jueves, 25 de junio de 2015

Pirineos 2015 - Sexta jornada: El Tourmalet por Santa Maria de Campan





Hoy la etapa va ser un poco diferente a las anteriores, saldremos Argelès Gazost por la vía verde de los Gaves que discurre por la margen derecha de la Gave de Pau con bonitas vistas sobre el río hasta Lourdes. Desde aquí nos dirigimos hacia Bagnéres de Bigorri en pleno valle de Campan, superando antes el alto de Leucrup. Seguimos por el valle de Campan hacia la población cabeza de comarca. El perfil comienza a picar hacia arriba hasta llegar Sainte Marie de Campan, donde se supone que comienza el puerto que pretendemos hollar; nada más y nada menos que el Tourmalet; “El Puerto”, hasta para los más profanos en ciclismo.

Ya habíamos llegado a su cumbre en nuestro primer día en los Pirineos, lo habíamos hecho por Luz-Saint-Sauveur, más largo y con más desnivel, pero al que le falta la épica del otro lado, quizá auspiciada por encontrarse a continuación del Col d'Aspin. Beber agua de su famosa fuente es un ritual casi mágico para cualquier cicloturista que se precie, aunque creo que a mí no me ayudo mucho. Comienza el puerto en ligero ascenso, que se mantiene más o menos hasta la población de Gripp, a partir de aquí la cosa se pone seria, ya no bajara del 8%.

Sigue esta tónica a lo largo de todo el valle, con ese 8%, que casi nos parecerá un falso llano, mientas sufrimos largas rampas de mayor porcentaje. La carretera sigue de forma rectilínea la solana del valle hasta la población de Artigues, donde comienza a retorcerse en amplias curvas de fuertes porcentajes. La pendiente, de forma artera y traicionera, se incrementa casi imperceptiblemente, pero nuestras piernas lo notan; cada vez más torpes, cada vez más lentas. Avanzo despacio, la carretera es ancha, de buen asfalto, lo que incrementa mi sensación de no progresar. No hay descanso, paso bajo las construcciones antiavalanchas. Pasan los metros, que no los kilómetros, pedalada tras pedalada, interminables, dolorosas, perpetuas.

Desaparecen las sombras. Tras una curva, allá en lo alto, parecen distinguirse algunas edificaciones, debe ser la estación de esquí de La Mongie. Parece que queda poco, pero ¡ay iluso!, te quedan tres kilómetros con un porcentaje del 13% y además con los obreros echando asfalto, caliente, pegajoso, sofocante. La bicicleta se pega al asfalto, las cubiertas se rebozan de galipote y gravilla que dificultan el avance. Sigo adelante con dolor, medio asfixiado por los efluvios del asfalto. Ya en la estación, con la escusa de las fotos, descanso un momento junto a un horrible monumento de pizarra.
     
Continúo con mi ritmo de supervivencia. Me alcanza un ciclista, me adelantan como a cámara lenta, retorciéndose sobre la bicicleta, balanceándola a uno y otro lado, desencajada la cara, goteando el sudor sobre el asfalto, apenas avanza unos metros. Yo, gracias a mi desarrollo, subo relativamente cómodo, eso sí, despacio, muy despacio. No puede más, echa pie a tierra, se convierte en peatón. Lo adelanto, me mira incrédulo, sigo con mi ritmo de supervivencia, molinillo arriba. Esto es duro, la media no debe bajar del 10%. Ya falta poco, la carretera desaparece bajo la niebla, sobre el asfalto, se distinguen las pintadas animando a los ídolos del ciclismo actual. Entre la bruma, en lo alto de una trinchera, aparece difuminada una figura familiar, la última rampa, el último esfuerzo, ya estoy arriba. Lo he conseguido; a mi aire, pero he conseguido superar por segunda vez el Tourmalet, ya nadie me lo tendrá que contar.
  
Argelès Gazost, viernes 19 de junio de 2015

miércoles, 24 de junio de 2015

Pirineos 2015 - Quinta jornada: Dos por el precio de uno





Y no exagero con el título, pues hoy nos hemos subido el Hautacan y el Tramassel. Dicho así parece que somos unos devora puertos, pero la verdad es que en poco más de un kilómetro tras superar el Hautacan consigues el Tramassel. 
 
El Hautacan es de esos puertos que engañan; no son muchos kilómetros y la pendiente parece asumible. Pero no es cierto, son de los que se agarran a los riñones, de los que endurecen las piernas. Una tras otra se suceden las curvas que nos ocultan rampas de porcentaje imposible. La montaña de Lavedan es famosa por sus estaciones de esquí alpino y por las panorámicas de los valles de Argelés y Azun y las cumbres del macizo de Vignemale, que personalmente apenas vislumbre entre curva y curva, más pendiente de poder seguir pedaleando que del impresionante paisaje que se ofrecía.

1.617 metros no parecen muchos, especialmente si los comparamos con el Tourmalet (2.115 metros), o los colosos de Troumouse (2.092 m.) y Col de Tentes (2.208 m.), pero está catalogado de categoría especial. Su pendiente media del 6.5%, pero muchos tramos de esta D-100 superan el 11%. Es un clásico del Tour de Francia desde su primera ascensión en 1994 que gano el francés Luc Leblanc.

Esa mañana decidimos dar un pequeño rodeo antes de comenzar la ascensión, subimos por la margen izquierda de la Gave de Pau hasta Pierrefitte-Nestalas y Saulom, para bajar por la margen derecha hasta Ayros-Arbouix donde comenzamos la subida, aquí hay una pequeña fuente junto a un antiguo abrevadero. La cosa se pone seria, promedios del 8 por ciento, pero con rampas del 12. Son quince kilómetros de carretera revirada y porcentajes constantes, sin descanso. Pasado St. André, aun es peor, nos enfrentamos al tramo más exigente de toda la escalada, con más de tres kilómetros por encima del 9%, pero no acaba aquí la cosa, si queremos llegar a la estación de esquí tendremos que seguir esforzándonos, baja algo el porcentaje medio, pero mantiene rampas importantes que superan los dos dígitos.

Cuando llegamos al collado nos llevamos una sorpresa, solo hemos recorrido 13 kilómetros y estamos a 1.520 metros. El desnivel acumulado es de 1.040 m., para “completar” podemos optar por continuar de frente hacia el Alto de Courbes, obtendremos unas magnificas vistas del Valle de Casteloubon; continuar por la derecha hasta el Col de la Moulata; o como hicimos nosotros; continuar de frente y luego a la izquierda hasta llegar al bar del Col de Tramassel, 300 metros más arriba y donde nos esperaba una estupenda cerveza.

Si no habéis admirado el paisaje durante la subida, olvidaros de hacerlo en la bajada. Simplemente disfrutar, llegareis a Argelès Gazost en un santiamén. Como os habrá sobrado tiempo os recomiendo que probéis en el bar las “Flores” sus cañas “L” y otras especialidades, todas alcohólicas. Olvidaros de las tapas y demás acompañamientos, simplemente no existen.
  
Argelès Gazost, jueves 18 de junio de 2015

martes, 23 de junio de 2015

Pirineos 2015 - Cuarta jornada: Dos puertos bonitos; Pont d´Espagne y Aubisque




Paisaje espectacular el que ha creado la Gave de Cauterets, que se despeña loca y hermosa, aun adolescente hacia el pueblo que la da nombre. Juega traviesa con la carretera; que apenas puede seguirla, poniéndola en más de un aprieto.

Salimos como siempre desde nuestro hotel el Au Primerose en Argelès Gazost para dirigirnos a Cauterets, y como siempre pica para arriba. La carreta mantiene un perfil bajo hasta Pierrefite-Neslas, pero a partir de aquí la cosa cambia. El paisaje se estrecha, apenas caben en algunos puntos el río y la carretera, con muchos tramos en obras. El tráfico es abundante, camiones incluidos, pero en paisaje merece la pena. La Gave de Cauterets, salta de roca en roca, se cuela por estrechas hendiduras, cae en rápidas cascadas,  hasta que diminutas presas desvían la revuelta corriente hacia centrales hidroeléctricas.

Nosotros, entre sorprendidos y expectantes, continuamos sumando kilómetros y metros de desnivel. Sorprende Cauterets por su animación, calles y terrazas llenas de gentes, muchos con pinta de senderista y lo que viene siendo una constante; la población autóctona, se encuentra muy envejecida. Cauterets está en el departamento de Altos Pirineos, en la región de Mediodía. Su historia se confunde con la de sus fuentes termales, celebres en el siglo XIX, a las que acudían la flor y nata de la burguesía y la aristocracia europea; desde Víctor Hugo a Napoleón III, pasando por François-René de Chateaubriand. Sus calles desprenden un aroma a Belle Époque, coqueto y cautivador. De él dijo Víctor Hugo “el valle es apacible, el esparcimiento es silencioso. El viento calla. De repente en un recodo de la montaña aparece el torrente. Es el ruido de la pelea”. Ostentosos hoteles decimonónicos y viejas estaciones de ferrocarril, testigos de una época que han sabido a captarse a los tiempos modernos.

No nos detenemos y continuamos hacia las viejas Termes de Griffons. Entorno de gran belleza donde confluyen las agitadas aguas de los torrentes de Gaube y de Marcadau que se precipitan por escalonadas cascadas con un sonido atronador.

Pedaleamos envueltos en un tupido bosque de abetos; rojos, oscuros, esbeltos. La carretera se pone aun más cuesta arriba; no tanto como a las pobres mulas que durante siglos cruzaron por estos lares camino de España, de ahí su nombre. Estamos a los pies del Vignemale, la gran montaña del Pirineo francés. La carretera no continua; más arriba un bellísimo lago, el de Gaube, que no veremos.

Regresamos sobre nuestros pasos para llevarnos otra sorpresa; después de Cauterets, nos adelantan dos ciclistas del Tinkoff. Parece Alberto Contador, y efectivamente un poco más abajo, retenido por unas obras, estaba nuestro campeón, ha venido a reconocer la etapa del Tour 2015 que termina en Cauterets.
Es pronto y el clima parece darnos un respiro, decidimos intentar la subida al Col d´Aubisque. Y allá que nos fuimos. Como cambia el paisaje entre un día y otro, llueva o haga sol, aunque lo del sol tampoco estaba claro, pero no tenía pinta de que nos fuéramos a mojar.

Preciosa la carretera entre el Saulor y el Aubisque bordeando el Circo du Litor en el valle de l'Ouzom, no apta para los que sufran de vértigo. Carretera construida en la época de Napoleón III para la unión de los valles termales de los Pirineos, esta colgada de las paredes calizas, sin más sujeción que su propia anchura, dos pequeños túneles la ayudan a sostenerse, buena para que sesteen, indolentes, los mastines del pirineo. Más abajo, a mitad del precipicio el grito de una rapaz rasga el aire. Ultimas rampas que desembocan, exigentes, directamente en la cumbre del Aubisque. Cima de viento y niebla, de frío que contrae, que hace temblar, que nos desaloja rápidamente de la cúspide. Temblorosas fotos para el recuerdo y regresamos rápidamente por la misma carretera. 
  
Argelès Gazost, miércoles 17 de junio de 2015  

martes, 16 de junio de 2015

Pirineos 2015 - Tercera jornada: De lo que pudo ser y no fue





Me estoy enamorando. Sí creo que con el paso de los días le estoy cogiendo cada vez más cariño, me estoy acostumbrando a él y cuanto más tiempo pasa, más me cuesta bajar piñones. Es cómodo, hace que mis pulsaciones estén siempre bajas, no me entero de las pendientes y ya no tengo que ponerme de pie sobre los pedales. Definitivamente me estoy enamorando del 30-30 que lleva la bicicleta de Don Antonio. Él me lo aconsejo y yo le hice caso. No me arrepiento.

Previsión meteorológica para este martes 26 de junio; menos de 0,1 mm para Argelès Gazost a las 8 de la mañana, después; nada. Tras nuestra rutina diaria de ducha y desayuno, nos ponemos las equipaciones, eso si las largas, que la temperatura no iba a subir de los 15 grados y en los altos serian algunos menos.

Salimos en dirección a Aucun y Argelès Gazost nos regala unas rampas del 11 % para entrar en calor, que se mantienen en el mismo porcentaje hasta Arras-en-Lavedan. Hasta Arrens-Marsous que es donde oficialmente comienza el puerto siguen la misma tónica, salvo un trocito en Marsous con menos pendiente, casi llano. Comenzamos el puerto con su pendiente media del 8.5 %, que no sé de dónde sale, pues la mayor parte del tiempo te regala pendientes del 9, 10 e incluso el 11 %. Cada vez hay más humedad, la carretera esta mojada y pensamos que han sido las nieblas matinales. Pero nos equivocamos, sobre la mitad del puerto comienza a caer un fina lluvia y las nubes descienden a ras de suelo; nada que no se pueda solucionar con un chubasquero.

Esta humedad tan pegajosa me está haciendo sudar de lo lindo y ya no distingo entre las gotas de sudor o las de lluvia que escurren por el casco. Conforme subimos, lo hace también la intensidad de la lluvia, tengo que detenerme y proteger la cámara de fotos. Sigue lloviendo, ya solo quedan dos kilómetros para la cima. Un viento frio hace que empecemos a sentirnos incómodos. Viento que se incrementa en el último kilómetro, igual que la lluvia.
Encumbramos y corremos al interior del providencial restaurante que hay justo en la cima del Saulor, 1.474 metros y un desnivel acumulado de más de 1000 metros. Tomamos un café con leche para entrar en calor mientras contemplamos incrédulos como la lluvia y el viento siguen en aumento. Se nos complica la etapa, pues nuestra intención es llegar hasta el Aubisque, diez kilómetros más adelante.

Seguimos viendo la lluvia a través de los empañados cristales del ventanal del restaurante, no nos decidimos. La verdad es que hacer veinte kilómetros más, entre ida y vuelta, subir al Aubisque y subir el trozo de Saulor hasta llegar aquí bajo esta lluvia y con este frío, se nos está haciendo un poco cuesta arriba. Nos deciden unos ciclistas, chicarrones alemanes, que llegan al local empapados igual que nosotros. ¿Continuar hasta el Aubisque? Ni locos; creemos entender y nos lo confirman dándose la vuelta Saulor abajo. Eso; y la lluvia, y el viento, y el frío, y el miedo a quedarnos fríos y estropear el resto de las vacaciones. Decidido. Regresamos al Hotel, mañana será otro día.

De la bajada que os voy a contar, agua y más agua. Frio y más frio. Llegamos al hotel empapados y tiritando, le echamos un agua a la bicis y las ponemos a secar como jamones, colgadas de sus ganchos, ya bajaremos más tarde, después de una buena ducha de agua caliente, a ponerlas unas gotas de aceite. Tras la ducha, todos hemos metido la ropa en un cesto y se la hemos bajado a lavar al señor del hotel; una lavadora cinco euros.

Guantes y zapatillas cuelgan de perchas en la habitación, cuan jamones a secar. La hemos llenado de papel de periódico y rezaremos para que mañana estén secas. Probablemente, si no llueve, volveremos hacer el Saulor y el Aubisque y quitarnos así en mal sabor de boca, pero no sé, son las siete de la tarde y sigue lloviendo. Hoy creo que tenemos trucha para cenar, pero ya os lo contaré mañana.

Argelès Gazost, 16 de junio de 2015    

Pirineos 2015 - Segunda jornada: No es tan fiero el Tourmalet como lo pintan





Hoy hemos subido al Tourmalet; y no me ha parecido un puerto tan sumamente duro como me habían comentado. Es duro, largo, asquerosamente largo y se hace muy pesado. Desde Argelès Gazost hemos recorrido todo el valle del Gave de Pau hasta Luz-Saint-Sauveur donde realmente comienza el puerto. El valle es el típico de alta montaña, de paisajes abruptos y majestuosos en el que la carretera se busca las vueltas para ascender hasta los 2115 metros del Tourmalet, nada más, pero también nada menos. 

Todos coincidimos en que no es un puerto muy duro, pero a todos se nos ha hecho largo, en especial los cinco últimos kilómetros. Yo he subido bien, quizá porque llevaba la bicicleta de mi amigo Antonio Máximo con un 30x30, lo que me ha permitido llevar una buena cadencia al superar las rampas más duras. Desde que comienza hasta que acaba no tiene descansos, siempre en la horquilla del cinco al diez por ciento, quizá por eso se hace tan pesado. El asfalto está en buenas condiciones y las curvas no representan peligro alguno, quizá lo más peligroso sean las ovejas que campan a sus anchas, y no se asuntan, no. 
 
Hemos comenzado sobre las nueve de la mañana, temiendo que nos lloviera, pues el pronóstico del tiempo era muy impreciso, daba agua a partir de media mañana y con seguridad para el medio día. Nos ha costado unas cuatro horas el alcanzar la cima, tomándonoslo siempre con calma, sin ir a tope. Juan Bautista ha tardado aun menos, los demás hemos llegado como una media hora más tarde. No éramos los únicos, un buen número de ciclistas ha subido al tiempo que nosotros y era fácil ver, donde la carretera lo permitía, un rosario de bicicletas a lo largo de varios kilómetros. Pero durante la bajada, a partir de las dos de la tarde, nos hemos cruzado con innumerables grupos, algunos de treinta o más individuos que iban en dirección al Tourmalet. También nos han puesto la adrenalina a tope un centenar de motos, la mayoría clásicas, que nos han ido adelantando a lo largo de toda la subida.
Al final el tiempo nos ha respetado. Día sin sol, con temperaturas que rondaban los quince grados y durante la mañana sin viento. La temperatura ha ido bajando con la altura, siendo ya fría a desde la mitad de la subida, para convertirse en gélida al final, envueltos en la niebla. Hemos aguantado como “machotes” mientras nos hacíamos unas fotos, para introducirnos a la carrera en el bar del puerto y resguardarnos del viento helado que nos hacia tiritar.

Un bocadillo de jamón y queso, con una muy cara cerveza, y unas creps ha sido nuestra venganza, pero luego, inocentes de nosotros el Tourmalet, se ha tomado la revancha. Nada más comenzar a bajar hemos dejado de sentir los dedos, luego las manos; una tiritera se ha adueñado de nosotros, que si no nos hemos ido al suelo, ha sido más por suerte que por nuestra pericia. Contrariamente a las los dedos, lo que si sentíamos –y de qué manera- eran las orejas. Duras, heladas, cortando el viento; hasta lágrimas lograban sacarme. Y lo peor los borregos; bajando sin control como íbamos, allí estaban ellos, en medio de la carretera mirándonos indiferentes. Quitaros ¡pero quitaros coño!, gritaba nuestro subconsciente sin mucho éxito, al final hemos librado por poco.

Con algunas gotas de agua mojando nuestros resecos labios hemos llegado al hotel, aun no habíamos entrado en la ducha cuando ya estaba lloviendo. Hemos aprovechado un hueco sin lluvia para tomarnos unas cañas “L”; así a denominado el camarero de una terraza del centro al medio litro de cerveza que nos ha puesto, y a las siete y media a cenar. Que mal lo llevo. De primero nos han puesto una especie de pastel de hojaldre, creo que llevaba algo de carne picada y encima, una raja de una especie de mortadela, todo con unos trozos de lechuga por encima. De segundo rosbif de cerdo con coliflor – “al dente”, casi cruda-. Hoy nos hemos pedido también pasta, que no estaba mal. Mañana será otro día, nos toca el  Col du Soulor y el Col d'Aubisque. Ya os contaré.

Argelès Gazost, lunes 15 de junio de 2015