cauce, un verdadero oasis entre secarrales, para alcanzar la línea de costa, siempre vigilados por las alturas de Peñas Blancas, la cumbre más elevada de Cartagena -627 m, pared calcárea de un kilómetro de longitud que después de Leyva -Sierra Espuña- es la pared de mayor envergadura de la Región.
Llegar hasta el Puerto de Mazarrón ya es un mero trámite.

Murcia, primeros de abril del año 2010.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

II MARCHA FERROVIARIA (2010)

Hola a todos; como todos los años el último sábado de septiembre, los ferroviarios celebramos nuestra pequeña marcha ciclista. Este año es el día 25 y saldremos de la estación de Renfe (Murcia del Carmen) a las 8.45.

Recorrido:
Barrio del Carmen-San José-Garruchal-Estación de Sucina-Cabezo de la Plata-Canteras-Torremendo-Rebate-San Miguel de Salinas-Trasvase-Vista Vella-Embalse de la Pedrera-Los Ramos-Torreagüera-San José-Murcia.

Solo carretera.

La comida es en Torreagüera restaurante La Vereda. Precio +/- 15 €

P.D.: Ruego al que quiera acompañarnos y se quede a la comida que me lo haga llegar: 619223875 es mi teléfono.

P.D.2: Habrá un grupo B que hará cerca de 20 km. menos y se lo tomara el recorrido con más calma.