viernes, 24 de abril de 2015

La Pedals de Clip 2015


Mi Vitus 979 estaba inquieta. A pesar de los años no quería estar inactiva, cada vez que entraba a por alguna de sus compañeras llegaban hasta mis oídos sus susurros:

-A mí, a mí, que estoy preparada, dispuesta para lo que quieras.

Y era verdad. Limpia y engrasada, con tubulares nuevos aun sin estrenar. Tenía razón, tenía que sacarla y para algo importante. ¿La Pedals de Clip? Porqué no. Apenas tenía tiempo, cambiar los turnos de trabajo para poder disponer de ese fin de semana libre, hacer la inscripción, reservar un hotel. Muchas cosas para tan poco tiempo.

Por fin todo está resuelto. A mi Vitus; desmontada y expectante en la oscuridad del maletero, le acompañan unas zapatillas reconvertidas a retro; un mallot, no tan antiguo como ella, pero que también tiene sus años. Me lo regalaron los hermanos Moya, cuando Paco era director del Tres Molinos Resort. Un culote largo, azul, de Etxeondo, de esos que llevan la badana natural y una gorra que me regalo Antonio, de bicicletas Larcia. Es lo más retro que tengo. Porque vamos a eso, a una marcha o ruta cicloturista para bicicletas clásicas de carretera. Para este tipo de eventos se consideran clásicas las bicicletas anteriores a 1987, pedales de rastrales, cableado del freno por fuera del manillar y manetas de cambio en el cuadro, no cabe duda de que mi Vitus 979 cumple con ellos.



La calle esta mojada, debe de haber llovido. Mal asunto, aunque no creo que lo haga de nuevo. Es temprano, queremos estar sobre las ocho en Sant Martí de Sarroca a unos diez kilómetros de Vilafranca donde nos hemos quedado a dormir. La salida es a las nueve y queremos desayunar y estar preparados para esa hora. El ambiente es increíble, llegan, uno tras otro, vehículos que vomitan viejas glorias, algunas con achaque de edad, otras maquilladas, algunas no aparentan la edad que tienen, están perfectas, pero todas dispuestas a proporcionarnos un día maravilloso de ciclismo vintage. Porque la bicicleta lo tiene todo. Deporte, naturaleza, compañerismo, viajes, dificultad, adrenalina, y con las clásicas se vive de una manera especial; con pasión. La mirada puesta en la mecánica, la ingeniería, la historia. Restauraciones hechas con mimo, con cariño, el entusiasmo puesto en los pequeños detalles, piezas que normalmente nos pasan desapercibidas adquieren, ahora, un significado especial.



Todos colocados tras el arco de salida, esperando a Perico delgado que abrirá la marcha. Se da la salida. Lo más complicado; introducir las zapatillas en los rastrales, acostumbrado como estoy a los pedales automáticos. Equilíbrio, la atención puesta en los que me rodean, en las pequeñas retenciones que hace que la comitiva se detenga. Ojo a los pies, las correas flojas. Seguimos de nuevo.  Arduo insertar el pie por el estrecho hueco que dejan el pedal y las correas; así hasta que se estabiliza la marcha y se amplían los espacios; ahora sí, toca apretar las correas y empezar a pedalear con soltura. El mecanismo no es tan complicado, pero hace falta práctica.



La marcha discurre por la comarca del Penedes, entre campos de labor y viñedos, por estrechos caminos rurales de servicio, asfaltados la mayoría, pero con algún tramo de tierra para dar emoción. Con algunos repechos traicioneros, que la falta de desarrollo acrecientan. Mi Vitus esta montada con un plato pequeño de 42 dientes y el piñón mayor de 20. Tendré que cambiarlo. Hicimos una primera parada en Grabuac, sobre el Km. 28, en Caves Suriol. Pan con vino y azúcar; exquisito. Y bien regado por un vinillo clarete –decían que era cava, pero a mí no me lo pareció- que era una delicia. La salida de las bodegas se hace por una pronunciada bajada con un giro de 90 grados bajo una umbría arboleda; que junto a los restos de tierra aportada por las últimas lluvias y el movimiento de la maquinaria agrícola, dejo el piso resbaladizo, lo que produjo algunas caídas, aunque creo que sin mayor importancia.


Continuamos el paseo hasta las bodegas Torres, donde nos esperaba una copa de magnifico vino blanco, entremeses y bocata. Resaltar en favor de organización que la recepción fue de diez, por el servicio y la calidad. El vino se sirvió en copas de cristal, a su temperatura justa y el bocadillo a elegir entre jamón o queso. Repito de diez. Reanudamos nuestro agradable paseo entre viñedos, cruzándonos con algunas excursiones de ciclistas que recorrían estos campos en sus bicicletas con alforjas de esparto. Pronto llegamos al lugar donde se separaban la ruta corta y larga, en el paraje de la Bleda, la primera continuaba por asfalto, la segunda lo haría un buen trozo por camino de tierra. Toca subir al castillo de Sant Martí de Sarroca, y apretar los dientes; por el desarrollo que llevo se que voy a sufrir. Todo se da por bien empleado, cuando coronas y recibes el aplauso y el calor con que te recibe el numeroso publico allí concentrado.


La verdad es que no había hambre, tampoco sed, pero los embutidos sobre las mesas y unas estupendas cervezas artesanales Segarreta, nos obligaron a caer en la tentación. Por poner un "pero", solo nos invitaban a un vaso de cerveza, y eso no se hace con unos aguerridos ciclistas como nosotros; y más cuando la había rubia y tostada. Nos quedamos con ganas de más. En la explanada los tenderetes; bicicletas; ropa; complementos; componentes, hasta grupos completos. Una lastima que la economía no me permita más alegrías; adquirí un par de mallot de época, del Reynolds y del Banesto, que luego me firmaría Perico Delgado, y me quede con las ganas de muchas.



Este encuentro-concentración-marcha toca a su fin, me despido de los nuevos amigos, en especial de Tomás, aguerrido ciclista de las Encarnaciones, entrado en años y empeñado en que el 30 de mayo no puedo faltar a su marcha; porque para "marcha clásica" ninguna como la RetroBike Enkarterri, y lo dice él que las ha recorrido todas. Hasta me buscaba alojamiento. Lo siento Tomás, aun no estoy jubilado y trabajo muchos fines de semana, pero te prometo que para el año que viene, a la de Balmaseda no falto, apúntame ya.




Una ducha en el polideportivo y a comer en el restaurante Sant Jordi-Ca la Katy, con la organización, los profesionales invitados; Perico Delgado, Celestino Prieto, Enrique Aja, Ángel Edo, Pepe Recio, Miguel Ángel Iglesias, Jaume Vilamajó, Pedro Torres…  y los numerosos ciclistas y acompañantes que asistieron.

    
Me gusto y mucho esta modalidad de cicloturismo clásico que hace ya muchos años que se realiza por toda Europa, con un referente mundial en Italia (L´Eroica). En España esta dando sus primeros pasos, pero estoy convencido que se extenderá como una mancha de aceite, de norte a sur hasta abarcar toda la geografía nacional. No es una competición, es una excusa para gozar de la bicicleta, del paisaje, la gastronomía y los amigos, de recuperar nuestras viejas compañeras que gozan así de una nueva juventud.